Autor de "Contra Picasso"
J. A. Bielsa Arbiol: "Picasso terminó por consolidarse como un elegante fraude artístico"
![[Img #23894]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/03_2023/3143_screenshot-2023-03-20-at-16-18-25-picasso-youtube-busqueda-de-google.png)
2023 va a ser festejado como el año del cincuentenario del fallecimiento del pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), uno de los grandes mitos prefabricados por los arquitectos de la posmodernidad en su afán por reescribir y redirigir la Historia del Arte. Ante la avalancha de publicaciones laudatorias plegadas a los dictados del discurso sistémico, el historiador del arte José Antonio Bielsa Arbiol acaba de publicar en la editorial Letras Inquietas su último libro titulado Contra Picasso: La construcción de un mito posmoderno. Una obra que aspira a ofrecer (desde el disenso y la crítica constructiva) un análisis objetivo e imparcial de los méritos reales o inventados de este artista devenido herramienta del Nuevo Orden Mundial.
¿Por qué un libro Contra Picasso?
Creo que era el momento más oportuno. De demorar la salida de esta obra por más tiempo, indudablemente habría llegado demasiado tarde. La coyuntura del inminente cincuenta aniversario del fallecimiento del personaje también ha sido decisiva para sacar el libro un mes antes de los inevitables festejos sistémicos, que se están preparando ahora mismo bajo un artificial clima de expectación. Picasso todavía espera una seria revisión que “rebaje” el prestigio del autor a sus justas, y más bien limitadas, proporciones. El mito del genio universal, por momentos, se está resquebrajando; lo que hace veinte años colaba, hoy aparece más erosionado de la cuenta. Urge por tanto acelerar este eclipse, por el bien del arte plástico y de la pintura en particular.
¿Quién fue, más allá de la propaganda, Pablo Ruiz Picasso?
Un tipo complejo, entre fascinante y repulsivo, un mago de la prestidigitación, un hombre inteligentísimo y amoral, que sobrevivió a todo y a casi todos con la destreza, si se quiere, de los buenos matadores de toros. Él sabía muy bien que el que juega con fuego termina por quemarse, por eso siempre tuvo la audacia de tirar el petardo antes de que éste le explotara en las manos: de ahí su tendencia a no encasillarse, a fluctuar de una moda a otra con insospechado aplomo, por lo general en períodos de un lustro, aproximadamente.
¿Fue realmente Picasso el pintor de reconocimiento mundial que se nos presenta o, simplemente, un fraude sostenido por el establishment de la cultura y el arte?
Acabo de hablar del “hombre Picasso”, un hombre de carne y hueso que podrá suscitar simpatías o recelos a unos y otros, según cada caso concreto. Pero al referirnos al “artista Picasso” tenemos que afianzar bien los argumentarios y apuntar con precisión a las zonas oscuras de una trayectoria tan caótica como sospechosamente “preparada”, demasiado mediada por intereses ajenos a los criterios puramente estéticos. Esto es lo que siempre me ha desconcertado del entorno de Picasso: su red de influencias difícilmente sinceras, de promotores enaguachados y, ante todo, los vínculos impactantes de su obra con el Gran Capital, presto éste siempre a entronizarlo. En este sentido, coincido punto por punto con el juicio preclaro del recientemente fallecido periodista Paul Johnson, quien no tuvo ningún reparo en definir a Picasso como “el estafador artístico de mayor éxito del siglo”. Toda su obra fue un éxito crematístico, que no artístico. A su directa pregunta de arriba, no me queda más remedio que responder lo segundo: en efecto, Picasso terminó por consolidarse –tras unos comienzos muy estimables– como un elegante fraude artístico sostenido por ese establishment de la cultura y el arte que todavía percibe pingües beneficios de los saldos de su producción.
Hablemos del polémico ‘Guernica’: ¿qué quiso representar Picasso con esta obra: la destrucción de la localidad vizcaína o una corrida de toros?
Hay dos lecturas acertadas sobre el asunto de este famoso mamotreto, de larga preparación e intereses contradictorios a la postre: la primera lectura es de signo autobiográfico, e incide en una serie de relaciones entre el propio Picasso y sus circunstancias personales/familiares, tiranizadas por su arrollador ego; la otra es mucho más atractiva y nos muestra el desenlace fatal de una corrida de toros, con la muerte del gran diestro Ignacio Sánchez Mejías (muerto en 1934), cuyo trágico final escenifica a su manera el cuadro. Sea como fuere, la oficial dimensión alegórica de la obra (como pretexto político preparado por la corrupta II República) fue preparada y rentabilizada a posteriori, y Picasso resultó el primero en lucrarse con la misma, pues no está de más recordar que el artista se embolsó 50.000 francos por el encargo del mural. Una cifra muy considerable para la época.
