Autor de "El ecologismo: un nuevo totalitarismo"
Drieu Godefridi: "Menos CO2 = Menos Libertad"
Comprar El ecologismo: un nuevo totalitarismo
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Prohibir todo lo que se pueda, ecotasar el resto: este podría ser el lema de los ecologistas en política. Si el CO2 humano es el problema, entonces el hombre debe ser restringido y limitado en cada una de sus actividades emisoras de CO2: es decir, debe ser controlada la totalidad de su vida. Investigando al movimiento ecologista desde sus raíces en las éticas antihumanistas hasta sus fanáticas demandas concretas actuales (prohibir los coches, los aviones, la carne, la energía nuclear, la vida en el campo, la economía de mercado, la agricultura moderna, en definitiva, la Modernidad desde 1750), Drieu Godefridi demuestra en El ecologismo: un nuevo totalitarismo cómo el ambientalismo es una ideología que es más radical en sus pretensiones liberticidas, antieconómicas y, en última instancia, humanicidas, que cualquiera de los totalitarismos sufridos en siglos anteriores. El ideal ecologista consiste en dividir a la población humana por diez. Así lo denuncia Godefridi en este libro que acaba de editar La Tribuna del País Vasco con el título de El ecologismo: un nuevo totalitarismo y con un subtítulo demoledor: “Menos CO2 = Menos libertad”.
Drieu Godefridi, nacido en 1972, es un autor liberal belga, fundador del Instituto Hayek de Bruselas. Licenciado en Derecho y Filosofía, Godefridi es doctor en Filosofía por la Sorbona de París, consultor, inversionista de riesgo y responsable de la conceptualización y la financiación de destacadas empresas europeas. Autor de múltiples ensayos, Godefridi, siempre elegante y discreto, es también colaborador habitual del Instituto Gatestone de Nueva York. El ecologismo: Un nuevo totalitarismo es su primer libro publicado en español.
¿Qué le llevó a escribir El ecologismo: un nuevo totalitarismo?
Durante los últimos años me he ido quedando estupefacto ante el surgimiento de demandas concretas cada vez más delirantes por parte del movimiento ecologista. Como previamente, en mi libro La pasión por la igualdad (sin traducción al español) había trabajado en el estudio de la historia de los dos grandes totalitarismos del siglo XX, el nazismo y el comunismo, me di cuenta rápidamente de las similitudes sorprendentes de estos movimientos con el ecologismo. Esto es lo que me llevó a estudiar el ecologismo como una ideología política.
A su juicio, ¿sobre qué pilares se construye el nuevo totalitarismo ecológico?
El totalitarismo ecológico se construye con un doble objetivo:
El primer objetivo es axiomático y consiste en degradar al hombre como tal. Para pensadores como el alemán Hans Jonas o el estadounidense Paul Ehrlich, el hombre es una especie de molestia para el medio ambiente, en el sentido global, lo que ellos llaman “Gaia”, o lo que los alemanes denominan “Umwelt”. En consecuencia, esta molestia, este virus humano, según los ecologistas, debe ser confinado, intimidado, reducido, domesticado, hasta que su presencia se reduzca al mínimo. Es una visión profundamente antihumanista, en sentido estricto, del Hombre y de la relación de éste con el medio ambiente. La tradición occidental recomienda un equilibrio entre el hombre y su entorno, al tiempo que reconoce una primacía ontológica al ser humano. Es esta primacía ontológica la que rechazan los ecologistas. Para ellos, el hombre es sólo un primate entre otros; un ser vivo entre otros muchos. La primacía ontológica de los ecologistas es "Gaia", un concepto panteísta y anticientífico que no pueden definir.
El segundo pilar del ambientalismo es una consecuencia del anterior: la voluntad de controlar y frenar al hombre en cada una de sus actividades, de respirar, de moverse, de tener hijos… tan cierto como que no hay empresa humana que no sea “emisora de CO2”.
¿Son las imposiciones ecologistas una herramienta de las instituciones globales y de los principales gobiernos del mundo para acabar con las libertades individuales?
El ecologismo es una ideología totalitaria, pero muy occidental. El resto del mundo se adhiere a ella solo si y en la medida en que permite que los países no occidentales extraigan dinero de Occidente. Este es el principio del Fondo Verde de la ONU, que proporciona 100.000 millones de transferencias por año desde Occidente al resto del mundo, ¡incluida China!
¿"Menos CO2 = Menos libertad"?
Uno de los retos de los próximos años será desvincular el crecimiento económico del crecimiento de las emisiones de CO2. Esto se hará a condición, en particular, de un desarrollo masivo de la energía nuclear. Pero los ecologistas no quieren esperar: quieren reducir masivamente las emisiones de CO2 de inmediato, incluso a costa de destruir la libertad humana. Porque, en el estado actual de las tecnologías y dado el insuficiente desarrollo del parque nuclear mundial, efectivamente no existe una sola figura de actividad humana que no emita CO2 .
