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Viernes, 15 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:
Elecciones Presidenciales en Francia

¿Quién es "Júpiter"?

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Después de la primera vuelta de las elecciones francesas, donde vivimos la eliminación de los partidos tradicionales, tanto de derecha como de izquierda, la segunda vuelta se avecina áspera porque los franceses tendrán que decidir entre dos personajes de la tragedia griega. Uno de ellos es descrito como de "extrema derecha", sin argumentos más racionales que la fuerza psicológica de la propia denominación, y contra la que ahora se levantan todas las llamadas "líneas rojas" o "barreras de salvación democrática" para aislarla e impedirle acceder al poder; y el otro, que muchos franceses apodan "Júpiter", porque durante cinco años funcionó como un verdadero autócrata, y que se parece mucho al pequeño dictador de Chaplin, se autodenomina "liberal".

 

Pero, ¿quién es este denominado "Júpiter"?

 

Muchos aún recuerdan sus comentarios sobre más de cinco millones de franceses que no querían someterse a una vacuna experimental: "Les molestaré hasta el final". Pocos franceses saben que por su culpa todavía estamos bajo la Ley de Emergencia Sanitaria, hasta el 31 de julio de 2022, y que bajo la cobertura de esta ley, el Gobierno ha modificado unilateralmente las condiciones de los contratos de trabajo,  lo que le permite exigir, de manera coercitiva, el teletrabajo o trabajo a distancia, la suspensión sin sueldo ni compensación o indemnización del personal sanitario no vacunado a quien se le prohíbe trabajar y el regreso al pasaporte sanitario, medidas de corte más totalitario que liberal.

 

"Júpiter" Macron también ha creado un Consejo de Defensa para evitar cualquier transparencia - 50 años de secreto concerniente a todas las decisiones tomadas bajo la cobertura de dicho comité -, en las decisiones tomadas respecto a la compra de equipo sanitario o la contratación de agencias consultoras, como McKinsey, cuyos acuerdos con Bercy aún desconocemos, respecto a los supuestos beneficios fiscales obtenidos. Pero "Júpiter", como Ícaro, vuela aún más alto, pues no quiere desprenderse del uso exclusivo del trono del palacio presidencial del Elíseo y propone - entre las dos vueltas - modificar de nuevo la duración del mandato presidencial, de 5 a 7 años, para que su posible o probable elección cierre el debate sobre este tema, sin necesidad de obtener mayoría cualificada en la Asamblea ni de convocar un referéndum para modificar la Constitución.

 

¿Con qué intención introduce este tema en el debate electoral?  Si “Júpiter” es reelegido el 25 de abril con esta propuesta, en 2027 podría postularse para un mandato de siete años, hasta 2034. De esta manera, habría logrado eludir la limitación de los dos mandatos con una técnica bien conocida por los autócratas africanos, ya que la modificación de la duración del mandato permitiría poner el contador a cero. En tales circunstancias, nos estaríamos alejando de un proceso democrático tradicional y entrando en un proceso autocrático, casi totalitario.

 

¿Es eso lo que quieren los franceses?

 

A veces las caricaturas expresan con la máxima claridad las realidades que habitualmente nos negamos a ver, por lo que puedo decirles, aunque sea de manera anecdótica, que una de las pocas cosas que han marcado la vida de los franceses estos dos últimos dos años, además de la pérdida de poder adquisitivo y el endeudamiento acelerado de empresas, individuos e instituciones, fue la circunstancia de que para tomar un café en un bar en Francia, estaban obligados a inyectarse dos inyecciones experimentales, llevar el pasaporte sanitario o de vacunación consigo y al día presentar un documento de identidad al camarero, no estar de pie para consumir el café y no estar viajando en un tren. ¡Un verdadero canto a la libertad para un liberal!

 

Asimismo, otro aspecto concerniente a estas restricciones a las libertades, pero con una conexión directa con el autoritarismo de las decisiones gubernamentales, es querer que consumamos, bajo amenaza de perder nuestro trabajo o nuestra vida social, productos comprados por el Gobierno aún en fase experimental, sin resultados probados y, además, cargados de efectos secundarios desconocidos, pero lo peor es que estos productos son fabricados por una empresa condenada unas 18 veces en 20 años por diferentes motivos, entre los que destacan los siguientes: reiteradas violaciones a la seguridad, declaraciones falsas, publicidad falsa, falsificación de hechos y datos, sobornos, retro-comisiones, corrupción de médicos y funcionarios, venta de moléculas inapropiadas o difusión de hechos falsificados. Finalmente, hablamos de una empresa que asusta y cuyas condenas por estas razones ascienden a 6.170 millones de dólares.  Si esto es lo que quieren los franceses, la elección de la papeleta de voto se hará rápidamente porque el Gobierno ya ha comprado más de 20 millones de unidades de este producto para celebrar la victoria de "Júpiter" con una buena inoculación general.