¿Es cierto que Picasso pintó el ‘Guernica’ antes de la destrucción de la villa y que la leyenda generada en torno al mismo fue una campaña político-publicitaria orquestada por la Segunda República?
Así es, pero esta gran verdad no interesa a la izquierda política española (ni tampoco a la impotente derechona, intelectualmente tan ínfima y arrastrada como viene siendo costumbre en ella). Hay mucha información publicada al respecto, pero esa información rara vez llega a los catálogos, ni a los libros de vulgarización, y todavía menos a los libros de texto con los que se adoctrina a los escolares... Se diría que hay un pacto de silencio para perpetuar la burda narrativa “guerracivilista” de nuestro tiempo. De ahí la necesidad por empezar a cuestionar el relato oficial, cuestionamiento que debe hacerse desde la propia entidad narrativa de la obra. Una simple pregunta bastaría para comenzar a desmontar el uso metafórico del ‘Guernica’: ¿qué nos está contando realmente el cuadro?
¿Podemos considerar el cubismo de Picasso como un movimiento artístico?
Como todo ‘ismo’ adscrito a las primeras vanguardias del siglo XX, el cubismo puede considerarse un movimiento artístico propio del emergente anti-arte. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Otra cuestión bien distinta sería discutir la pretendida importancia de dicho ‘ismo’ en una historia general del arte. A mi juicio, este ‘ismo’ está muy sobredimensionado, por razones bien fundadas que explico en el libro.
¿En qué se basa la pintura de Picasso?
Seré categórico: la pintura de Picasso carece casi siempre de un programa definido, y por descontado está totalmente privada de una necesidad simbólica que lleve aparejada una funcionalidad arquetípica. Esto es muy importante. Su muy irregular creatividad surge como a golpes de veleta, sujeta a una volubilidad que, en cierto sentido, participa del nihilismo reinante, de la pérdida de sentido del referente. Picasso, ese ateo hedonista y comunista millonario, hizo de la Nada su asunto vertebrador: de ahí que su compromiso político resulte inexistente; el resto se ciñe al conflicto de las formas, a un formalismo sin sustancia ontológica. Sobre esta cuestión tan crucial hemos desarrollado varios apartados en nuestro libro, y podemos afirmar satisfechos que los estéticos perennialistas nos han servido de gran ayuda a la hora de aclarar conceptos e ideas.
¿Cuál fue la relación de Pablo Ruiz Picasso con las mujeres?
Los libros y artículos que han aireado este tema, de limitado interés, además, suelen acusar de un sensacionalismo tan poco ecuánime como tendencioso, pues hoy por hoy resulta “políticamente correcto” denunciar la famosa misoginia de Picasso, su crueldad megalómana en el trato con ciertas féminas, la violencia de un temperamento tempestivo… Creo que hay demasiado jarabe vertido sobre esta parcela, el cual daría mucha sustancia a una fotonovela morbosa. No obstante, el interés por este tipo de cosas se aleja mucho del propósito de nuestro trabajo. Si puede servir como recomendación, en 1996 el gran cineasta James Ivory estrenó una excelente película titulada Sobrevivir a Picasso (Surviving Picasso) –protagonizada por Anthony Hopkins en el rol del malagueño–, la cual ayudó a esclarecer con bastante precisión la turbia personalidad del artista en lo que a las relaciones con el sexo femenino se trataba. Hombre posesivo y caprichoso, en suma, de Picasso y ante este tema, suscribimos lo mismo que sentencia con fina ironía el ex marchante de arte Jorge Vargas Sanz, a la sazón epiloguista de Contra Picasso: “Pinta a destajo. Cambia de estilo como cambia de mujer”.
¿Y con el comunismo?
También Picasso utilizó el comunismo por razones oportunistas obvias, pues el victimismo siempre ayuda... Sobre este tema ya hemos escrito varias páginas de limitado alcance, aunque lo realmente importante en este caso no debería ser la filiación política del artífice, sino su valía estética, y es aquí donde se juega realmente el combate de la revisión crítica pendiente de consumarse.
Por último, ¿pondrá la historia en su lugar a Picasso o seguirá siendo un icono del posmodernismo?
Por desgracia, y a no ser que se produzca un viraje estético insospechado, mucho me temo que nada lo va a impedir, ergo tendremos Picasso para rato, pues Picasso es precisamente un icono del posmodernismo, y los iconos, una vez han pasado a usurpar el espacio mixtificador que se les ha asignado, jamás dejan de ocuparlo, de la misma manera que la guillotina devino icono del siglo ilustrado, por citar un escabroso ejemplo. Picasso ha quedado fijado en el subconsciente colectivo del siglo XX en la misma medida que las horribles latas de sopa Campbell del nefasto Andy Warhol, las cuales definen otro espacio usurpado por el credo estético de la posmodernidad, que es ateo, nihilista y embrutecedor en grado sumo. En fin.
