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Pablo Mosquera
Sábado, 07 de Enero de 2023 Tiempo de lectura:

Políticos y sindicalistas: de la utopía a la realidad

Me confieso. He sido político. He sido sindicalista. Pero en los dos casos llegué con las alforjas llenas. No me liberé nunca. No me aproveché de tales condiciones. Ambas tuvieron lugar en Euskadi. La segunda siempre en el marco de mi trabajo por cuenta ajena como sanitario.

 

Como interfieren los escritores y su literatura, al provenir de una inquietud concreta y genuina, termina adquiriendo un sesgo político. Esto se debe al simple hecho de que el escritor produce un discurso (un sentido o contrasentido), y ese discurso, nos guste o no, es susceptible de politizarse, de participar en la justificación o en el cuestionamiento de las decisiones políticas. De ahí que los políticos gusten de rodearse en público con intelectuales que escriben y que logran éxitos editoriales.

 

Se puede tener un compromiso político y a la vez ser marginal, o para ser más preciso, tener compromiso político y mantenerse al margen de la política. ¿A qué me refiero con esto? Tener compromiso político inevitablemente requiere de un pensamiento crítico, y esto en nuestro país (y en casi todos), forzosamente nos mantiene al margen de la política que es la antítesis del pensamiento crítico.

 

Octavio Paz realizó la crítica política de los gobiernos y sistemas que le atañeron, aunque en la última parte de su vida fue bastante más tolerante o distante al respecto. En cambio, Sartre fue un filósofo apasionado y contradictorio toda su vida. En general, el escritor carece de un compromiso político ineludible. Su asunto fundamental es la escritura, sus historias, la creación y la imaginación literaria. No obstante es también un hombre que vive en sociedad, que administra y utiliza un lenguaje heredado que no domina ni comprende del todo. Tiene también la libertad de aceptar un compromiso político explícito si lo cree necesario; o resistirse. Un compromiso como ciudadano (es decir: como alguien que desea asumir una responsabilidad con los otros). De cualquier forma, a no ser que sea un santo o un exiliado del mundo, al escritor más suspicaz le está vedado alejarse demasiado del problema ético y de las nociones del bien y del mal. El poder político y la “representación pública” son utilizados para aumentar las fortunas económicas personales y complacer los intereses propios de muchos canallas y de algunos grupos de mafiosos.

 

“La política debería ser la dedicacion a tiempo parcial de todo ciudadano”. Dwight D. Eisenhower, presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961. “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”. Georg C. Lichtenberg, científico y escritor alemán. ¡Reflexionemos sobre el particular!

 

Los estudios sobre afiliación sindical apuntan a que la mayoría de las personas se afilian principalmente por dos razones, por motivos colectivos y por los beneficios individuales (Waddington y Whitston, 1997:520). Las razones colectivas incluyen conceptos como el apoyo en el trabajo, la protección/mejora de las condiciones salariales y laborales, la creencia en los sindicatos y la presión del grupo de compañeros. Los beneficios individuales se refieren al asesoramiento jurídico gratuito, servicios profesionales, beneficios del sector, servicios financieros y formación y educación.

 

Posteriormente, se preguntó a los encuestados sobre cuál debía ser el objetivo principal de un sindicato. La mayoría de encuestados opina que los sindicatos deberían intentar influir en el debate público, en cuestiones relativas al mercado laboral, reflejar los problemas de precariedad y el empleo atípico, ofrecer educación y formación para los miembros y activar a los trabajadores en general, en línea con el giro generalizado hacia la organización El 78% del total de los encuestados opina que los sindicatos deberían centrarse en las campañas sobre los abusos de las empresas multinacionales. El 65% considera que los sindicatos deberían centrarse solo en cuestiones relativas al lugar de trabajo.

 

Importante es poner en cuestión el mito de la movilización permanente como principio y fin. Los sindicatos revolucionarios anglosajones están reflexionando sobre qué supone “movilizarse” frente a “organizarse”. Desarrollar una estrategia medioplacista destinada a lograr una organización real en los centros de trabajo y en las comunidades que implique un cambio cultural en las relaciones de poder y jerarquía frente a aquellas actuaciones tan habituales de la izquierda y los movimientos sociales que buscan la agitación pero que no generan cambio real ni estructuras motoras.

 

Los sindicatos son, nada más pero nada menos, un instrumento de defensa de las clases trabajadoras. Un instrumento imprescindible porque estas interactúan con la patronal en condiciones de franca inferioridad y debilidad pero que, como cualquier otro, puede ser utilizado bien o mal. Los sindicatos suponen protección, apoyo mutuo, poder colectivo y, por lo tanto, mayor posibilidad de intervenir en las relaciones económicas en condiciones de simetría con la patronal, única forma de conquistar y disfrutar derechos que sería imposible alcanzar y ejercer negociando las condiciones de trabajo individualmente. Las razones que llevan a combatir a los sindicatos no son científicas, como nos quieren hacer creer los economistas neoliberales. La actividad sindical no es mala en sí misma para la economía.

 

Lo expresado antes se ha transformado en mera retórica. Hoy políticos y sindicalistas son "funcionarios" del sistema, viven de tal, medran y cambian por muy poco "cromos" con los que mandan. Al día siguiente de ser elegidos, adoptan la pose importante. Ya forman parte de la élite. Ya han alcanzado una profesión que les permite vivir sin trabajar. Son instrumentos para la perversión del sistema democrático que deriva el poder popular a unos representantes oportunistas y muchas veces corruptos.

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