Justicia restaurativa
Acaba de celebrarse en la capital guipuzcoana un congreso cuya protagonista ha sido la llamada Justicia Restaurativa. Políticos de alto nivel junto con expertos han cerrado filas defendiéndola, promocionándola e imponiéndola a pies juntillas. Cuando uno ve a la élite política y académica que se expresan y actúan en la misma dirección, cuando no ya discrepar sino incluso dudar está mal visto y conduce al individuo en cuestión al ostracismo, resulta una ardua tarea defender la postura contraria, incluso lograr que alguien le escuche.
Sabemos a ciencia cierta que la inmensa mayoría de víctimas y familiares de quienes han padecido el horror del terrorismo son renuentes, refractarias a esa denominada justicia restaurativa que ni mitiga ni restaura en lo más mínimo el dolor sino que sirve para victimizarlas aún más y humillarlas frente a su verdugo. Teniendo en cuenta que incluso el castigo al victimario no restaura los derechos conculcados ni recupera las vidas segadas, qué se puede esperar del resultado de unas charlas artificiales promovidas por el poder político y un grupúsculo de víctimas de su misma cuerda. Me pregunto si los políticos y expertos en cuestión tienen alguna experiencia personal con el horror o se limitan a perorar y pontificar; por ética profesional, por dignidad, deberían dar voz a quienes disienten, una abrumadora mayoría; tienen mucho que decir y se les mantiene en un silencio monacal. Son víctimas de segunda clase y su discurso no es bienvenido. Escuchemoslas, es de justicia.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
Acaba de celebrarse en la capital guipuzcoana un congreso cuya protagonista ha sido la llamada Justicia Restaurativa. Políticos de alto nivel junto con expertos han cerrado filas defendiéndola, promocionándola e imponiéndola a pies juntillas. Cuando uno ve a la élite política y académica que se expresan y actúan en la misma dirección, cuando no ya discrepar sino incluso dudar está mal visto y conduce al individuo en cuestión al ostracismo, resulta una ardua tarea defender la postura contraria, incluso lograr que alguien le escuche.
Sabemos a ciencia cierta que la inmensa mayoría de víctimas y familiares de quienes han padecido el horror del terrorismo son renuentes, refractarias a esa denominada justicia restaurativa que ni mitiga ni restaura en lo más mínimo el dolor sino que sirve para victimizarlas aún más y humillarlas frente a su verdugo. Teniendo en cuenta que incluso el castigo al victimario no restaura los derechos conculcados ni recupera las vidas segadas, qué se puede esperar del resultado de unas charlas artificiales promovidas por el poder político y un grupúsculo de víctimas de su misma cuerda. Me pregunto si los políticos y expertos en cuestión tienen alguna experiencia personal con el horror o se limitan a perorar y pontificar; por ética profesional, por dignidad, deberían dar voz a quienes disienten, una abrumadora mayoría; tienen mucho que decir y se les mantiene en un silencio monacal. Son víctimas de segunda clase y su discurso no es bienvenido. Escuchemoslas, es de justicia.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria