Por favor, no escupir
Esputo, escupitajo, lapo, salivazo, flema, etc. son las formas coloquiales de definir lo que expelemos por la boca. A día de hoy, todavía resulta frecuente ver a personas que lo hacen en plena calle, ufanos, sin el más mínimo atisbo de rubor y para más inri emulando con sus rugidos al León de la Metro. Queda en el suelo constancia del ADN de lo que entienden por educación y respeto; la evidencia física blanca o verde que no deberíamos ver o pisar. No recuerdo ninguna campaña que nos aconseje a no ejecutar en la vía pública un acto tan asqueroso, repugnante y sucio que atenta contra la higiene pública, contra la salud. A decir verdad, no deberíamos comportarnos correctamente solo por miedo a una reprimenda o multa, sino por propia convicción. Quien tiene un perro debe retirar del suelo las deyecciones del animal; quien tiene un papel, un envase en la mano, lo guarda a la espera de topar con una papelera o contenedor para depositarlo; quien fuma debe o debería guardarlo en un pequeño receptáculo al uso para no ensuciar las calles. Quien se vea impelido a escupir, por favor, deposite sus sustancias más íntimas sin emitir sonido alguno en un kleenex o, en su defecto, agáchese y despréndase de ellas en la hierba sin que nadie se entere. Existe algo que se llama urbanidad, no confundir con urbanismo, que es esmerar la higiene de las buenas costumbres, no adquirir hábitos que nos perjudiquen como sociedad. Como individuos debemos observar una serie de preceptos impuestos a nosotros mismos por el bien de la comunidad; contribuyamos para vivir en una sociedad aseada en todos los aspectos y en consecuencia enorgullecernos de ella sin necesidad de que alguien tenga que hacer silbar el chiflo para recordarnoslo.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS
Lasarte-Oria
Esputo, escupitajo, lapo, salivazo, flema, etc. son las formas coloquiales de definir lo que expelemos por la boca. A día de hoy, todavía resulta frecuente ver a personas que lo hacen en plena calle, ufanos, sin el más mínimo atisbo de rubor y para más inri emulando con sus rugidos al León de la Metro. Queda en el suelo constancia del ADN de lo que entienden por educación y respeto; la evidencia física blanca o verde que no deberíamos ver o pisar. No recuerdo ninguna campaña que nos aconseje a no ejecutar en la vía pública un acto tan asqueroso, repugnante y sucio que atenta contra la higiene pública, contra la salud. A decir verdad, no deberíamos comportarnos correctamente solo por miedo a una reprimenda o multa, sino por propia convicción. Quien tiene un perro debe retirar del suelo las deyecciones del animal; quien tiene un papel, un envase en la mano, lo guarda a la espera de topar con una papelera o contenedor para depositarlo; quien fuma debe o debería guardarlo en un pequeño receptáculo al uso para no ensuciar las calles. Quien se vea impelido a escupir, por favor, deposite sus sustancias más íntimas sin emitir sonido alguno en un kleenex o, en su defecto, agáchese y despréndase de ellas en la hierba sin que nadie se entere. Existe algo que se llama urbanidad, no confundir con urbanismo, que es esmerar la higiene de las buenas costumbres, no adquirir hábitos que nos perjudiquen como sociedad. Como individuos debemos observar una serie de preceptos impuestos a nosotros mismos por el bien de la comunidad; contribuyamos para vivir en una sociedad aseada en todos los aspectos y en consecuencia enorgullecernos de ella sin necesidad de que alguien tenga que hacer silbar el chiflo para recordarnoslo.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS
Lasarte-Oria











