Autor de “La batalla política contra ETA”
Carlos Urquijo: "El PNV nunca tuvo interés en garantizar la libertad en el País Vasco"
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Nacido en Llodio en 1964, Carlos de Urquijo comenzó su compromiso político en 1987 como concejal por Alianza Popular en el Ayuntamiento de su ciudad natal hasta 2011. En 2004, y entre 2012 y 2016, fue diputado del Parlamento Autonómico del País Vasco. Ha sido, también, delegado del Gobierno en el País Vasco y Consejero de la Radiotelevisión Pública Vasca. Ahora, Urquijo, alejado de la primera fila de los cargos institucionales, presenta su libro La batalla política contra ETA, un ensayo demoledor, prologado por María San Gil, en el que se recuerda y testimonia cómo hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que las libertades individuales y los derechos humanos de decenas de miles de ciudadanos vascos no nacionalistas peligraron gravemente.
“Mi libro es un breve testimonio de las condiciones en las que tuvimos que hacer política en el País Vasco aquellos que nos opusimos al terrorismo de ETA y a la complicidad del nacionalismo con la banda. La motivación tiene que ver con eso que se ha dado en llamar ‘relato’ y que en realidad sería más exacto definir como ‘memoria amputada’. Estamos viendo un interés inusitado por diluir la responsabilidad del nacionalismo en el nacimiento y la pervivencia de ETA y, por otra parte, en el blanqueamiento de su brazo político. El PNV y el PSOE, cada uno desde sus respectivos Gobiernos, prefieren falsear la realidad a contar la verdad para salir airosos de sus vergüenzas. En el caso del PNV, su oposición a todas las medidas puestas en marcha para acabar con ETA y su pacto con ella en Estella, y en el caso del PSOE de Pedro Sánchez, sus vergonzosos pactos con el brazo político de aquellos que jalearon el asesinato de sus compañeros de partido".
De toda su larga y complicada trayectoria política en el País Vasco ¿Qué momentos recuerda como más difíciles?
Más que hablar de momentos personales difíciles, que sufrimos de manera similar todos los cargos públicos del PP y del PSOE, y que no tienen mayor interés, hablaría de momentos políticos vergonzosos. Insisto en las dos ideas que señalaba anteriormente. De la ETA política ya sabíamos qué podíamos esperar, su odio y la colaboración con su vanguardia para eliminarnos. Del PNV, recuerdo muchos momentos bochornosos: el Pacto de Estella con ETA en septiembre de 1998; su comportamiento en la calle tras el asesinato de Fernando Buesa; su oposición a la Ley de Partidos y a la ilegalización de Herri Batasuna. En definitiva, su falta de compromiso e interés por garantizar la libertad en el País Vasco. Y con tristeza debo recordar también que la posición del PSOE a partir de 2004 fue muy dolorosa. Zapatero resucitó a una ETA derrotada no solo policialmente sino políticamente y ahora Sánchez les extiende en el Congreso el certificado democrático de limpieza de sangre. Inacción y desmemoria de la mano para diluir la responsabilidad. Vergonzoso.
Usted fue amenazado, perseguido y señalado en numerosas ocasiones por ETA y su entorno, ¿cómo se sobrelleva día a día esa presión?
No fueron situaciones agradables, pero para poder hacer adecuadamente el trabajo no podías estar pensando constantemente en las dificultades. Lo que sí lamenté es la sensación de desamparo que sentí muchas veces cuando decidí recurrir a la Justicia en defensa de los derechos que sentía conculcados por los amigos de ETA. La verdad es que durante aquellos años la sensación de impunidad estaba extendida de tal modo que el Estado de Derecho en el País Vasco dejaba bastante que desear.
¿A qué personas recuerda especialmente por estar a su lado en la batalla política contra ETA?
Personalmente, por su proximidad, en primer lugar a Santiago Abascal Escuza, presidente del PP del Valle de Ayala, hombre generoso y valiente que consiguió mantenernos unidos y dispuestos a dar la batalla durante los años difíciles. También a su hijo Santi, hoy presidente de Vox, que fue compañero de fatigas en el Ayuntamiento de Llodio, igual que Rosa Torres, también concejal. En el PP Vasco destaco la figura de tres referentes en defensa de la libertad con los que tuve la suerte de poder colaborar de manera activa: Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y María San Gil. Y en la política nacional debo reconocer el gran trabajo realizado por el presidente Aznar que solo con la ley, pero con toda la ley, consiguió la derrota de ETA.
