Sin timonel electoral en la izquierda
Llegan tiempos electorales convulsos para la izquierda española, cómodamente instalada al timón de gobierno de la nave del Estado, donde el control de recursos y resortes mediáticos, quizás induce a creer a sus líderes que podrán con facilidad continuar gobernando en coalición y repitiendo alianzas con casi toda la “Tabla periódica” de los elementos políticos que cuestionan la Constitución de 1978 . Pero la realidad puede ser otra y los números no dar. No solo por méritos ajenos sino por faltas propias.
Algo ha cambiado respecto a la anterior convocatoria de Elecciones Generales. El PSOE, ya no tiene la suerte de contar con un asesor/ timonel electoral de la capacidad de Iván Redondo, incomprensiblemente apartado del Gobierno por Pedro Sánchez. Y ello tras haber conseguido primero auparle en 2017 al control del PSOE, luego a llevarle a la Moncloa con una moción de censura en 2018, y finalmente ayudarle a ganar dos convocatorias electorales generales sucesivas en 2019.
Redondo no solo es un excelente asesor sino que conoce profesionalmente los mimbres internos, carencias y debilidades de nuestros grandes partidos políticos, pues ha trabajado con ellos, así que convertirlo en su consejero fue seguramente la más acertada decisión de Sánchez en su vida política.
Pero hace unos meses, en julio de 2021, prescindió de él. Quizás el Presidente, por su conocida soberbia natural, cree que tiene asegurada la continuidad en el cargo gracias a su imagen progresista y su habilidad política (forma como él juzga sus añagazas, piruetas y bruscos cambios de discurso). Está tan acostumbrado a navegar en aguas turbulentas que, a lo mejor, cree que gobernar es ir dando bandazos.
A mi juicio, Pedro Sánchez se comporta como un Mouriño de la política, sobrado de ego y siempre pendiente de gestos mediáticos. Al final su tipo de juego de poco le sirve, ya que en su alineación incluye jugadoras especialistas en meter gol en propia puerta, pues el objetivo de su política no es tanto derrotar a la oposición para seguir en el gobierno, sino descabalgar al propio Sánchez de su cargo, pues para ellas solo el caos y debilitar al PSOE, les acerca a “asaltar el cielo” del poder. Es lo que pasa cuando gobiernas coaligado con anti-sistema: las leninistas son siempre malas compañías políticas.
Pero a Sánchez deshacerse alegremente de la gente de su entorno le resulta más fácil que reconocer sus propios errores y responsabilidades. El presidente hace tiempo que actúa como si cualquier colaborador fuera solo un subordinado prescindible cuando él considere que mediáticamente le conviene darle la patada para tapar la crisis del día, ofreciendo una cabeza.
Pero no es así. En política, lo mismo que en el juego del ajedrez: no hay que confundir los peones con la Dama. La Dama es figura clave, y la pérdida de la misma, anuncia un futuro de la partida muy negro. E Iván Redondo era su Dama en el tablero del gobierno de coalición que preside desde 2020 con las distintas facciones de Podemos. A Redondo no lo puede sustituir ahora con peones obedientes tipo Tezanos, por más que añada puñados de ellos a los escaques del tablero político gracias a su control de os organismos oficiales. Al prescindir de Redondo creo que Pedro Sánchez cometió un error que solo su hibris, su desmedida soberbia, le impidió ver.
Se decía en la antigüedad que los dioses ciegan a aquellos que quieren perder. Pues los dioses de la política han cegado a Pedro Sánchez en 2021. Cómo cegaron en 2019 a Albert Rivera cuando se negó en la anterior legislatura a entrar en un gobierno de coalición con Sánchez, momento irrepetible que pudo haber consolidado a Ciudadanos como la alternativa centrista al PSOE, en detrimento del PP de Casado, entonces en horas muy bajas a causa de su inestable tipo de liderazgo. Cuando Rivera decidió no hacerlo, perdió su ventana de oportunidad y condenó a Cs a su situación actual. Si llega a pactar con Sánchez, habría cambiado posiblemente nuestra historia política.
Con su forma de actuar, olvida Sánchez que la continuidad de un gobernante en el poder depende de cuatro cosas: la primera, estar bien aconsejado; la segunda, tener programas coherentes y asumibles por los electores; la tercera, ser capaz de constituir equipos sólidos tanto en el gobierno como en su partido, que es la trastienda del poder; la cuarta, ser capaz de comunicar lo anterior al electorado de forma creíble. Y hoy me temo que no tiene ni buen consejero (lo despidió), ni buen programa (sobrevivir como sea y al precio que sea, no es un programa), ni equipos fiables (los pelotas son un mal fundamento para la acción política, pues aplauden servilmente tus errores), ni capacidad de comunicar a la sociedad su proyecto.