 

¿Están los franceses pensando en tus hijos?

 

¿Son los franceses más felices pensando que la posibilidad de una victoria de "Júpiter" es más tangible y probable?; ¿están dispuestos a aceptar la pérdida de libertades, el abuso de poder, la falta de transparencia, las ventajas fiscales exclusivamente para los amigos del poder, la pérdida de derechos sociales, el desmantelamiento de hospitales (17.000 camas cerradas en cinco años) y universidades?. Finalmente, ¿están dispuestos y maduros para la sumisión completa al poder autocrático de "Júpiter", antes que correr el riesgo de caer en las manos de la "extrema derecha"?

    

También observamos que antes de la primera vuelta y en la ronda intermedia, los problemas de la sociedad francesa son los mismos, con tendencia a empeorar, y  recordamos, que lo que todo el mundo está de acuerdo en llamar la “extrema derecha”, nunca ha gobernado, por lo que no puede ser considerada responsable del colapso de nuestra sociedad.

 

Por otro lado, el terrible balance político-social de "Júpiter" y su aceptación sumiso por una parte significativa de la población francesa, evidencia una fuerte crisis de valores, generada por la destrucción de certidumbres y una constante manipulación de la verdad, lo que me hace pensar en una visionaria frase de Hannah Arendt:

 

 "Cuando todos nos mienten constantemente, el resultado no es que te creas estas mentiras, sino que ya nadie se cree nada. Un pueblo que ya no puede creer nada, no puede formarse una opinión. Se le priva no sólo de su capacidad de actuar, sino también de su capacidad de pensar y juzgar. Y con la gente en este estado, puedes hacer lo que quieras".

 

Si a este abandono anómico de los valores se le suma la crisis económica, las tensiones sociales y el problema de la identidad, la polarización causada por la clase política y la realidad tanto de Francia como de otros países europeos, con respecto a la pérdida de independencia económica, energética, alimentaria, industrial y financiera, que genera miedo, desconfianza e incertidumbre, entonces está usted preparado para ser degustado como el cotizado plato francés “Tête de Veau” en salsa “ gribiche”, durante los próximos 12 años. 

 

Recapitulando, desde la crisis sanitaria de 2020 y 2021, las restricciones abusivas de las libertades fundamentales (derecho de reunión, movilidad entre regiones, limitación del acceso al trabajo, control de las redes sociales que conduce a la autocensura, discriminación entre ciudadanos en el acceso a centros de salud según sus historias clínicas, "despido" de enfermeras sin permitirles el acceso a una indemnización,...) los franceses y la mayoría de los países vecinos sienten que la utopía europea se ha convertido en  una pesadilla orwelliana, y, con la invasión rusa de Ucrania, la complejidad energética y geopolítica inducida por la guerra, está generando una inflación de precios desbocada, lo que se suma a la lucha por imponer nuevos sistemas de pago internacionales cuyo principal objetivo es  acabar con la hegemonía del dólar, deseo oculto del Gobierno chino. Al final, nos encontramos con un conjunto inusual de factores que nos hacen entender que no estamos viviendo una simple crisis sanitaria y económica, por el contrario, lo que está sucediendo refleja importantes transformaciones fundamentales, que están afectando a la independencia económica y política de Francia,  tanto como a los valores y la identidad del pueblo francés. 

 

Pero, ante la creciente incertidumbre económica y sanitaria. ¿Exigirán los franceses un aumento del control sobre los ciudadanos o un retorno a los principios tradicionales de libertad?. Con el miedo en las entrañas, ¿serán los franceses capaces de diferenciar la paja del grano en los diversos mensajes que las figuras políticas lanzan sobre la libertad y la seguridad?

 

Estas son preguntas fundamentales que debieran hacerse los electores porque, a menudo, manipulando el lenguaje, los políticos son maestros en decir todo y su contrario. La siguiente frase refleja esta duda: "Si te dijera la verdad, te mentiría".

 

¿Qué está pasando hoy en Europa, y más particularmente, en Francia?