¿Por qué afirma que el totalitarismo ecológico es más peligroso que otros totalitarismos como el nazismo o el comunismo?
Más peligroso, no sé si lo es. Pero más radical en su degradación ontológica del Hombre, y en su pretensión de aniquilar la libertad individual, sin duda. A pesar de sus monstruosidades teóricas y prácticas, el comunismo y el nacionalsocialismo reconocieron, como toda la tradición occidental, la primacía ontológica del Hombre.
En su opinión, si el ecologismo es fundamentalmente antieconómico y anticapitalista, ¿por qué las grandes multinacionales apoyan muchas de las políticas ambientales más radicales y se arrodillan ante figuras como Greta Thunberg?
Las empresas capitalistas se adaptan a su entorno político, porque su único objetivo es, por definición, obtener ganancias. Cuando la presión política, mediática y activista va en la misma dirección (la exaltación del ecologismo totalitario), las corporaciones siguen sabia y obedientemente la corriente y los vientos predominantes. Además, secciones enteras de la economía mundial dependen de la sostenibilidad del ecologismo totalitario, lo que justifica subsidios públicos masivos. Empezando por supuesto con las llamadas energías renovables, en realidad intermitentes, arquetipos del “capitalismo amiguista” en el sentido de Adam Smith y James M. Buchanan.
¿Cree que la agenda oculta detrás del movimiento ecologista global es la reducción de la población del planeta?
No creo en la existencia de un movimiento ecologista “global”. El régimen chino, por ejemplo, no tiene absolutamente ningún deseo de reducir su población. De hecho, por el contrario, ahora están dispuestos a hacer cualquier cosa para convencer a las mujeres chinas de engendrar más hijos. Lo mismo puede decirse de Rusia. Es un ingenuo etnocentrismo occidental pensar que la Tierra canta al unísono con Occidente. De hecho, los ecologistas occidentales desean reducir la población humana a unas pocas decenas de millones de personas. Somos 8.000 millones. ¡Nunca estos pensadores ecologistas, enemigos de la humanidad, nos explican cómo pasamos de 8.000 millones de seres humanos a “unos cuantos millones”! Ni el comunismo ni el nacionalsocialismo abogaron por reducir la humanidad a “unos pocos millones” de individuos. Esta solamente es una pretensión delirante del totalitarismo ecologista occidental.
¿Cómo podemos los ciudadanos defendernos de la presión totalitaria ecologista?
Haciendo que este libro El ecologismo, un nuevo totalitarismo sea leído por tantos tomadores de decisiones e influenciadores como sea posible. Abriendo los ojos de nuestros contemporáneos a la realidad del ecologismo totalitario. Utilizando la democracia para los fines para los que fue instituida, es decir, para pulverizar los partidos y movimientos políticos portadores de una ideología totalitaria, antihumanista, draconiana, profundamente nociva y destructiva. Y, por cierto, absolutamente mediocre.
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Drieu Godefridi, nacido en 1972, es un autor liberal belga, fundador del Instituto Hayek de Bruselas. Licenciado en Derecho y Filosofía, Godefridi es doctor en Filosofía por la Sorbona de París, consultor, inversionista de riesgo y responsable de la conceptualización y la financiación de destacadas empresas europeas. Autor de múltiples ensayos, Godefridi, siempre elegante y discreto, es también colaborador habitual del Instituto Gatestone de Nueva York. El ecologismo: Un nuevo totalitarismo es su primer libro publicado en español.
¿Qué le llevó a escribir El ecologismo: un nuevo totalitarismo?
Durante los últimos años me he ido quedando estupefacto ante el surgimiento de demandas concretas cada vez más delirantes por parte del movimiento ecologista. Como previamente, en mi libro La pasión por la igualdad (sin traducción al español) había trabajado en el estudio de la historia de los dos grandes totalitarismos del siglo XX, el nazismo y el comunismo, me di cuenta rápidamente de las similitudes sorprendentes de estos movimientos con el ecologismo. Esto es lo que me llevó a estudiar el ecologismo como una ideología política.
A su juicio, ¿sobre qué pilares se construye el nuevo totalitarismo ecológico?
