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Pablo Mosquera
Domingo, 15 de Mayo de 2022 Tiempo de lectura:

Hace 20 años que lo dejé

Tengo la satisfacción de haber dejado la política, sus cargos y su militancia, voluntariamente, hace veinte años. Nunca como entonces pude comprender aquella sentencia que decía "el sentimiento trágico de la política se sitúa entre enfados y sinsabores". Pero para llegar a tal convencimiento hay una condición. No depender de la política para vivir o para ocupar un determinado estamento social. Hay que tener una profesión previa. Dignidad y libertad en medio de la perversa partitocracia, dependían y sigue dependiendo directamente del historial profesional adquirido mediante méritos, sacrificios y dedicaciones en la sociedad civil. No se debería aceptar el salto desde las "juventudes partidarias" a las listas electorales de los partidos.

 

Mentiras y manipulación son herramientas habituales en lo que se denomina "hacer política". Da igual desde que tribuna y con qué auditorio. Congresos internos. Debates entre candidatos. Comparecencias. Tribunas institucionales. El sofisma se pone al servicio de la dialéctica. Lo que importa es conquistar, mantener o arrebatar el poder. No hay método científico. No hay control de calidad. No hay análisis previo o posterior. A la postre se impuso Maquiavelo.   

 

Entre aquellos tiempos veinte años atrás y los que he vivido tras dejar la política, en la sociedad civil se mantienen los mismos personajes:

 

Enterados. Dicen que conocen encuestas y tienen informantes de primera línea con el poder. Son los autores necesarios, por conocidos, para difundir bulos y dar cobertura a sorpresas más o menos inesperadas.

 

Informados. Siempre conviene no olvidar que a la verdad sólo se llega por aproximación. Son personas que practican sabiamente el saber callar, saber escuchar y saber hablar. No son muy abundantes y procuran pasar inadvertidos.

 

Instalados. Ocupan puestos de presunta confianza. Los hay de dos clases. Los fichados por sus conocimientos. Los fichados por sus lealtades. Forman parte del verdadero espacio para la fontanería de la persona, el grupo o la profesión.

 

Abducidos. No pretendo corregir a los expertos capaces de mantenernos durante decenios pendientes de lo que escriben o dicen en programas de televisión. Pero yo me refiero a los que se quedan con la boca abierta cada vez que el actor-político dice algo. Son los incondicionales que acuden a los mítines. Siempre votan, aunque les vaya la vida en ello. Los primeros los consiguió la Iglesia para emprender las Cruzadas. Los últimos están siempre dispuestos a salir con las tinieblas de las noches sin luna a lo que se tercie.

 

Desencantados. Los que hemos dejados de creer hace mucho. Los aburridos con la coyuntura. Los pesimistas bien situados para evitar la vil utilización de nuestro voto y sus consecuentes capacidades para mantener a los mandarines o para cambiarlos por otros a riesgo de su transformación inmediata en lo mismo.

 

Por lo que antecede, no me volverán a pillar dedicando mi tiempo a la política activa. Lo que no quiere decir que me abstenga de opinar, señalar, denunciar o aconsejar a los ingenuos bien intencionados. Es la diferencia entre mi persona hace veinte años y ahora.

     

Opinando: Para lo cual busco desde mi retiro espiritual, paradisiaco y hospitalario, esas opiniones de los enterados. "Pero que nadie olvide que estos días hemos tenido que soportar las caricias a Sánchez del golpista Junqueras, a Rufián haciéndose el demócrata herido y a Otegi gimiendo que apoya al Gobierno porque «la alternativa es peor», lo que implica que ellos son malos y que, por tanto, los otros son mejores para España. Pero si toda esta grosería no bastase, ayer Sánchez justificó la destitución de Paz Esteban en el CNI aludiendo a «fallos de seguridad» y proclamando que «nosotros no tapamos delitos»". Y para colofón llamó mangantes a los de la bancada PP, poniendo a prueba la capacidad de respuesta para Feijoo. Continuando con la vieja, diría cañí, cuestión del aborto, que además de ser desde tiempos inmemorables cuestión socio-religiosa con bronca generalizada, sirve de humareda para tapar esas preocupaciones que hasta el CIS señala como la España real.

 

O esta oportuna advertencia: "¿Qué hará la nueva responsable del CNI si, el día de mañana, un grupo de trabajo o un agente le advierten de que en el entorno de los herederos de Batasuna intentan reanimar a la banda terrorista ETA? ¿Qué decisión tomará si constata que la Generalitat alienta o financia a grupos de radicales que durante las noches queman contenedores y lanzan adoquines a la policía en demanda de una sedición en Cataluña?".

 

Menos mal que los políticos pasan, las instituciones perduran y los profesionales siguen trabajando mientras contemplan como los interinos y contratados de la partidocracia sacuden sus ignorantes miserias a riesgo de cortar las costuras del traje para la seguridad nacional. Estoy convencido que en "La Casa" tras el lógico cabreo por el sacrificio de una honesta y eficiente funcionaria, siguen a lo suyo, que sin duda nos permite poder dormir y despertar cada día sin peligros inminentes.

 

Con noticias como las que anteceden será muy complicado lograr que los mejores de la sociedad civil estén dispuestos a dejar lo que meritoriamente ganaron por embarcarse en "La Perla Negra" entre corsarios sin escrúpulos. Y así, truhanes y malandrines podrán ocupar puestos de responsabilidad (?) bien pagados con mullidas poltronas que son canonjías de los tiempos en que mandaban los Borgia.

 

Aun no le ha dado tiempo a deshacer el equipaje al ourensano Núñez Feijoo y ya le están buscando la boca desde la tribuna de las Cortes y desde el púlpito de esa pastora asturiana que ostenta el poder como número dos en la sede socialista de la calle Ferraz. Temo que el ilustre ex-presidente de la Xunta tarde menos tiempo que un servidor en darse cuenta de que como en Galicia no hay parte alguna del mundo para ser feliz gozando de idioma, música, mareas, románico y romerías compartidas con los amigos de la escuela.

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