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Winston Galt
Sábado, 14 de Mayo de 2022 Tiempo de lectura:

El PSOE acaba con España o España acaba con el PSOE

Es habitual que los partidos de izquierda vendan que el Partido Popular es un partido corrupto. Se les llena la boca con esta acusación, amplificada por los medios de propaganda habituales (que no medios de comunicación), que son casi todos, especialmente los grandes grupos de comunicación del país que poseen televisiones y radios como Cuatro, Tele 5, la Sexta o Antena 3. Algún día habrá que preguntarse por qué sólo ha de haber las televisiones que quieran los políticos y no libertad completa de emisión y por qué son legales aún, en un país supuestamente civilizado, las subvenciones a tales grupos y que la propaganda institucional no se tramite por un organismo autónomo y de forma totalmente objetiva. De todos modos, en contra de lo que muchos piensan, la complicidad cuasi delictiva de tales grupos con el Gobierno de izquierdas no es consecuencia de las subvenciones sino de la afinidad ideológica y de intereses entre las élites socialistas y comunistas y los dirigentes de tales grupos.

 

Tanto los partidos de izquierda como sus voceros inciden en la corrupción económica del PP como si este partido fuera el adalid de la corrupción en España. No es tal. Como hemos dicho en otras ocasiones, nadie ha robado ni roba tanto y tan bien como el PSOE. En una comparativa entre las cantidades robadas en todos los casos de corrupción conocidos entre ambos partidos las cantidades acreditadas robadas por el PP serían calderilla al lado de las cantidades robadas por el PSOE, directamente o a través de empresas interpuestas, incluyendo los sindicatos que comen de su mano, que ya no son (muy lejos están los tiempos de Redondo y Camacho) sino organizaciones tan putrefactas como el propio PSOE.

 

Vociferando contra la corrupción del PP pretenden que se olvide y no se mencionen sus propios casos de corrupción. Esto es tan obvio que no hay que incidir en ello.

 

Puesto que lo más importante cuando hablamos de corrupción no es la cantidad robada (aunque, en el caso del PSOE, con miles de millones sustraídos, dicha corrupción no es momentánea, sino sistémica e inherente a un partido que parece haber nacido para la democracia de la corrupción -quizás debería haber desaparecido como partido político al ser el principal causante de la guerra civil-) y que presuntamente se ha mantenido en el poder y en el control social a base de corrupción y de dinero sucio, entendiendo por dinero sucio el obtenido por prácticas corruptas propiamente dichas (mordidas), el despilfarro deliberado para la compra de votos (la corrupción en Andalucía) y la financiación ilegal (Filesa, por ejemplo).

 

A nadie se le escapa que ningún partido hubiera sobrevivido a los casos de corrupción que ha protagonizado el PSOE si éste no hubiera dispuesto del dinero sustraído a la sociedad y de la posición que ello le otorga y de la complicidad de los medios de propaganda. El PSOE no hubiera sobrevivido a su propia corrupción si no fuera parasitario del Estado, esto es, de todos nosotros, que costeamos máquinas corruptas que nos extraen la sangre como sanguijuelas.

 

Por ello no habrá posibilidad alguna de regeneración política y social en España mientras no se impidan total y definitivamente la subvenciones y pagos a los partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones afines tan dadas a la corrupción. Estamos costeando generosamente a quienes nos roban y nos someten. Y, al parecer, estamos encantados de que esto sea así, pues muy pocos levantan la voz en este sentido.

 

Acabar con la financiación pública de los partidos políticos y sindicatos supondría eliminar de un plumazo muchos problemas que lastran la supervivencia de España, desde la propia corrupción económica a la violencia política promovida por la izquierda y a los intentos de ruptura de la nación por los independentistas.

 

Por ello, si bien es importante combatir la corrupción económica en el sentido generalmente admitido como tal (malversación de caudales públicos, hurto o distracción de dinero por parte de políticos, cobro de mordidas, etc.), no es la principal corrupción que nos debe preocupar ni la que más nos lleva a la ruina económica y a la opresión social.

 

Por el contrario, hemos de entender claramente que la corrupción es mucho más que la distracción de fondos públicos.

 

Corrupción es formar Gobierno con un partido comunista cuando el comunismo es, junto al fascismo, la forma socialista más refractaria a la democracia. Corrupción es formar Gobierno con una formación comunista posiblemente financiada y subordinada a los fondos de una narcodictadura.

 

Corrupción es que el PSOE mantenga relaciones sospechosas con esa narcodictadura y reciba un ministro a una dirigente del régimen en el aeropuerto de la capital española y se bajen maletas de contenido sospechoso que, por supuesto, pasan como valija diplomática, cuando dicha dirigente tenía prohibido su paso por el espacio aéreo europeo.

 

Corrupción es llegar al poder con la excusa de un párrafo espurio de una sentencia judicial, luego anulado por el Tribunal Superior, y de la mano de todos los enemigos de la nación que se pretende dirigir.

 

Corrupción es tener de socios de legislatura a los partidos que han dado un golpe de Estado intentando segregar una parte de la nación en contra de la Constitución.

 

Corrupción es ser socio de legislatura de un partido político  dirigido por ex-miembros de una organización terrorista.

 

Corrupción es mantenerse en el poder a costa de continuas e incontenibles cesiones a los enemigos de la nación, como el indulto a los golpistas, o introducirlos en la Comisión de Secretos Oficiales del Estado, por citar sólo algunos ejemplos.

 

Corrupción es imponer una Presidenta del Congreso, tercera autoridad del país, cuya actuación es parcial e interesada y roza la prevaricación sin rubor alguno.

 

Corrupción es utilizar las televisiones y radios públicas como medio de propaganda del Gobierno y de sus socios antiespañoles. Corrupción es subvencionar con dinero público a las televisiones y radios privadas para que fortalezcan la propaganda a favor del Gobierno.

 

Corrupción es demoler el orden constitucional para mantenerse en el poder eludiendo los controles democráticos.

 

Corrupción cuasicriminal es mentir sobre la pandemia y provocar con ello miles de contagios y miles de muertos que podrían haberse evitado (mentir sobre la gravedad de lo que se avecinaba para retrasar las medidas y mantener la agenda ideológica, o mentir sobre la no necesidad de mascarillas como medio de protección de la población).

 

Corrupción es gobernar a base de decretos leyes que han provocado de hecho reformas constitucionales inadmisibles.

 

Corrupción es nombrar Fiscal General del Estado a quien ha sido ministra y mitinera de tu partido un día antes y pervierte la Fiscalía en una presunta prevaricación permanente.

 

Corrupción es obligar a la Abogacía del Estado a actuar en contra de la Ley y pervertir sus principios y convertir, como con la Fiscalía, su actuación en una presunta prevaricación permanente.

 

Corrupción es colocar (con la complicidad de Pablo Casado al frente del PP) en el Tribunal de Cuentas a personas sin dignidad que se pliegan a tus deseos para cambiar los criterios de actuación y, entre otras cosas, perdonar a los golpistas las cantidades defraudadas al Estado.

 

Corrupción es ensuciar el CNI para salvaguardar tu relación con tus socios traidores a España.

 

Corrupción es ensuciar la Corona a cada momento con la intención de socavar su prestigio.

 

Corrupción es bajar los niveles educativos de la educación pública a todos los niveles para obtener beneficios a medio y largo plazo de generaciones criadas en la ignorancia y la falta de criterio.

 

Corrupción es promulgar y mantener medidas económicas y sociales que provocan el empobrecimiento generalizado de la sociedad para someter mediante ayudas públicas a miles de ciudadanos.

 

Corrupción es utilizar el dinero público (no se sabe el destino concreto de partidas ingentes de dinero llegadas de la UE en los últimos años) para posiblemente comprar votos con que mantenerse en el poder.

 

Corrupción es no cumplir las sentencias de los tribunales para ayudar a la inmersión lingüística de las regiones dirigidas por los separatistas.

 

Corrupción es cesar a un miembro de la Guardia Civil por no desvelar datos de una investigación judicial o fabricar pruebas falsas para manchar la imagen de un partido político. Corrupción es utilizar a la guardia civil para vigilar las críticas al gobierno.

 

Corrupción es mantener el sistema de elección de los miembros del CGPJ por los partidos políticos e intentar someterlo como último bastión libre de la democracia.

 

Corrupción es institucionalizar la mentira como forma de Gobierno de tal manera que una mentira es tapada inmediatamente por otra y divulgada como verdad por los ingentes medios de propaganda subvencionados.

 

Corrupción es cambiar inopinadamente la política de tu país y de tu propio partido durante los últimos cincuenta años sobre el Sahara para satisfacer las peticiones de un país extranjero, potencialmente el que mayor peligro puede suponer para la integridad territorial española.

 

Corrupción es desviar la atención sobre la realidad para crear un marco ficticio que vender a los ciudadanos.

 

Corrupción es cambiar los valores que deben presidir una sociedad (igualdad ante la ley, respeto a las leyes, libertad de expresión, esfuerzo, respeto a la palabra dada, honestidad, excelencia, mérito...) por eslóganes vacíos y perversos (progresismo, animalismo, igualitarismo, lo público, tergiversación de la historia, vulneración del principio de presunción de inocencia, cordones sanitarios a partidos democráticos, permisividad de lo ilegal, cultura de la cancelación, corrección política...), que nos conducen a la fragmentación, a la inanidad social, a la irrelevancia cultural y al totalitarismo.

 

Corrupción ética es todo lo que hace este Gobierno de Pedro Sánchez.

 

Hay algunos que por ingenuidad o estupidez aún confían en algunos de sus ministros. Tomemos como ejemplo a la ministra que siempre salva de sus críticas la derecha. Margarita Robles, vista por muchos como lo mejor de este infecto Gobierno, es una metáfora de la corrupción e indignidad de "lo mejor" del PSOE. Estaba orgullosa de haber formado parte del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que dictó la ley que vulnera la presunción de inocencia (ley de violencia de género) siendo ella jurista. Se muestra orgullosa de haber pertenecido al Gobierno que reflotó a ETA por motivos espurios, como el tiempo ha demostrado. Forma parte ahora del Gobierno que llegó al poder utilizando como excusa una prevaricación y que es socio de los comunistas, de los gospistas y de los filoetarras.

 

Cualquier miembro de este Gobierno es indigno solo por formar parte de él, lo que supone aceptar y compartir lo que hace; cualquier miembro de este Gobierno es moralmente corrupto por muy honesto que sea con el dinero público, pues, como hemos visto, hay formas de corrupción mucho peores que meter la mano en la caja.

 

El Presidente se ofendió porque alguien lo definió como autócrata. La definición no era correcta. Es más fiel a su proceder definirlo como un aprendiz de dictadorzuelo bananero.

 

Aún así, en el PP albergan la esperanza de que el PSOE pueda ser un partido de Estado. Nada más lejos de la realidad. Pedro Sánchez, más incluso que José Luis Rodríguez Zapatero en su día, es el producto lógico para un partido que ahora sí que es un digno heredero de su historia, del partido que fundó Pablo Iglesias y que provocó la guerra de la mano de Largo Caballero. El PSOE es el cáncer de la democracia española y sus bases están encantadas de conocerse.

 

La única duda es si el PSOE acabará con España o España acabará con el PSOE.

 

(*) Winston Galt es escritor. Autor de la novela Frío Monstruo

 

 

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