Manipula que algo siempre queda
Por mi condición de sanitario e inquieto librepensador, puedo señalar que habiendo profesiones universitarias indispensables para los derechos humanos en su vertiente necesaria para hacer ciudadanía libre, hay otras profesiones a las que me cuesta mucho encontrarles la misma utilidad.
Su metodología laboral es como la de aquellos sastres de antaño que mientras tomaban las medidas al cliente le adulaban y disponían sus conocimientos artesanos para servirle en sus deseos aunque éstos fueran horteras y lucieran palmito propio del infortunio natural. También lo hacían aquellos barberos. Recuerdo cómo alguno en cuanto sentaba a su "víctima" en el sillón, se apresuraba a preguntar. "De que quiere el señor hablar... ¿Y qué desea, que le dé la razón o que se la quite?".
Lo que antecede a modo de introito viene a cuento de cómo las encuestas sociológicas al servicio del mandarín forman parte del tiempo que denominamos larga campaña electoral. Primero, elecciones municipales y autonómicas. Después, elecciones generales. Pero en ambas la democracia pondrá al servicio del ciudadano las dos excelencias que dispone. El voto y la alternancia.
Antaño hubo personajes como aquel Romanones. Diputado ininterrumpidamente por Guadalajara desde 1891 a 1923. Usaba la habilidad consistente en mezclar caciquismo y clientelismo. Ofrecía a cada elector dos pesetas por voto. Antonio Maura elevó a tres pesetas la oferta. Pero el Conde fue mucho más generoso. Un duro y un puro por cada voto. Y... arrasó.
No sé, pero se me antoja cierto parecido con lo que se avecina. Este sanchismo y sus socios son emperadores que usan caudales públicos para comprar voluntades. La lista de favores que hacen clientela es cada vez más descarada. Comienza en los Ayuntamientos. De ahí que resulte imposible reducir el gasto público, ni con las espeluznantes cifras de la deuda pública.
Y no teman los "beneficiarios" de la mamandurria. Volverán a reducir las plantillas para Sanidad y Educación, pero no tocarán la de contratados leales y 'abrazafarolas' que volverán a ser agentes comerciales al servicio del que les paga con empleo y sueldo en esa inmensa y creciente legión de leales al sistema.
Escena: Un tipo que recuerda a Cuasimodo conduce uniformado una máquina para limpieza de calles y plazas. Dedica más tiempo a la cháchara que a su cometido. Es el prototipo del correveidile. Dedica más de una hora al almuerzo en su domicilio. Pero cuando llega el momento, siempre está en su lugar -haciendo guardia junto a los luceros-, agente electoral del partido que manda en la segunda empresa del territorio municipal. A buen seguro que mis lectores conocen casos similares al que cuento. Lo malo es que no estamos ante una anécdota. Forma parte del paisaje que hacen ancha sombra con el sol del mediodía. Son los leales coyunturales al poder que reparte prebendas.
No sólo hay empleados públicos. Hay una legión de sociólogos que han encontrado la bicoca en hacer encuestas sobre la intención del voto. Menos mal que ya reconocen sin ocultaciones lo que denominan la "cocina" de los resultados obtenidos en domicilios y calles. De esta forma, podemos decir sin ambages que hay dos muestras sociológicas sobre intención de voto a los partidos políticos. Las que se publican y las que son de carácter privado. Las primeras son herramientas para comentar e influir en el tejido social. Las segundas son para saber cuál es la tendencia real del ciudadano ante las próximas citas a las urnas.
Por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda. Aplíquese a la tropa de mandarines. Cualquier persona ilustrada, sensible, con experiencia sociocultural, sabe que la política tiene tendencias cíclicas. Y en los momentos presentes se percibe el cambio de ciclo. Algunos que somos usuarios de la filosofía, esa que ordena el pensamiento, notamos el agotamiento del sistema en el que se desarrollan los derechos ciudadanos. No es nada nuevo. Forma parte para el ciclo vital de la ideología. No hay más que buscar la respuesta en los cambios historicistas que se desarrollan en esos periodos del tiempo que coincide con los siglos. Hay más. Mucho me temo que estemos ante la decadencia de Occidente y el crecimiento de Oriente. Concretamente, la emergencia del gigante asiático.
La vieja Europa pasa por una profunda crisis. Los enemigos de la Unidad Europea llevan tiempo tratando de romperla con base en el fracaso del modelo económico, primero con la globalización y ahora con una guerra dónde el líder Estados Unidos empuja a sus aliados de la OTAN al enfrentamiento con la Europa que encabeza Rusia. Todo ello en ausencia de líderes tanto políticos como de la sociedad civil. No encuentro intelectuales que destaquen con sus descubrimientos sociológicos. Más bien les veo adocenados y amaestrados por el poder; de tal desgracia que en la medida que tal poder se derrumba, se lleva por inercia las ideas sobre las que hemos construido nuestra convivencia.
Por medio, como de costumbre, el papel de la Iglesia con sede en Roma. También en crisis. Por la conducta de sus príncipes. Por la pérdida de liderazgo en sus dirigentes espirituales.
Sólo me ha sorprendido el viejo Imperio Británico. ¡Qué poder de convocatoria ha mostrado la Reina Isabel! ¡Qué capacidad sismológica para fomentar la unidad de tierras y gentes tan diversas!. Las honras fúnebres por una mujer discreta que ha reinado durante setenta años y que es todo un símbolo del siglo XX está dando una lección a los Estados Unidos de América. Conviene diferenciar las personas de las instituciones.
No sé cuánto hay de tradición, emoción y manipulación para la sensibilidad humana en lo que está aconteciendo en las calles y palacios del Reino Unido, pero puede que la soberana con su muerte le haya hecho un último servicio al mundo occidental.
