Fútbol es fútbol
El IPC desbocado, los horrores de la guerra en Ucrania, los coletazos del virus, etc. nos obligan a buscar un efecto placebo que de forma efímera nos haga olvidar los sinsabores cotidianos, y en eso llegó el fútbol. Una final de Copa del Rey: dos ciudades, dos equipos, dos aficiones y el resto del país expectante y con sana envidia. La diosa Fortuna debía decidir si las lágrimas de alegría desbordante o de sollozo desconsolado aumentarían el caudal del Guadalquivir o del Turia, si la sonrisa iluminaría la Giralda o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, si las tracas valencianas enmudecerían a los cohetes sevillanos, si el tapeo vencería a la paella y si el verdiblanco ondearía más alto que el blanco. Al final, de penalty, la diosa emitió su veredicto; qué paradoja que mucha gente se sienta incapaz de ver tirar un penalty, cierre los ojos embargada por la emoción y, sin embargo, devore con avidez las escenas más cruentas y crueles que nos muestra la guerra en estado puro. Un penalty convertido en gol que marca una gran diferencia; supone acceder al escaparate europeo, una importante inyección de dinero al club vencedor, un revulsivo económico y anímico para la ciudad. Las penas con goles parece que son menos penas, aunque sigan ahí. El fútbol es imprevisible, en unos segundos la cara se convierte en cruz y viceversa. El difunto Vujadin Boskov dejó una frase para la posteridad: "Fútbol es fútbol". El ser humano agitado por todo tipo de acontecimientos necesita de vez en cuando quitarse el corcho y que su tensión se desparrame como si fuera champán, pero evitando las inundaciones etílicas y las efusiones férvidas.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
El IPC desbocado, los horrores de la guerra en Ucrania, los coletazos del virus, etc. nos obligan a buscar un efecto placebo que de forma efímera nos haga olvidar los sinsabores cotidianos, y en eso llegó el fútbol. Una final de Copa del Rey: dos ciudades, dos equipos, dos aficiones y el resto del país expectante y con sana envidia. La diosa Fortuna debía decidir si las lágrimas de alegría desbordante o de sollozo desconsolado aumentarían el caudal del Guadalquivir o del Turia, si la sonrisa iluminaría la Giralda o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, si las tracas valencianas enmudecerían a los cohetes sevillanos, si el tapeo vencería a la paella y si el verdiblanco ondearía más alto que el blanco. Al final, de penalty, la diosa emitió su veredicto; qué paradoja que mucha gente se sienta incapaz de ver tirar un penalty, cierre los ojos embargada por la emoción y, sin embargo, devore con avidez las escenas más cruentas y crueles que nos muestra la guerra en estado puro. Un penalty convertido en gol que marca una gran diferencia; supone acceder al escaparate europeo, una importante inyección de dinero al club vencedor, un revulsivo económico y anímico para la ciudad. Las penas con goles parece que son menos penas, aunque sigan ahí. El fútbol es imprevisible, en unos segundos la cara se convierte en cruz y viceversa. El difunto Vujadin Boskov dejó una frase para la posteridad: "Fútbol es fútbol". El ser humano agitado por todo tipo de acontecimientos necesita de vez en cuando quitarse el corcho y que su tensión se desparrame como si fuera champán, pero evitando las inundaciones etílicas y las efusiones férvidas.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria