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Miércoles, 15 de Marzo de 2023 Tiempo de lectura:

Un alto cargo del Pentágono baraja la posibilidad de que naves nodrizas extraterrestres actúen en nuestro sistema solar

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Sean Kirkpatrick, director de la popular y recientemente constituida Unidad Ovni del Pentágono, cuyo nombre oficial es Oficina de Resolución de Anomalías de Todos los Dominios (AARO), acaba de publicar junto con el físico teórico Avi Loeb, ex presidente del Departamento de Astronomía de Harvard y actual profesor de Ciencias “Frank B. Baird Jr.” en la mima universidad, el borrador de un artículo en el que se especula con la posibilidad de que “naves nodrizas” extraterrestres puedan estar volando a través de nuestro sistema solar y enviando sondas a la Tierra.

 

De acuerdo con lo escrito por estos investigadores, equipos extraterrestres podrían llegar a la Tierra de dos formas: como basura espacial, similar a la forma en la que nuestras propias sondas interestelares (Voyager 1 y 2, Pioneer 10 y 11 y New Horizons) aparecerán dentro miles de años, o como equipos funcionales como dispositivos autónomos equipados con Inteligencia Artificial (IA). En su opinión, es poco probable que cualquier dispositivo funcional incrustado en la atmósfera de la Tierra lleve entidades biológicas porque estas no sobrevivirían al largo viaje a través del espacio interestelar y sus duras condiciones, incluido el bombardeo por energéticos rayos cósmicos, rayos X y rayos gamma.

 

Kirkpatrick y Loeb barajan la hipótesis de que los extraterrestres pueden haber enviado hace mucho tiempo una nave nodriza a través de la galaxia, con la capacidad de lanzar sus propias sondas más pequeñas para visitar los planetas interesantes por los que pase. Los científicos consideran la posibilidad de que “un objeto interestelar artificial pueda ser una nave matriz que libere muchas sondas pequeñas durante su paso cercano a la Tierra, una construcción operativa no muy diferente de las misiones de la NASA. Estas “semillas de diente de león” podrían separarse de la nave principal por la fuerza gravitacional de marea del Sol o por una capacidad de maniobra”. Con un diseño adecuado, reflexionan, estas diminutas sondas llegarían a la Tierra u otros planetas del sistema solar para su exploración. Dicen que los astrónomos no serían capaz de notar el rocío de mini-sondas porque no reflejan suficiente luz solar para que los telescopios existentes puedan percibirlo.

 

[Img #23861]Dentro de un rango cercano a una estrella, las sondas tecnológicas extraterrestres podrían usar la luz de las estrellas para cargar sus baterías y utilizar agua líquida como combustible. “Esto explicaría por qué apuntarían a la región habitable alrededor de las estrellas, donde el agua líquida puede existir en la superficie de los planetas rocosos con atmósfera, como la Tierra. Los planetas habitables serían particularmente atractivos para las sondas trans-medium, capaces de moverse entre el espacio, el aire y el agua. Desde una gran distancia, Venus, la Tierra o Marte serían igualmente atractivos para las sondas. Pero tras una inspección más cercana, la Tierra mostraría firmas espectrales de agua líquida y vegetación que podrían atraer la atención selectiva”, escriben Kirkpatrick y Loeb.

 

En el artículo de seis páginas, titulado Restricciones físicas en fenómenos aéreos no identificados, los investigadores consideran que el propósito general del viaje sería que las sondas puedan propagar el proyecto de sus remitentes: “Al igual que con las semillas biológicas, las materias primas en la superficie del planeta también podrían ser utilizadas por ellos como nutrientes para la autorreplicación o simplemente para la exploración científica. Es importante señalar que, dado las escalas de tiempo asociadas con el esquema de propulsión discutido aquí, no es razonable afirmar que la intención de cualquier sonda de este tipo lanzada en un pasado lejano, tenga algo que ver con la especie humana. Más probable, y similar a las misiones de la NASA: el objetivo sería de naturaleza científica y exploratoria”.

