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Pedro Chacón
Sábado, 07 de Mayo de 2022 Tiempo de lectura:

El trágala de Villava/Atarrabia y las villas vasco-españolas (I)

Villas fueron las que fundaron tanto los señores de Vizcaya en esta provincia como los reyes de Castilla en Guipúzcoa y Álava. Ocurre lo mismo en Navarra, donde sus reyes también hicieron lo propio y tenemos el caso de Villava, fundada en 1184 por el rey Sancho VI el Sabio de Navarra.

 

Y ahora viene la cuestión de por qué a Villava le ponen como nombre añadido, compañero de viaje, al mismo nivel que el histórico, el de Atarrabia por Decreto Foral 543/1991 de 2 de diciembre (Boletín Oficial de Navarra nº 159 de 16-XII-1991). Artículo único: “La denominación oficial de Villava es Villava y Atarrabia. Ambas denominaciones serán oficiales a todos los efectos”. Pero y esto ¿por qué? Si llevaba ocho siglos llamándose Villava sin interrupción.

 

Aquí hay dos muñidores intelectuales de esta cuestión que son Peio J. Monteano y José María Jimeno Jurio. A este último, el PNV, a través de su Fundación Sabino Arana, le otorgó el Premio Sabino Arana en 1997, con lo cual creo que a estas alturas ya está dicho todo. Peio J. Monteano nos cuenta en un artículo de 1995 cómo se gestó la cuestión. El mismo nos lo dice: “La hipótesis planteada por mí en 1986 y aceptada por la Real Academia de la Lengua Vasca apuntaba (…) a que con anterioridad a 1184 existe en lo que años más tarde sería la villa de Villava una población denominada muy posiblemente Atarrabia.” Reparemos en dos de los términos de esta afirmación: “hipótesis”, que consiste en lanzar una suposición más o menos fundamentada, pero a la espera de verse ratificada por la realidad que trata de explicar; y “muy posiblemente”, que como corresponde a toda hipótesis está a la espera de verse ratificada por la verdad. Pues bien, el Gobierno de Navarra está claro que no esperó a que esas hipótesis se confirmaran o se desestimaran, porque lo cierto es que en 1991 cerró la cuestión, políticamente hablando, y decretó que Villava y Atarrabia serían a partir de entonces los dos nombres oficiales de la localidad. Y es cuatro años después, en 1995, cuando Monteano se apresta a ratificar su suposición originaria y ya oficializada.

 

Entonces en el artículo de este año 1995 nos dice que existía un puente que a mediados del siglo XII se llamaba “Puente de Atarrabia”; que también había una encomienda del Monasterio de Roncesvalles llamada “Casa de Atarrabia”, de la que “su denominación, el emplazamiento ocupado y su temprana aparición en los documentos (año 1196) permite suponer que esta construcción era más antigua que la villa”. Pero esa aparición temprana en los documentos, si se data en 1196 y la villa estuvo fundada desde 1184, es decir, 12 años antes, ¿cómo puede demostrar por eso que dicha casa era anterior a la fundación de la villa? En doce años da tiempo a hacer una casa, ¿no? Y para terminar esta disquisición Monteano afirma: “Por último, es muy probable que en las inmediaciones del actual puente de San Andrés (muy cerca por tanto de Burlada) existiera una aldea similar a otras muchas que pueblan los valles cercanos, sin ningún tipo de entidad jurídica, formada por modestísimas casas apiñadas en torno a una iglesia, la futura parroquia de San Andrés. En ellas vivirían un puñado de familias dedicadas al cultivo de los campos cercanos. Esta aldea y, en general, el territorio situado al sur del paso de la Trinidad sería denominado con el topónimo de Atarrabia”. O sea, recapitulando este párrafo, obsérvense los términos utilizados: “es muy probable”, “vivirían” y por último “sería denominado”. O sea, todo es una suposición sin ninguna base argumental directa y solo con una serie de referencias colaterales. Y un poco más adelante afirma: “Sólo a partir del siglo XVI quedará fijada la forma Atarrabia que hoy día da nombre al municipio”, cuando resulta que Villava existe con ese nombre desde 1184, cuatro siglos antes.

 

Más adelante, en este relato de Monteano, cuando el rey Sancho VI de Navarra concede el fuero a la Villa Nova que luego sería Villava, nos dice este autor: “También por supuesto se pregonaría en la aldea de Atarrabia, cuyos habitantes serían probablemente los pobladores «presentes» a que se refiere el propio fuero”. De nuevo las formas verbales que lo dicen todo: “se pregonaría” y “serían probablemente”. Y más adelante otra suposición: que como los vecinos en 1560 tuvieron que comprar sus casas a la parroquia que era dueña de las mismas, y como esa parroquia pertenecía a la Casa de Atarrabia, entonces esto reforzaría “la tesis de la mayor antigüedad de la Casa de Atarrabia”. O sea, una compra realizada en 1560, cuando Villava fue fundada en 1184, demostraría que Atarrabia era más antigua.

