Como pollos sin cabeza
Hemos terminado el año con el fallecimiento de Benedicto XVI, Papa legítimo según el Derecho Canónico. Teólogo y filósofo sabio y docto, verdadero referente espiritual del catolicismo en el mundo.
Y, simultáneamente, continúa Francisco, hombre ligado estrechamente a la Agenda 2030, negrolegendario que no manifiesta ningún afecto a la acción de Isabel la Católica en la génesis de la Hispanidad. Estoy intentando respetar y obedecer a este Papa, pero mi conciencia y la búsqueda de la verdad me impiden profesar afecto a un líder de la Iglesia que no representa a la Comunidad originaria en su sentimiento gemuinamente evangélico, de la misma manera que a una parte de la Iglesia Católica no representaban determinados clérigos que no tenían ninguna empatía con las víctimas del terrorismo o de la insubordinación a las normas del Derecho. No hay más que comprobar el afecto que el mundo filocomunista le profesa. Las sonrisas de oreja a oreja de Yolanda Díaz en la recepción del Papa, y de otros secuaces de la deconstrucción económica, social, territorial y antropológica de nuestra milenaria nación dan fe de la satisfacción que les produce este Papa. Se entenderá mi falta de identificación con un Papa de esta naturaleza a pesar de mi afirmación como católico aferrado a la fe y a la doctrina secular de la Iglesia germinada desde los padres de la Iglesia y a la doctrina de la fé de la que uno de los más fecundos veladores fue Benedicto XVI. La infabilidad de los papas iba ligada a su fidelidad al creo cristiano.
En este contexto abrimos un nuevo año cuya inferencia de resultados es fácilmente predecible…
- Destrucción del empleo.
- Imposible recuperación de la economía.
- Gasto público encabritado.
- Deuda y déficit público incontenibles, con una carga de tipos de interés que aumentarán la deuda en una espiral imposible de contener, salvo que alguien ponga contención en el gasto y simultáneamente reducción de impuestos; medicina esencial para salvar un cuerpo exhausto en estado precomatoso. Es decir: estímulo de la inversión, activación del consumo, reducción de costes de la producción, plan energético, plan hidrológico paralizado estúpidamente, y, sobre todo, lo que Clara Eugenia Núñez calificaba en su libro La fuente de la riqueza, es decir la verdadera cantera del crecimiento económico y el desarrollo, que es la educación. Sin una formación en valores, sin una formación humanística, sin un dominio perfecto del lenguaje tanto oral como lector y escrito, sin una capacidad de interpretación de las realidades presentes y pasadas, buscando la verdad, la técnica por la técnica queda anquilosada en lo puramente material, en lo mecánico, y ni la ciencia ni la investigación pueden prosperar. En mis tiempos de pedagogo veíamos a la educación como un hecho integral, que afecta al conjunto de las dimensiones del hombre, que son holísticas, es decir interrelacionadas.
Pero, nada nuevo bajo el sol. Nuestros gobernantes no entienden ni quieren entender nada de esto. Se conforman con repartir prebendas y estipendios a su clientela de vividores del pan generado con los impuestos de los demás, sin aportar otra cosa a la comunidad que ruptura de los elementos antropológicos heredados y agresión a los principios que configuran nuestro estado natural de las cosas, nuestra naturaleza genética y los fenómenos más intrínsicamente ligados a nuestra esencia y existencia: el derecho a la vida, el respeto por encima de todo a nuestros niños y a las familias de donde nacen y se desarrollan, el Derecho natural, la ontología del ser, en definitiva. Y sin eso la situación fáustica del presente nos recuerda a la Divina Comedia de Dante y el viaje de Orfeo al infierno a buscar los disfrutes añorados en su intrincada imaginación.
Quizás lo que más refleja este panorama es el dato de cerca de un millón de nasciturus que no vieron vivos la luz durante la década del 2010 al 2020 en esa lacra infecta que es el aborto y el negocio que lo rodea, con unos médicos que adjuran de su promesa de Hipócrates. Y mientras tanto se contempla como la policía agrede a gente buena que reza por las almas de los santos inocentes ante los paritorios criminales, sin que, por otra parte, se ayude en nada a las abortistas que se ven impulsadas a hacer algo tan antinatural como cortar el desarrollo de un ser vivo con carga genética propia que vive en su útero.
Mientras, como colectividad no seamos capaces para renacer de las escorias de la decadencia moral y espiritual no saldremos de las penumbras.
