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Pablo Mosquera
Sábado, 30 de Julio de 2022 Tiempo de lectura:

Mucho que perder, nada que ganar

No pretendo hacer comparaciones personales. Tampoco voy a entrar en si las causas por las que una abogado del Estado dimite son las que dicen los "papeles" o las que se sabrán algún día. Pero me siento muy cercano a la dirigente de Vox Macarena Olona.

 

"Macarena Olona anuncia que deja la política". Regresa a la sociedad civil tras prestar servicios a la sociedad desde un partido político. Se escribirá durante un tiempo sobre su verbo fácil en las tribunas. "Renuncia a su carrera política"... ¿qué carrera?. Y es que muchos/as tienen asumido que la política es una profesión en la que se hace carrera.

 

Supongo que habrá un triángulo. Un vértice para los que podrán ocupar su cargo y así hacer carrera. Otro vértice para su familia que recupera a una persona cuyo trasiego profesional ha sido y seguirá siendo brillante. El tercero de los vértices el que formamos aquellos ciudadanos hartos de tanto "aventurero en busca del tesoro" sin nada que perder pues nada puede ofrecer salvo verborrea y ambición. Nos quedamos sin una de esas pocas personas que merecen la pena para reformar el perfil de la política.

 

No comparto el espacio que defendía la abogado del Estado. Pero lo hacía bien. Tenía personalidad y conocimientos, lo demostraba en el cuerpo a cuerpo con otros de profesión políticos y embarcados en la goleta del pirata que busca el botín en el mar de la confusión partidocrática.

 

Hace veinte años. En el verano del 2002. Un médico, jefe de servicio, con cuatro oposiciones. Miembro del primer Gobierno constitucionalista que se formó desde Álava para Euskadi, decidió dejar la política y reintegrarse a su profesión. La política nunca fue mi profesión. La medicina asistencial, de gestión para hospitales públicos y la enseñanza de la Salud Pública, eran de donde procedía. Conste que dejo aparte los sinsabores de ser objetivo prioritario de la banda terrorista ETA.

 

Por lo que antecede me solidarizo con la exdirigente de Vox. Creo que con el paso de los días, la llegada del otoño, se dará cuenta de cómo ha tomado una acertada decisión para su vida y la de sus verdaderos amigos. La política, hoy más que nunca, es una actividad endiablada. Una aventura que recuerda aquellos cantos de sirenas de la Odisea, o al viaje de los Argonautas de Jasón.

 

Aun recuerdo que sentado frente a la mar Cantábrica, en la Isla de La Atalaya, con el viejo faro construido en 1864, tomé la decisión de abandonar Euskadi, la política, el glamur de los despachos y, como Ulises, regresar a mi Ítaca. Lo consulté con las olas en las rompientes. Me dieron toda la fuerza para desengancharme de aquello que se había convertido en una actividad frenética, peligrosa, llena de pantanos y reptiles. Era la hora de regresar a mi carrera y ser útil a los míos desde mi condición de sanitario experto y con historial que acreditaba méritos ajenos a los cargos del creciente espacio político.

 

No es cuestión de valor. No es cuestión de enfado. No es cuestión de cansancio físico o mental. Es ni más ni menos que lo natural. Un tiempo prestado a la sociedad desde la condición política, para volver a ser y estar dónde la auténtica carrera de méritos apunta verdades objetivables.

 

Mi desconocida heroína se dará cuenta de que la política actual tiene mucho de basura y de teatro. Se vale de los miserables. Deja pequeñas las teorías de Maquiavelo. La traición de los propios es siempre mucho más peligrosa que las discrepancias y peleas ideológicas con los contrarios. Es más. Tendrá durante una temporada que curar las heridas en las que determinados juntaletras hurgarán para explicar algo tan sencillo. ¡He recuperado, como Alonso Quijano, la cordura!

   

Desde su carrera profesional descubrirá lo incultos e indecentes que se mueven por las bambalinas del escenario. El arte de hacer posible lo imposible usando la vieja dialéctica de la mentira y el sofisma. Se reirá cada vez que vea a los sanchistas agarrarse con las dos manos al sillón. Querida amiga, es que no tienen otra cosa...

 

¡Qué diferencia así a primera vista en el vuelo de la gaviota!. La tanqueta de Ribadesella no sabemos a dónde irá. Supongo que le habrán dado alguno de esos cargos cuya entrada se hace por puerta giratoria. No se sabe que estudios, titulaciones o servicios profesionales ha prestado la asturiana.

 

Claro que como para ser importante y tomar decisiones que nos llueven a todos, a unos nos examinan muchas veces, mientras a lo de la casta política sólo se les pide tres propiedades. Lealtad inquebrantable al mandarín. Acudir a los actos para alabar el discurso del líder. No equivocarse con el botón para las votaciones en la institución pública que les da sueldo y categoría social.

  

Dejar la política es desnudarse para enseñar las verdades de una vida anterior. Es recuperar el horario del trabajo. Regresar al mundo de la cultura. Tener la libertad de hablar, opinar, escribir y manifestar por tierra, mar y aire, lo que nos dé la gana. Abandonar el ilustrísimo por el doctorado.

 

¡Ah, que no se me olvide!. El último acto de la tragicomedia consiste en contar las experiencias vividas para que le sirvan a otra presunta víctima del sistema.   

 

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