Conceptos y polémicas
Arnaud Imatz reflexiona sobre el fascismo, el falangismo y el franquismo
![[Img #23270]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/11_2022/3255_arnaud-imatz.jpg)
Nacido en Bayona (Francia), en 1948, en el seno de una familia de origen vasco-navarro, Arnaud Imatz es doctor en Ciencias Políticas y diplomado en Derecho y Economía. Ha sido funcionario internacional en la OCDE y empresario, pero, sobre todo, es uno de los principales hispanistas europeos, autor de numerosas obras, entre las que destacan algunas como Vascos y Navarros (La Tribuna del País Vasco, 2020), José Antonio: entre odio y amor. Su historia como fue (Áltera, Madrid, 2006, 2007) o Los partidos contra las personas. Izquierda y derecha: dos etiquetas (Áltera, Barcelona, 2005). Imatz es también uno de los principales expertos en el estudio de la Falange Española y en esta entrevista explica con precisión los puntos de contacto y las diferencias de ésta con el franquismo y el fascismo.
¿Es el fascismo una revisión del marxismo o una táctica del capitalismo?
La supuesta “táctica del capitalismo” era la tesis de la Comintern desarrollada muy temprano a partir de 1923. Creo que la Segunda Guerra Mundial fue su desmentido más rotundo. Como todos sabemos dicho conflicto estuvo marcado por la alianza del comunismo de Stalin con el capitalismo liberal de Roosevelt. Los dos lucharon victoriosamente contra el nacional-socialismo alemán de Hitler y su aliado el fascismo italiano de Mussolini. Por supuesto, esto no ha impedido que los comunistas repitan lo mismo y 'ad nauseam' después de 1945, ni por supuesto que lo utilicen hoy los criptocomunistas con la misma jerga: “instrumento violento y dictatorial del capitalismo burgués” o "brazo armado del capital".
La verdad de los hechos es distinta. Todos los partidos de derecha y de centro (muy especialmente los conservadores), pero también los de izquierda, con la excepción de los partidos marxistas revolucionarios, han sido financiados por la gran patronal. Los partidos llamados “fascistas” son paradójicamente los que menos lo han sido. La gran patronal y/o el gran capitalismo se unió mayoritariamente a los partidos fascistas cuando la victoria estaba prácticamente ganada por estos últimos y cuando no tenían otra opción (esto lo demostró hace años, por ejemplo, Ashby Turner Henry en su obra German Big Business and the Rise of Hitler, 1985).
En cuanto a la “revisión del marxismo”, no está tan claro. Algunos autores ven en el fascismo un producto del revisionismo de izquierdas (socialista, estatista, laicista, antitradicional y anticristiano); otros, lo ven como un fenómeno revolucionario de derechas, ni reaccionario ni oportunista, basado en el mito de la renovación, de la regeneración (en el fondo sería como una especie de versión secularizada del “hombre nuevo” del cristianismo); otros, lo ven como un movimiento revolucionario, “simultáneamente de derechas y de izquierdas”, que nace de la síntesis, por un lado, del socialismo "revisionista" y del sindicalismo revolucionario (Sorel) y, por otro, del nacionalismo, organicista y social.
¿Cuáles son, en su opinión, las características principales que distinguen al fascismo?
Interpretar de manera rigurosa el fascismo resulta ser una tarea difícil. La casi totalidad de los políticos y periodistas - los que se expresan en los grandes medios de comunicación - lo presentan como el mayor peligro moderno, siempre presente, oculto, como una hidra, un monstruo que resurge siempre de sus cenizas. Para ellos, y por lo tanto también para la opinión publica, el fascista es el malo, el enemigo, el violento, el fanático, el machista, el racista. “Fascista” ha venido a ser el insulto supremo y definitivo contra el Otro, el político, el intelectual o el ciudadano medio cuyas ideas no gustan. Es el paria con quien sería inmoral, ilegitimo, ilegal, debatir. No se puede transigir con el mal, el diablo. ¡Tutti fascisti! era el título de un libro italiano de 1975… extrañamente las cosas no han cambiado hoy, quizás han empeorado.
