Gestionar y blanquear para seguir sentado
No sé qué dirá la historia. Dependerá de quién la escriba. A lo peor sólo será una línea en una enciclopedia digital. Pedro Sánchez presidente en otra legislatura. Si sólo es así me conformo. La memoria histórica apenas dura quince días. Pero me preocupa que este periodo de la vida política española se esté convirtiendo en semilla de rencor. Con atisbos de venganza que se deducen por las palabras de un tal Otegui. Tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el 2023 ha pontificado que se da la paradoja: España y su Gobierno dependen de los que no quieren vivir en España. ¿ Cómo es posible tamaña contradicción?.
La política se ha convertido en una herramienta para mantenerse en el poder, gozar de sus privilegios, hacer posible lo imposible en un muy corto recorrido. Por eso todo vale al servicio de mayorías parlamentarias absolutamente contrarias al sentir de la dignidad ciudadana.
Gestionar se ha convertido en blanquear y pagar. La brecha entre los partidos políticos, si nos dejamos guiar por los últimos acontecimientos, tiene muchos insultos y muy pocas razones dialécticas. Son sal gruesa a la ceja del contrario. Son el argumento de quienes usan "fascistas y machistas" como bálsamo para tapar errores propios de la ignorancia al servicio de la soberbia. Y es que nunca España tuvo tanto mequetrefe sentado en las Cortes.
No puedo decir que estoy decepcionado. Sería una fórmula neutra para salir del paso. Me duele España. Me duele el abismo que se agranda en cada sesión parlamentaria entre diputados y españoles. Me preocupa que lo habitual en el Congreso sea semilla de violencia entre españoles. Me dan ganas de gritar, que le devuelvan cuanto antes la voz al pueblo soberano para que eche a esas mesnadas de indeseables que gozan mirando su peculio personal o saliendo en los informativos de la televisión haciendo gala del poder popular malgastado y prostituido por sus conductas deleznables.
Las heridas se abren. Las heridas no cicatrizarán en tiempo. Las heridas vuelven a reescribir la historia de aquella España que describió Antonio Machado. La violencia se evita con educación para la paz y el respeto. Pero de arriba hacia abajo. Desde la virtud del que manda hasta el conocimiento del que aprende.
Lamento darle la razón al ex-esbirro de ETA. Ser nacionalista y por tanto contrario a la idea común de España da buenos rendimientos. En el terreno económico y en el judicial. Los repartos de fondos interterritoriales se han hecho mediante la ley del embudo. La parte más ancha para los enemigos de la unidad de tierras y gentes en España. Contra lo que la izquierda siempre había defendido. Organizar desde el Estado la solidaridad y la igualdad. Los paganos, todos los españoles. Los afortunados, aquellos que son representados en Madrid por partidos nacionalistas. De ahí que la parte estrecha nos toque siempre a los gallegos. Unas veces por ser nuestro gobierno autonómico absolutamente respetuoso con los mandamientos del poder. En otras, como ahora, por ser ingratos para ese poder. No nos respetan ni como pueblo, ni como comunidad de ciudadanos. De vez en cuando se acuerdan que somos una región-nación histórica, pero de ahí no pasamos. Estamos absolutamente discriminados y vilipendiados. Seguimos siendo la esquina verde de España a la que vienen a peregrinar o veranear los mandarines con sede en Madrid.
En cuanto a los cambios legislativos. Además de señalar a los jueces como machistas, lo que incluye a esa mayoría de mujeres que visten toga, supone una afrenta al poder judicial que tratan de corromper con nombramientos para togados de confianza o amedrentar echándoles encima al personal cuando aplican leyes hechas por indocumentadas.
Y lo peor. Cambiar los delitos más graves que se han cometido por cuasi faltas y así perdonar a cambio de un puñado de votos a los auténticos golpistas, a esos que emularon a los milicos de 1936 o las hordas anarquistas de 1934.
Llevan tiempo usando detergente mediático y cinematográfico para blanquear lo que pasó en el País Vasco. La teoría de una guerra al puro estilo de Irlanda. La justificación de aquella violencia genocida que arropaba la ideología nazi de los descendientes más o menos radicales de un tal sabino Arana. Los asesinatos de más de mil personas. El terror que sufrimos quienes nos sentíamos españoles y habitábamos en el país de los vascos durante cincuenta años. El putrefacto ambiente cultural, educativo e informativo, con el que adoctrinaban a la juventud para que se hiciera alegre y combativa mesnada de asesinos, que como en la guerra santa que predican algunos clérigos del Islán, no sólo estaba justificada contra los enemigos de Euskal Herria, era que se confirmaban como auténticos soldados para la causa de unos derechos históricos para un pueblo y una raza que nada tenían que ver -según la milonga del mito- con la historia de España. Y los han ido acercando. Los han ido perdonando. Los están ensalzando. Los han devuelto a sus aldeas profundas. Los tratan como héroes hasta en sus películas y canciones. ¡Qué asco me da!
Pero mucho ojo. El PNV debería tener en cuenta que más pronto que tarde puede haber un Lehendakari de Bildu. Un gobierno de coalición al que Sánchez no pondría objeciones, como no las puso en Navarra. Lo que importa es ese su orden consistente en mantenerse en el poder. Mentir y manipular. Destrozar los acuerdos y sacrificios de sus propios correligionarios. Los que sembraron de sangre las calles de Euskadi.
