La izquierda solo teme a Vox
Las izquierdas dominadas por el PSOE no temen tanto al Partido Popular, pues en la práctica lo pueden poner a su servicio. En cambio, temen visceralmente a Vox, al que suponen una verdadera alternativa para gobernar.
Lo que se ve en la calle por encima de lo que digan las encuestas es el atractivo de Vox sobre otros partidos de la derecha. La gente ya está harta de que tanto el PP como Ciudadanos se sientan acomplejados de sentirse de derechas. Por eso prefieren asegurar que son de centro o de centro-derecha, precisiones que no terminan por convencer.
De ahí viene la subida de Vox elección tras elección. La gente está harta de copias de la izquierda y quiere una alternativa patriótica en el Gobierno de España. Y esa alternativa es Vox. De ahí los celos y las envidias de PP y Ciudadanos, pues ya se sabe que, tanto en la vida de la política como en la de las familias, los rencores más atravesados son los que se establecen entre parientes.
Hasta hace poco, los planteamientos de Vox provenían de una formación política extraparlamentaria, pero ahora ya tenemos a Vox asentado en el Congreso de los Diputados y en otros parlamentos y también en el Gobierno de Castilla y León, poniendo frente al espejo al Partido Popular y a Ciudadanos, haciendo ver que hay una alternativa a la que votar, una alternativa sin complejos que da la batalla cultural e ideológica a la izquierda y que conoce el peso de los sentimientos en la decisión de sus votantes.
Su saca de votos engorda cada vez que el Gobierno del presidente maniquí pacta con los filoetarras para excarcelar a terroristas de ETA, y se niega a hacer cumplir la ley en Cataluña para proteger a las familias que pretenden escolarizar a sus hijos en castellano. Y, como recuerdo, el nefando indulto a los golpistas que lo sostienen en el poder. Además de llevar la ilegalidad del confinamiento al Constitucional, y ganar el recurso.
Vox es la voz de los ofendidos y humillados del Gobierno socialista, de esa media España que contempla cómo se tergiversa su pasado, se ridiculizan sus símbolos y se menosprecia su tradición. Su electorado, en líneas generales, coincide con el "macizo de la raza" del que habló Dionisio Ridruejo: católicos, pequeños comerciantes, funcionarios, agricultores, profesionales liberales, toda una clase media depauperada que ve el futuro con miedo e incertidumbre.
Han sabido interpretar la rabia de esa España a la que la izquierda oficial le perdona la vida, de la mejor mano de su líder Santiago Abascal, audaz y valiente, como demostró en sus tiempos de amenazado por la banda terrorista ETA.
Las izquierdas dominadas por el PSOE no temen tanto al Partido Popular, pues en la práctica lo pueden poner a su servicio. En cambio, temen visceralmente a Vox, al que suponen una verdadera alternativa para gobernar.
Lo que se ve en la calle por encima de lo que digan las encuestas es el atractivo de Vox sobre otros partidos de la derecha. La gente ya está harta de que tanto el PP como Ciudadanos se sientan acomplejados de sentirse de derechas. Por eso prefieren asegurar que son de centro o de centro-derecha, precisiones que no terminan por convencer.
De ahí viene la subida de Vox elección tras elección. La gente está harta de copias de la izquierda y quiere una alternativa patriótica en el Gobierno de España. Y esa alternativa es Vox. De ahí los celos y las envidias de PP y Ciudadanos, pues ya se sabe que, tanto en la vida de la política como en la de las familias, los rencores más atravesados son los que se establecen entre parientes.
Hasta hace poco, los planteamientos de Vox provenían de una formación política extraparlamentaria, pero ahora ya tenemos a Vox asentado en el Congreso de los Diputados y en otros parlamentos y también en el Gobierno de Castilla y León, poniendo frente al espejo al Partido Popular y a Ciudadanos, haciendo ver que hay una alternativa a la que votar, una alternativa sin complejos que da la batalla cultural e ideológica a la izquierda y que conoce el peso de los sentimientos en la decisión de sus votantes.
Su saca de votos engorda cada vez que el Gobierno del presidente maniquí pacta con los filoetarras para excarcelar a terroristas de ETA, y se niega a hacer cumplir la ley en Cataluña para proteger a las familias que pretenden escolarizar a sus hijos en castellano. Y, como recuerdo, el nefando indulto a los golpistas que lo sostienen en el poder. Además de llevar la ilegalidad del confinamiento al Constitucional, y ganar el recurso.
Vox es la voz de los ofendidos y humillados del Gobierno socialista, de esa media España que contempla cómo se tergiversa su pasado, se ridiculizan sus símbolos y se menosprecia su tradición. Su electorado, en líneas generales, coincide con el "macizo de la raza" del que habló Dionisio Ridruejo: católicos, pequeños comerciantes, funcionarios, agricultores, profesionales liberales, toda una clase media depauperada que ve el futuro con miedo e incertidumbre.
Han sabido interpretar la rabia de esa España a la que la izquierda oficial le perdona la vida, de la mejor mano de su líder Santiago Abascal, audaz y valiente, como demostró en sus tiempos de amenazado por la banda terrorista ETA.