A un nivel más serio, los círculos académicos nunca han dejado de formular teorías explicativas del fenómeno y esto desde los lejanos años 1920-1930. A pesar de las afirmaciones de numerosos especialistas, apasionados defensores de sus querencias profesionales, no existe un acuerdo o un consenso general. Solo existen pistas de reflexión que se combinan, se entrelazan o se excluyen. Podría listar una quincena de esas definiciones reduccionistas. ¿Ejemplos?: el resultado de la combinación del capitalismo y de la represión sexual (según la Escuela de Frankfurt); la salida para la homosexualidad (Sartre); el efecto del nihilismo irracional y violento o de la crisis y corrupción moral; la expresión del radicalismo de las clases medias; la aversión al caos de los actores sociales más homogéneos; una forma posible del bonapartismo; un populismo ultranacionalista; la resistencia a la modernización; el prototipo de la revolución modernizadora; un ejemplo de religión secularizada; una manifestación típica del totalitarismo moderno, etc., etc.
¿Qué distingue al fascismo del nazismo?
El fascismo como modelo sociopolítico de carácter general y transnacional, o si se quiere el "fascismo genérico", plantea más preguntas de las que responde. Para los historiadores rigurosos, definir el "fascismo" significa ante todo escribir su historia teniendo en cuenta sus características nacionales. Muchos autores como Nolte, Arendt, Sternhell, Payne, Del Noce, por citar sólo algunos de los más importantes, señalan la existencia de una concepción mínima básica. Habría un pequeño denominador común entre los diversos movimientos y regímenes políticos aparecidos en la Europa de principios del siglo pasado, en plena crisis cultural, económica y social, que intentaron combinar socialismo y nacionalismo. Este punto de vista es a priori convincente, pero plantea muchas preguntas. Yo, desde luego, no creo que exista un modelo único de "fascismo", ni una definición universalmente válida.
En primer lugar, las similitudes imperfectas que estos autores señalan constituyen en última instancia un auténtico batiburrillo de ideas, valores y principios.
En segundo lugar, no existe entre ellos un acuerdo real sobre la importancia, frecuencia y significado comparativos de dichas similitudes. Según las convicciones de cada cual habría en el corazón del fascismo: una concepción mística de la vida y la política; una forma de pensar voluntarista o idealista o espiritualista ; una visión cíclica de la historia; una concepción “palingenésica” de la historia (un linaje que va desde las herejías cristianas de la Edad Media, hasta Lenin pasando por Lutero y Rousseau) ; el rechazo del materialismo marxista; el desprecio por el individualismo, por la democracia parlamentaria y la burguesía; el racismo y el antisemitismo; el culto al líder providencial; el deseo de crear una nueva clase dirigente procedente de las clases medias y del mundo obrero; la exaltación de la juventud; la movilización e integración de las masas mediante la propaganda y el partido único; la realpolitik; el imperialismo político-cultural; el deseo de conciliar la modernidad técnica con el triunfo de los valores tradicionales; la afirmación de la primacía de la soberanía política en detrimento de toda forma de economismo; la defensa de la economía privada, pero con la ampliación de la iniciativa pública, etc.
En realidad, los estudiosos del “fascismo” son incapaces de superar el obstáculo que suponen las profundas diferencias entre todos los movimientos o regímenes supuestamente "fascistas".
Del fascismo italiano se debe subrayar una filiación importante a menudo desconocida, ignorada o silenciada: es en gran parte el heredero de la tradición republicana del “Risorgimento”, la de Mazzini y Garibaldi. En cuanto al nazismo, se ha especulado mucho sobre su carácter conservador y reaccionario (pesimismo trágico, neopaganismo), pero las cosas no parecen tan claras. En su famosa obra Hitler’s Social Revolution (1966), el historiador americano David Schoenbaum demostró lo contrario, a saber su carácter modernizador y revolucionario.
Si nos fijamos solo en el macabro recuento de las víctimas de estos regímenes o sistemas, hay una diferencia inconmensurable entre el "totalitarismo de Estado" del fascismo italiano y el "totalitarismo de raza" del nacionalsocialismo alemán. Antes de llegar al poder, entre 1919 y 1922, los fascistas italianos causaron entre 600 y 700 víctimas entre los activistas de izquierda y extrema izquierda y sufrieron aproximadamente el mismo número de muertes en sus filas. Entre 1922 y 1943, el régimen de Mussolini ejecutó a veinte y seis personas (la guerra civil italiana se cobró luego 50.000 víctimas según Claudio Pavone). Además, el número de presos políticos en la Italia fascista nunca superó los 2000.