 

Los años de crecimiento económico han creado un mundo basado en el consumo como medio para realizar las aspiraciones sociales, cambiando gradual e imperceptiblemente la espiritualidad cristiana, aquella que nos hizo individualmente responsables de nuestras acciones ante la promesa de trascendencia y de acceso a un mundo mejor. Como resultado de este proceso, nuestra capacidad para hacer frente a la incertidumbre, el riesgo y el miedo, se ha reducido.

 

En otras palabras, nuestros derechos y deberes individuales fueron reemplazados gradualmente por el concepto de protección colectiva que, indirectamente, implicaba una creciente acumulación de poder en las élites gobernantes.  Es decir, responsables autonombrados de la gestión de nuestro bienestar, creando así más privilegios para una aristocracia sin rostro, que, con la llegada de las nuevas tecnologías (NT) y la inteligencia artificial (IA), comenzaron a controlar nuestras vidas, satisfaciendo y al mismo tiempo manipulando nuestras necesidades, beneficiándose de no tener con nosotros un verdadero contrapoder como,  por ejemplo, la moral cristiana, progresivamente degradada por los continuos ataques mediáticos a la integridad de sus máximos representantes.

 

Estamos empezando a entender que cualquier movimiento que pida una revalorización de los valores cristianos, un mayor control de la migración musulmana, el cuestionamiento de la agenda verde, el fortalecimiento de los poderes de los padres en la educación de los niños, sin intromisión de los grupos LGTBI, el fortalecimiento de su identidad histórica y el aumento de la independencia energética, así como la soberanía económica, legal y militar, puede que no guste a "Júpiter", sin embargo esto es lo que la mayoría de los franceses dicen querer para su futuro y que, paradójicamente, es lo que propone la ignominiosa "extrema derecha", que por otro lado representa el 32% de los votos en la primera vuelta, con un 26% de abstención.

 

Los dioses, cuentan los antiguos mitos, no quieren que los hombres accedan a la luz, a la inteligencia, y castigan cruelmente a los héroes que tratan de ayudar a la humanidad, como fue el caso de Prometeo o el de Eva, compartiendo el fruto prohibido con Adán, razón por la cual fueron despedidos del Paraíso, pero ¿quién tiene la culpa?

 

Los chamanes de otros tiempos acusaban de todos nuestros males a la serpiente, el diablo, Lucifer. Los políticos y los medios de comunicación de hoy gritan “cuidado que viene la extrema derecha”.

 

¿Queremos quedarnos de rodillas o finalmente levantarnos?  

 

Cuando Zemmour, que ahora está fuera de juego, irrumpió en la campaña electoral planteando la cuestión de la identidad como una construcción histórica de la nación francesa basada en la espiritualidad judeocristiana y grecorromana, que descansa en el individuo y en su libre albedrío, una identidad que debe defenderse contra el multiculturalismo globalista y colectivista que solo beneficia a las nuevas castas gobernantes, sus tesis daban a entender que en la estrategia de buscar la liberación de nuestra identidad, la defensa de las mujeres, a menudo aplastadas por un Islam silencioso, pero no menos peligroso, tendría que convertirse en una prioridad social y de supervivencia cultural.  

 

De hecho, la lucha del movimiento Reconquista es la misma que la de toda la derecha libertaria que los vectores institucionales de la comunicación llaman extrema, por lo que Reconquista se suma a la lucha de Marine, representación de la mujer libre y, actualmente, única opositora al poder de "Júpiter".

 

Recuerdo también el éxito del libro Sumisión del escritor francés Michel Houellebecq, cuya historia es un claro ejemplo de la situación que la llamada extrema derecha está tratando de enfrentar y esto ayuda a explicar, en parte, la lucha política actual y las maniobras de "Júpiter" para que la campaña electoral no se vuelva incontrolable para sus propios intereses porque, en estos momentos turbulentos de la geopolítica mundial, la defensa de la identidad de la nación como una construcción histórica que también le ofrece un destino, un futuro en libertad, fuera del globalismo multicultural, es una fuerza de la extrema derecha que "Júpiter" tiene dificultades para medir, por eso se aferra a la guerra, a la violencia,  a la muerte y al miedo, para que el tema de la seguridad colectiva vaya más allá del tema de la identidad nacional, y el control social y totalitario subyacente de "Júpiter" pueda superar la construcción de una sociedad consciente de sí misma y basada en la imagen de la mujer en libertad.

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