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Pablo Mosquera
Sábado, 09 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:

Las víctimas de ETA

¡Lo siento mucho! ¡Ni olvido ni perdono! Que nadie trate de explicarme que hubo una guerra en el País Vasco. Que nadie trate de lavar la causa de aquellos asesinos y sus cómplices. Que nadie quiera trasladar al espectador, para programas audiovisuales, que hubo una relación causa-efecto para que unos mataran y otros murieran. Y menos viendo lo que acontece cada día de esta luctuosa primavera en Ucrania.

 

La propaganda siempre fue arma contendiente. Unas veces para atemorizar al pueblo. Otras para vender victorias que estaban muy lejos de alcanzarse. La mayoría, como instrumento para ocultar o ensalzar comportamientos crueles, impropios del ser humano.

 

Pues bien, lamento tener que decirlo. En Euskadi se promovió con alevosía el terror y la eliminación de la disidencia. No fue improvisado. No fue movimiento social y cultural para liberar a un pueblo, a una raza, de la ocupación, el secuestro, la bota de un ejército cruel al servicio de unos imperialistas. No fue Roma que imponía su paz a los pueblos conquistados.

 

No hay más que leerse el informe del Defensor del Pueblo presentado en 2016 con el título Estudio sobre el Derecho de las Víctimas de ETA. Un compendio que bien podría ser el argumento de múltiples audiovisuales para, al menos, contrastar con la lluvia propagandística que calculadamente quiere lavar a los asesinos, su doctrina y el proceso cuasi genocida que llegaron a implantar en Euskadi durante cincuenta años, y lo que es peor, con la anuencia de la Iglesia vasca así como sectores pertenecientes a la Internacional Democracia Cristiana. Alguno de cuyos más elevados "pontífices" llegó a impedir que ETA dejara sus atentados, pues eran útiles y necesarios para la dinámica estatutaria y servil al eterno contencioso con el Estado constitucional español. En fin. Una herramienta dentro de aquel adecuado croquis en el que unos agitaban el árbol y otros recogían las nueces.

 

Lo siento. Pero cuando veo la crueldad de las escenas en Ucrania no puedo por menos que recordar las imágenes de los asesinatos, bombas lapas, coches cargados con Goma-2, y otros, que fueron utilizados por presuntos "soldados-patriotas" vascos para imponer el régimen de terror indiscriminado al servicio de su credo, mitad mito, mitad delirio paranoide.

 

Si alguien cree que exagero, que repase las imágenes de Hipercor en Barcelona, o del Hotel Corona de Aragón en Zaragoza, o en alguna plaza de Madrid al paso de un autobús con guardias jóvenes.

 

Para empezar, una brutal y continuada vulneración de los derechos humanos. Hasta tal punto que gentes de bien llegaron a acostumbrarse, como se acostumbran los habitantes de las ciudades ucranianas o como lo hicieron aquellos seres humanos residentes en Sarajevo. Y lo peor. Aquellos comentarios de taberna vasca. "¡Algo habrá hecho!".

 

La situación de las víctimas y sus familias. Lo he contado muchas veces. Tanto en mi domicilio como en mi puesto de trabajo, cuando me daba la vuelta, había un terrible comentario a modo de rumor: "Cualquier día no regresa". Así un año tras otro. Mientras los energúmenos aprendices de soldado-gudari-vasco cantaban a coro en sus localidades del Estadio Mendizorroza aquello de ¡Mosquera pimpampum. Mosquera muérete. ETA mátalos...! ¡Como para olvidarlo!. Mi crimen era ser disidente, libertario, ciudadano con dignidad y defensor del derecho a ser y ejercer como español en Vitoria.

 

Y llegaron los beneficios penitenciarios. ¡Aleluya!. Era la política del palo y la zanahoria. A unos hubo que dispersarlos -teoría de Arzalluz en la Mesa de Ajuria Enea- para evitar que fueran poder fáctico dentro y fuera de la organización- Y a otros se les ofreció el catecismo del arrepentimiento. Pero entiendo la incredulidad de las víctimas. El arrepentido debe colaborar para esclarecer quién fue el asesino.

 

Desde luego, no resulta compatible el arrepentimiento con las fiestas de bienvenida a los reinsertados cuando regresan a sus pueblos, con aurresku propio para héroes y patriotas. Mientras la familia de Miguel Ángel Blanco hubo de trasladar los restos mortales del concejal al Campo Santo del pueblo-parroquia ourensana dónde nacieron sus padres y demás familia. O como de vez en vez, la tumba de mi amigo Goyo Ordoñez sufre las pintadas insultantes y odiosas que con premeditación, alevosía y nocturnidad muestran que para muchos de aquellos "modélicos ejecutores" no hay propósito de enmienda. Ordoñez, como yo mismo, teníamos la sentencia de muerte por ser enemigos del pueblo vasco. Amén. 

 

Por eso, cada vez que veo a sus señorías de Bildu en las Cortes, dando dicterios morales, me dan arcadas. Pero el vómito me llega al comprobar cómo el Presidente del Gobierno de mi país -nación-Estado constitucional, pacta política de libertad para los presos a cambio de votos a inventario para mayoría parlamentaria, sin reparar en el tufo, sin la más mínima vergüenza por la tierra que cubre a concejales y cargos públicos del socialismo hispano.

 

Y es que Maquiavelo tenía razón. "El fin justifica los medios". A lo que debo añadir: la diferencia entre miserables y decentes es que a estos últimos su moral les dicta que "la primera justicia es la conciencia". Mientras tanto, los primeros tienen por las noches un último pensamiento: "hay personas que observan las reglas de honor como quien observa las estrellas, desde muy lejos".                   

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