El negociador
Abundan novelas y en general libros donde se relatan hechos y personajes inspirados en el denominado "contencioso vasco". La desgraciada historia del terrorismo en torno a la construcción nacional de una supuesta nación vasca -Euskal Herría (País Vasco, Iparralde y Navarra)- con un Estado fallido tanto desde la vertiente de Francia como de España, arrojó una auténtica guerra sucia que termina en el momento en que la colaboración mundial decide aislar al Movimiento Nacional de Liberación Vasco (MNLV), y sumar esfuerzos con España para su neutralización integral. Costó mucho convencer a los dirigentes de los partidos americanos, ya que recibían ayudas de la diáspora vasca en EEUU.
Durante muchos lustros el PNV hizo creer a los Gobiernos de España que el final de ETA sería negociando con la banda y que el papel del PNV sería crucial como mediador. De hecho, los altos responsables del PNV mantuvieron siempre un espacio de negociación que llamaron "tomar el pulso a la situación", amén de quejarse cada vez que el Estado lograba desarticular a la cúpula de ETA, pues aseguraban que sería mucho más complicado encontrar interlocutores válidos, respetados por la propia organización militar, máxime cuando tales liberados mandaban y establecían los objetivos, incluido el espacio político social de Herri Batasuna. Sólo el colectivo de los presos etarras tenían cierta anuencia en la organización, y así las asambleas de presos fueron muchas veces quienes pidieron socializar la violencia extendiéndola a toda la sociedad española para que el miedo se generalizara.
Los primeros negociadores tenían por misión acudir al sur de Francia para negociar el "impuesto revolucionario", en su cantidad y plazos de pago a la banda. Precisamente, los secuestros de empresarios tenían dos fines. Obtener cantidades de dinero por la libertad y poner al resto de esta clase económica en disposición de atender la lluvia de cartas que mandaba la organización y que se extendían tanto a los empresarios como a los profesionales liberales. Llegaron a tener información directa desde el interior de las entidades bancarias sobre los fondos que guardaban sus presuntas víctimas, dándose el hecho de que algunas de las víctimas extorsionadas, cuando trataban de declararse insolventes, recibían el extracto de sus cuentas. Son mediadores toda clase de personas. Yo conocí a un Presidente de Colegio Oficial de Médicos que actuaba en tal sentido, por sus contactos al otro lado de la frontera francesa. Por cierto, cuando alguno de los extorsionados acudía a la Policía, en aquellos tiempos en que la organización terrorista mostraba una fuerza social ilimitada, los funcionarios les señalaban que no podían hacer nada por su seguridad y en forma velada les ponían en la tesitura de pagar negociando, o marcharse del País Vasco. Tales dineros estaba permitido descontarlos a las Haciendas vascas en los tributos del IRPF y otros.
Para comprender la presencia y el papel de los "negociadores", hay que situarse en el núcleo del problema vasco. Se trataba de un "conflicto" entre vascos y de una parte de los vascos con el resto de los españoles a través de sus representantes e instituciones. Pero hay un aspecto no suficientemente aclarado. El terrorismo fue un gran negocio. Tanto en su espacio de inseguridad que hace crecer los servicios privados para la protección, en forma de empresas que complementan a los servicios públicos que ofrecían los Cuerpos y Fuerzas del Estado, y que recibían fondos de los presupuestos del Estado y de la Comunidad Autónoma Vasca.
El terrorismo vasco tenía un continuo y enfrentado debate ideológico. Donde se aprecian las diferencias culturales de los dos bandos enfrentados, sus distantes conceptos para los parámetros de la democracia, y desde luego los derechos colectivos e individuales de las personas. Uno de los momentos más importantes tiene lugar cuando los partidos políticos vascos crean un foro de coincidencia con la declaración del Pacto para la Pacificación y Normalización de Euskadi, que se denomina Mesa de Ajuria Enea, y en la que se contienen las líneas rojas que ninguna organización política o civil pueden atravesar para imponer o alcanzar el supuesto derecho a la autodeterminación de Euskal Herría. De alguna forma, tal foro -del que formé parte durante diez años- comparte información obtenida por diferentes mediadores y negociadores sociales, políticos, religiosos, si bien existen problemas por parte del MLNV para aceptar la interlocución y sólo el PNV logra tal distinción. A buen seguro que en este complejo proceso se enmarca el papel que desempeñarán tanto Eguiguren, como Otegui, y desde luego Iosu Ternera.