El totalitarismo ecológico se construye con un doble objetivo:
El primer objetivo es axiomático y consiste en degradar al hombre como tal. Para pensadores como el alemán Hans Jonas o el estadounidense Paul Ehrlich, el hombre es una especie de molestia para el medio ambiente, en el sentido global, lo que ellos llaman “Gaia”, o lo que los alemanes denominan “Umwelt”. En consecuencia, esta molestia, este virus humano, según los ecologistas, debe ser confinado, intimidado, reducido, domesticado, hasta que su presencia se reduzca al mínimo. Es una visión profundamente antihumanista, en sentido estricto, del Hombre y de la relación de éste con el medio ambiente. La tradición occidental recomienda un equilibrio entre el hombre y su entorno, al tiempo que reconoce una primacía ontológica al ser humano. Es esta primacía ontológica la que rechazan los ecologistas. Para ellos, el hombre es sólo un primate entre otros; un ser vivo entre otros muchos. La primacía ontológica de los ecologistas es "Gaia", un concepto panteísta y anticientífico que no pueden definir.
El segundo pilar del ambientalismo es una consecuencia del anterior: la voluntad de controlar y frenar al hombre en cada una de sus actividades, de respirar, de moverse, de tener hijos… tan cierto como que no hay empresa humana que no sea “emisora de CO2”.
¿Son las imposiciones ecologistas una herramienta de las instituciones globales y de los principales gobiernos del mundo para acabar con las libertades individuales?
El ecologismo es una ideología totalitaria, pero muy occidental. El resto del mundo se adhiere a ella solo si y en la medida en que permite que los países no occidentales extraigan dinero de Occidente. Este es el principio del Fondo Verde de la ONU, que proporciona 100.000 millones de transferencias por año desde Occidente al resto del mundo, ¡incluida China!
¿"Menos CO2 = Menos libertad"?
Uno de los retos de los próximos años será desvincular el crecimiento económico del crecimiento de las emisiones de CO2. Esto se hará a condición, en particular, de un desarrollo masivo de la energía nuclear. Pero los ecologistas no quieren esperar: quieren reducir masivamente las emisiones de CO2 de inmediato, incluso a costa de destruir la libertad humana. Porque, en el estado actual de las tecnologías y dado el insuficiente desarrollo del parque nuclear mundial, efectivamente no existe una sola figura de actividad humana que no emita CO2 .
¿Por qué afirma que el totalitarismo ecológico es más peligroso que otros totalitarismos como el nazismo o el comunismo?
Más peligroso, no sé si lo es. Pero más radical en su degradación ontológica del Hombre, y en su pretensión de aniquilar la libertad individual, sin duda. A pesar de sus monstruosidades teóricas y prácticas, el comunismo y el nacionalsocialismo reconocieron, como toda la tradición occidental, la primacía ontológica del Hombre.
En su opinión, si el ecologismo es fundamentalmente antieconómico y anticapitalista, ¿por qué las grandes multinacionales apoyan muchas de las políticas ambientales más radicales y se arrodillan ante figuras como Greta Thunberg?
Las empresas capitalistas se adaptan a su entorno político, porque su único objetivo es, por definición, obtener ganancias. Cuando la presión política, mediática y activista va en la misma dirección (la exaltación del ecologismo totalitario), las corporaciones siguen sabia y obedientemente la corriente y los vientos predominantes. Además, secciones enteras de la economía mundial dependen de la sostenibilidad del ecologismo totalitario, lo que justifica subsidios públicos masivos. Empezando por supuesto con las llamadas energías renovables, en realidad intermitentes, arquetipos del “capitalismo amiguista” en el sentido de Adam Smith y James M. Buchanan.
¿Cree que la agenda oculta detrás del movimiento ecologista global es la reducción de la población del planeta?
No creo en la existencia de un movimiento ecologista “global”. El régimen chino, por ejemplo, no tiene absolutamente ningún deseo de reducir su población. De hecho, por el contrario, ahora están dispuestos a hacer cualquier cosa para convencer a las mujeres chinas de engendrar más hijos. Lo mismo puede decirse de Rusia. Es un ingenuo etnocentrismo occidental pensar que la Tierra canta al unísono con Occidente. De hecho, los ecologistas occidentales desean reducir la población humana a unas pocas decenas de millones de personas. Somos 8.000 millones. ¡Nunca estos pensadores ecologistas, enemigos de la humanidad, nos explican cómo pasamos de 8.000 millones de seres humanos a “unos cuantos millones”! Ni el comunismo ni el nacionalsocialismo abogaron por reducir la humanidad a “unos pocos millones” de individuos. Esta solamente es una pretensión delirante del totalitarismo ecologista occidental.
¿Cómo podemos los ciudadanos defendernos de la presión totalitaria ecologista?
Haciendo que este libro El ecologismo, un nuevo totalitarismo sea leído por tantos tomadores de decisiones e influenciadores como sea posible. Abriendo los ojos de nuestros contemporáneos a la realidad del ecologismo totalitario. Utilizando la democracia para los fines para los que fue instituida, es decir, para pulverizar los partidos y movimientos políticos portadores de una ideología totalitaria, antihumanista, draconiana, profundamente nociva y destructiva. Y, por cierto, absolutamente mediocre.



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