No sé qué dirá la historia. Dependerá de quién la escriba. A lo peor sólo será una línea en una enciclopedia digital. Pedro Sánchez presidente en otra legislatura. Si sólo es así me conformo. La memoria histórica apenas dura quince días. Pero me preocupa que este periodo de la vida política española se esté convirtiendo en semilla de rencor. Con atisbos de venganza que se deducen por las palabras de un tal Otegui. Tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado para el 2023 ha pontificado que se da la paradoja: España y su Gobierno dependen de los que no quieren vivir en España. ¿ Cómo es posible tamaña contradicción?.
La política se ha convertido en una herramienta para mantenerse en el poder, gozar de sus privilegios, hacer posible lo imposible en un muy corto recorrido. Por eso todo vale al servicio de mayorías parlamentarias absolutamente contrarias al sentir de la dignidad ciudadana.
Gestionar se ha convertido en blanquear y pagar. La brecha entre los partidos políticos, si nos dejamos guiar por los últimos acontecimientos, tiene muchos insultos y muy pocas razones dialécticas. Son sal gruesa a la ceja del contrario. Son el argumento de quienes usan "fascistas y machistas" como bálsamo para tapar errores propios de la ignorancia al servicio de la soberbia. Y es que nunca España tuvo tanto mequetrefe sentado en las Cortes.
No puedo decir que estoy decepcionado. Sería una fórmula neutra para salir del paso. Me duele España. Me duele el abismo que se agranda en cada sesión parlamentaria entre diputados y españoles. Me preocupa que lo habitual en el Congreso sea semilla de violencia entre españoles. Me dan ganas de gritar, que le devuelvan cuanto antes la voz al pueblo soberano para que eche a esas mesnadas de indeseables que gozan mirando su peculio personal o saliendo en los informativos de la televisión haciendo gala del poder popular malgastado y prostituido por sus conductas deleznables.
Las heridas se abren. Las heridas no cicatrizarán en tiempo. Las heridas vuelven a reescribir la historia de aquella España que describió Antonio Machado. La violencia se evita con educación para la paz y el respeto. Pero de arriba hacia abajo. Desde la virtud del que manda hasta el conocimiento del que aprende.
Lamento darle la razón al ex-esbirro de ETA. Ser nacionalista y por tanto contrario a la idea común de España da buenos rendimientos. En el terreno económico y en el judicial. Los repartos de fondos interterritoriales se han hecho mediante la ley del embudo. La parte más ancha para los enemigos de la unidad de tierras y gentes en España. Contra lo que la izquierda siempre había defendido. Organizar desde el Estado la solidaridad y la igualdad. Los paganos, todos los españoles. Los afortunados, aquellos que son representados en Madrid por partidos nacionalistas. De ahí que la parte estrecha nos toque siempre a los gallegos. Unas veces por ser nuestro gobierno autonómico absolutamente respetuoso con los mandamientos del poder. En otras, como ahora, por ser ingratos para ese poder. No nos respetan ni como pueblo, ni como comunidad de ciudadanos. De vez en cuando se acuerdan que somos una región-nación histórica, pero de ahí no pasamos. Estamos absolutamente discriminados y vilipendiados. Seguimos siendo la esquina verde de España a la que vienen a peregrinar o veranear los mandarines con sede en Madrid.
En cuanto a los cambios legislativos. Además de señalar a los jueces como machistas, lo que incluye a esa mayoría de mujeres que visten toga, supone una afrenta al poder judicial que tratan de corromper con nombramientos para togados de confianza o amedrentar echándoles encima al personal cuando aplican leyes hechas por indocumentadas.
Y lo peor. Cambiar los delitos más graves que se han cometido por cuasi faltas y así perdonar a cambio de un puñado de votos a los auténticos golpistas, a esos que emularon a los milicos de 1936 o las hordas anarquistas de 1934.
Llevan tiempo usando detergente mediático y cinematográfico para blanquear lo que pasó en el País Vasco. La teoría de una guerra al puro estilo de Irlanda. La justificación de aquella violencia genocida que arropaba la ideología nazi de los descendientes más o menos radicales de un tal sabino Arana. Los asesinatos de más de mil personas. El terror que sufrimos quienes nos sentíamos españoles y habitábamos en el país de los vascos durante cincuenta años. El putrefacto ambiente cultural, educativo e informativo, con el que adoctrinaban a la juventud para que se hiciera alegre y combativa mesnada de asesinos, que como en la guerra santa que predican algunos clérigos del Islán, no sólo estaba justificada contra los enemigos de Euskal Herria, era que se confirmaban como auténticos soldados para la causa de unos derechos históricos para un pueblo y una raza que nada tenían que ver -según la milonga del mito- con la historia de España. Y los han ido acercando. Los han ido perdonando. Los están ensalzando. Los han devuelto a sus aldeas profundas. Los tratan como héroes hasta en sus películas y canciones. ¡Qué asco me da!
Pero mucho ojo. El PNV debería tener en cuenta que más pronto que tarde puede haber un Lehendakari de Bildu. Un gobierno de coalición al que Sánchez no pondría objeciones, como no las puso en Navarra. Lo que importa es ese su orden consistente en mantenerse en el poder. Mentir y manipular. Destrozar los acuerdos y sacrificios de sus propios correligionarios. Los que sembraron de sangre las calles de Euskadi.