El fascismo italiano nunca tuvo la intención ni la posibilidad de desarrollar un sistema verdaderamente totalitario (véase los estudios de Renzo de Felice), basado en el control de todas las instituciones del Estado y de la sociedad, y mucho menos de desarrollar un sistema de campos de concentración como ha sido el caso de la Alemania nacionalsocialista o de la URSS (según los métodos y los criterios, las estimaciones de las victimas para la Alemania nacionalsocialista y la URSS y el mundo comunista varían de simple a doble; son de 8 a 15 millones para la Alemania nacionalsocialista, de 20 a 40 millones para la URSS y de 60 a 120 millones para el conjunto de los países comunistas). Hay una diferencia con el fascismo italiano no sólo de grado, sino de naturaleza.
Paul Gottfried, Zeev Sternhell, Renzo di Felice o Louis Dupeux, admiten la existencia de un denominador común, pero prefieren reservar el término "fascismo" para movimientos distintos del nazismo, al que consideran un "caso límite" marcado por el carácter totalizador y exterminador de su dictadura (la cual se opone significativamente a cualquier forma de democracia orgánica). Establecen una distinción entre el "fascismo latino", de los países católicos y el "fascismo norte-europeo", de los países protestantes. Subrayan también que la derecha tradicional, nacionalista y conservadora de los gobiernos autoritarios de Franco, Salazar y Dollfus no puede – y menos aún - equipararse al único modelo verdadero de "fascismo genérico", que es el fascismo italiano.
¿Pertenecen la Falange Española y/o el nacionalsindicalismo al modelo de “fascismo latino”?
Dudo que la categorización de "fascismo latino" pueda arrojar alguna luz clara sobre la confusa cuestión del "fascismo genérico".
Creo conocer bastante bien la vida y el pensamiento político de José Antonio Primo de Rivera. Según la mayoría de los llamados “especialistas” del tema, el fundador de la Falange Española sería el modelo del "fascismo español". Definido "fascista", el fundador de FE seria, por lo tanto, según ellos, antidemocrático, golpista, ultranacionalista, imperialista, belicista, totalitario, apologista de la violencia y la dictadura, etc. El problema es que todas estas opiniones y acusaciones son ampliamente invalidadas por los hechos, la vida y los escritos de José Antonio.
Primero, se debe hacer una puesta en perspectiva: es importante recordar que, en Europa, durante los dos últimos siglos, tanto la derecha como la izquierda han abrazado sus propias formas de antidemocracia, autoritarismo, nacionalismo, imperialismo, violencia, belicismo, elitismo, jerarquismo, políticas de identidad y particularismo. Segundo, no se debe confundir el movimiento falangista joseantoniano (1933-1936) con el Movimiento o Falange Tradicionalista, nacido en 1937 de la fusión de todos los partidos de derecha bajo la égida de Franco (con la simultanea condenación a muerte del segundo jefe de la FE, Manuel Hedilla), ni con el régimen de Franco, que duró casi cuarenta años.
Luego no solo se puede y se debe debatir sobre el carácter "revolucionario" o "reformista" del programa económico y social de Falange Española de las JONS, sino también sobre los numerosos elementos que diferencian el ideal joseantoniano del "fascismo italiano”. Entre ellos se encuentran: la concepción del Estado como subordinado a los principios morales y al fin trascendente del hombre, el sentido de la dignidad humana, la consideración de la persona y de la vida social, el respeto a la libertad, la afirmación de los valores eternos del hombre, y la inspiración católica de la filosofía política y de la estructura de la sociedad. Y esto no es poco, como lo subrayó en su momento el gran filósofo hispanista Alain Guy.
Anticapitalista, antisocialista y antimarxista, José Antonio lo era sin duda. ¿Pero era antidemocrático? Es discutible. Decía: "La aspiración a una vida democrática libre y pacífica será siempre el objetivo de la ciencia política más allá de todas las modas"; quería según sus propias palabras una democracia que no fuera sólo de "forma" sino de "contenido".
