Desafío independentista
Carta abierta de la Asociación por la Tolerancia a los hermanos Gasol, a Gerard Piqué y a Xavi Hernández
La Asociación por la Tolerancia felicita a los hermanos Gasol, a Xavi Hernández y a Gerard Piqué por sus brillantes trayectorias y sus muchos éxitos, especialmente cuando han representado a las selecciones españolas de baloncesto y de fútbol, respectivamente, pues con ellas se han proclamado campeones de Europa y del mundo. Los aficionados españoles hemos vibrado con su esfuerzo, su juego y sus victorias, y también nos hemos dolido con ellos en sus derrotas. Su conducta en competición siempre ha sido ejemplar. Quede constancia, pues, de nuestra admiración y gratitud.
Como personas de gran relevancia social, y acaso ante la tenaz insistencia de algunos periodistas, todos ellos se han pronunciado en las últimas fechas con relación al llamado “proceso soberanista”. Sus palabras no pasan desapercibidas. Por esa razón la Asociación por la Tolerancia, respetando su derecho, como no podía ser de otra manera, a pensar y sentir lo que tengan a bien, querría contestarles por la presente:
- Cuando Gerard Piqué afirma que asistió a la concentración convocada el pasado día 11 de septiembre “porque es catalán”. Queremos decirle que no existe una relación forzosa, de causa y efecto, entre “ser catalán” y acudir a esa cita, u otra. Nuestros asociados, y otros cientos de miles de personas, no asistimos a esa concentración y también somos catalanes. Salvo que el señor Piqué entienda que la asistencia era un requisito para optar al título de “buen catalán”; un título, “buen o mal catalán” que, como el de “buen o mal español”, recuerda modismos de un tiempo pasado. Como a Gerard Piqué, también a nosotros, al ver las imágenes servidas por los medios de comunicación, “se nos puso la piel de gallina”, pero no por la emoción patriótica y la exacerbación ultranacionalista, sino por el hecho de que una multitud (cuantificada acaso de manera inexacta en 1’8 millones de personas comprimidas en 200.000 metros cuadrados, arrojando una densidad sorprendente de 9 personas por metro cuadrado) se avenga tan dócilmente a ser encuadrada de un modo milimétrico, en una escenografía análoga a las concentraciones organizadas en Corea del Norte.
- Cuando Xavi Hernández o Marc Gasol dicen “que lo democrático es votar” y “que los catalanes tenemos derecho a hacerlo,” hay que recordarles que los catalanes votamos asiduamente, la última vez en mayo de 2014 (elecciones al Parlamento europeo). Desde que los españoles aprobamos la Constitución actual, con elevadísima participación y votos afirmativos en Cataluña, no hemos parado de votar en todo tipo de elecciones y así llevamos 36 años, luego no se entiende bien a qué déficit democrático se refieren. Puede que, por causa de sus muchos entrenamientos y competiciones, no se hayan enterado de docenas de convocatorias electorales a las que los catalanes hemos sido, dentro de la legalidad vigente, llamados a las urnas.
- También habría que recordar a nuestros deportistas que no siempre el acto de votar es consustancial a la democracia, pues se ha votado y se vota en regímenes dictatoriales, sea el caso de España durante el franquismo o en la Cuba actual, al mismo tiempo que en algunas democracias consolidadas hay cosas que no tienen el marchamo de la legalidad, esto es, que no pueden ser sometidas a referendo por los ciudadanos, y menos aún por una parte de ellos. Para hablar de democracia no basta, desde luego, con votar cada 4 años o con votar todo aquello que uno quiera o pretenda, sino que dicho acto ha de conformarse a un marco legal y a una efectiva separación de poderes que todos hemos de respetar, pues en una democracia homologable nadie habría de estar por encima de la ley, y nadie es mejor que los demás por sus ideas o por su lugar de nacimiento, por marcar muchos goles o por encestar todos los lanzamientos triples.
- Hay obligaciones que todos hemos de cumplir, como las fiscales, las del civismo y la urbanidad, ante las que los sentimientos de pertenencia nacional, u otros, no son un eximente o atenuante para justificar su incumplimiento, y así ha de ser, pero hay otras ocasiones en las que la obligatoriedad habría de ser revisada si supone una coacción emocional inasumible para determinadas personas.
Por todo ello, la Asociación por la Tolerancia entiende que la participación de los jugadores federados en las diferentes selecciones nacionales (fútbol, baloncesto, waterpolo, etc) habría de ser voluntaria siempre, pues no se debe forzar a nadie a competir por un país que no siente como propio, que considera extranjeros a otros compañeros de selección y a buena parte de los aficionados. El lugar que dejara vacante dicho deportista podría ser ocupado por otro de gran mérito, especialmente motivado por la muy noble idea de representar a todos los aficionados españoles, y por la muy comprensible intención de promocionar su carrera a nivel internacional, aunque el rendimiento del equipo pudiera resentirse. Con una cautela de este tipo, acomodada a la actual normativa en materia deportiva, no se obligaría a nadie a fingir y a vivir una situación emocionalmente embarazosa ante el himno nacional, o actuando a desgana, y por imperativo legal, como abanderado de una delegación olímpica, ni tendrían muchos aficionados que desencantarse ante algunas declaraciones que desbordan el ámbito estrictamente deportivo.
