Veinte años de una moción de censura
En la primavera del 2002, el PNV puso una moción de censura contra mí. Porque entonces formaba parte del primer Gobierno Foral sin nacionalistas. Como rezaba el eslogan de UA, Álava era la frontera al nacionalismo. Habíamos logrado en 1999 que PP y PSE compartieran que el PNV no podía formar parte de las soluciones para normalizar la vida socio-cultural vasca precisamente por ser parte del problema. Nunca habían renunciado a los mismos postulados por los que ETA atentaba y eliminaba cualquier disidencia. Mucho más tras el Pacto de Lizarra, que fue la respuesta al "espíritu de Ermua".
La construcción nacional y el derecha a la autodeterminación de EukalHerría eran núcleo intangible del contencioso con el Estado español y motivo compartido con el MLNV para una crisis en la garantía de los Derechos Fundamentales en Euskadi. El problema nunca fue político. Pues la política le había dado a los vascos un Estatuto de Autonomía que los convirtió en fragmento de Estado, con cuatro Parlamentos y cuatro Gobiernos.
Desde mi condición Diputado Foral de Juventud y Deportes, tenía dos convenios: con los universitarios alaveses de la asociación Altube, llamada "campus del autobús", por su desplazamiento diario a Lejona. Con el Ejército de España para el uso compartido de unas magníficas e infrautilizadas instalaciones en la base de Araca. Lograba no sólo dotar a los universitarios alaveses de instalaciones deportivas. Acercaba la convivencia entre los jóvenes soldados profesionales y la juventud universitaria alavesa.
Alguien desde el Departamento de Juventud informó al PNV. Hubo un gran revuelo y pillaron a uno de mis directores acudiendo a la rueda de prensa dónde los Junteros del PNV informaban de lo que consideraban una herejía a estilo "España". Como cuando nos obligaron a devolver aquel magnífico cuadro pintado por Murillo y que representaba a un cazador. ¡Estaba terminantemente prohibido españolizar Alava!
En la moción de censura hubo momentos en los que algunos miembros del grupo juntero socialista intentaron que prosperara. Me tenían ganas. Pero al final el acuerdo de legislatura se impuso y la votación de la Cámara Foral Alavesa me salvó la piel. Pero dejó un aviso. Creo que si tenía alguna duda, me la borró. Mi vida política tocaba a su fin. Nunca quise ser un político profesional. Siempre fui un médico que prestó un tiempo de su vida sociocultural a la causa de reconstruir la democracia en Euskadi y hacer de Álava un territorio foral al estilo de la vecina Navarra.
Esperé que pasaran unos meses. Al llegar el final del verano, ya tenía gestionado mi regreso definitivo a mi Galicia natal, apoyándome en mi historial profesional como gestor sanitario. Era algo que siempre me diferenció de quienes no tenían otra profesión o méritos más allá de pertenecer a un partido político. Siempre presumí de ser un producto del sector público: escuela nacional, Instituto de Enseñanza Media, Universidad Pública Complutense de Madrid. Además había ganado cuatro oposiciones que me permitían reincorporarme a puestos de trabajo de los que era titular y estaba en excedencia. Todo ello me daba la libertad para no tener que soportar impertinencias internas y externas que conforman las miserias de la denominada política partidaria.
Me fui ligero de equipaje. Había contribuido a que Álava fuera una provincia de España. Hice amigos con los que compartí aquel primer ejecutivo Foral Constitucionalista. Me liberé, tras doce años, de ser un prisionero en libertad bajo vigilancia de mis escoltas, con los que llegué a disfrutar de una estrecha relación personal. Terminé siendo miembro de la directiva del Glorioso Deportivo Alavés. Quise que Vitoria fuera la ciudad del deporte. Recuperé la imagen y prestigio de personalidades como Ernestina de Champurcín, Modesto Lomba, Espido Freire. Ayudé todo lo que puede al deporte minoritario y a las casas regionales de Vitoria y Llodio. Me prometí a mi mismo que no volvería a militar en formación política alguna.
A medida que ha ido pasando el tiempo, ni olvido ni perdono. Tengo motivos sobrados para ambas cuestiones. He sido testigo de hechos que he contado y otros que he callado... por ahora.
Lo mejor. Mi paso por la sanidad pública alavesa. Los refugios constantes en mi pueblo mariñano al norte del norte, que me enseñó a valorar mucho más el lugar del que era hijo Lo peor. Las amenazas constantes a mi vida. El sufrimiento de mi familia. El miserable comportamiento de algunos especímenes.
La moción de censura terminé por hacérsela yo, durante estos veinte años a una parte de la clase política. Así me he pronunciado sobre mi teoría. Es España no hay democracia, hay partitocracia.
El tiempo es inexorable. Mi generación de rebeldes, somos historia. Hay otros que ahora son gestores públicos del comportamiento humano en esa Comunidad con poco más de dos millones de habitantes. Lo curioso, visto desde mi Galicia es la teoría de los Derechos Históricos. Pero, que pasa. ¿Los demás pueblos de España no tienen Derechos Históricos?. ¿No hemos contribuido a la gran aventura de la Hispanidad?. ¿No estamos repletos con vestigios objetivos patrimoniales que muestran somos un gran pueblo español?.
Les recomiendo que hagan el Camino de Compostela. Recorran y disfruten con el Románico. Lleguen hasta esa explosión de arte que rodea a la Catedral dónde puede estar o el Apóstol o Prisciliano. Pero señalen cuántos templos vascos limitan con las plazas de la Azabachería, Quintana, Obradoiro y Platerías...Y pidan perdón por su atrevimiento, fruto de la ignorancia. Amén.
