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David R
Sábado, 06 de Septiembre de 2014 Tiempo de lectura:

Revolución demográfica

[Img #4842]En sociología entendemos que la población es el número de personas que viven en un determinado territorio, y la pirámide de población es un instrumento de la demografía; es un gráfico compuesto por dos histogramas en el que se puede observar a modo de fotografía algún aspecto de la población que se analiza, y el análisis puede ser sobre diferentes cuestiones que afectan a las características de la población estudiada.

En este caso me refiero al principal problema que enfrenta la sociedad occidental a largo plazo, y que no es otro que el envejecimiento de la población, fenómeno en el que Euskadi es una de las campeonas, con una de las esperanzas de vida más elevada de la Unión Europea, y con un descenso de la tasa de natalidad que solo en el último lustro ha sido del 12%. La pirámide es concluyente si en vez de mirarla como una foto del momento lo hacemos comparando las del último cuarto de siglo, lo que nos permite observar tendencias, tal y como ocurre con las encuestas de intención de voto político, que reflejan un momento hasta que las comparamos con las anteriores y nos permiten ver tendencias que se consolidan en el tiempo a mayor o menor velocidad.

La pirámide de envejecimiento de la población se está invirtiendo, de tal manera que ya no tiene forma de pirámide porque progresivamente el gráfico se parece cada vez más a un cono, o sea, a una pirámide vuelta del revés o "boca abajo".

El envejecimiento de la población va a generar consecuencias imprevisibles y previsibles, inevitables y contundentes, y en este sentido no tiene mucha importancia la cuestión sexo, porque las evoluciones avanzan prácticamente en paralelo y mantienen una proporcionalidad en casi todos los países de la Unión. Mi previsión se basa en el hecho básico de que cada vez habrá más personas mayores y menos personas jóvenes. Los políticos pueden mirar hacia otro lado, de hecho lo hacen en sus visiones cortoplacistas, pero las tasas de natalidad, mortalidad y los datos de inmigración no pueden mentir porque no son opiniones circunstanciales, son fríos y simples datos.

Se avecina un cambio global considerable porque las personas mayores y las más jóvenes tenemos formas diferentes de interpretar no solo los acontecimientos sino también los sentimientos, lo principios, los valores, la cultura y las tradiciones. También se avecina un cambio político de trascendencia porque surgirán un/unos partidos que representarán a ese colectivo en crecimiento que reivindicará unos derechos y luchará por ellos, y a ése movimiento político no se unirán únicamente los jubilados o pensionistas, sino también aquellas personas que vean acercarse esa condición (su número es incremental y se puede matematizar utilizando la comparación entre Pirámides de diferentes momentos). O esos partidos surgen o los actuales tendrán que modificar sus programas.

Esto afectará a las políticas públicas, a la gestión gubernamental y a la distribución del capital circulante, de tal manera que los Presupuestos Generales del Estado sufrirán importantes modificaciones en las próximas décadas y el modelo económico cambiará, pero no en el sentido que proponen las nuevas generaciones, sino en el que propondrán las personas mayores, que se convertirán en el grupo mayoritario de electores. La ruptura generacional ya se está produciendo, pero será más acusada,  diferentes formas de pensar y actuar en un mundo cada vez más globalizado y tecnificado, donde las personas mayores ya no son analfabetos informáticos.

Por motivos evidentes de salud y de calidad de vida las grandes urbes seguirán creciendo en detrimento de las pequeñas poblaciones, de hecho este fenómeno ya se está produciendo muy directamente relacionado con la eficacia de los transportes públicos y de, en general, de los servicios ofertados, con especial importancia en el caso de la sanidad. Estos movimientos micro-migratorios cambian el paisaje geográfico y el panorama económico generando nuevas necesidades infraestructurales.

La diferencia entre ricos y pobres aumentará, porque el sistema de pensiones es insostenible a largo plazo y ésa diferencia creará reivindicaciones novedosas en la distribución de la riqueza por parte de la población mayor, que cada vez es más culta, tiene más experiencia y es más crítica: solicitarán una nueva escala de prioridades en el gasto público y esto afectará directamente al gasto privado y a todas las inversiones, porque ante nuevas necesidades surgen nuevos mercados. Actualmente, son muchas personas  mayores las que sostienen un número enorme de núcleos familiares, pero esas personas serán relevadas por otras que cobrarán pensiones más bajas, y así será año tras año si no se cambia el modelo para modificar la pirámide.

Este sector pedirá vivir en paz y con la tranquilidad que permite un sistema social eficaz que crearon con su trabajo y esfuerzo, sistema que se desmorona. El número de personas dependientes y/o enfermas se disparará (ya ocurre)  y será clave en el modelo económico desarrollando nuevas relaciones laborales soportadas en nuevas legislaciones. Es evidente que el incremento de la longevidad incluye el aumento de enfermedades que apenas se padecían hace tan solo un siglo. Las perspectivas científicas ya hablan de longevidades que superarán en pocas décadas los 100 años.

Las políticas que pueden cambiar la inversión de la pirámide de población, respecto al envejecimiento, son las que aumentarían  la tasa de natalidad, apoyando para ello a las personas que quieren tener hijos, muy especialmente a la mujer pero también al hombre y tiene mucho que ver con el mercado laboral. Pero esas políticas no solo no se están llevando a cabo, el problema es más grave, me refiero a que no se implimentan ni está previsto hacerlo, porque son medidas que no funcionan en una generación, hay que proyectarlas a más años vista desde ya y cada día que pase sin hacerlo se incrementa el problema de manera exponencial, no es cuestión de calcularlo sumando sino multiplicando. Da la desagradable sensación de que el actual sistema político no lo permite, porque los políticos y las administraciones se marcan objetivos en función de los procesos electorales, que están tasados en el tiempo y les llevan siempre a tomar medidas a corto plazo.

La revolución que se avecina será novedosa porque nunca ha ocurrido en la historia de la humanidad, y  tendrá manifestaciones varias. Para cambiar el modelo en los países democráticos, y hacerlo sostenible, únicamente hace falta que las personas mayores se organicen políticamente y con el tiempo se conviertan en la principal fuerza parlamentaria.

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