 

Concretamente, en su estudio, Kirkpatrick y Loeb recuerdan cómo el 19 de octubre de 2017, el estudio del cielo Pan-STARRS marcó un inusual objeto interestelar cercano a la Tierra al que se denominó 'Oumuamua’. “A diferencia de los asteroides o cometas del sistema solar, 'Oumuamua’ parecía tener una forma extremadamente plana y se alejaba del Sol sin mostrar una cola cometaria de gas y polvo, lo que planteaba la posibilidad de que fuera delgado y de origen artificial. Tres años más tarde, Pan-STARRS descubrió otro objeto definitivamente artificial, concretamente el cohete propulsor de la NASA 2020 SO, que mostraba un comportamiento similar con una forma extrema, un empuje por la presión de la radiación solar y sin cola cometaria debido a que sus delgadas paredes eran de acero inoxidable. El 9 de marzo de 2017, seis meses antes del máximo acercamiento de 'Oumuamua’ a la Tierra, un meteoro interestelar (IM2) del tamaño de un metro colisionó con la Tierra. Sorprendentemente, IM2 tenía una velocidad relativa al Sol a grandes distancias y un semieje mayor heliocéntrico idénticos a los de 'Oumuamua’. Pero la inclinación del plano orbital de IM2 alrededor del Sol era completamente diferente a la de 'Oumuamua, lo que implica que ambos objetos no están relacionados. No obstante, las coincidencias entre algunos parámetros orbitales de 'Oumuamua’ e IM2 nos inspiran a considerar la posibilidad de que un objeto interestelar artificial pueda ser potencialmente una nave madre que libere muchas sondas pequeñas durante su paso cercano a la Tierra, una construcción operativa no muy diferente de las misiones de la NASA. Estas ‘semillas de diente de león’ podrían separarse de la nave madre por la fuerza gravitatoria de marea del Sol o por una capacidad de maniobra. Una pequeña velocidad de eyección lejana podría provocar una gran desviación de la trayectoria de la nave progenitora cerca del Sol. Los cambios se manifestarían tanto en el tiempo de llegada como en la distancia de máxima aproximación a la Tierra. Con un diseño adecuado, estas diminutas sondas podrían llegar a la Tierra o a otros planetas del Sistema Solar para su exploración, cuando la nave madre pasara a una fracción de la separación Tierra-Sol, tal y como hizo 'Oumuamua’. Los astrónomos no podrían notar el rocío de las minisondas”.

 

Sean Kirkpatrick es el director de la Oficina de Resolución de Anomalías de Todas las Dominios (All-domain Anomaly Resolution Office o AARO) del Pentágono de Estados Unidos. La AARO es una organización dedicada a identificar y resolver anomalías que ocurren en los sistemas de defensa del país, utilizando tecnología y análisis avanzados en una amplia gama de dominios, incluyendo el aire, la tierra, el mar, el espacio y el ciberespacio. Como director de la AARO, Kirkpatrick es responsable de liderar los esfuerzos para detectar, analizar y mitigar las amenazas en estos dominios, y trabaja en estrecha colaboración con otras agencias de defensa y seguridad nacional para proteger los intereses de Estados Unidos.

 

Avi Loeb es un físico teórico y astrónomo israelí-estadounidense que actualmente es profesor de ciencia en la Universidad de Harvard. Es conocido por sus contribuciones en astrofísica y cosmología teórica, particularmente en el estudio de la formación de galaxias, la física de agujeros negros y la búsqueda de vida extraterrestre.

 

Además de sus contribuciones a la investigación científica, Loeb es conocido por su defensa de ideas controvertidas en la comunidad científica. En particular, ha defendido la hipótesis de que el objeto interestelar 'Oumuamua', el primer objeto interestelar detectado en el sistema solar, podría ser una sonda alienígena. Además de su trabajo académico, Loeb es autor de varios libros populares sobre astrofísica y cosmología, y ha sido reconocido por su trabajo en numerosas ocasiones, incluyendo premios de la Sociedad Astronómica Americana y la Fundación Nacional de Ciencia.

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