A través de la Iglesia y por su tradicional autoridad moral en el nacionalismo vasco, se establece un debate con diferentes etapas. La primera supone la implicación de tanto las feligresías como los obispados en favor de los "derechos del pueblo vasco". Son los momentos álgidos de la doctrina que desde los púlpitos producen párrocos y obispos como José María Setién. Tal efervescencia se altera con la presencia de Monseñor Blázquez en el Obispado de Bilbao, ya que se establece un debate profundo entre "sotanas" en materia de la escala moral, que termina por condenar la violencia de ETA sobre todo en su fase denominada de socialización del sufrimiento. Así, Blázquez colabora con las Fuerzas de Seguridad que operan en el País Vasco y asiste a las manifestaciones que condenan los asesinatos de ETA. Hay que tener en cuenta la religiosidad de los vascos y la enorme influencia que desde los púlpitos y pastorales la Iglesia vasca ejerce como mediador moral en el conflicto.
El secuestro de Ortega Lara fue el más largo. Los carceleros eran gente con una vida muy bien instalada. Los funcionarios de la prisión de Logroño, con los que me encerré, sabían de las diferencias que se estaban viviendo dentro del MLNV. Eso unido a la falta de capacidad en el Ministerio del Interior -Mayor Oreja y un hombre del Rey (Fluxá)- hace que por su cuenta traten de negociar como si de un secuestro propio de la delincuencia común se tratara. A mí me informa la médico de la prisión. Me dan toda una serie de encargos para Mayor Oreja. Los llevo y lo único que le piden al ministro son dos cosas: dinero para pagar las gestiones -fondos reservados- y acercamiento de presos a las cárceles de Euskadi. Oreja acepta ambas condiciones, motivo por el que a Ortega no lo asesinan. El negociador es un profesional elegido desde el mundo carcelario, sin connotaciones políticas, con buenos contactos y facilidad para moverse en los lugares por los que se puede conectar con "mandados de ETA".
Abundan novelas y en general libros donde se relatan hechos y personajes inspirados en el denominado "contencioso vasco". La desgraciada historia del terrorismo en torno a la construcción nacional de una supuesta nación vasca -Euskal Herría (País Vasco, Iparralde y Navarra)- con un Estado fallido tanto desde la vertiente de Francia como de España, arrojó una auténtica guerra sucia que termina en el momento en que la colaboración mundial decide aislar al Movimiento Nacional de Liberación Vasco (MNLV), y sumar esfuerzos con España para su neutralización integral. Costó mucho convencer a los dirigentes de los partidos americanos, ya que recibían ayudas de la diáspora vasca en EEUU.
Durante muchos lustros el PNV hizo creer a los Gobiernos de España que el final de ETA sería negociando con la banda y que el papel del PNV sería crucial como mediador. De hecho, los altos responsables del PNV mantuvieron siempre un espacio de negociación que llamaron "tomar el pulso a la situación", amén de quejarse cada vez que el Estado lograba desarticular a la cúpula de ETA, pues aseguraban que sería mucho más complicado encontrar interlocutores válidos, respetados por la propia organización militar, máxime cuando tales liberados mandaban y establecían los objetivos, incluido el espacio político social de Herri Batasuna. Sólo el colectivo de los presos etarras tenían cierta anuencia en la organización, y así las asambleas de presos fueron muchas veces quienes pidieron socializar la violencia extendiéndola a toda la sociedad española para que el miedo se generalizara.