Se le reprocha su frase: "Cuando se ofende a la justicia y a la patria, no hay más dialéctica admisible que la de los puños y las pistolas". Son palabras desde luego muy discutibles, pero no se deben olvidar las locas, incendiarias y antidemocráticas declaraciones de sus adversarios, empezando por las del “Lenin español”, el socialista Largo Caballero. La violencia no era un postulado del ideal joséantoniano, sino una necesidad pragmática para evitar la aniquilación (Tras un periodo de espera de ocho meses, con doce muertos en sus filas, la FE decidió lanzarse en el ciclo de las represalias. Hizo unas sesenta víctimas entre sus opositores hasta el levantamiento de julio 1936; pero esta cifra es inferior al total de sus propias pérdidas: alrededor de 80).
¿Era golpista José Antonio? Ni más ni menos que sus adversarios. Bien sabemos que el golpismo de signo moderado o progresista (pocas veces conservador) ha sido una de las características más destacadas de la vida política en España (y también de una buena parte de Europa) durante el siglo XIX y principios del siglo XX (desde 1820 se han dado 40 pronunciamientos y golpes de Estado importantes en España y centenares de muy pequeños). Que José Antonio haya sido marcado e incluso contaminado por la tradición golpista del liberalismo decimonónico y por la doble tradición golpista del anarquismo y del socialismo, es más que probable. Pero a pesar de todo, su proyecto efímero y un tanto descabellado de “insurrección” expuesto en la reunión de Gredos (junio 1935), no pasa de ser una respuesta circunstancial, teórica e imaginaria – sin un comienzo de aplicación -, en respuesta a la grave insurrección socialista de octubre 1934.
José Antonio sería un ultranacionalista. Pero ¿por qué dijo: "no somos nacionalistas, porque el ser nacionalista es una pura sandez; es implantar los resortes espirituales más hondos sobre una mera circunstancia física; nosotros no somos nacionalistas, porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos". ¿José Antonio sería un imperialista? Pero, ¿por qué no se encuentra ni una sola reivindicación territorial en sus Obras Completas? ¿José Antonio sería antisemita? Pero, ¿por qué uno buscaría en vano matices antisemitas o racistas en sus palabras? ¿José Antonio sería un totalitario? Lo cierto es que utilizó cinco veces el término totalitario o Estado totalitario en sus escritos o discursos. ¿Pero en qué sentido lo hizo? Desde luego, no en el sentido negativo que le dan a la palabra Arendt, Carl Joachim Friedrich o Brzezinski. Quiso significar su deseo de crear un "Estado para todos", "sin divisiones", "integrando a todos los españoles", "un instrumento al servicio de la unidad nacional".
¿José Antonio sería un aprendiz de dictador? ¿Pero quienes eran los auténticos teóricos y técnicos de la dictadura sino los epígonos de la tradición pretoriana decimonónica, como lo era el republicano-demócrata Joaquin Costa defensor del “cirujano de hierro”, por no hablar de los socialistas y marxistas que eran entonces doctrinarios y partidarios de la dictadura del proletariado o mejor dicho de la élite del Partido sobre el proletariado? ¿José Antonio sería el más puro representante del fascismo español? Pero, ¿por qué su visión del fascismo, expresada en su declaración de 1936, es tan sorprendentemente crítica: "El fascismo es fundamentalmente falso: acierta al barruntar que se trata de un fenómeno religioso, pero quiere sustituir la religión por una idolatría" y "conduce a la absorción del individuo en la colectividad". En cuanto a su fe o convicciones católicas, no se pueden cuestionar: “Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico”.
La comparación del joven líder de la Falange con los “no conformistas” o personalistas franceses de los años 30 (Mounier, Aron, Maulnier, Rougemont, Dandieu, Marc o Daniel-Rops, de los que se sabe que influyeron considerablemente en Charles de Gaulle) o con el fundador de Fianna Fail, el futuro presidente de la república irlandesa, Éamon de Valera, me parece mucho más convincente. También me parece muy revelador que los historiadores más rigurosos y honestos, especialmente molestos ante el caso José Antonio, recurran a toda una serie de eufemismos para definirle. El fascismo de José Antonio, dicen, era "intelectual", "racional", "moderado", "civilizado", "idealista", "ingenuo" o "poético". ¡Quizás! Pero estos atributos no se encuentran generalmente entre las características comúnmente aceptadas del fascismo.
