La Cabalgata (cuento vasco navideño)
![[Img #23390]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/12_2022/5470_screenshot-2022-12-18-at-18-25-53-olentzero-youtube-busqueda-de-google.png)
El concejal de Cultura era muy directo. Lo soltó sin rodeos:
- “Antón, este año no harás de Olentzero. Está muy visto. Hay que innovar, vendrán muchos franceses por la apertura del mega Zara. Pero además el año que viene tenemos elecciones locales y conviene hacer algo sorprendente. Saldrás de Papá Noel”.
Antón, un hombretón barbudo de aspecto montaraz que cada año se sacaba unos eurillos haciendo de Olentzero, protestó un poco, aunque sin convicción:
- “Koldo, ¿qué pinto yo de Papá Noel? Tampoco es que sea nada nuevo. Mejor lo de siempre, ¿no? Es más, de aquí.”
Pero el concejal ya lo tenía todo decidido:
- “No te preocupes, este año no estarás solo en la carroza, que será un Portal de Belén con forma de baserri y sin jesusito, virgen, san José, ni Reyes Magos ni mandangas de esas. Tú harás de Papá Noel, y te acompañarán Josemi el transexual, vestido de ángel tocando la lira, y Juanín el enano, metido en la cuna y disfrazado de diablillo, con tridente, cuernos y rabo.”
A Antón la cosa le gustaba cada vez menos, pero el concejal siguió impertérrito:
- “Será una Cabalgata “transversal e integradora”, con un Portal laico pionero del que pronto hablará y tomará ejemplo todo el país. Además, yo mismo como concejal haré de paje y os pasaré los caramelos para repartir. Será un éxito. ¡Hay que renovarse Antón, la Sagrada familia, los Reyes y el Olentzero son cosas del pasado!”
Antón intentó oponer una última objeción:
- “Pero ¿has hablado ya con Josemi y Juanín? A lo mejor se niegan. Quizás a Josemi, como es un poco cursi, lo de ir de ángel no le disguste tanto, pero el enano de Juanín tiene tanta mala hostia que dudo acepte salir de diablillo”.
- “No te preocupes, todo es precisamente una idea del propio Juanín, que vino ayer a verme para proponérmela. Ya ha convencido por su cuenta a Josemi. Él mismo se va a encargar junto con unos amigos del montaje de la carroza. Además, al acabar el desfile nos la guardarán unos días en un almacén que tienen cerca del puerto, ahorrándonos el tener que traerla de vuelta al Ayuntamiento la noche de la Cabalgata. Y encima lo harán todo gratis, por ser una actividad cultural. ¡Eso sí que es espíritu navideño, y no tus quejas!”
Veinte días más tarde la carroza estaba terminada y enganchada a un tractor. En la plataforma destacaba un caserío en su centro, con funciones de Portal, rodeado de cajas con lazos envueltas en papel de regalo. Cientos de macetas de aromáticas plantas de menta completaban la decoración dándole un toque ecológico y natural.
En el portalón del caserío se situaban a un lado Papá Noel con cara de aburrido, en el medio el diablillo metido en una cuna y al otro lado el ángel.
Tras ellos figuraba el concejal de Cultura vestido de paje, con un recargado disfraz lleno de dorados y púrpuras. Lucia casi como un rey, y muy sonriente pues tras su éxito navideño ya se veía de futuro alcalde en mayo .
El ángel también parecía muy satisfecho con su larga túnica, sus grandes alas y una enorme lira. Mientras, el pequeño demonio rojo mostraba en su cuna una sonrisa beatífica. Cuando Antón le vio tan alegre, se sorprendió un poco:
- “Seguro que el enano se ha fumado algo. En fin, es solo un desfile. ¿Qué puede salir mal?”
Comenzó la Cabalgata. El recorrido transcurría con normalidad. Saludos, caramelos, niños, padres (que ponían cara alucinada al ver el Portal “innovador” y sus “nuevos habitantes”), música, luces, caballitos, ovejitas, pastorcillos, gigantes y cabezudos siguiendo la carroza. Todo normal. Hasta que llegaron frente a la comisaría de la Ertzaintza.
