Aquel 17 de junio
Carmelo Salvador llevaba tiempo insistiendo. Dejad de perder el tiempo con el PP. Son sucursalistas. Álava necesita un partido político al más puro estilo de UPN para Navarra. Ahí está el camino. Álava no es nacionalista. Álava es un cruce de caminos y un punto de encuentro que aúna a muchos españoles llegados por la estación de la RENFE en la calle Dato -gallego de La Coruña- , desde Zamora, Cáceres, Ourense... Y los nacidos en Vitoria que se sienten huérfanos y ocupados por guipuzcoanos y bilbaínos. Esa plaza de los Fueros que diseñó Chillida es la clave. Pacto y libertad como en la Voluntaria Entrega de 1332, en las Campas de Arriaga, a Castilla pero a cambio de mantener usos y costumbres. Sobre todo, esas instituciones y derechos forales.
El anfiteatro del Palacio Europa en Vitoria nunca se había llenado. Era el local con más capacidad en Álava. Pero UA se la jugó. Sabíamos que una foto en primera plana de la prensa con aquel recinto abarrotado era la mejor tarjeta de presentación para algo que me había dicho Javier Gómara, presidente de la Cámara Foral en Navarra y fundador de Unión del Pueblo Navarro. "El éxito está en conectar con el pueblo y sus auténticas reivindicaciones". Y es que había algo viejo y despreciado por la "cátedra". Existe un país oficial y un país real, pueden converger o alejarse uno de otro.
La ceguera y la soberbia tanto de la partidocracia centralista como de sus correligionarios en el Parlamento de Vitoria dieron los motivos formales para dar el paso. "Qué queda de los Derechos Históricos": artículo de Julen Guimón en El Correo un 4 de mayo de 1988. Mi contestación no se hizo esperar. En julio de ese mismo años, en el mismo diario, contestaba: "Lo que queda". Añado la impresentable y desgraciada presencia del futuro caudillo José María Aznar en Vitoria, a petición de los parlamentarios de AP. Guimón y Barquero, ignorando las estructuras jerárquicas del partido en Álava y las más elementales normas de compostura, llenan el recipiente que contiene harturas por las distancias e imposiciones que desde la calle Génova en Madrid venían siendo metodología de la derecha con las provincias. Y así un 12 de enero de 1990, en una concurrida rueda de prensa, se comunica: "Álava no es una provincia de Derecho Común, es un territorio foral con Derechos Históricos. Álava tiene derecho a mantener su configuración tradicional de siete cuadrillas. Alaveses son todos los que habiendo nacido o no en el seno de este territorio han conseguido por derechos propio su vecindad. La realidad política debe ser aquella que percibe el ciudadano, evitando así las graves diferencias entre la realidad oficial de los partidos y la realidad del pueblo. Esta realidad en Álava se traduce por la defensa integral de su patrimonio. Nos comprometemos con la búsqueda de una Administración pública capaz de mejorar las condiciones de vida de los alaveses, evitando los desequilibrios territoriales. Deseamos una Álava en la que puedan vivir jóvenes y pensionistas, universitarios y obreros, agricultores y comerciantes, sin marginación y con acceso real a todos los bienes propios de una sociedad desarrollada a las puertas del siglo XXI. Exigiremos el cumplimiento de la Ley. No estamos dispuestos a seguir admitiendo discriminaciones por el idioma. Nuestro modelo de comunidad es perfectamente compatible con nuestro sentimiento de españolidad".
Tal manifiesto fundacional lo firmaban Mercedes Martínez de Murguía, María Esperanza Franqueara, Enriqueta Benito, Carmelo Salvador, Blanca Fernández de Piérola, Ramón Garín, Benigno Cortázar, José Antonio Pizarro, Pablo Mosquera. A buen seguro que sigue siendo de rabiosa actualidad para cualquier punto de la geografía socio-política de España. No contiene coordenadas ni de derechas ni de izquierdas; simplemente es conectar con el pensamiento del pueblo soberano ante la deriva de la partitocracia, acompañada en Álava por la conducta del nacionalismo vasco -¿desde cuándo ser nacionalista vasco es ser progresista?- que avanza sin remisión hacia la autodeterminación, tal como afirmó Garaicoechea cuando definió al Estatuto de Guernica como simple vehículo hacia la construcción de una nación con Estado propio.
El paso del tiempo da perspectiva. La persona que hizo un magnífico trabajo al que se puede acceder fue el primer jefe de prensa que tuvo UA. Jon Gotzon Laburu escribió el libro El orgullo alavés. Es completo y recoge cómo suceden los hechos y cuáles son los motivos que ponen en escena no sólo el conflicto con AP, también las raíces ideológicas que sostienen los fundadores de Unidad Alavesa, que llevados hasta las instituciones públicas y después al Congreso Fundacional promueven el movimiento social del foralismo alavesista de Unidad Alavesa. Y que tiene una hermosa frase con la que José Luis Añua Ajuria remata su intervención en el Palacio Europa aquel 17 de junio de 1990. "Álava es nuestra madre y los alaveses somos sus hijos".
Entre medias, dos hechos que algunos quisieron usar como ariete rompedor. Compararnos a los de UA con José Luís Barreiro Rivas, quien rompe AP en Galicia, propicia un gobierno de coalición y crea un partido galleguista. La presencia de Oriol, uno de los fundadores de aquel partido con tintes carlistas: Hermandad Alavesa. Se ofrece a darnos toda suerte de apoyos. Pero Aznar se lo comunica a su hijo y éste me hace una llamada telefónica con toda suerte de amenazas.
Tanto la Rioja Alavesa como Vitoria se movilizan y emprenden la marcha hacia el Palacio Europa. Los motivos, los mensajes, las declaraciones públicas de los grupos que se van incorporando a Unidad Alavesa están despertando a los ciudadanos que se sienten huérfanos de los partidos políticos nacionales.
1990 supuso el nacimiento de una corriente social en una comunidad ciudadana mixta formada por alaveses y llegados de otros lugares para emprender en la Llanada alavesa industrial y con excelentes prestaciones gracias a los ingresos procedentes del Concierto Económico, pieza fundamental de la foralidad como Derecho Histórico Constitucional. Pero cada día apropiándose desde Bilbao por la gestión vizcaitarra del nacionalismo vasco.
La gran aportación de aquel movimiento que concitó el acto del 17-J-1990 en Vitoria, fue la incorporación a la política activa de nuevos ciudadanos, que con sus puestos de trabajo estables, mostraban un romanticismo propio de la generosidad para luchar por una calidad de vida acorde con derechos y libertades. A la cabeza, sin duda alguna, José Luís Añúa Ajuria, que sabía escuchar como nadie las voces del pueblo. Fue su gran aportación desde la tribuna. Llegó al corazón de los asistentes. Supongo que algo similar a lo que hizo el Alcalde de Móstoles aquel 8 de mayo en 1802, que logró movilizar al paisanaje contra la francesada.
Carmelo Salvador llevaba tiempo insistiendo. Dejad de perder el tiempo con el PP. Son sucursalistas. Álava necesita un partido político al más puro estilo de UPN para Navarra. Ahí está el camino. Álava no es nacionalista. Álava es un cruce de caminos y un punto de encuentro que aúna a muchos españoles llegados por la estación de la RENFE en la calle Dato -gallego de La Coruña- , desde Zamora, Cáceres, Ourense... Y los nacidos en Vitoria que se sienten huérfanos y ocupados por guipuzcoanos y bilbaínos. Esa plaza de los Fueros que diseñó Chillida es la clave. Pacto y libertad como en la Voluntaria Entrega de 1332, en las Campas de Arriaga, a Castilla pero a cambio de mantener usos y costumbres. Sobre todo, esas instituciones y derechos forales.
El anfiteatro del Palacio Europa en Vitoria nunca se había llenado. Era el local con más capacidad en Álava. Pero UA se la jugó. Sabíamos que una foto en primera plana de la prensa con aquel recinto abarrotado era la mejor tarjeta de presentación para algo que me había dicho Javier Gómara, presidente de la Cámara Foral en Navarra y fundador de Unión del Pueblo Navarro. "El éxito está en conectar con el pueblo y sus auténticas reivindicaciones". Y es que había algo viejo y despreciado por la "cátedra". Existe un país oficial y un país real, pueden converger o alejarse uno de otro.
La ceguera y la soberbia tanto de la partidocracia centralista como de sus correligionarios en el Parlamento de Vitoria dieron los motivos formales para dar el paso. "Qué queda de los Derechos Históricos": artículo de Julen Guimón en El Correo un 4 de mayo de 1988. Mi contestación no se hizo esperar. En julio de ese mismo años, en el mismo diario, contestaba: "Lo que queda". Añado la impresentable y desgraciada presencia del futuro caudillo José María Aznar en Vitoria, a petición de los parlamentarios de AP. Guimón y Barquero, ignorando las estructuras jerárquicas del partido en Álava y las más elementales normas de compostura, llenan el recipiente que contiene harturas por las distancias e imposiciones que desde la calle Génova en Madrid venían siendo metodología de la derecha con las provincias. Y así un 12 de enero de 1990, en una concurrida rueda de prensa, se comunica: "Álava no es una provincia de Derecho Común, es un territorio foral con Derechos Históricos. Álava tiene derecho a mantener su configuración tradicional de siete cuadrillas. Alaveses son todos los que habiendo nacido o no en el seno de este territorio han conseguido por derechos propio su vecindad. La realidad política debe ser aquella que percibe el ciudadano, evitando así las graves diferencias entre la realidad oficial de los partidos y la realidad del pueblo. Esta realidad en Álava se traduce por la defensa integral de su patrimonio. Nos comprometemos con la búsqueda de una Administración pública capaz de mejorar las condiciones de vida de los alaveses, evitando los desequilibrios territoriales. Deseamos una Álava en la que puedan vivir jóvenes y pensionistas, universitarios y obreros, agricultores y comerciantes, sin marginación y con acceso real a todos los bienes propios de una sociedad desarrollada a las puertas del siglo XXI. Exigiremos el cumplimiento de la Ley. No estamos dispuestos a seguir admitiendo discriminaciones por el idioma. Nuestro modelo de comunidad es perfectamente compatible con nuestro sentimiento de españolidad".
Tal manifiesto fundacional lo firmaban Mercedes Martínez de Murguía, María Esperanza Franqueara, Enriqueta Benito, Carmelo Salvador, Blanca Fernández de Piérola, Ramón Garín, Benigno Cortázar, José Antonio Pizarro, Pablo Mosquera. A buen seguro que sigue siendo de rabiosa actualidad para cualquier punto de la geografía socio-política de España. No contiene coordenadas ni de derechas ni de izquierdas; simplemente es conectar con el pensamiento del pueblo soberano ante la deriva de la partitocracia, acompañada en Álava por la conducta del nacionalismo vasco -¿desde cuándo ser nacionalista vasco es ser progresista?- que avanza sin remisión hacia la autodeterminación, tal como afirmó Garaicoechea cuando definió al Estatuto de Guernica como simple vehículo hacia la construcción de una nación con Estado propio.
El paso del tiempo da perspectiva. La persona que hizo un magnífico trabajo al que se puede acceder fue el primer jefe de prensa que tuvo UA. Jon Gotzon Laburu escribió el libro El orgullo alavés. Es completo y recoge cómo suceden los hechos y cuáles son los motivos que ponen en escena no sólo el conflicto con AP, también las raíces ideológicas que sostienen los fundadores de Unidad Alavesa, que llevados hasta las instituciones públicas y después al Congreso Fundacional promueven el movimiento social del foralismo alavesista de Unidad Alavesa. Y que tiene una hermosa frase con la que José Luis Añua Ajuria remata su intervención en el Palacio Europa aquel 17 de junio de 1990. "Álava es nuestra madre y los alaveses somos sus hijos".
Entre medias, dos hechos que algunos quisieron usar como ariete rompedor. Compararnos a los de UA con José Luís Barreiro Rivas, quien rompe AP en Galicia, propicia un gobierno de coalición y crea un partido galleguista. La presencia de Oriol, uno de los fundadores de aquel partido con tintes carlistas: Hermandad Alavesa. Se ofrece a darnos toda suerte de apoyos. Pero Aznar se lo comunica a su hijo y éste me hace una llamada telefónica con toda suerte de amenazas.
Tanto la Rioja Alavesa como Vitoria se movilizan y emprenden la marcha hacia el Palacio Europa. Los motivos, los mensajes, las declaraciones públicas de los grupos que se van incorporando a Unidad Alavesa están despertando a los ciudadanos que se sienten huérfanos de los partidos políticos nacionales.
1990 supuso el nacimiento de una corriente social en una comunidad ciudadana mixta formada por alaveses y llegados de otros lugares para emprender en la Llanada alavesa industrial y con excelentes prestaciones gracias a los ingresos procedentes del Concierto Económico, pieza fundamental de la foralidad como Derecho Histórico Constitucional. Pero cada día apropiándose desde Bilbao por la gestión vizcaitarra del nacionalismo vasco.
La gran aportación de aquel movimiento que concitó el acto del 17-J-1990 en Vitoria, fue la incorporación a la política activa de nuevos ciudadanos, que con sus puestos de trabajo estables, mostraban un romanticismo propio de la generosidad para luchar por una calidad de vida acorde con derechos y libertades. A la cabeza, sin duda alguna, José Luís Añúa Ajuria, que sabía escuchar como nadie las voces del pueblo. Fue su gran aportación desde la tribuna. Llegó al corazón de los asistentes. Supongo que algo similar a lo que hizo el Alcalde de Móstoles aquel 8 de mayo en 1802, que logró movilizar al paisanaje contra la francesada.