Usted fue durante años el principal representante del Gobierno en el País Vasco, ¿se sintió políticamente solo?
Para ser sincero, debo decir que sí, bastante solo. La mayoría de las veces actué por iniciativa propia en defensa de la ley y de las víctimas del terrorismo. Nunca recibí ninguna indicación sobre lo que era más conveniente hacer desde la Delegación del Gobierno. No creo que tuviera que ver con el respeto a la autonomía en el ejercicio del cargo, sino más bien con la ausencia de una posición clara sobre lo que debía hacerse en esta Comunidad y la pérdida de peso político del País Vasco, tanto dentro de mi partido como de la política nacional en general. Tengo la impresión de que no solo los nacionalistas pensaban que el trabajo que hacíamos tenía escasa importancia.
¿Cree que el Estado español está desaparecido del País Vasco y Cataluña?
Desgraciadamente, sí. Cuarenta años de cesiones permanentes no pasan en balde. Si a lo anterior unimos la deslealtad del nacionalismo y su permanente “construcción nacional” ante la que hemos decidido mirar para otro lado, será tremendamente complicado revertir su presencia, diría casi que imposible. No obstante, algunos jamás tiraremos la toalla.
En su opinión, ¿sobre qué elementos ha de construirse la lucha actual contra los herederos políticos de ETA?
En primer lugar, la deslegitimación de una ideología perniciosa, el nacionalismo. Y esto debe hacerse en todos los ámbitos, no solo el político, también en el educativo y en los medios de comunicación. Y en paralelo instar de nuevo a la ilegalización de quienes el Tribunal Supremo dijo en dos ocasiones -2003 y 2011- que los herederos políticos de ETA eran precisamente eso, ETA, sin adjetivos, una pata más de la organización.
¿Cree usted que ETA en particular y el nacionalismo vasco en general, han ganado la batalla de la memoria y el relato?
Si no la han ganado, desde luego lo parece. Lo he explicado con anterioridad, en un caso para evitar que su complicidad con ETA les pase factura electoral y en otro para sostenerse en la Moncloa, hacen y harán todo lo posible para falsificar lo ocurrido. De momento, lo van logrando
Nacido en Llodio en 1964, Carlos de Urquijo comenzó su compromiso político en 1987 como concejal por Alianza Popular en el Ayuntamiento de su ciudad natal hasta 2011. En 2004, y entre 2012 y 2016, fue diputado del Parlamento Autonómico del País Vasco. Ha sido, también, delegado del Gobierno en el País Vasco y Consejero de la Radiotelevisión Pública Vasca. Ahora, Urquijo, alejado de la primera fila de los cargos institucionales, presenta su libro La batalla política contra ETA, un ensayo demoledor, prologado por María San Gil, en el que se recuerda y testimonia cómo hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que las libertades individuales y los derechos humanos de decenas de miles de ciudadanos vascos no nacionalistas peligraron gravemente.
“Mi libro es un breve testimonio de las condiciones en las que tuvimos que hacer política en el País Vasco aquellos que nos opusimos al terrorismo de ETA y a la complicidad del nacionalismo con la banda. La motivación tiene que ver con eso que se ha dado en llamar ‘relato’ y que en realidad sería más exacto definir como ‘memoria amputada’. Estamos viendo un interés inusitado por diluir la responsabilidad del nacionalismo en el nacimiento y la pervivencia de ETA y, por otra parte, en el blanqueamiento de su brazo político. El PNV y el PSOE, cada uno desde sus respectivos Gobiernos, prefieren falsear la realidad a contar la verdad para salir airosos de sus vergüenzas. En el caso del PNV, su oposición a todas las medidas puestas en marcha para acabar con ETA y su pacto con ella en Estella, y en el caso del PSOE de Pedro Sánchez, sus vergonzosos pactos con el brazo político de aquellos que jalearon el asesinato de sus compañeros de partido".
De toda su larga y complicada trayectoria política en el País Vasco ¿Qué momentos recuerda como más difíciles?
