En nombre del feminismo
Hay calificativos que de tanto mal usarlos terminan gastados. Está sucediendo con "fascista" y "machista". Diría que son las únicas aportaciones que hace la todavía Ministra de Igualdad. Su ignorancia sólo es comparable con ese odio que desprende en sus intervenciones ante las mesnadas afines dónde se crece y termina todo ello por ser un espectáculo que recuerda las películas de la Revolución Francesa en las Tullerías. En la obra saltan dos cosas a la vista: el orden social perpetúa la pobreza y obliga a las personas más desfavorecidas a corromperse. Al mismo tiempo, el sistema de justicia se ensaña contra quien viola la ley, sin advertir cuán responsable es de las iniquidades. Irene Montero quería que la ley de los hombres, más que buscar el bien común, buscara el castigo, pero lo hace tan mal que se convierte su pieza legislativa de "solo sí es sí" en argumentos legales para amortiguar y liberar a los que han cometido abusos y violaciones contra las mujeres. Y es que odio más indigencia cultural producen el efecto búmeran.
Al menos hay que poner en el haber de la ciudadana Montero que logró por una vez y sin que desgraciadamente sirva de precedente un acuerdo entre PP y PSOE para deshacer el entuerto de una ley cuyas nefastas consecuencias están siendo y seguirán así, liberando a repugnantes delincuentes con la sorpresa para esas mujeres que ahora temen volver a encontrarse con sus agresores puestos en libertad gracias a la chapuza de una Ministra que aun no sabemos cuál ha sido su cometido en la presente legislatura. Y...¿ cómo es que no la cesa el Presidente ?. Por algo maquiavélico. Conviene siempre tener algún imbécil a mano para poder echarle las culpas de todos los errores cometidos.
Ya sé que clamo en el desierto. No imagino a la ex cajera leyendo a Plutarco. Pero aun así tal gran hombre dejó dicho: "No se debe elegir la política por un impulso repentino, por no tener otras ocupaciones o por afán de lucro, sino por convicción y como resultado de una reflexión, sin buscar la propia reputación, sino el bien de los demás". Con tal sentencia ignoro si al feminismo le iría mejor, pero desde luego a la ciudadanía y con independencia del género, seguro que sí.
Estas ministras de Podemos no distinguen entre política de coalición y política de Estado. A lo que debo añadir otra virtud que de poseerla evitaría comportamientos fascistas. La dignidad. El saber cuándo no eres necesaria o peor aún, cuándo la soberbia supone un obstáculo para enmendar lo que perjudica al pueblo soberano. Sánchez ha pedido perdón. No voy a señalar que tal arrepentimiento, posiblemente, tendrá mucho que ver con ese clima que se crea en todas las campañas electorales y donde los asesores de imagen vigilan mediante estudios sociológicos el estado de ánimo del tejido social que será cuerpo electoral muy pronto. Pero a quien no se le espera pidiendo perdón, dimitiendo, reconociendo la metedura de pata, es a Irene Montero y a esa peligrosa asesora, para más inri jueza de profesión, Victoria Rosel. Culpable tanto del texto como de la conducta hasta el día en que ha sido el Parlamento de la nación quien ha desautorizado a la ministra Montero.
Y regresando a lo que nos dejó Plutarco. "El político, junto al buen comportamiento, se debe cuidar en su forma de hablar, cuando se dirige al pueblo, pues es muy importante el poder de la elocuencia. No obstante, el discurso del político no debe ser teatral ni erudito, aunque sí admite máximas, relatos históricos, míticos, y metáforas, siempre que estén bien empleados". Casi estoy reclamando un correcto de estilo para la dialéctica de ciertas damas que no sabemos ni cómo ni por qué se han visto encumbradas a la máxima representación del poder democrático y popular de nuestra España. Me pregunto. ¿Tales amazonas son imagen y conducta de ese feminismo ansiado ? Pues como decía aquel cómico: "¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!".
Tras de la Ministra siempre hay un gran varón. Y es que dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. A la postre, el mando de la polichinela lo sigue teniendo un tal Pablo Iglesias. Con su hablar pausado, estudiado en la Universidad y ahora emisor de dicterios desde los medios de comunicación, donde se siente más cómodo y desde luego mejor pagado.
Lo que llevo peor es que sean tales personajes de costumbrismo propios de una escalera vecinal con resentidos a la caza de culpables, quienes constituyen la "real academia para dar cartas con nombramientos feminista, machista y fascista". Lo hacen convencidos/as de ostentar la máxima representación de los desheredados por tales ignominias. Todavía algunos/as les siguen, pero llegara el momento en que si miran hacia detrás sólo verán sus huellas y cómo los fieles se han ido dando de baja en la peregrinación a la Meca del odio.