Antón recordó que el concejal le había contado que la unidad de perros antidroga se iba a sumar allí al desfile. Así que la carroza paró y los canes, con sus cuidadores al cargo, se colocaron delante. El público aplaudió encantado, pero, por lo que fuera, al pequeño diablillo aquello no le hizo ninguna gracia y se removió inquieto en su cuna y su sonrisa desapareció.
Repentinamente todos los perros se volvieron y se pusieron a ladrar con furia mirando hacia la carroza. Sus acompañantes al principio no supieron qué podía pasar, pero luego empezaron a acercarse con los animales muy excitados y bien sujetos.
En ese momento el enano Juanín disfrazado de demonio saltó con pasmosa agilidad al suelo, empezando a correr literalmente como alma que lleva el diablo. Incluso perdió el rabo en la carrera. Pero debido a su tamaño le pillaron enseguida.
Una hora más tarde, la Comisaría de la Ertzaintza era un auténtico pandemónium lleno de gente y periodistas. Imanol llevaba diez años en ella, pero nunca había conocido una situación tan esperpéntica.
Sentados en una celda estaban un desastrado Papa Noel con cara de pocos amigos mascullando maldiciones, un ser andrógino con túnica y una lira, que aseguraba que como era transexual era inocente y debía ser liberado, y un pequeño diablillo pintado de rojo, con ojos de fumado, que sostenía en la mano un ridículo tridente de plástico.
A este último lo conocía bien. Era el enano que vivía cerca de su casa. Todo un elemento: bajito, putero y drogata. Y con unas amistades nada recomendables. Para completar el sainete, entró en ese momento esposado en la Comisaría el Concejal de Cultura, disfrazado de monarca o algo parecido.
En una mesa se veía muestras del contenido de los “regalos” que llevaba la carroza y que habían llamado la atención de los perros antidroga. Sus compañeros, tras bajarlos, habían calculado que sumaban casi dos toneladas de bolsas rellenas de un producto marrón, empaquetadas y listas para ser embarcadas en el puerto. Su suave olor, que la menta no había podido ocultar a los perros, era inconfundible: pasta de marihuana.
Aquel “Belén” que había montado el concejal de Cultura era, reflexionó Imanol, la primera Cabalgata laica sin Reyes, pero con camellos que había visto en su vida.
Como solía decir su aitona, los tiempos adelantan que es una barbaridad.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
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El concejal de Cultura era muy directo. Lo soltó sin rodeos:
- “Antón, este año no harás de Olentzero. Está muy visto. Hay que innovar, vendrán muchos franceses por la apertura del mega Zara. Pero además el año que viene tenemos elecciones locales y conviene hacer algo sorprendente. Saldrás de Papá Noel”.
Antón, un hombretón barbudo de aspecto montaraz que cada año se sacaba unos eurillos haciendo de Olentzero, protestó un poco, aunque sin convicción:
- “Koldo, ¿qué pinto yo de Papá Noel? Tampoco es que sea nada nuevo. Mejor lo de siempre, ¿no? Es más, de aquí.”
Pero el concejal ya lo tenía todo decidido:
- “No te preocupes, este año no estarás solo en la carroza, que será un Portal de Belén con forma de baserri y sin jesusito, virgen, san José, ni Reyes Magos ni mandangas de esas. Tú harás de Papá Noel, y te acompañarán Josemi el transexual, vestido de ángel tocando la lira, y Juanín el enano, metido en la cuna y disfrazado de diablillo, con tridente, cuernos y rabo.”
A Antón la cosa le gustaba cada vez menos, pero el concejal siguió impertérrito:
- “Será una Cabalgata “transversal e integradora”, con un Portal laico pionero del que pronto hablará y tomará ejemplo todo el país. Además, yo mismo como concejal haré de paje y os pasaré los caramelos para repartir. Será un éxito. ¡Hay que renovarse Antón, la Sagrada familia, los Reyes y el Olentzero son cosas del pasado!”
Antón intentó oponer una última objeción:
- “Pero ¿has hablado ya con Josemi y Juanín? A lo mejor se niegan. Quizás a Josemi, como es un poco cursi, lo de ir de ángel no le disguste tanto, pero el enano de Juanín tiene tanta mala hostia que dudo acepte salir de diablillo”.
