Lunes, 29 de Septiembre de 2025

Actualizada Lunes, 29 de Septiembre de 2025 a las 17:03:01 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Pedro Chacón
Sábado, 23 de Abril de 2022 Tiempo de lectura:

La petición de perdón del PNV a Guernica

Ahora que a los nacionalistas de todo pelaje y por todos ellos el lendacari Urkullu, les ha dado por decir que el Gobierno de España tendría que pedir perdón a Guernica por el bombardeo sufrido en la Guerra Civil, que este 26 de abril cumple 85 años, no está de más recordar la apreciación que tenía su fundador Sabino Arana por las villas del señorío de Vizcaya y en particular por Guernica y sus habitantes, los guerniqueses, a quienes consideraba el paradigma de la hipocresía y de la actuación interesada.

 

Partimos de la idea que tenía Sabino Arana de lo que eran las villas en el País Vasco y en particular en Vizcaya. En un artículo de su periódico Bizkaitarra (Obras Completas, pp. 308-309) se ocupa de explicarnos con todo detalle su atrabiliaria y fantasmagórica interpretación de la estructura política e histórica del Señorío, donde las anteiglesias representarían la Vizcaya auténtica y nativa y las villas, la usurpación y la ocupación extranjerista de la mano del Señor de Vizcaya. Se trata de una interpretación a la que llega conducido por su –ya conocida en esta serie– consideración de la figura de los Señores de Vizcaya, considerados como agentes de españolización sobre un territorio que según él siempre se habría sentido ajeno a la idea de España. Y como siempre ocurre con las interpretaciones históricas de este personaje, cava con ello una sima de mutua incomprensión entre dos estructuras perfectamente complementarias e interdependientes en Vizcaya como fueron sus anteiglesias y sus villas.

 

Para hacernos una idea de la barbaridad histórica que supone esta peculiar teoría del fundador del nacionalismo vasco, nos permitimos enumerar las villas llamadas a Juntas Generales de Vizcaya en 1854, que seguirían siendo convocadas hasta que fueron abolidas las instituciones forales en 1876, y con el nombre que se empleaba entonces, no con el actual eusquerizado en muchos casos, para que veamos así de qué estamos hablando. Las villas vizcaínas entonces eran: Bilbao, Guernica, Valmaseda, Portugalete, Miravalles, Villaro, Ochandiano, Plencia, Munguía, Larrabezúa, Bermeo, Rigoitia, Guerricaiz, Durango, Elorrio, Ermua, Marquina, Ondárroa y Lequeitio, más una ciudad, Orduña. Se trata de diecinueve entidades locales representadas en Juntas, algunas de ellas muy importantes, capital de provincia incluida, de un total de 115, la mayoría, por tanto, anteiglesias y de muy reducido tamaño, pero todas representadas por igual (remitimos a la breve pero enjundiosa obra de Francisco Sesmero, de la colección “Temas Vizcaínos” de la Caja de Ahorros Vizcaína, nº 38, de 1978, titulada Las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya, pp. 24-25).

 

Ni que decir tiene que todas las villas mencionadas aquí, salvo tres (Plencia, por ser apócope de Plasencia, Larrabezúa y Guerricaiz), funcionan también como apellidos en toda España y que el número de portadores de los mismos y sobre todo su ubicación (Bilbao es la excepción que confirma la regla, porque tiene muchos más portadores que todos los de esta lista y la mayoría dentro del País Vasco y Navarra) denotan una presencia general mayoritaria fuera del País Vasco y Navarra, en el resto de España, lo que da idea de su hondura histórica y, como siempre decimos, de la profunda imbricación entre lo vasco y el resto de lo español. Por ejemplo, Valmaseda (también en su forma Balmaseda), Munguía, Bermeo, Miravalles, Villaro, Marquina y Orduña son apellidos mucho más presentes en el resto de España que en la tierra vasca donde tienen su origen.

 

Es imposible admitir, entonces, con un mínimo de sentido histórico, las palabras de Sabino Arana cuando afirma que: “Las anteiglesias crearon las leyes contenidas en el Fuero de Bizkaya, y fueron fieles a su tradición hasta que la nación [se refiere a la vasca] fue sometida por el extranjero [se refiere a España]. Las villas fueron pobladas en su principio por agrupaciones de familia que prefirieron emanciparse de su primitiva patria (las anteiglesias) a seguir disfrutando de las leyes nacidas de las mismas costumbres bizkainas” (Obras Completas, p. 308). Aparte de la aberración de considerar que cualquiera de esas villas antes enumeradas quedaran, por el hecho de constituirse en villas y fundadas por el Señor de Vizcaya, fuera de su primitiva patria vizcaína, esa idea supone ignorar las causas, perfectamente comprensibles en la época de las guerras de banderizos, que hicieron necesario y vital para muchos habitantes de las anteiglesias buscar el refugio y la seguridad en las villas que tuvieran más cerca y escapar así a la violencia que imperaba en la Tierra Llana. Algunas villas, como por ejemplo Bilbao, con el tiempo, alcanzaron una preeminencia social y económica que empezó a reivindicar una mayor presencia política, debido a que en las Juntas Generales todas las entidades locales, fueran villas o anteiglesias, tenían la misma representación. El conflicto político interno de la modernidad vizcaína, y vasca, estaba así servido.