Hemos terminado el año con el fallecimiento de Benedicto XVI, Papa legítimo según el Derecho Canónico. Teólogo y filósofo sabio y docto, verdadero referente espiritual del catolicismo en el mundo.
Y, simultáneamente, continúa Francisco, hombre ligado estrechamente a la Agenda 2030, negrolegendario que no manifiesta ningún afecto a la acción de Isabel la Católica en la génesis de la Hispanidad. Estoy intentando respetar y obedecer a este Papa, pero mi conciencia y la búsqueda de la verdad me impiden profesar afecto a un líder de la Iglesia que no representa a la Comunidad originaria en su sentimiento gemuinamente evangélico, de la misma manera que a una parte de la Iglesia Católica no representaban determinados clérigos que no tenían ninguna empatía con las víctimas del terrorismo o de la insubordinación a las normas del Derecho. No hay más que comprobar el afecto que el mundo filocomunista le profesa. Las sonrisas de oreja a oreja de Yolanda Díaz en la recepción del Papa, y de otros secuaces de la deconstrucción económica, social, territorial y antropológica de nuestra milenaria nación dan fe de la satisfacción que les produce este Papa. Se entenderá mi falta de identificación con un Papa de esta naturaleza a pesar de mi afirmación como católico aferrado a la fe y a la doctrina secular de la Iglesia germinada desde los padres de la Iglesia y a la doctrina de la fé de la que uno de los más fecundos veladores fue Benedicto XVI. La infabilidad de los papas iba ligada a su fidelidad al creo cristiano.
En este contexto abrimos un nuevo año cuya inferencia de resultados es fácilmente predecible…
- Destrucción del empleo.
- Imposible recuperación de la economía.
- Gasto público encabritado.
- Deuda y déficit público incontenibles, con una carga de tipos de interés que aumentarán la deuda en una espiral imposible de contener, salvo que alguien ponga contención en el gasto y simultáneamente reducción de impuestos; medicina esencial para salvar un cuerpo exhausto en estado precomatoso. Es decir: estímulo de la inversión, activación del consumo, reducción de costes de la producción, plan energético, plan hidrológico paralizado estúpidamente, y, sobre todo, lo que Clara Eugenia Núñez calificaba en su libro La fuente de la riqueza, es decir la verdadera cantera del crecimiento económico y el desarrollo, que es la educación. Sin una formación en valores, sin una formación humanística, sin un dominio perfecto del lenguaje tanto oral como lector y escrito, sin una capacidad de interpretación de las realidades presentes y pasadas, buscando la verdad, la técnica por la técnica queda anquilosada en lo puramente material, en lo mecánico, y ni la ciencia ni la investigación pueden prosperar. En mis tiempos de pedagogo veíamos a la educación como un hecho integral, que afecta al conjunto de las dimensiones del hombre, que son holísticas, es decir interrelacionadas.
Pero, nada nuevo bajo el sol. Nuestros gobernantes no entienden ni quieren entender nada de esto. Se conforman con repartir prebendas y estipendios a su clientela de vividores del pan generado con los impuestos de los demás, sin aportar otra cosa a la comunidad que ruptura de los elementos antropológicos heredados y agresión a los principios que configuran nuestro estado natural de las cosas, nuestra naturaleza genética y los fenómenos más intrínsicamente ligados a nuestra esencia y existencia: el derecho a la vida, el respeto por encima de todo a nuestros niños y a las familias de donde nacen y se desarrollan, el Derecho natural, la ontología del ser, en definitiva. Y sin eso la situación fáustica del presente nos recuerda a la Divina Comedia de Dante y el viaje de Orfeo al infierno a buscar los disfrutes añorados en su intrincada imaginación.
Quizás lo que más refleja este panorama es el dato de cerca de un millón de nasciturus que no vieron vivos la luz durante la década del 2010 al 2020 en esa lacra infecta que es el aborto y el negocio que lo rodea, con unos médicos que adjuran de su promesa de Hipócrates. Y mientras tanto se contempla como la policía agrede a gente buena que reza por las almas de los santos inocentes ante los paritorios criminales, sin que, por otra parte, se ayude en nada a las abortistas que se ven impulsadas a hacer algo tan antinatural como cortar el desarrollo de un ser vivo con carga genética propia que vive en su útero.
Mientras, como colectividad no seamos capaces para renacer de las escorias de la decadencia moral y espiritual no saldremos de las penumbras.