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2023 va a ser festejado como el año del cincuentenario del fallecimiento del pintor malagueño Pablo Ruiz Picasso (1881-1973), uno de los grandes mitos prefabricados por los arquitectos de la posmodernidad en su afán por reescribir y redirigir la Historia del Arte. Ante la avalancha de publicaciones laudatorias plegadas a los dictados del discurso sistémico, el historiador del arte José Antonio Bielsa Arbiol acaba de publicar en la editorial Letras Inquietas su último libro titulado Contra Picasso: La construcción de un mito posmoderno. Una obra que aspira a ofrecer (desde el disenso y la crítica constructiva) un análisis objetivo e imparcial de los méritos reales o inventados de este artista devenido herramienta del Nuevo Orden Mundial.
¿Por qué un libro Contra Picasso?
Creo que era el momento más oportuno. De demorar la salida de esta obra por más tiempo, indudablemente habría llegado demasiado tarde. La coyuntura del inminente cincuenta aniversario del fallecimiento del personaje también ha sido decisiva para sacar el libro un mes antes de los inevitables festejos sistémicos, que se están preparando ahora mismo bajo un artificial clima de expectación. Picasso todavía espera una seria revisión que “rebaje” el prestigio del autor a sus justas, y más bien limitadas, proporciones. El mito del genio universal, por momentos, se está resquebrajando; lo que hace veinte años colaba, hoy aparece más erosionado de la cuenta. Urge por tanto acelerar este eclipse, por el bien del arte plástico y de la pintura en particular.
¿Quién fue, más allá de la propaganda, Pablo Ruiz Picasso?
Un tipo complejo, entre fascinante y repulsivo, un mago de la prestidigitación, un hombre inteligentísimo y amoral, que sobrevivió a todo y a casi todos con la destreza, si se quiere, de los buenos matadores de toros. Él sabía muy bien que el que juega con fuego termina por quemarse, por eso siempre tuvo la audacia de tirar el petardo antes de que éste le explotara en las manos: de ahí su tendencia a no encasillarse, a fluctuar de una moda a otra con insospechado aplomo, por lo general en períodos de un lustro, aproximadamente.
¿Fue realmente Picasso el pintor de reconocimiento mundial que se nos presenta o, simplemente, un fraude sostenido por el establishment de la cultura y el arte?
Acabo de hablar del “hombre Picasso”, un hombre de carne y hueso que podrá suscitar simpatías o recelos a unos y otros, según cada caso concreto. Pero al referirnos al “artista Picasso” tenemos que afianzar bien los argumentarios y apuntar con precisión a las zonas oscuras de una trayectoria tan caótica como sospechosamente “preparada”, demasiado mediada por intereses ajenos a los criterios puramente estéticos. Esto es lo que siempre me ha desconcertado del entorno de Picasso: su red de influencias difícilmente sinceras, de promotores enaguachados y, ante todo, los vínculos impactantes de su obra con el Gran Capital, presto éste siempre a entronizarlo. En este sentido, coincido punto por punto con el juicio preclaro del recientemente fallecido periodista Paul Johnson, quien no tuvo ningún reparo en definir a Picasso como “el estafador artístico de mayor éxito del siglo”. Toda su obra fue un éxito crematístico, que no artístico. A su directa pregunta de arriba, no me queda más remedio que responder lo segundo: en efecto, Picasso terminó por consolidarse –tras unos comienzos muy estimables– como un elegante fraude artístico sostenido por ese establishment de la cultura y el arte que todavía percibe pingües beneficios de los saldos de su producción.
Hablemos del polémico ‘Guernica’: ¿qué quiso representar Picasso con esta obra: la destrucción de la localidad vizcaína o una corrida de toros?
Hay dos lecturas acertadas sobre el asunto de este famoso mamotreto, de larga preparación e intereses contradictorios a la postre: la primera lectura es de signo autobiográfico, e incide en una serie de relaciones entre el propio Picasso y sus circunstancias personales/familiares, tiranizadas por su arrollador ego; la otra es mucho más atractiva y nos muestra el desenlace fatal de una corrida de toros, con la muerte del gran diestro Ignacio Sánchez Mejías (muerto en 1934), cuyo trágico final escenifica a su manera el cuadro. Sea como fuere, la oficial dimensión alegórica de la obra (como pretexto político preparado por la corrupta II República) fue preparada y rentabilizada a posteriori, y Picasso resultó el primero en lucrarse con la misma, pues no está de más recordar que el artista se embolsó 50.000 francos por el encargo del mural. Una cifra muy considerable para la época.
¿Es cierto que Picasso pintó el ‘Guernica’ antes de la destrucción de la villa y que la leyenda generada en torno al mismo fue una campaña político-publicitaria orquestada por la Segunda República?