La Asociación por la Tolerancia felicita a los hermanos Gasol, a Xavi Hernández y a Gerard Piqué por sus brillantes trayectorias y sus muchos éxitos, especialmente cuando han representado a las selecciones españolas de baloncesto y de fútbol, respectivamente, pues con ellas se han proclamado campeones de Europa y del mundo. Los aficionados españoles hemos vibrado con su esfuerzo, su juego y sus victorias, y también nos hemos dolido con ellos en sus derrotas. Su conducta en competición siempre ha sido ejemplar. Quede constancia, pues, de nuestra admiración y gratitud.
Como personas de gran relevancia social, y acaso ante la tenaz insistencia de algunos periodistas, todos ellos se han pronunciado en las últimas fechas con relación al llamado “proceso soberanista”. Sus palabras no pasan desapercibidas. Por esa razón la Asociación por la Tolerancia, respetando su derecho, como no podía ser de otra manera, a pensar y sentir lo que tengan a bien, querría contestarles por la presente:
- Cuando Gerard Piqué afirma que asistió a la concentración convocada el pasado día 11 de septiembre “porque es catalán”. Queremos decirle que no existe una relación forzosa, de causa y efecto, entre “ser catalán” y acudir a esa cita, u otra. Nuestros asociados, y otros cientos de miles de personas, no asistimos a esa concentración y también somos catalanes. Salvo que el señor Piqué entienda que la asistencia era un requisito para optar al título de “buen catalán”; un título, “buen o mal catalán” que, como el de “buen o mal español”, recuerda modismos de un tiempo pasado. Como a Gerard Piqué, también a nosotros, al ver las imágenes servidas por los medios de comunicación, “se nos puso la piel de gallina”, pero no por la emoción patriótica y la exacerbación ultranacionalista, sino por el hecho de que una multitud (cuantificada acaso de manera inexacta en 1’8 millones de personas comprimidas en 200.000 metros cuadrados, arrojando una densidad sorprendente de 9 personas por metro cuadrado) se avenga tan dócilmente a ser encuadrada de un modo milimétrico, en una escenografía análoga a las concentraciones organizadas en Corea del Norte.
- Cuando Xavi Hernández o Marc Gasol dicen “que lo democrático es votar” y “que los catalanes tenemos derecho a hacerlo,” hay que recordarles que los catalanes votamos asiduamente, la última vez en mayo de 2014 (elecciones al Parlamento europeo). Desde que los españoles aprobamos la Constitución actual, con elevadísima participación y votos afirmativos en Cataluña, no hemos parado de votar en todo tipo de elecciones y así llevamos 36 años, luego no se entiende bien a qué déficit democrático se refieren. Puede que, por causa de sus muchos entrenamientos y competiciones, no se hayan enterado de docenas de convocatorias electorales a las que los catalanes hemos sido, dentro de la legalidad vigente, llamados a las urnas.
- También habría que recordar a nuestros deportistas que no siempre el acto de votar es consustancial a la democracia, pues se ha votado y se vota en regímenes dictatoriales, sea el caso de España durante el franquismo o en la Cuba actual, al mismo tiempo que en algunas democracias consolidadas hay cosas que no tienen el marchamo de la legalidad, esto es, que no pueden ser sometidas a referendo por los ciudadanos, y menos aún por una parte de ellos. Para hablar de democracia no basta, desde luego, con votar cada 4 años o con votar todo aquello que uno quiera o pretenda, sino que dicho acto ha de conformarse a un marco legal y a una efectiva separación de poderes que todos hemos de respetar, pues en una democracia homologable nadie habría de estar por encima de la ley, y nadie es mejor que los demás por sus ideas o por su lugar de nacimiento, por marcar muchos goles o por encestar todos los lanzamientos triples.
- Hay obligaciones que todos hemos de cumplir, como las fiscales, las del civismo y la urbanidad, ante las que los sentimientos de pertenencia nacional, u otros, no son un eximente o atenuante para justificar su incumplimiento, y así ha de ser, pero hay otras ocasiones en las que la obligatoriedad habría de ser revisada si supone una coacción emocional inasumible para determinadas personas.
Por todo ello, la Asociación por la Tolerancia entiende que la participación de los jugadores federados en las diferentes selecciones nacionales (fútbol, baloncesto, waterpolo, etc) habría de ser voluntaria siempre, pues no se debe forzar a nadie a competir por un país que no siente como propio, que considera extranjeros a otros compañeros de selección y a buena parte de los aficionados. El lugar que dejara vacante dicho deportista podría ser ocupado por otro de gran mérito, especialmente motivado por la muy noble idea de representar a todos los aficionados españoles, y por la muy comprensible intención de promocionar su carrera a nivel internacional, aunque el rendimiento del equipo pudiera resentirse. Con una cautela de este tipo, acomodada a la actual normativa en materia deportiva, no se obligaría a nadie a fingir y a vivir una situación emocionalmente embarazosa ante el himno nacional, o actuando a desgana, y por imperativo legal, como abanderado de una delegación olímpica, ni tendrían muchos aficionados que desencantarse ante algunas declaraciones que desbordan el ámbito estrictamente deportivo.