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Pablo Mosquera
Sábado, 04 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:

La corrupción endémica

Se enseña. Se extiende. Se convierte en subcultura. Se vuelve tolerable socialmente. Se acepta. Es la punta del iceberg. Forma parte del riesgo que algunos están dispuestos a correr. Financia la partitocracia. Hace real dos frases: Joseph Fouché dijo "todo hombre tiene un precio, lo que hace falta es saber cuál es". Un encargado de multinacional, dijo " el problema no está en robar, está en que te pillen robando". ¡Manda carallo en La Habana!

 

Los más ingenuos creyeron que tras los escándalos del socialismo andaluz y el PP desde Madrid hasta Valencia se habían puesto barreras a tales conductas y que había cambiado la forma de proceder en la gestión de lo público entre empresarios y políticos con mando en plaza. Pero ni lo uno ni lo otro, ni propósito de enmienda, ni temor a que les pillen o la sociedad la emprenda a "gorrazos" con esos golfos que estos días se han vuelto a convertir en apertura de los informativos y dan guión zafio para una película de Torrente.

 

Esto es como la violencia. No somos capaces de atajarla. Y encima llega Podemos y logra con su pérfida ignorancia conseguir que a los asesinos de mujeres les salga más barata la condena. Pues con la corrupción debemos estar cometiendo errores similares por parte del legislativo y por parte de los partidos políticos que hacen listas electorales presuntamente plagadas de aventureros dispuestos a todo con tal de enriquecerse con la gestión pública. Y lo que es peor, a las puertas de unas elecciones que volverán a llenar la Administración local de sinvergüenzas que nos sacarán los colores de eso que mi padre llamaba vergüenza ajena o que hace años creíamos era propia aptitud y actitud de las pobres repúblicas bananeras.

 

Alguien debería entonar el mea culpa causal. No hubo capacidad para proteger esas áreas institucionales dónde se sabe de viejo que existe el riesgo de apropiarse, desviar, hacer negocios, llenar las cuentas corrientes con las mordidas por esos contratos no escritos, pero que son como la cosa nostra un acuerdo entre golfos y con los dineros públicos, esos que proceden del IRPF obligado de las clases trabajadoras y pensionistas.

 

Hagamos reflexión sobre: contratación-regulación-rendición de cuentas-especulación. Y una pregunta necesaria antes que volvamos a saber dónde han ido a parar los dineros de tales defectos institucionales. ¿Cómo se financian los partidos políticos? Y en todo lo señalado, qué papel juega el funcionariado que en vez de lograr su puesto de trabajo-decisión por méritos lo hace por medio de esos agujeros que mantiene o crean quienes necesitan leales clientelares para acceder a los recursos económicos. Seré más concreto. Dado que tendremos nuevos Ayuntamientos en la primavera, ¿interventores y secretarios municipales son de fiar? ¿Obedecerán a la Ley o lo harán a los que manden en el Consistorio?.

 

Percepción del ciudadano contribuyente: los efectos mediáticos de la corrupción crean sentimiento de impunidad, lentitud en la persecución y castigo, asunción de que tal golfería forma parte del paisaje y por tanto no sólo se repite sino que puede ser como el dinero negro, una manera de disfrutar lo público. Y al igual que con el narcotráfico. ¿Qué relación hay entre lo que se pilla y lo que de verdad sucede sin que les pillen?

 

Aun cuando la corrupción puede darse y se da en muchos espacios de la sociedad civil, es la corrupción política la que se lleva la palma y provoca mayor desasosiego en el tejido social de España y en el Estado de las autonomías Parece obvio que nuestros políticos, sobre todo los alcaldes, tienen demasiado monopolio en la toma de decisiones, mucha discrecionalidad y muy poco control, y que para reducir la corrupción van a tener que aceptar autoimponerse controles, reducir sus ámbitos de discrecionalidad y reducir sus poderes monopolísticos en la toma de decisiones. Por ahí debería haber ido la cuestión de poner barreras al problema endémico que nos impregna.

 

Para regenerar la vida pública sobre todo en las instituciones, donde más se sospecha pueden darse conductas indecentes. Se hace preciso que nuestros políticos, sobre todo los alcaldes, pierdan monopolio en la toma de decisiones, evitando tanta discrecionalidad y tan poco control, y es que para reducir la corrupción van a tener que aceptar controles, reducir sus ámbitos de discrecionalidad y reducir sus elásticos poderes para la toma de decisiones. Esta es una de las reformas que se precisa.

 

Llegados hasta aquí me hago dos preguntas. ¿Afecta la corrupción a la intención del votante? ¿Es útil y necesaria una comisión de investigación para estos casos de corrupción?

 

Me temo que a estas alturas y por lo que dije antes de como la sociedad va admitiendo que la corrupción es como las epidemias anuales de gripe. Molesta, indigna, da para muchas tertulias, sirve para que los descreídos justifiquen su estado de ánimo, incluso el fracaso del sistema democrático. Pero ya ni creo en el voto de castigo al partido corrupto, entre otras razones por el mal concepto que tienen los ciudadanos de los partidos políticos y de sus representantes. Como máximo habrá un aumento de la abstención. Pero los "ultras" de cada partido, se perdonarán a sí mismos o votarán en nombre de la teoría del mal menor.

 

Las comisiones parlamentarias o municipales de investigación suelen ser muy poco operativas. Pues la mayoría se encarga de ponerles sordinas. Y si el asunto está judicializado de antes, la comisión deberá subordinarse al propio ritmo de la justicia. No pasan de ser una herramienta al servicio de aquella vieja metodología de propaganda y agitación muy usada contra las dictaduras durante el siglo veinte y muy de acuerdo con aquellos románticos tiempos universitarios de oposición a la oprobiosa.

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