![[Img #23270]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/11_2022/3255_arnaud-imatz.jpg)
Nacido en Bayona (Francia), en 1948, en el seno de una familia de origen vasco-navarro, Arnaud Imatz es doctor en Ciencias Políticas y diplomado en Derecho y Economía. Ha sido funcionario internacional en la OCDE y empresario, pero, sobre todo, es uno de los principales hispanistas europeos, autor de numerosas obras, entre las que destacan algunas como Vascos y Navarros (La Tribuna del País Vasco, 2020), José Antonio: entre odio y amor. Su historia como fue (Áltera, Madrid, 2006, 2007) o Los partidos contra las personas. Izquierda y derecha: dos etiquetas (Áltera, Barcelona, 2005). Imatz es también uno de los principales expertos en el estudio de la Falange Española y en esta entrevista explica con precisión los puntos de contacto y las diferencias de ésta con el franquismo y el fascismo.
¿Es el fascismo una revisión del marxismo o una táctica del capitalismo?
La supuesta “táctica del capitalismo” era la tesis de la Comintern desarrollada muy temprano a partir de 1923. Creo que la Segunda Guerra Mundial fue su desmentido más rotundo. Como todos sabemos dicho conflicto estuvo marcado por la alianza del comunismo de Stalin con el capitalismo liberal de Roosevelt. Los dos lucharon victoriosamente contra el nacional-socialismo alemán de Hitler y su aliado el fascismo italiano de Mussolini. Por supuesto, esto no ha impedido que los comunistas repitan lo mismo y 'ad nauseam' después de 1945, ni por supuesto que lo utilicen hoy los criptocomunistas con la misma jerga: “instrumento violento y dictatorial del capitalismo burgués” o "brazo armado del capital".
La verdad de los hechos es distinta. Todos los partidos de derecha y de centro (muy especialmente los conservadores), pero también los de izquierda, con la excepción de los partidos marxistas revolucionarios, han sido financiados por la gran patronal. Los partidos llamados “fascistas” son paradójicamente los que menos lo han sido. La gran patronal y/o el gran capitalismo se unió mayoritariamente a los partidos fascistas cuando la victoria estaba prácticamente ganada por estos últimos y cuando no tenían otra opción (esto lo demostró hace años, por ejemplo, Ashby Turner Henry en su obra German Big Business and the Rise of Hitler, 1985).
En cuanto a la “revisión del marxismo”, no está tan claro. Algunos autores ven en el fascismo un producto del revisionismo de izquierdas (socialista, estatista, laicista, antitradicional y anticristiano); otros, lo ven como un fenómeno revolucionario de derechas, ni reaccionario ni oportunista, basado en el mito de la renovación, de la regeneración (en el fondo sería como una especie de versión secularizada del “hombre nuevo” del cristianismo); otros, lo ven como un movimiento revolucionario, “simultáneamente de derechas y de izquierdas”, que nace de la síntesis, por un lado, del socialismo "revisionista" y del sindicalismo revolucionario (Sorel) y, por otro, del nacionalismo, organicista y social.
¿Cuáles son, en su opinión, las características principales que distinguen al fascismo?
Interpretar de manera rigurosa el fascismo resulta ser una tarea difícil. La casi totalidad de los políticos y periodistas - los que se expresan en los grandes medios de comunicación - lo presentan como el mayor peligro moderno, siempre presente, oculto, como una hidra, un monstruo que resurge siempre de sus cenizas. Para ellos, y por lo tanto también para la opinión publica, el fascista es el malo, el enemigo, el violento, el fanático, el machista, el racista. “Fascista” ha venido a ser el insulto supremo y definitivo contra el Otro, el político, el intelectual o el ciudadano medio cuyas ideas no gustan. Es el paria con quien sería inmoral, ilegitimo, ilegal, debatir. No se puede transigir con el mal, el diablo. ¡Tutti fascisti! era el título de un libro italiano de 1975… extrañamente las cosas no han cambiado hoy, quizás han empeorado.