- “No te preocupes, todo es precisamente una idea del propio Juanín, que vino ayer a verme para proponérmela. Ya ha convencido por su cuenta a Josemi. Él mismo se va a encargar junto con unos amigos del montaje de la carroza. Además, al acabar el desfile nos la guardarán unos días en un almacén que tienen cerca del puerto, ahorrándonos el tener que traerla de vuelta al Ayuntamiento la noche de la Cabalgata. Y encima lo harán todo gratis, por ser una actividad cultural. ¡Eso sí que es espíritu navideño, y no tus quejas!”
Veinte días más tarde la carroza estaba terminada y enganchada a un tractor. En la plataforma destacaba un caserío en su centro, con funciones de Portal, rodeado de cajas con lazos envueltas en papel de regalo. Cientos de macetas de aromáticas plantas de menta completaban la decoración dándole un toque ecológico y natural.
En el portalón del caserío se situaban a un lado Papá Noel con cara de aburrido, en el medio el diablillo metido en una cuna y al otro lado el ángel.
Tras ellos figuraba el concejal de Cultura vestido de paje, con un recargado disfraz lleno de dorados y púrpuras. Lucia casi como un rey, y muy sonriente pues tras su éxito navideño ya se veía de futuro alcalde en mayo .
El ángel también parecía muy satisfecho con su larga túnica, sus grandes alas y una enorme lira. Mientras, el pequeño demonio rojo mostraba en su cuna una sonrisa beatífica. Cuando Antón le vio tan alegre, se sorprendió un poco:
- “Seguro que el enano se ha fumado algo. En fin, es solo un desfile. ¿Qué puede salir mal?”
Comenzó la Cabalgata. El recorrido transcurría con normalidad. Saludos, caramelos, niños, padres (que ponían cara alucinada al ver el Portal “innovador” y sus “nuevos habitantes”), música, luces, caballitos, ovejitas, pastorcillos, gigantes y cabezudos siguiendo la carroza. Todo normal. Hasta que llegaron frente a la comisaría de la Ertzaintza.
Antón recordó que el concejal le había contado que la unidad de perros antidroga se iba a sumar allí al desfile. Así que la carroza paró y los canes, con sus cuidadores al cargo, se colocaron delante. El público aplaudió encantado, pero, por lo que fuera, al pequeño diablillo aquello no le hizo ninguna gracia y se removió inquieto en su cuna y su sonrisa desapareció.
Repentinamente todos los perros se volvieron y se pusieron a ladrar con furia mirando hacia la carroza. Sus acompañantes al principio no supieron qué podía pasar, pero luego empezaron a acercarse con los animales muy excitados y bien sujetos.
En ese momento el enano Juanín disfrazado de demonio saltó con pasmosa agilidad al suelo, empezando a correr literalmente como alma que lleva el diablo. Incluso perdió el rabo en la carrera. Pero debido a su tamaño le pillaron enseguida.
Una hora más tarde, la Comisaría de la Ertzaintza era un auténtico pandemónium lleno de gente y periodistas. Imanol llevaba diez años en ella, pero nunca había conocido una situación tan esperpéntica.
Sentados en una celda estaban un desastrado Papa Noel con cara de pocos amigos mascullando maldiciones, un ser andrógino con túnica y una lira, que aseguraba que como era transexual era inocente y debía ser liberado, y un pequeño diablillo pintado de rojo, con ojos de fumado, que sostenía en la mano un ridículo tridente de plástico.
A este último lo conocía bien. Era el enano que vivía cerca de su casa. Todo un elemento: bajito, putero y drogata. Y con unas amistades nada recomendables. Para completar el sainete, entró en ese momento esposado en la Comisaría el Concejal de Cultura, disfrazado de monarca o algo parecido.
En una mesa se veía muestras del contenido de los “regalos” que llevaba la carroza y que habían llamado la atención de los perros antidroga. Sus compañeros, tras bajarlos, habían calculado que sumaban casi dos toneladas de bolsas rellenas de un producto marrón, empaquetadas y listas para ser embarcadas en el puerto. Su suave olor, que la menta no había podido ocultar a los perros, era inconfundible: pasta de marihuana.
Aquel “Belén” que había montado el concejal de Cultura era, reflexionó Imanol, la primera Cabalgata laica sin Reyes, pero con camellos que había visto en su vida.
Como solía decir su aitona, los tiempos adelantan que es una barbaridad.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019