Hay calificativos que de tanto mal usarlos terminan gastados. Está sucediendo con "fascista" y "machista". Diría que son las únicas aportaciones que hace la todavía Ministra de Igualdad. Su ignorancia sólo es comparable con ese odio que desprende en sus intervenciones ante las mesnadas afines dónde se crece y termina todo ello por ser un espectáculo que recuerda las películas de la Revolución Francesa en las Tullerías. En la obra saltan dos cosas a la vista: el orden social perpetúa la pobreza y obliga a las personas más desfavorecidas a corromperse. Al mismo tiempo, el sistema de justicia se ensaña contra quien viola la ley, sin advertir cuán responsable es de las iniquidades. Irene Montero quería que la ley de los hombres, más que buscar el bien común, buscara el castigo, pero lo hace tan mal que se convierte su pieza legislativa de "solo sí es sí" en argumentos legales para amortiguar y liberar a los que han cometido abusos y violaciones contra las mujeres. Y es que odio más indigencia cultural producen el efecto búmeran.
Al menos hay que poner en el haber de la ciudadana Montero que logró por una vez y sin que desgraciadamente sirva de precedente un acuerdo entre PP y PSOE para deshacer el entuerto de una ley cuyas nefastas consecuencias están siendo y seguirán así, liberando a repugnantes delincuentes con la sorpresa para esas mujeres que ahora temen volver a encontrarse con sus agresores puestos en libertad gracias a la chapuza de una Ministra que aun no sabemos cuál ha sido su cometido en la presente legislatura. Y...¿ cómo es que no la cesa el Presidente ?. Por algo maquiavélico. Conviene siempre tener algún imbécil a mano para poder echarle las culpas de todos los errores cometidos.
Ya sé que clamo en el desierto. No imagino a la ex cajera leyendo a Plutarco. Pero aun así tal gran hombre dejó dicho: "No se debe elegir la política por un impulso repentino, por no tener otras ocupaciones o por afán de lucro, sino por convicción y como resultado de una reflexión, sin buscar la propia reputación, sino el bien de los demás". Con tal sentencia ignoro si al feminismo le iría mejor, pero desde luego a la ciudadanía y con independencia del género, seguro que sí.
Estas ministras de Podemos no distinguen entre política de coalición y política de Estado. A lo que debo añadir otra virtud que de poseerla evitaría comportamientos fascistas. La dignidad. El saber cuándo no eres necesaria o peor aún, cuándo la soberbia supone un obstáculo para enmendar lo que perjudica al pueblo soberano. Sánchez ha pedido perdón. No voy a señalar que tal arrepentimiento, posiblemente, tendrá mucho que ver con ese clima que se crea en todas las campañas electorales y donde los asesores de imagen vigilan mediante estudios sociológicos el estado de ánimo del tejido social que será cuerpo electoral muy pronto. Pero a quien no se le espera pidiendo perdón, dimitiendo, reconociendo la metedura de pata, es a Irene Montero y a esa peligrosa asesora, para más inri jueza de profesión, Victoria Rosel. Culpable tanto del texto como de la conducta hasta el día en que ha sido el Parlamento de la nación quien ha desautorizado a la ministra Montero.
Y regresando a lo que nos dejó Plutarco. "El político, junto al buen comportamiento, se debe cuidar en su forma de hablar, cuando se dirige al pueblo, pues es muy importante el poder de la elocuencia. No obstante, el discurso del político no debe ser teatral ni erudito, aunque sí admite máximas, relatos históricos, míticos, y metáforas, siempre que estén bien empleados". Casi estoy reclamando un correcto de estilo para la dialéctica de ciertas damas que no sabemos ni cómo ni por qué se han visto encumbradas a la máxima representación del poder democrático y popular de nuestra España. Me pregunto. ¿Tales amazonas son imagen y conducta de ese feminismo ansiado ? Pues como decía aquel cómico: "¡Cuerpo a tierra que vienen los nuestros!".
Tras de la Ministra siempre hay un gran varón. Y es que dime de lo que presumes y te diré de lo que careces. A la postre, el mando de la polichinela lo sigue teniendo un tal Pablo Iglesias. Con su hablar pausado, estudiado en la Universidad y ahora emisor de dicterios desde los medios de comunicación, donde se siente más cómodo y desde luego mejor pagado.
Lo que llevo peor es que sean tales personajes de costumbrismo propios de una escalera vecinal con resentidos a la caza de culpables, quienes constituyen la "real academia para dar cartas con nombramientos feminista, machista y fascista". Lo hacen convencidos/as de ostentar la máxima representación de los desheredados por tales ignominias. Todavía algunos/as les siguen, pero llegara el momento en que si miran hacia detrás sólo verán sus huellas y cómo los fieles se han ido dando de baja en la peregrinación a la Meca del odio.