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La Tribuna del País Vasco
Miércoles, 30 de Septiembre de 2015 Tiempo de lectura:
El gran error de la Administración Obama

“Poder blando” en tiempos duros

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La fulgurante expansión a lo largo de Siria e Irak que ha realizado la organización terrorista Estado Islámico durante los últimos meses no podría haberse producido si la Administración Obama no hubiera cometido, en política internacional, todos los errores posibles y algunos más.

 

Abandonando atropelladamente Irak en manos de un individuo irresponsable y sectario como Nuri al-Maliki; saliendo del antiguo reino de Sadam Husein sin dejar un Gobierno de unidad capaz de garantizar las estructuras mínimas necesarias para el mantenimiento de un Estado efectivo; apoyando fallidamente en Siria a una oposición islamista radical bajo la creencia equivocada de que todo valía para derrocar a Bashar al-Asad; dejando Afganistán nuevamente en manos de los talibanes; infravalorando la capacidad del yihadismo islamista para afianzar territorios y subyugar poblaciones; despreciando el valor táctico y disuasivo de la OTAN; aliándose con Irán de una forma poco clara, y, sobre todo, transmitiendo la idea de que Estados Unidos renunciaba a gestionar el futuro de la región, la Casa Blanca en manos del Partido Demócrata ha creado una catarata de nuevos problemas en esta parte del mundo cuya resolución, tal y como ha recordado ahora Barack Obama, exigirá años de “esfuerzos compartidos”.

 

La Unión Europea, bañada de un espíritu socialdemócrata inane, enredada en políticas multiculturales estultas que solamente han servido para que cientos de yihadistas de Francia, Gran Bretaña, España, Suecia o Noruega, generalmente bien alimentados con los presupuestos públicos que estos países dedican a programas de “integración”, corran a Siria e Irak para sacarse fotografías decapitando a “infieles” occidentales, es, desde hace décadas, un actor secundario en estos y en otros escenarios.  Y, por ello, la presencia de Estados Unidos se hace indispensable en un tiempo histórico caracterizado por la llegada de nuevos, transfronterizos y terribles desafíos para las democracias occidentales. Retos que tienen que ver con el auge internacional del terrorismo islamista, pero que también están relacionados, y mucho, con la aparición de nuevas potencias internacionales (Rusia o China, entre otras) que tienen entre sus objetivos declarados acabar con los “valores occidentales” como símbolos referenciales de bienestar, progreso y desarrollo.

 

El error de Estados Unidos, en este sentido, estriba en que para combatir esta nueva era de totalitarismo, oscuridad, irracionalidad y brutalidad que se cierne sobre extensas regiones del planeta, la Administración Obama ha optado por dejarse guiar en las relaciones internacionales por lo que define como "soft power" (“poder blando”) (influir, liderar y dirigir utilizando la influencia ideológica, política, social y económica, y no la militar). Una forma de moverse en el gran teatro internacional que se caracteriza por la intensificación de las negociaciones multilaterales, la potenciación del papel de los países "aliados", el desarrollo de estrategias económicas más sutiles, la acentuación de la diplomacia global,  el empleo intensivo de las nuevas tecnologías de la información como elemento de influencia universal y el diseño de tendencias educativas y culturales capaces de transmitir la superioridad de los valores éticos occidentales.

 

El pasado mes de mayo, el propio Barack Obama, en un discurso fundamental que pronunció en la Academia Militar de West Point, recordó y asentó estos principios: "EE.UU. debe siempre liderar en el mundo. Si no, nadie lo hará. Pero la acción militar no puede ser el único componente del liderazgo", explicaba el presidente norteamericano en aquel acto, y añadía: "Decir que tenemos un interés en buscar la paz y la libertad más allá de nuestras fronteras no significa que todos los problemas tengan una solución militar. O, lo que es lo mismo: que tengamos el mejor martillo no significa que cada problema sea un clavo".

 

Contrariamente a lo que expresa la Administración Obama, desde el fin de la Guerra Fría nunca ha habido tantos clavos, y tan grandes, para aplastar y rematar. Y, para ello, y además de alumbrar pomposas conferencias internacionales o de utilizar centenares de drones como aparatosos elementos de disuasión, será necesario bajar al terreno, mancharse de barro y luchar.

 

A Barack Obama le gusta decir que Estados Unidos es “la nación indispensable”. Quizás ha llegado el momento de demostrarlo. 

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