 

Y más adelante se reconoce que la supuesta aldea de Atarrabia estaba muy alejada del casco urbano de Villava. Y entonces el autor se pregunta –ya que en la Edad Media todas las villas y localidades de todo tipo se construían alrededor de su iglesia– cómo es posible entonces que en el caso de Villava la iglesia estuviera tan lejos del centro. Monteano no se cuestiona que lo que está ocurriendo aquí es que la supuesta aldea de Atarrabia no fuera en realidad el núcleo fundacional de Villava como pretende. Y como está tan alejada de dicho núcleo central, pues intenta buscar una explicación que haga encajar su teoría de algún modo. Y la explicación que da es esta: “La única razón que parece justificar este insólito hecho es que, debido a las pequeñas dimensiones del espacio en el que nace la villa de Villava y la inmediatez de la ermita de la Trinidad, se optase por respetar el templo de la antigua aldea de Atarrabia. Con el tiempo ésta desaparecería, sus habitantes se integrarían en la nueva población e incluso el camino cambiaría de orientación. El templo perduraría hasta que siglos después, al aire de una época de bonanza económica, el Ayuntamiento se decidiese a levantar uno nuevo ahora ya en el núcleo urbano”. O sea, la antigua aldea de Atarrabia “desaparecería”, sus habitantes “se integrarían” en la nueva población de Villava e incluso el camino “cambiaría” de orientación. Y todo para no reconocer que lo más probable es que Atarrabia, tal como la entiende Monteano, nunca habría existido siquiera.

 

En cualquier caso, lo que está meridianamente claro es que Atarrabia no era el nombre de la aldea o del terreno sobre el que se fundó Villava sino que estaba bien alejado de él, de hecho, esto nos cuenta Monteano más adelante respecto a lo que pasó con su hipotética aldea de Atarrabia: “no es difícil suponer que desapareciera poco después de 1184 al abandonar sus habitantes el antiguo emplazamiento para reinstalarse en la nueva villa. Como ya se ha dicho del viejo núcleo sólo quedaría en pie la iglesia de San Andrés”.

 

Pero nada de eso se dice en la conclusión de este trabajo, donde se afirma lo siguiente: “Podríamos resumir lo antedicho diciendo que la villa de Villava nace en 1184 por voluntad del rey Sancho VI el Sabio que funda sobre un territorio ya habitado y denominado Atarrabia el municipio realengo con la finalidad de favorecer actividades artesanales y comerciales”.

 

José María Jimeno Jurio, en un artículo de 1988 sobre la denominación Villava-Atarrabia, confunde el hecho de que hubiera una casa llamada Atarrabia en el casco urbano de Villava, con la posible aldea de dicho nombre, alejada del centro urbano, como vimos en Monteano, dando por supuesto que la existencia de esa casa, y suponiendo que fuera anterior a la villa, sería razón suficiente para pensar que ese era el nombre preexistente, cuando la documentación de la misma no va más atrás de 1196, doce años posterior a la fundación de Villava en 1184, como ya sabíamos por Monteano.

 

La última documentación con que contamos al respecto es la del libro Diccionario etimológico de los nombres de los pueblos, villas y ciudades de Navarra, cuyo autor es Mikel Belasko y que se publicó el año 1996, aunque nosotros manejamos la 2ª edición, que es de 1999. Ahí se dicen dos cosas: que “«Villa Nueva» parece ser el nombre castellano de Villava, mientras que el de Atarrabia es dudoso”, y eso que el autor remite para afirmar tal cosa al trabajo que antes hemos visto de Jimeno Jurio de 1988, no así al de Monteano.

 

Por lo que respecta a la procedencia de Villa Nova, Belasko dice: “fonéticamente pasar de Vila Nova a Villava es francamente difícil, si no es gracias a la presencia mayoritaria de gentes vascohablantes que moldearon el exótico nombre a sus hábitos de pronunciación”. Y continúa más adelante: “Con todo extraña que el nombre Villava se hubiese impuesto al más culto Vila Nova ya que, por lo general, la documentación escrita desprecia estos fenómenos de fonética vasca”. De todas formas, en este punto Belasko no apunta qué otra posibilidad cabía para explicar el nombre de Villava, puesto que en la escritura de fundación lo cierto es que se da el nombre de Vila Nova para la nueva villa.

 

Y por lo que respecta al nombre en eusquera de Atarrabia, Belasko dice: “En cuanto al nombre vasco las cosas aún resultan más oscuras”. Y continúa: “Por lo que hace referencia a lo acertado o no de la adopción de Atarrabia como nombre vasco de Villava, (…) hay que reconocer que, lingüísticamente hablando, no fue una decisión justificada.” Y propone lo que habría que haber hecho en un caso como este: “Para saber cómo se decía en vasco Villava se olvidó el sistema más sencillo: preguntar a los vascohablantes, quienes hubiesen contestado: Villava o Billeba. Y concluye: “para la recuperación de Atarrabia fue necesario poner en funcionamiento una brillante operación de arqueología lingüística”.

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