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Teresa Díaz Bada
Domingo, 19 de Junio de 2022 Tiempo de lectura:

La temible ansiedad

Frecuentemente, cuando tenemos ansiedad, vivimos en un estado de alerta continuo. Es como si tuviéramos que estar pendientes de un peligro inminente, que en realidad no es real. De tal manera que nuestra mente está siempre sujeta a una autobservación negativa, pendiente de síntomas de agobio que van desde taquicardias a dolores de cabeza o temblores, sudoración, pequeños mareos...
 
Todo ello es indicativo de una activación de nuestro sistema nervioso que, estrictamente, no obedece a nada real, puesto que seguimos llevando una vida normal y enfrentándonos a nuestro día a día. Sin embargo, al tener ansiedad, aparecen los miedos. Miedo a que me pase algo, a perder el control, a creerme que suceda lo peor, como volverme loco o hacer algo fuera de control… El miedo nos atrapa y nos tortura, y así empezamos a meternos en un círculo vicioso en el que tenemos miedo a tener miedo y a que se disparen los síntomas de la ansiedad y a que suceda la muerte o la locura. Ninguna de estas dos cosas sucede nunca.
 
Como suelo repetir en mi consulta, la ansiedad es muy incapacitante, pero, realmente, cuando se le pierde el miedo, lo que se consigue es dominarla, perder el pánico a los síntomas, que empiezan a disminuir hasta desaparecer y poder volver a controlar nuestro bienestar.
 
Perder el miedo a tener miedo supone ser capaces de distinguir el miedo real, aquel que nos protege de peligros reales, de ese otro miedo que no obedece más que a una activación de nuestra mente y que no provoca nunca nada más que malestar.
 
Aceptar que tengo ansiedad, no reprochármelo ni enfadarme por tenerla, y perderle el miedo, serán los primeros pasos para empezar a dominarla y empezar a conseguir que todos esos síntomas, tan incomodos, desaparezcan.
 

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