A un nivel más serio, los círculos académicos nunca han dejado de formular teorías explicativas del fenómeno y esto desde los lejanos años 1920-1930. A pesar de las afirmaciones de numerosos especialistas, apasionados defensores de sus querencias profesionales, no existe un acuerdo o un consenso general. Solo existen pistas de reflexión que se combinan, se entrelazan o se excluyen. Podría listar una quincena de esas definiciones reduccionistas. ¿Ejemplos?: el resultado de la combinación del capitalismo y de la represión sexual (según la Escuela de Frankfurt); la salida para la homosexualidad (Sartre); el efecto del nihilismo irracional y violento o de la crisis y corrupción moral; la expresión del radicalismo de las clases medias; la aversión al caos de los actores sociales más homogéneos; una forma posible del bonapartismo; un populismo ultranacionalista; la resistencia a la modernización; el prototipo de la revolución modernizadora; un ejemplo de religión secularizada; una manifestación típica del totalitarismo moderno, etc., etc.
¿Qué distingue al fascismo del nazismo?
El fascismo como modelo sociopolítico de carácter general y transnacional, o si se quiere el "fascismo genérico", plantea más preguntas de las que responde. Para los historiadores rigurosos, definir el "fascismo" significa ante todo escribir su historia teniendo en cuenta sus características nacionales. Muchos autores como Nolte, Arendt, Sternhell, Payne, Del Noce, por citar sólo algunos de los más importantes, señalan la existencia de una concepción mínima básica. Habría un pequeño denominador común entre los diversos movimientos y regímenes políticos aparecidos en la Europa de principios del siglo pasado, en plena crisis cultural, económica y social, que intentaron combinar socialismo y nacionalismo. Este punto de vista es a priori convincente, pero plantea muchas preguntas. Yo, desde luego, no creo que exista un modelo único de "fascismo", ni una definición universalmente válida.
En primer lugar, las similitudes imperfectas que estos autores señalan constituyen en última instancia un auténtico batiburrillo de ideas, valores y principios.
En segundo lugar, no existe entre ellos un acuerdo real sobre la importancia, frecuencia y significado comparativos de dichas similitudes. Según las convicciones de cada cual habría en el corazón del fascismo: una concepción mística de la vida y la política; una forma de pensar voluntarista o idealista o espiritualista ; una visión cíclica de la historia; una concepción “palingenésica” de la historia (un linaje que va desde las herejías cristianas de la Edad Media, hasta Lenin pasando por Lutero y Rousseau) ; el rechazo del materialismo marxista; el desprecio por el individualismo, por la democracia parlamentaria y la burguesía; el racismo y el antisemitismo; el culto al líder providencial; el deseo de crear una nueva clase dirigente procedente de las clases medias y del mundo obrero; la exaltación de la juventud; la movilización e integración de las masas mediante la propaganda y el partido único; la realpolitik; el imperialismo político-cultural; el deseo de conciliar la modernidad técnica con el triunfo de los valores tradicionales; la afirmación de la primacía de la soberanía política en detrimento de toda forma de economismo; la defensa de la economía privada, pero con la ampliación de la iniciativa pública, etc.
En realidad, los estudiosos del “fascismo” son incapaces de superar el obstáculo que suponen las profundas diferencias entre todos los movimientos o regímenes supuestamente "fascistas".
Del fascismo italiano se debe subrayar una filiación importante a menudo desconocida, ignorada o silenciada: es en gran parte el heredero de la tradición republicana del “Risorgimento”, la de Mazzini y Garibaldi. En cuanto al nazismo, se ha especulado mucho sobre su carácter conservador y reaccionario (pesimismo trágico, neopaganismo), pero las cosas no parecen tan claras. En su famosa obra Hitler’s Social Revolution (1966), el historiador americano David Schoenbaum demostró lo contrario, a saber su carácter modernizador y revolucionario.
Si nos fijamos solo en el macabro recuento de las víctimas de estos regímenes o sistemas, hay una diferencia inconmensurable entre el "totalitarismo de Estado" del fascismo italiano y el "totalitarismo de raza" del nacionalsocialismo alemán. Antes de llegar al poder, entre 1919 y 1922, los fascistas italianos causaron entre 600 y 700 víctimas entre los activistas de izquierda y extrema izquierda y sufrieron aproximadamente el mismo número de muertes en sus filas. Entre 1922 y 1943, el régimen de Mussolini ejecutó a veinte y seis personas (la guerra civil italiana se cobró luego 50.000 víctimas según Claudio Pavone). Además, el número de presos políticos en la Italia fascista nunca superó los 2000.