Más que hablar de momentos personales difíciles, que sufrimos de manera similar todos los cargos públicos del PP y del PSOE, y que no tienen mayor interés, hablaría de momentos políticos vergonzosos. Insisto en las dos ideas que señalaba anteriormente. De la ETA política ya sabíamos qué podíamos esperar, su odio y la colaboración con su vanguardia para eliminarnos. Del PNV, recuerdo muchos momentos bochornosos: el Pacto de Estella con ETA en septiembre de 1998; su comportamiento en la calle tras el asesinato de Fernando Buesa; su oposición a la Ley de Partidos y a la ilegalización de Herri Batasuna. En definitiva, su falta de compromiso e interés por garantizar la libertad en el País Vasco. Y con tristeza debo recordar también que la posición del PSOE a partir de 2004 fue muy dolorosa. Zapatero resucitó a una ETA derrotada no solo policialmente sino políticamente y ahora Sánchez les extiende en el Congreso el certificado democrático de limpieza de sangre. Inacción y desmemoria de la mano para diluir la responsabilidad. Vergonzoso.
Usted fue amenazado, perseguido y señalado en numerosas ocasiones por ETA y su entorno, ¿cómo se sobrelleva día a día esa presión?
No fueron situaciones agradables, pero para poder hacer adecuadamente el trabajo no podías estar pensando constantemente en las dificultades. Lo que sí lamenté es la sensación de desamparo que sentí muchas veces cuando decidí recurrir a la Justicia en defensa de los derechos que sentía conculcados por los amigos de ETA. La verdad es que durante aquellos años la sensación de impunidad estaba extendida de tal modo que el Estado de Derecho en el País Vasco dejaba bastante que desear.
¿A qué personas recuerda especialmente por estar a su lado en la batalla política contra ETA?
Personalmente, por su proximidad, en primer lugar a Santiago Abascal Escuza, presidente del PP del Valle de Ayala, hombre generoso y valiente que consiguió mantenernos unidos y dispuestos a dar la batalla durante los años difíciles. También a su hijo Santi, hoy presidente de Vox, que fue compañero de fatigas en el Ayuntamiento de Llodio, igual que Rosa Torres, también concejal. En el PP Vasco destaco la figura de tres referentes en defensa de la libertad con los que tuve la suerte de poder colaborar de manera activa: Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgaiz y María San Gil. Y en la política nacional debo reconocer el gran trabajo realizado por el presidente Aznar que solo con la ley, pero con toda la ley, consiguió la derrota de ETA.
Usted fue durante años el principal representante del Gobierno en el País Vasco, ¿se sintió políticamente solo?
Para ser sincero, debo decir que sí, bastante solo. La mayoría de las veces actué por iniciativa propia en defensa de la ley y de las víctimas del terrorismo. Nunca recibí ninguna indicación sobre lo que era más conveniente hacer desde la Delegación del Gobierno. No creo que tuviera que ver con el respeto a la autonomía en el ejercicio del cargo, sino más bien con la ausencia de una posición clara sobre lo que debía hacerse en esta Comunidad y la pérdida de peso político del País Vasco, tanto dentro de mi partido como de la política nacional en general. Tengo la impresión de que no solo los nacionalistas pensaban que el trabajo que hacíamos tenía escasa importancia.
¿Cree que el Estado español está desaparecido del País Vasco y Cataluña?
Desgraciadamente, sí. Cuarenta años de cesiones permanentes no pasan en balde. Si a lo anterior unimos la deslealtad del nacionalismo y su permanente “construcción nacional” ante la que hemos decidido mirar para otro lado, será tremendamente complicado revertir su presencia, diría casi que imposible. No obstante, algunos jamás tiraremos la toalla.
En su opinión, ¿sobre qué elementos ha de construirse la lucha actual contra los herederos políticos de ETA?
En primer lugar, la deslegitimación de una ideología perniciosa, el nacionalismo. Y esto debe hacerse en todos los ámbitos, no solo el político, también en el educativo y en los medios de comunicación. Y en paralelo instar de nuevo a la ilegalización de quienes el Tribunal Supremo dijo en dos ocasiones -2003 y 2011- que los herederos políticos de ETA eran precisamente eso, ETA, sin adjetivos, una pata más de la organización.
¿Cree usted que ETA en particular y el nacionalismo vasco en general, han ganado la batalla de la memoria y el relato?
Si no la han ganado, desde luego lo parece. Lo he explicado con anterioridad, en un caso para evitar que su complicidad con ETA les pase factura electoral y en otro para sostenerse en la Moncloa, hacen y harán todo lo posible para falsificar lo ocurrido. De momento, lo van logrando