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Pablo Mosquera
Sábado, 23 de Julio de 2022 Tiempo de lectura:

Gobierno con alma

Frase de la galaico ferrolana Yolanda Díaz. Suena a canción romántica. Casi a estrofa de oración para implorar ante la oleada de incendios y sus nefastas consecuencias. ¡Arde España! ¿Qué España?. La de siempre, la vaciada, rural, alejada de las urbes y que vive pendiente de la climatología. La que no sólo pierde sus humildes pertenencias, es que le espera la pertinaz sequía. Menos mal que alguien tuvo la feliz idea de crear la UME. Esas unidades militares que hombro con hombro con la Guardia Civil saben de las miserias o desigualdades en el solar hispano.   

 

Puedo prestarles nuestra alma gallega. Esa que nunca olvida el lugar-aldea-parroquia. Hasta los que nunca regresaron de las Américas, dejaron legados para construir grupos escolares que garantizaran la enseñanza de sus añorados vecinos. Esa que estará presente las vísperas del Apóstol entre los fuegos artificiales que iluminan la fachada del Obradoiro en la Ciudad Santa de Occidente.   

Suele haber en la Catedral de Santiago una ofrenda al Apóstol tras la que funciona el botafumeiro. Da igual quien tome la palabra y la respuesta que dé el Primado de la Iglesia. España está hecha unos zorros. Europa está en pleno enfrentamiento Oriente con Occidente. Todo apunta que la democracia occidental es decadente. Algún sínodo de pensadores deberían reunirse en Bolonia para sacarnos del agujero.

 

Me viene a la mente historicista aquellos tiempos en que La Habana era la ciudad del mundo con más gallegos. Y desde allí surgieron de palabra y escrito las reflexiones de la generación NOS que al regresar a nuestro viejo reino del Finisterre, movilizó las conciencias de los habitantes sumidos en la miserable vorágine del caciquismo. Pues algo así pido al Hijo del Trueno para que españoles emigrados que han aprendido a nuevas maneras de ejercer y avanzar con los derechos del ciudadano, nos ayuden a sembrar el cambio de ideología y compromiso para cambiar lo que se ha quedado inservible e insoportable. 

 

La Santa Compaña que siempre estuvo y estará en nuestros bosques, soutos y fragas, deberá apagar los incendios pues la canícula de este infernal verano se extiende con otra pandemia más, ante la gestión de un Gobierno que está tratando de salvar los muebles antes de la llegada del castigo popular en las urnas. No son conscientes los consejeros del sanchismo que el barco se hunde. 

 

El sanchismo trata de cambiar su imagen. Para lo que coloca veteranos en los puestos más mediáticos. Cuando se desencadena la tempestad de movimientos es que todo está perdido. Algunos de los nominados o son expertos en la verborrea como es el caso de la médico Montero-Hacienda, o son expertos en esas pausas tan aparentes como es el caso del ex-lehendakari López, al que sólo desde la contradicción más obscena puedo imaginar pidiendo en las Cortes el voto de Bildu.

 

Cuesta conformarse con la galerna que se ha desatado. Siempre tuve en mi pensamiento el enorme parecido entre el siglo XX y el actual. Incluso cuando reviso la personalidad de los personajes y su falta de acierto para gobernar el buque en la tempestad. No sólo en España. Es que no hay nadie en Europa que nos dé confianza de buen patrón para llegar a puerto.

 

No creo en el uso que se hace del sistema democrático. Ni tampoco en la independencia de los poderes. Ni mucho menos en las instituciones que administran el poder procedente de la sociedad. Me horroriza la nube de ineptos y egoístas que viven de la mamandurria. Me sorprende la cobardía o el individualismo de los pensadores procedentes de la mejor estancia en la sociedad civil. ¿Dónde están y qué esperan para liderar el cambio de rumbo, al menos en su papel de líderes científicos? Esa debería ser el alma del tejido social.

 

No necesitamos encuestas sociológicas para darnos por enterados de la crisis. No hace falta pagar para que los sociólogos señalen o escondan el estado de ánimo que se percibe al salir a las calles. Somos una civilización en decadencia. No hay a dónde mirar o agarrarse en tal naufragio.

 

Lo peor que me asalta. Nosotros somos una generación agotada. Pero, ¿y en las siguientes, hay alma que impulse el cambio para no terminar siendo las cenizas del incendio?

 

Por cierto, nos anuncian otra enfermedad infecciosa. Vuelve la viruela. En mi etapa de Jefe de Servicio en Osakidetza (Servicio Vasco de Salud) y profesor de Salud Pública fue cuando la OMS declaró erradicada la enfermedad que tantos problemas en morbilidad y mortalidad ocasionó. Se nos informó que ya no era preciso vacunar y que al no haber detectado ningún caso en el orbe, la vacuna con virus atenuados tenía más riesgos para la población que la propia enfermedad. ¿Volvemos a estar ante una situación extraña relacionada con laboratorios...?

 

Quiero concluir con un trabajo muy oportuno publicado por un ilustre gallego. Javier Gomez de Liaño fue juez imparcial y perseguido. Hoy ejerce como abogado. Pero ni olvida ni se calla. Es de los míos. Viene a cuento del recorrido hecho por Dolores Delgado.  Tiene que ver con el alma de la justicia.

 

 "No se trata de poner en duda la honradez personal de nadie, sino de sacar a la luz las incoherencias de un modelo de fiscal que no fue el querido por el legislador constituyente, ni por la Constitución, ni por los ciudadanos que asisten atónitos a activismos y protagonismos que tienen su raíz en ese modo de entender qué y cómo debe ser un fiscal constitucional. A mi juicio, hay fiscales que, alejados del sitio que les corresponde, aspiran a convertirse en actores del debate político. Y, para muestra, este botón: la fotografía en la que puede verse al fiscal general 'in pectore' Álvaro García Ortiz participando en la precampaña del PSOE de las elecciones en Galicia de 2020. El fiscal uncido al carro del político, del poderoso o del zascandil de turno, ofrece un espectáculo demasiado triste. La fidelidad a quienes mandan no es más que una moneda que se paga con otra moneda y no merece más respeto que el que se dispensa al mono del circo que actúa con reflejos condicionados. Mas con ser malo, mucho peor que el partidismo, es el servilismo. El primero es un fraude; el segundo, una infamia".

 

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