Así es, pero esta gran verdad no interesa a la izquierda política española (ni tampoco a la impotente derechona, intelectualmente tan ínfima y arrastrada como viene siendo costumbre en ella). Hay mucha información publicada al respecto, pero esa información rara vez llega a los catálogos, ni a los libros de vulgarización, y todavía menos a los libros de texto con los que se adoctrina a los escolares... Se diría que hay un pacto de silencio para perpetuar la burda narrativa “guerracivilista” de nuestro tiempo. De ahí la necesidad por empezar a cuestionar el relato oficial, cuestionamiento que debe hacerse desde la propia entidad narrativa de la obra. Una simple pregunta bastaría para comenzar a desmontar el uso metafórico del ‘Guernica’: ¿qué nos está contando realmente el cuadro?
¿Podemos considerar el cubismo de Picasso como un movimiento artístico?
Como todo ‘ismo’ adscrito a las primeras vanguardias del siglo XX, el cubismo puede considerarse un movimiento artístico propio del emergente anti-arte. Hasta aquí nada nuevo bajo el sol. Otra cuestión bien distinta sería discutir la pretendida importancia de dicho ‘ismo’ en una historia general del arte. A mi juicio, este ‘ismo’ está muy sobredimensionado, por razones bien fundadas que explico en el libro.
¿En qué se basa la pintura de Picasso?
Seré categórico: la pintura de Picasso carece casi siempre de un programa definido, y por descontado está totalmente privada de una necesidad simbólica que lleve aparejada una funcionalidad arquetípica. Esto es muy importante. Su muy irregular creatividad surge como a golpes de veleta, sujeta a una volubilidad que, en cierto sentido, participa del nihilismo reinante, de la pérdida de sentido del referente. Picasso, ese ateo hedonista y comunista millonario, hizo de la Nada su asunto vertebrador: de ahí que su compromiso político resulte inexistente; el resto se ciñe al conflicto de las formas, a un formalismo sin sustancia ontológica. Sobre esta cuestión tan crucial hemos desarrollado varios apartados en nuestro libro, y podemos afirmar satisfechos que los estéticos perennialistas nos han servido de gran ayuda a la hora de aclarar conceptos e ideas.
¿Cuál fue la relación de Pablo Ruiz Picasso con las mujeres?
Los libros y artículos que han aireado este tema, de limitado interés, además, suelen acusar de un sensacionalismo tan poco ecuánime como tendencioso, pues hoy por hoy resulta “políticamente correcto” denunciar la famosa misoginia de Picasso, su crueldad megalómana en el trato con ciertas féminas, la violencia de un temperamento tempestivo… Creo que hay demasiado jarabe vertido sobre esta parcela, el cual daría mucha sustancia a una fotonovela morbosa. No obstante, el interés por este tipo de cosas se aleja mucho del propósito de nuestro trabajo. Si puede servir como recomendación, en 1996 el gran cineasta James Ivory estrenó una excelente película titulada Sobrevivir a Picasso (Surviving Picasso) –protagonizada por Anthony Hopkins en el rol del malagueño–, la cual ayudó a esclarecer con bastante precisión la turbia personalidad del artista en lo que a las relaciones con el sexo femenino se trataba. Hombre posesivo y caprichoso, en suma, de Picasso y ante este tema, suscribimos lo mismo que sentencia con fina ironía el ex marchante de arte Jorge Vargas Sanz, a la sazón epiloguista de Contra Picasso: “Pinta a destajo. Cambia de estilo como cambia de mujer”.
¿Y con el comunismo?
También Picasso utilizó el comunismo por razones oportunistas obvias, pues el victimismo siempre ayuda... Sobre este tema ya hemos escrito varias páginas de limitado alcance, aunque lo realmente importante en este caso no debería ser la filiación política del artífice, sino su valía estética, y es aquí donde se juega realmente el combate de la revisión crítica pendiente de consumarse.
Por último, ¿pondrá la historia en su lugar a Picasso o seguirá siendo un icono del posmodernismo?
Por desgracia, y a no ser que se produzca un viraje estético insospechado, mucho me temo que nada lo va a impedir, ergo tendremos Picasso para rato, pues Picasso es precisamente un icono del posmodernismo, y los iconos, una vez han pasado a usurpar el espacio mixtificador que se les ha asignado, jamás dejan de ocuparlo, de la misma manera que la guillotina devino icono del siglo ilustrado, por citar un escabroso ejemplo. Picasso ha quedado fijado en el subconsciente colectivo del siglo XX en la misma medida que las horribles latas de sopa Campbell del nefasto Andy Warhol, las cuales definen otro espacio usurpado por el credo estético de la posmodernidad, que es ateo, nihilista y embrutecedor en grado sumo. En fin.
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