En la primavera del 2002, el PNV puso una moción de censura contra mí. Porque entonces formaba parte del primer Gobierno Foral sin nacionalistas. Como rezaba el eslogan de UA, Álava era la frontera al nacionalismo. Habíamos logrado en 1999 que PP y PSE compartieran que el PNV no podía formar parte de las soluciones para normalizar la vida socio-cultural vasca precisamente por ser parte del problema. Nunca habían renunciado a los mismos postulados por los que ETA atentaba y eliminaba cualquier disidencia. Mucho más tras el Pacto de Lizarra, que fue la respuesta al "espíritu de Ermua".
La construcción nacional y el derecha a la autodeterminación de EukalHerría eran núcleo intangible del contencioso con el Estado español y motivo compartido con el MLNV para una crisis en la garantía de los Derechos Fundamentales en Euskadi. El problema nunca fue político. Pues la política le había dado a los vascos un Estatuto de Autonomía que los convirtió en fragmento de Estado, con cuatro Parlamentos y cuatro Gobiernos.
Desde mi condición Diputado Foral de Juventud y Deportes, tenía dos convenios: con los universitarios alaveses de la asociación Altube, llamada "campus del autobús", por su desplazamiento diario a Lejona. Con el Ejército de España para el uso compartido de unas magníficas e infrautilizadas instalaciones en la base de Araca. Lograba no sólo dotar a los universitarios alaveses de instalaciones deportivas. Acercaba la convivencia entre los jóvenes soldados profesionales y la juventud universitaria alavesa.
Alguien desde el Departamento de Juventud informó al PNV. Hubo un gran revuelo y pillaron a uno de mis directores acudiendo a la rueda de prensa dónde los Junteros del PNV informaban de lo que consideraban una herejía a estilo "España". Como cuando nos obligaron a devolver aquel magnífico cuadro pintado por Murillo y que representaba a un cazador. ¡Estaba terminantemente prohibido españolizar Alava!
En la moción de censura hubo momentos en los que algunos miembros del grupo juntero socialista intentaron que prosperara. Me tenían ganas. Pero al final el acuerdo de legislatura se impuso y la votación de la Cámara Foral Alavesa me salvó la piel. Pero dejó un aviso. Creo que si tenía alguna duda, me la borró. Mi vida política tocaba a su fin. Nunca quise ser un político profesional. Siempre fui un médico que prestó un tiempo de su vida sociocultural a la causa de reconstruir la democracia en Euskadi y hacer de Álava un territorio foral al estilo de la vecina Navarra.
Esperé que pasaran unos meses. Al llegar el final del verano, ya tenía gestionado mi regreso definitivo a mi Galicia natal, apoyándome en mi historial profesional como gestor sanitario. Era algo que siempre me diferenció de quienes no tenían otra profesión o méritos más allá de pertenecer a un partido político. Siempre presumí de ser un producto del sector público: escuela nacional, Instituto de Enseñanza Media, Universidad Pública Complutense de Madrid. Además había ganado cuatro oposiciones que me permitían reincorporarme a puestos de trabajo de los que era titular y estaba en excedencia. Todo ello me daba la libertad para no tener que soportar impertinencias internas y externas que conforman las miserias de la denominada política partidaria.
Me fui ligero de equipaje. Había contribuido a que Álava fuera una provincia de España. Hice amigos con los que compartí aquel primer ejecutivo Foral Constitucionalista. Me liberé, tras doce años, de ser un prisionero en libertad bajo vigilancia de mis escoltas, con los que llegué a disfrutar de una estrecha relación personal. Terminé siendo miembro de la directiva del Glorioso Deportivo Alavés. Quise que Vitoria fuera la ciudad del deporte. Recuperé la imagen y prestigio de personalidades como Ernestina de Champurcín, Modesto Lomba, Espido Freire. Ayudé todo lo que puede al deporte minoritario y a las casas regionales de Vitoria y Llodio. Me prometí a mi mismo que no volvería a militar en formación política alguna.
A medida que ha ido pasando el tiempo, ni olvido ni perdono. Tengo motivos sobrados para ambas cuestiones. He sido testigo de hechos que he contado y otros que he callado... por ahora.
Lo mejor. Mi paso por la sanidad pública alavesa. Los refugios constantes en mi pueblo mariñano al norte del norte, que me enseñó a valorar mucho más el lugar del que era hijo Lo peor. Las amenazas constantes a mi vida. El sufrimiento de mi familia. El miserable comportamiento de algunos especímenes.
La moción de censura terminé por hacérsela yo, durante estos veinte años a una parte de la clase política. Así me he pronunciado sobre mi teoría. Es España no hay democracia, hay partitocracia.
El tiempo es inexorable. Mi generación de rebeldes, somos historia. Hay otros que ahora son gestores públicos del comportamiento humano en esa Comunidad con poco más de dos millones de habitantes. Lo curioso, visto desde mi Galicia es la teoría de los Derechos Históricos. Pero, que pasa. ¿Los demás pueblos de España no tienen Derechos Históricos?. ¿No hemos contribuido a la gran aventura de la Hispanidad?. ¿No estamos repletos con vestigios objetivos patrimoniales que muestran somos un gran pueblo español?.
Les recomiendo que hagan el Camino de Compostela. Recorran y disfruten con el Románico. Lleguen hasta esa explosión de arte que rodea a la Catedral dónde puede estar o el Apóstol o Prisciliano. Pero señalen cuántos templos vascos limitan con las plazas de la Azabachería, Quintana, Obradoiro y Platerías...Y pidan perdón por su atrevimiento, fruto de la ignorancia. Amén.