Llegado el final de la legislatura, ya no sirve hacer actos huecos para repartir sonrisas y promesas entre la parroquia fiel de militantes con carnet o los paniaguados de turno cuyo puesto y “alubias” dependen de tu gobierno. Son una “clac" no representativa del electorado al que se debe convencer.
Por eso me parece que estos próximos meses Sánchez va a echar mucho de menos a su antiguo asesor y timonel electoral, pues ni la corte de aduladores que le rodea en La Moncloa ni la de políticos sometidos a su voluntad que inunda la sede de Ferraz se atreverán a contradecirle cuando pretenda gobernar la campaña electoral con su praxis acostumbrada, afirmando un día una cosa y el siguiente su contraria, prometiendo aquello que no piensa cumplir y creyendo que el aplauso de los Tezanos de turno, las alabanzas de los plumillas a sueldo o los panegíricos como “estadista europeo” de los medios de comunicación cautivos es un garante seguro del voto del ciudadano.
Sánchez puede intentar una última jugada: repescar a Iván Redondo. Pero este sabe que en política, como en los ríos, las mismas aguas no pasan dos veces por el mismo cauce, y dudo que Iván aceptara.
En pocos meses veremos lo que sucede. El voto popular en las urnas es como liberar al Gato de Schrödinger, que no está ni muerto ni vivo hasta que se abre la caja, se revisa, se materializa una opción y rara vez salta la sorpresa. En terminología de la física cuántica el “colapso de la función de onda electoral” dentro de unos meses podría llevar parejo el “colapso político” del candidato Sánchez.
Si todo sigue su curso actual creo que nuestra izquierda se dirige sin timonel hacia terribles arrecifes electorales: Pedro Sánchez será derrotado, obteniendo un pobre resultado, aunque el PSOE seguirá siendo la fuerza política clave de la izquierda para el futuro de nuestro país al absorber voto útil de Podemos y de las demás franquicias de la “rive gauche”, cuyo naufragio puede ser total.
Lo cual, por otra parte creo que es bueno para España, porque, como decía Ortega, los experimentos, incluidos los políticos, mejor hacerlos con gaseosa y no con zumo de leninista.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Llegan tiempos electorales convulsos para la izquierda española, cómodamente instalada al timón de gobierno de la nave del Estado, donde el control de recursos y resortes mediáticos, quizás induce a creer a sus líderes que podrán con facilidad continuar gobernando en coalición y repitiendo alianzas con casi toda la “Tabla periódica” de los elementos políticos que cuestionan la Constitución de 1978 . Pero la realidad puede ser otra y los números no dar. No solo por méritos ajenos sino por faltas propias.
Algo ha cambiado respecto a la anterior convocatoria de Elecciones Generales. El PSOE, ya no tiene la suerte de contar con un asesor/ timonel electoral de la capacidad de Iván Redondo, incomprensiblemente apartado del Gobierno por Pedro Sánchez. Y ello tras haber conseguido primero auparle en 2017 al control del PSOE, luego a llevarle a la Moncloa con una moción de censura en 2018, y finalmente ayudarle a ganar dos convocatorias electorales generales sucesivas en 2019.
Redondo no solo es un excelente asesor sino que conoce profesionalmente los mimbres internos, carencias y debilidades de nuestros grandes partidos políticos, pues ha trabajado con ellos, así que convertirlo en su consejero fue seguramente la más acertada decisión de Sánchez en su vida política.
Pero hace unos meses, en julio de 2021, prescindió de él. Quizás el Presidente, por su conocida soberbia natural, cree que tiene asegurada la continuidad en el cargo gracias a su imagen progresista y su habilidad política (forma como él juzga sus añagazas, piruetas y bruscos cambios de discurso). Está tan acostumbrado a navegar en aguas turbulentas que, a lo mejor, cree que gobernar es ir dando bandazos.
A mi juicio, Pedro Sánchez se comporta como un Mouriño de la política, sobrado de ego y siempre pendiente de gestos mediáticos. Al final su tipo de juego de poco le sirve, ya que en su alineación incluye jugadoras especialistas en meter gol en propia puerta, pues el objetivo de su política no es tanto derrotar a la oposición para seguir en el gobierno, sino descabalgar al propio Sánchez de su cargo, pues para ellas solo el caos y debilitar al PSOE, les acerca a “asaltar el cielo” del poder. Es lo que pasa cuando gobiernas coaligado con anti-sistema: las leninistas son siempre malas compañías políticas.