Por mi condición de sanitario e inquieto librepensador, puedo señalar que habiendo profesiones universitarias indispensables para los derechos humanos en su vertiente necesaria para hacer ciudadanía libre, hay otras profesiones a las que me cuesta mucho encontrarles la misma utilidad.
Su metodología laboral es como la de aquellos sastres de antaño que mientras tomaban las medidas al cliente le adulaban y disponían sus conocimientos artesanos para servirle en sus deseos aunque éstos fueran horteras y lucieran palmito propio del infortunio natural. También lo hacían aquellos barberos. Recuerdo cómo alguno en cuanto sentaba a su "víctima" en el sillón, se apresuraba a preguntar. "De que quiere el señor hablar... ¿Y qué desea, que le dé la razón o que se la quite?".
Lo que antecede a modo de introito viene a cuento de cómo las encuestas sociológicas al servicio del mandarín forman parte del tiempo que denominamos larga campaña electoral. Primero, elecciones municipales y autonómicas. Después, elecciones generales. Pero en ambas la democracia pondrá al servicio del ciudadano las dos excelencias que dispone. El voto y la alternancia.
Antaño hubo personajes como aquel Romanones. Diputado ininterrumpidamente por Guadalajara desde 1891 a 1923. Usaba la habilidad consistente en mezclar caciquismo y clientelismo. Ofrecía a cada elector dos pesetas por voto. Antonio Maura elevó a tres pesetas la oferta. Pero el Conde fue mucho más generoso. Un duro y un puro por cada voto. Y... arrasó.
No sé, pero se me antoja cierto parecido con lo que se avecina. Este sanchismo y sus socios son emperadores que usan caudales públicos para comprar voluntades. La lista de favores que hacen clientela es cada vez más descarada. Comienza en los Ayuntamientos. De ahí que resulte imposible reducir el gasto público, ni con las espeluznantes cifras de la deuda pública.
Y no teman los "beneficiarios" de la mamandurria. Volverán a reducir las plantillas para Sanidad y Educación, pero no tocarán la de contratados leales y 'abrazafarolas' que volverán a ser agentes comerciales al servicio del que les paga con empleo y sueldo en esa inmensa y creciente legión de leales al sistema.
Escena: Un tipo que recuerda a Cuasimodo conduce uniformado una máquina para limpieza de calles y plazas. Dedica más tiempo a la cháchara que a su cometido. Es el prototipo del correveidile. Dedica más de una hora al almuerzo en su domicilio. Pero cuando llega el momento, siempre está en su lugar -haciendo guardia junto a los luceros-, agente electoral del partido que manda en la segunda empresa del territorio municipal. A buen seguro que mis lectores conocen casos similares al que cuento. Lo malo es que no estamos ante una anécdota. Forma parte del paisaje que hacen ancha sombra con el sol del mediodía. Son los leales coyunturales al poder que reparte prebendas.
No sólo hay empleados públicos. Hay una legión de sociólogos que han encontrado la bicoca en hacer encuestas sobre la intención del voto. Menos mal que ya reconocen sin ocultaciones lo que denominan la "cocina" de los resultados obtenidos en domicilios y calles. De esta forma, podemos decir sin ambages que hay dos muestras sociológicas sobre intención de voto a los partidos políticos. Las que se publican y las que son de carácter privado. Las primeras son herramientas para comentar e influir en el tejido social. Las segundas son para saber cuál es la tendencia real del ciudadano ante las próximas citas a las urnas.
Por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda. Aplíquese a la tropa de mandarines. Cualquier persona ilustrada, sensible, con experiencia sociocultural, sabe que la política tiene tendencias cíclicas. Y en los momentos presentes se percibe el cambio de ciclo. Algunos que somos usuarios de la filosofía, esa que ordena el pensamiento, notamos el agotamiento del sistema en el que se desarrollan los derechos ciudadanos. No es nada nuevo. Forma parte para el ciclo vital de la ideología. No hay más que buscar la respuesta en los cambios historicistas que se desarrollan en esos periodos del tiempo que coincide con los siglos. Hay más. Mucho me temo que estemos ante la decadencia de Occidente y el crecimiento de Oriente. Concretamente, la emergencia del gigante asiático.
La vieja Europa pasa por una profunda crisis. Los enemigos de la Unidad Europea llevan tiempo tratando de romperla con base en el fracaso del modelo económico, primero con la globalización y ahora con una guerra dónde el líder Estados Unidos empuja a sus aliados de la OTAN al enfrentamiento con la Europa que encabeza Rusia. Todo ello en ausencia de líderes tanto políticos como de la sociedad civil. No encuentro intelectuales que destaquen con sus descubrimientos sociológicos. Más bien les veo adocenados y amaestrados por el poder; de tal desgracia que en la medida que tal poder se derrumba, se lleva por inercia las ideas sobre las que hemos construido nuestra convivencia.
Por medio, como de costumbre, el papel de la Iglesia con sede en Roma. También en crisis. Por la conducta de sus príncipes. Por la pérdida de liderazgo en sus dirigentes espirituales.
Sólo me ha sorprendido el viejo Imperio Británico. ¡Qué poder de convocatoria ha mostrado la Reina Isabel! ¡Qué capacidad sismológica para fomentar la unidad de tierras y gentes tan diversas!. Las honras fúnebres por una mujer discreta que ha reinado durante setenta años y que es todo un símbolo del siglo XX está dando una lección a los Estados Unidos de América. Conviene diferenciar las personas de las instituciones.
No sé cuánto hay de tradición, emoción y manipulación para la sensibilidad humana en lo que está aconteciendo en las calles y palacios del Reino Unido, pero puede que la soberana con su muerte le haya hecho un último servicio al mundo occidental.