El fascismo italiano nunca tuvo la intención ni la posibilidad de desarrollar un sistema verdaderamente totalitario (véase los estudios de Renzo de Felice), basado en el control de todas las instituciones del Estado y de la sociedad, y mucho menos de desarrollar un sistema de campos de concentración como ha sido el caso de la Alemania nacionalsocialista o de la URSS (según los métodos y los criterios, las estimaciones de las victimas para la Alemania nacionalsocialista y la URSS y el mundo comunista varían de simple a doble; son de 8 a 15 millones para la Alemania nacionalsocialista, de 20 a 40 millones para la URSS y de 60 a 120 millones para el conjunto de los países comunistas). Hay una diferencia con el fascismo italiano no sólo de grado, sino de naturaleza.
Paul Gottfried, Zeev Sternhell, Renzo di Felice o Louis Dupeux, admiten la existencia de un denominador común, pero prefieren reservar el término "fascismo" para movimientos distintos del nazismo, al que consideran un "caso límite" marcado por el carácter totalizador y exterminador de su dictadura (la cual se opone significativamente a cualquier forma de democracia orgánica). Establecen una distinción entre el "fascismo latino", de los países católicos y el "fascismo norte-europeo", de los países protestantes. Subrayan también que la derecha tradicional, nacionalista y conservadora de los gobiernos autoritarios de Franco, Salazar y Dollfus no puede – y menos aún - equipararse al único modelo verdadero de "fascismo genérico", que es el fascismo italiano.
¿Pertenecen la Falange Española y/o el nacionalsindicalismo al modelo de “fascismo latino”?
Dudo que la categorización de "fascismo latino" pueda arrojar alguna luz clara sobre la confusa cuestión del "fascismo genérico".
Creo conocer bastante bien la vida y el pensamiento político de José Antonio Primo de Rivera. Según la mayoría de los llamados “especialistas” del tema, el fundador de la Falange Española sería el modelo del "fascismo español". Definido "fascista", el fundador de FE seria, por lo tanto, según ellos, antidemocrático, golpista, ultranacionalista, imperialista, belicista, totalitario, apologista de la violencia y la dictadura, etc. El problema es que todas estas opiniones y acusaciones son ampliamente invalidadas por los hechos, la vida y los escritos de José Antonio.
Primero, se debe hacer una puesta en perspectiva: es importante recordar que, en Europa, durante los dos últimos siglos, tanto la derecha como la izquierda han abrazado sus propias formas de antidemocracia, autoritarismo, nacionalismo, imperialismo, violencia, belicismo, elitismo, jerarquismo, políticas de identidad y particularismo. Segundo, no se debe confundir el movimiento falangista joseantoniano (1933-1936) con el Movimiento o Falange Tradicionalista, nacido en 1937 de la fusión de todos los partidos de derecha bajo la égida de Franco (con la simultanea condenación a muerte del segundo jefe de la FE, Manuel Hedilla), ni con el régimen de Franco, que duró casi cuarenta años.
Luego no solo se puede y se debe debatir sobre el carácter "revolucionario" o "reformista" del programa económico y social de Falange Española de las JONS, sino también sobre los numerosos elementos que diferencian el ideal joseantoniano del "fascismo italiano”. Entre ellos se encuentran: la concepción del Estado como subordinado a los principios morales y al fin trascendente del hombre, el sentido de la dignidad humana, la consideración de la persona y de la vida social, el respeto a la libertad, la afirmación de los valores eternos del hombre, y la inspiración católica de la filosofía política y de la estructura de la sociedad. Y esto no es poco, como lo subrayó en su momento el gran filósofo hispanista Alain Guy.
Anticapitalista, antisocialista y antimarxista, José Antonio lo era sin duda. ¿Pero era antidemocrático? Es discutible. Decía: "La aspiración a una vida democrática libre y pacífica será siempre el objetivo de la ciencia política más allá de todas las modas"; quería según sus propias palabras una democracia que no fuera sólo de "forma" sino de "contenido".