Pero a Sánchez deshacerse alegremente de la gente de su entorno le resulta más fácil que reconocer sus propios errores y responsabilidades. El presidente hace tiempo que actúa como si cualquier colaborador fuera solo un subordinado prescindible cuando él considere que mediáticamente le conviene darle la patada para tapar la crisis del día, ofreciendo una cabeza.
Pero no es así. En política, lo mismo que en el juego del ajedrez: no hay que confundir los peones con la Dama. La Dama es figura clave, y la pérdida de la misma, anuncia un futuro de la partida muy negro. E Iván Redondo era su Dama en el tablero del gobierno de coalición que preside desde 2020 con las distintas facciones de Podemos. A Redondo no lo puede sustituir ahora con peones obedientes tipo Tezanos, por más que añada puñados de ellos a los escaques del tablero político gracias a su control de os organismos oficiales. Al prescindir de Redondo creo que Pedro Sánchez cometió un error que solo su hibris, su desmedida soberbia, le impidió ver.
Se decía en la antigüedad que los dioses ciegan a aquellos que quieren perder. Pues los dioses de la política han cegado a Pedro Sánchez en 2021. Cómo cegaron en 2019 a Albert Rivera cuando se negó en la anterior legislatura a entrar en un gobierno de coalición con Sánchez, momento irrepetible que pudo haber consolidado a Ciudadanos como la alternativa centrista al PSOE, en detrimento del PP de Casado, entonces en horas muy bajas a causa de su inestable tipo de liderazgo. Cuando Rivera decidió no hacerlo, perdió su ventana de oportunidad y condenó a Cs a su situación actual. Si llega a pactar con Sánchez, habría cambiado posiblemente nuestra historia política.
Con su forma de actuar, olvida Sánchez que la continuidad de un gobernante en el poder depende de cuatro cosas: la primera, estar bien aconsejado; la segunda, tener programas coherentes y asumibles por los electores; la tercera, ser capaz de constituir equipos sólidos tanto en el gobierno como en su partido, que es la trastienda del poder; la cuarta, ser capaz de comunicar lo anterior al electorado de forma creíble. Y hoy me temo que no tiene ni buen consejero (lo despidió), ni buen programa (sobrevivir como sea y al precio que sea, no es un programa), ni equipos fiables (los pelotas son un mal fundamento para la acción política, pues aplauden servilmente tus errores), ni capacidad de comunicar a la sociedad su proyecto.
Llegado el final de la legislatura, ya no sirve hacer actos huecos para repartir sonrisas y promesas entre la parroquia fiel de militantes con carnet o los paniaguados de turno cuyo puesto y “alubias” dependen de tu gobierno. Son una “clac" no representativa del electorado al que se debe convencer.
Por eso me parece que estos próximos meses Sánchez va a echar mucho de menos a su antiguo asesor y timonel electoral, pues ni la corte de aduladores que le rodea en La Moncloa ni la de políticos sometidos a su voluntad que inunda la sede de Ferraz se atreverán a contradecirle cuando pretenda gobernar la campaña electoral con su praxis acostumbrada, afirmando un día una cosa y el siguiente su contraria, prometiendo aquello que no piensa cumplir y creyendo que el aplauso de los Tezanos de turno, las alabanzas de los plumillas a sueldo o los panegíricos como “estadista europeo” de los medios de comunicación cautivos es un garante seguro del voto del ciudadano.
Sánchez puede intentar una última jugada: repescar a Iván Redondo. Pero este sabe que en política, como en los ríos, las mismas aguas no pasan dos veces por el mismo cauce, y dudo que Iván aceptara.
En pocos meses veremos lo que sucede. El voto popular en las urnas es como liberar al Gato de Schrödinger, que no está ni muerto ni vivo hasta que se abre la caja, se revisa, se materializa una opción y rara vez salta la sorpresa. En terminología de la física cuántica el “colapso de la función de onda electoral” dentro de unos meses podría llevar parejo el “colapso político” del candidato Sánchez.
Si todo sigue su curso actual creo que nuestra izquierda se dirige sin timonel hacia terribles arrecifes electorales: Pedro Sánchez será derrotado, obteniendo un pobre resultado, aunque el PSOE seguirá siendo la fuerza política clave de la izquierda para el futuro de nuestro país al absorber voto útil de Podemos y de las demás franquicias de la “rive gauche”, cuyo naufragio puede ser total.
Lo cual, por otra parte creo que es bueno para España, porque, como decía Ortega, los experimentos, incluidos los políticos, mejor hacerlos con gaseosa y no con zumo de leninista.
Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019











