Lunes, 15 de Septiembre de 2025

Actualizada Domingo, 14 de Septiembre de 2025 a las 14:06:56 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 23 de Enero de 2023 Tiempo de lectura:

Ocasión desaprovechada

Parto del planteamiento de que, a pesar del análisis que voy a hacer a continuación, el acto multitudinario del día 21 de enero, ha sido muy necesario y conveniente para que una enorme masa de ciudadanos, que podría haber sido mayor en otro formato de convocatoria, expresara su enorme malestar con el estado de la situación de España, en unas condiciones de gobernabilidad absolutamente kafkianas y teledirigidas desde poderes externos a los cuales la mayor parte de los partidos y dirigentes sirven como buenos lacayos.

 

Una de las acepciones de la "alta traición" es la siguiente: "Cometida contra la soberanía o contra el honor, la seguridad y la independencia del Estado".

 

Creo que no hay mucho más que aclarar. Sí. La manifestación de Madrid ha sido un hito, y la de Barcelona, celebrada al día siguiente, domingo, con muchísimos menos asistentes, otro éxito. Pero los modelos de actos de ambas citas respondían a distintos parámetros: el de Madrid, con una megaorganización y una forma de planificar que ha hecho escuela, con unos mensajes planos, sin nervio ni contenido que llegara al alma de la gente; limitándose a un mero relato de las aberraciones que ya son hemeroteca conocida. Allí estaba una muy nutrida concurrencia de ciudadanos cabreados que bramaban contra Sánchez y su Gobierno y que esperaban escuchar algo más vibrante. Y el de Barcelona, bastante más modesto en la convocatoria, y, sin embargo, con un discurso cargado de elementos que constituyen el meollo del problema que tiene España hoy: el nacionalismo y el entreguismo de los partidos mal llamado constitucionalistas a los sátrapas que, según Iñaki Ezkerra, orador de dicho acto, es una verdadera mafia a cuyo chantaje siempre se pliegan los poderes del Estado gobernados por una casta partitocrática que hurta la soberanía al pueblo español.

 

Ambos modelos representan enfoques distintos. Uno que arrastra a las masas por dominar bien los elementos de la convocatoria, pero sin nervio ni contenido conceptual. Que confunde nación con Constitución y democracia con un Estado vacío de mimbres realmente constituyentes, axiológicos y de respeto al pueblo al que sirve.

 

Y el otro, sin mucho apoyo logístico y económico, pero con sustancia ideológica, donde se asocian realmente los ideales de la soberanía con la democracia deseada y despojada de elementos contaminadores y adulteradores de los derechos de los individuos, verdaderos detentadores del ejercicio soberano y de las libertades.

 

No he ido a ninguna de las dos por cuestiones de salud, pero me imagino a los compatriotas que han hecho cientos de kilómetros para llegar a Cibeles y que se encontraron con los discursos de unas personas a las que les conocerán en su pueblo, y con un mensaje plano, que es una mera síntesis de elementos ya conocidos hasta por quienes ven u oyen la RTVE. Más preocupados esos mensajeros de la nada de que las cámaras de la televisión les enfocaran que de arrancar la ovación de los ciudadanos allí congregados. Estos no aprenden nada de los maestros de la propaganda: la izquierda inane. No dicen nada con sustancia y mienten como bellacos, pero llegan a una parte significativa de la población, porque saben transmitir, y no olvidemos que los componentes emocionales son los que guían las voluntades. Después, o con ellos, están los racionales.

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.