 

La animadversión de Sabino Arana contra la figura del Señor de Vizcaya, que vino a dar en aversión del fundador del nacionalismo vasco contra las villas por aquel fundadas, tuvo en la villa de Guernica uno de sus primeros y principales objetivos. Sabino Arana varias veces se encarga de recordarnos, en sus escritos, que el Árbol de las libertades de los vascos no está situado en la villa de Guernica, sino en la anteiglesia colindante de Luno. Este argumento lo utilizaba Sabino Arana con evidente satisfacción en sus escritos: “el Árbol de Gernika (lugar que no cae dentro afortunadamente de la jurisdicción de la villa de este nombre, la cual tantos méritos está haciendo para hacerse odiosa y abominable)”. Esta cita termina con una llamada en nota al pie donde el fundador del nacionalismo vasco nos aclara que “una cosa es el lugar Gernika, que es jurisdicción de la anteiglesia de Luno y donde está el Árbol, y otra muy distinta la villa Gernika, que está situada junto a aquel lugar, y que tanto abunda en guernikeses” (Obras Completas, p. 348). Sin embargo, Francisco Sesmero, en su obra ya citada antes (Las Juntas Generales del Señorío de Vizcaya, p. 12) nos dice que “la iglesia y el robledal anexo eran y han sido siempre terrenos privativos del Señorío, sin dependencia alguna de término municipal ni de la Anteiglesia de Luno ni de la cercana Villa de Guernica, fundada en 1366”.

 

Pero ¿de dónde le venía a Sabino Arana esta ojeriza contra los guerniqueses, para llegar a decir que su villa estaba haciendo tantos méritos “para hacerse odiosa y abominable”? Todo empezó con la “Sanrocada”, fiesta patronal que se celebra cada 16 de agosto y donde, con motivo de las protestas del año 1893 contra el proyecto del ministro de Hacienda, Sr. Gamazo, para revisar el concierto económico, hubo gritos de “¡Muera España!”, además de quemarse alguna bandera española, en lo que se considera primer acto público independentista vasco. Este es uno de los temas estrella de los primeros números del primer periódico fundado por Sabino Arana, el Bizkaitarra, donde da cuenta precisa y por supuesto tergiversada, de lo que allí ocurrió. Fue la actuación de los guerniqueses, oponiéndose a que se arriara la bandera española de la Sociedad Guerniquesa o a que se la ultrajara, como pretendían los pocos nacionalistas allí concentrados, lo que hizo que Sabino Arana cargara contra ellos a partir de entonces: “los guernikeses (ciertos guernikeses, y no son pocos) desmerecieron muy mucho en concepto de los nacionalistas; los cuales siempre que recuerden la San Rocada, recordarán también el españolista comportamiento de aquéllos” (Obras Completas, 343). A partir de ese momento, cada vez que había ocasión la aprovechaba para ridiculizar a los habitantes de Guernica a los que consideraba sin opinión propia, gente de conveniencia, presta a arrimarse al sol que más alumbra o al árbol que más cobija.

 

Es muy interesante esta consideración porque hoy en día, cumplidos los pronósticos de Sabino Arana, en el sentido de que el nacionalismo es ampliamente dominante en el País Vasco y en particular en Vizcaya, las gentes que se han adherido a este movimiento serían, entonces, siguiendo su lógica, como los guerniqueses de entonces, unos aprovechados, que solo se mueven por la conveniencia material pero sin convicciones profundas: “Aunque aquella noche a algunos guernikeses les pareció prudente disculparse en aquel sentido al comentar en la Sociedad el suceso del día, como al segundo o tercero vieran que los diarios de Bilbao o censuraban ásperamente el acto de los nacionalistas o se lavaban las manos, optaron por mostrarse cuerdos y formales remitiendo a dichos diarios un escrito en el cual condenaban aquel acto y protestaban de su ardiente amor a la Madre Patria (léase España); pues no son los aludidos guernikeses gente insensata que se proponga bregar contra la corriente y abandonar la apacible influencia del sol que más alumbra. Creen ellos que el sol del nacionalismo no ha de pasar nunca de ser una estrella de quinto o sexto orden; pero posible es llegue el día en que ese astro de vivísima luz se acerque tanto al suelo bizkaino, que el manchado sol que hoy más alumbra, que es el maketófilo, sea eclipsado y los guernikeses queden a la sombra” (Obras Completas, 344).

 

A partir de esas consideraciones, nunca abandonó Sabino Arana la ojeriza contra los guerniqueses (“guernikeses” escribía él), considerándolos el paradigma de la hipocresía. De hecho, en el periódico Bizkaitarra hay dos artículos titulados “Cosas de los guernikeses”, de los que siempre habla en ese sentido y en Baserritarra también hay otro artículo titulado así. “Pero las diversiones de los guernikeses ya pasan de los límites de la decencia bizkaina. No se sabe qué es lo que los guernikeses juzgan de sí mismos o quién los ha engañado: el caso es que presumen poco menos que de propietarios de la Casa de Juntas y del Árbol que simboliza nuestras libertades”. Y a resultas de esa imagen que, según Sabino Arana, tienen de sí mismos: “Se hinchan como ranas, y forman conciertos capaces de resucitar de alegría a los muertos de Maketania” (Obras Completas, 347).

 

De modo que, según el fundador del nacionalismo vasco, los guerniqueses actuaban contra el nacionalismo emergente de entonces porque vivían mejor y más protegidos sintiéndose españoles. Entonces, ahora, que la mayoría de ellos votan nacionalista, ¿lo harían también guiados por la misma consideración: por el simple provecho y la conveniencia? ¿No cree el actual PNV, en tanto que seguidor acérrimo de Sabino Arana, que Guernica y los guerniqueses merecerían una disculpa, pedirles perdón por esos escritos de su fundador en los que trata a los habitantes de la villa foral como unos desaprensivos, acomodaticios, gente sin convicciones y sin criterio propio? Porque si entonces, en la época de Sabino Arana, actuaban, según este, como españoles y defendían sus símbolos tan solo por sentirse protegidos al sol que más calienta, ahora, cuando votan mayoritariamente nacionalista, ¿qué debemos pensar de ellos, que también lo hacen como entonces, por puro interés, sin convicciones profundas?

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.