Los primeros negociadores tenían por misión acudir al sur de Francia para negociar el "impuesto revolucionario", en su cantidad y plazos de pago a la banda. Precisamente, los secuestros de empresarios tenían dos fines. Obtener cantidades de dinero por la libertad y poner al resto de esta clase económica en disposición de atender la lluvia de cartas que mandaba la organización y que se extendían tanto a los empresarios como a los profesionales liberales. Llegaron a tener información directa desde el interior de las entidades bancarias sobre los fondos que guardaban sus presuntas víctimas, dándose el hecho de que algunas de las víctimas extorsionadas, cuando trataban de declararse insolventes, recibían el extracto de sus cuentas. Son mediadores toda clase de personas. Yo conocí a un Presidente de Colegio Oficial de Médicos que actuaba en tal sentido, por sus contactos al otro lado de la frontera francesa. Por cierto, cuando alguno de los extorsionados acudía a la Policía, en aquellos tiempos en que la organización terrorista mostraba una fuerza social ilimitada, los funcionarios les señalaban que no podían hacer nada por su seguridad y en forma velada les ponían en la tesitura de pagar negociando, o marcharse del País Vasco. Tales dineros estaba permitido descontarlos a las Haciendas vascas en los tributos del IRPF y otros.
Para comprender la presencia y el papel de los "negociadores", hay que situarse en el núcleo del problema vasco. Se trataba de un "conflicto" entre vascos y de una parte de los vascos con el resto de los españoles a través de sus representantes e instituciones. Pero hay un aspecto no suficientemente aclarado. El terrorismo fue un gran negocio. Tanto en su espacio de inseguridad que hace crecer los servicios privados para la protección, en forma de empresas que complementan a los servicios públicos que ofrecían los Cuerpos y Fuerzas del Estado, y que recibían fondos de los presupuestos del Estado y de la Comunidad Autónoma Vasca.
El terrorismo vasco tenía un continuo y enfrentado debate ideológico. Donde se aprecian las diferencias culturales de los dos bandos enfrentados, sus distantes conceptos para los parámetros de la democracia, y desde luego los derechos colectivos e individuales de las personas. Uno de los momentos más importantes tiene lugar cuando los partidos políticos vascos crean un foro de coincidencia con la declaración del Pacto para la Pacificación y Normalización de Euskadi, que se denomina Mesa de Ajuria Enea, y en la que se contienen las líneas rojas que ninguna organización política o civil pueden atravesar para imponer o alcanzar el supuesto derecho a la autodeterminación de Euskal Herría. De alguna forma, tal foro -del que formé parte durante diez años- comparte información obtenida por diferentes mediadores y negociadores sociales, políticos, religiosos, si bien existen problemas por parte del MLNV para aceptar la interlocución y sólo el PNV logra tal distinción. A buen seguro que en este complejo proceso se enmarca el papel que desempeñarán tanto Eguiguren, como Otegui, y desde luego Iosu Ternera.
A través de la Iglesia y por su tradicional autoridad moral en el nacionalismo vasco, se establece un debate con diferentes etapas. La primera supone la implicación de tanto las feligresías como los obispados en favor de los "derechos del pueblo vasco". Son los momentos álgidos de la doctrina que desde los púlpitos producen párrocos y obispos como José María Setién. Tal efervescencia se altera con la presencia de Monseñor Blázquez en el Obispado de Bilbao, ya que se establece un debate profundo entre "sotanas" en materia de la escala moral, que termina por condenar la violencia de ETA sobre todo en su fase denominada de socialización del sufrimiento. Así, Blázquez colabora con las Fuerzas de Seguridad que operan en el País Vasco y asiste a las manifestaciones que condenan los asesinatos de ETA. Hay que tener en cuenta la religiosidad de los vascos y la enorme influencia que desde los púlpitos y pastorales la Iglesia vasca ejerce como mediador moral en el conflicto.
El secuestro de Ortega Lara fue el más largo. Los carceleros eran gente con una vida muy bien instalada. Los funcionarios de la prisión de Logroño, con los que me encerré, sabían de las diferencias que se estaban viviendo dentro del MLNV. Eso unido a la falta de capacidad en el Ministerio del Interior -Mayor Oreja y un hombre del Rey (Fluxá)- hace que por su cuenta traten de negociar como si de un secuestro propio de la delincuencia común se tratara. A mí me informa la médico de la prisión. Me dan toda una serie de encargos para Mayor Oreja. Los llevo y lo único que le piden al ministro son dos cosas: dinero para pagar las gestiones -fondos reservados- y acercamiento de presos a las cárceles de Euskadi. Oreja acepta ambas condiciones, motivo por el que a Ortega no lo asesinan. El negociador es un profesional elegido desde el mundo carcelario, sin connotaciones políticas, con buenos contactos y facilidad para moverse en los lugares por los que se puede conectar con "mandados de ETA".