Se le reprocha su frase: "Cuando se ofende a la justicia y a la patria, no hay más dialéctica admisible que la de los puños y las pistolas". Son palabras desde luego muy discutibles, pero no se deben olvidar las locas, incendiarias y antidemocráticas declaraciones de sus adversarios, empezando por las del “Lenin español”, el socialista Largo Caballero. La violencia no era un postulado del ideal joséantoniano, sino una necesidad pragmática para evitar la aniquilación (Tras un periodo de espera de ocho meses, con doce muertos en sus filas, la FE decidió lanzarse en el ciclo de las represalias. Hizo unas sesenta víctimas entre sus opositores hasta el levantamiento de julio 1936; pero esta cifra es inferior al total de sus propias pérdidas: alrededor de 80).
¿Era golpista José Antonio? Ni más ni menos que sus adversarios. Bien sabemos que el golpismo de signo moderado o progresista (pocas veces conservador) ha sido una de las características más destacadas de la vida política en España (y también de una buena parte de Europa) durante el siglo XIX y principios del siglo XX (desde 1820 se han dado 40 pronunciamientos y golpes de Estado importantes en España y centenares de muy pequeños). Que José Antonio haya sido marcado e incluso contaminado por la tradición golpista del liberalismo decimonónico y por la doble tradición golpista del anarquismo y del socialismo, es más que probable. Pero a pesar de todo, su proyecto efímero y un tanto descabellado de “insurrección” expuesto en la reunión de Gredos (junio 1935), no pasa de ser una respuesta circunstancial, teórica e imaginaria – sin un comienzo de aplicación -, en respuesta a la grave insurrección socialista de octubre 1934.
José Antonio sería un ultranacionalista. Pero ¿por qué dijo: "no somos nacionalistas, porque el ser nacionalista es una pura sandez; es implantar los resortes espirituales más hondos sobre una mera circunstancia física; nosotros no somos nacionalistas, porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos". ¿José Antonio sería un imperialista? Pero, ¿por qué no se encuentra ni una sola reivindicación territorial en sus Obras Completas? ¿José Antonio sería antisemita? Pero, ¿por qué uno buscaría en vano matices antisemitas o racistas en sus palabras? ¿José Antonio sería un totalitario? Lo cierto es que utilizó cinco veces el término totalitario o Estado totalitario en sus escritos o discursos. ¿Pero en qué sentido lo hizo? Desde luego, no en el sentido negativo que le dan a la palabra Arendt, Carl Joachim Friedrich o Brzezinski. Quiso significar su deseo de crear un "Estado para todos", "sin divisiones", "integrando a todos los españoles", "un instrumento al servicio de la unidad nacional".
¿José Antonio sería un aprendiz de dictador? ¿Pero quienes eran los auténticos teóricos y técnicos de la dictadura sino los epígonos de la tradición pretoriana decimonónica, como lo era el republicano-demócrata Joaquin Costa defensor del “cirujano de hierro”, por no hablar de los socialistas y marxistas que eran entonces doctrinarios y partidarios de la dictadura del proletariado o mejor dicho de la élite del Partido sobre el proletariado? ¿José Antonio sería el más puro representante del fascismo español? Pero, ¿por qué su visión del fascismo, expresada en su declaración de 1936, es tan sorprendentemente crítica: "El fascismo es fundamentalmente falso: acierta al barruntar que se trata de un fenómeno religioso, pero quiere sustituir la religión por una idolatría" y "conduce a la absorción del individuo en la colectividad". En cuanto a su fe o convicciones católicas, no se pueden cuestionar: “Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico”.
La comparación del joven líder de la Falange con los “no conformistas” o personalistas franceses de los años 30 (Mounier, Aron, Maulnier, Rougemont, Dandieu, Marc o Daniel-Rops, de los que se sabe que influyeron considerablemente en Charles de Gaulle) o con el fundador de Fianna Fail, el futuro presidente de la república irlandesa, Éamon de Valera, me parece mucho más convincente. También me parece muy revelador que los historiadores más rigurosos y honestos, especialmente molestos ante el caso José Antonio, recurran a toda una serie de eufemismos para definirle. El fascismo de José Antonio, dicen, era "intelectual", "racional", "moderado", "civilizado", "idealista", "ingenuo" o "poético". ¡Quizás! Pero estos atributos no se encuentran generalmente entre las características comúnmente aceptadas del fascismo.












