Restaurando la verdad sobre la Reconquista
Una reseña del segundo tomo de La Reconquista: La Restauración de España de Armando Besga Marroquín publicado por la editorial Letras Inquietas
Sabido es que dentro del proceso revisionista de la historia de Europa en general, y de España en particular, hay una estrategia poderosa encaminada a negar las raíces, el pasado y la razón de ser de nuestro pueblo.
El segundo tomo de la obra de Armando Besga Marroquín, La Reconquista: La Restauración de España ofrece armas defensivas y pruebas contundentes con las que confrontar semejante fraude. “El papel lo aguanta todo”, he aquí una de las frases favoritas del profesor de Deusto, especialista en Historia Altomedieval. Lo cierto es que la gran ofensiva revisionista no cuenta con el sustento de la “comunidad científica”, esto es, con la historiografía académica especializada, tanto española como extranjera. Los revisionistas, obsesionados con negar la realidad de la Reconquista no han producido una sola monografía de valor científico que haya resistido argumentaciones racionales. Lo único que encontramos es una infinidad de libros y artículos de divulgación, alguno de los cuales, incluso los escritos por profesores universitarios, caen en errores de bulto que ni siquiera a un estudiante de bachillerato le tendrían que ser tolerados. La “divulgación” de la Historia, aunque es necesaria y arroja algunos productos de calidad, permite que aficionados a la Historia sin suficiente formación científica, así como profesores de secundaria y universidad que obtuvieron sus plazas en la tómbola, se atrevan a negar evidencias, inventarse otras y retorcer los argumentos y rechazar la realidad.
Alejandro García Sanjuán, José Luis Corral, Emilio González Ferrín… son muchos los profesores, “con mando en plaza” (plaza universitaria) que ofrecen una imagen idílica del islam en España, que reivindican la herencia árabe y musulmana de nuestro país, que abominan de la Reconquista o al menos la reducen al mínimo, discutiendo tanto el término como el concepto y su realidad. Frente a éstos y otros, el profesor Besga es taxativo: “Si la historiografía no hubiera creado hace más de mil años la idea de “Reconquista”, habría que inventarla para comprender la historia de la Península Ibérica (y de sus islas) entre los siglos VIII y XV, pues sin este concepto se hace ininteligible” (p. 61).
Debe notarse que una argumentación habitual entre los revisionistas de la historia de España es de tipo nominalista: al no existir la palabra “reconquista” , tampoco existía su realidad histórica. La palabra, de origen al parecer francés, de rebote, en su forma castellana sin traducir, se ha incorporado al vocabulario de muchas lenguas extranjeras, como aconteció con otras como por ejemplo “guerrilla”. Pero la obra de Armando Besga demuestra que el concepto –si no el vocablo- sí existía plenamente casi desde el momento de la invasión misma. Otros términos, como “restauración”, presentes en los documentos de la época, expresan con perfección la idea de recuperar –y no conquistar depredadoramente- un territorio. Esa recuperación era legítima, pues por medio de la fuerza había sido “robada España” y por medio de la fuerza era legítimo tornarla a sus dueños. La Reconquista o restauración de España era, ni más ni menos que tornar a sus dueños el país que había sido hurtado, ocupado, esclavizado. Y más aún: en el proceso restaurativo, que como dice una crónica asturiana implicaba reponer “la iglesia y el ejército de los godos”, se debe hacer mucho más que ganar batallas. Se debe repoblar el país e incorporarlo nuevamente a la Cristiandad con todo lo que ello implicaba: movilizar a los repobladores norteños, ordenar el territorio, darle estructuras políticas, administrativas, económicas, etc.
La Reconquista española fue una verdadera epopeya. No hay otras comparables. El cine yanqui magnificó y tergiversó la expansión norteamericana hacia el Oeste, que implicó el robo de tierras hispanas, mexicanas e indias. Mucho más cerca, conceptualmente, los rusos tuvieron su epopeya de Siberia, que no sin dolor hubo de ser poblada y civilizada por los europeos (como muestra bellísimamente Julio Verne en su novela Miguel Strogoff). Pero los españoles, con unas crónicas lacónicas, sin aspavientos propagandísticos, devolvieron a la Cristiandad lo que era suyo: esa Hispania que cayó con Rodrigo en 711 y que, al menos en parte de su territorio, vivió bajo influjo afromusulmán durante ocho siglos.
Comparto con Armando Besga la admiración hacia la obra y la figura de Claudio Sánchez Albornoz. Fue este sabio quien sentó las bases científicas para el estudio de la Reconquista, y la deslindó conceptualmente con respecto a otras empresas históricas (por ejemplo, las Cruzadas). Fue él quien de verdad la situó en el centro del alma de España, pues la Reconquista explica al mismo tiempo nuestra pertenencia (en el sentido civilizacional, ya no confesional) a la Cristiandad, vale decir, pertenencia a Europa, pero también explica nuestra singularidad. La historia y la personalidad hispanas quedaron abrupta y traumáticamente afectadas por la invasión de 711, una invasión no de vecinos, culturalmente homologables (francos, bizantinos…) sino invasiones de gentes que representaban una radical alteridad (bereberes, sirios, árabes). Por eso creo que España nace en Covadonga y no con Recaredo o con algún otro rey godo: les faltaba todavía la singularidad reconquistadora.
Sin embargo, también comparto con el profesor de Deusto ciertas reservas hacia algunos excesos de don Claudio: una especie de “esencialismo” de lo español, que le lleva a reconocer idiosincrasia hispana en los andalusíes, cuando en realidad éstos la fueron perdiendo en un proceso de islamización y aculturación. Los andalusíes, hijos de conversos al islam, ya ni eran hispanos ni se sentían tales. La idea de lo hispano languideció hasta morir con los mozárabes, y rebrotó en los norteños.
Como soy asturiano, y llegué a los textos de Armando hace muchos años, deseoso de comprender las raíces de mi tierra, no puedo dejar de mencionar en esta mi reseña lo que está pasando en mi querido Principado. Es trágico.
En la Asturias de mi alma, le han dado el “Premio Princesa de Asturias” a una indocumentada como Karen Armstrong. Esta inglesa se dedica a ensalzar y blanquear la historia de los mahometanos, y es en Oviedo, cuna de la Reconquista, donde la agasajan y le dan premios. De otra parte, la izquierda local, infectada de muchos virus nocivos, incluido el “soberanismo”, no sólo odia España, sino que odia a Pelayo, odia Covadonga y odia la idea misma de la Reconquista. Siempre, siempre, recordaré la nefasta letra de un rockero, hoy en día alabado como líder podemista del asturianismo, que gritaba (no voy a decir “cantaba”) aquello de “Pelayu mazcayu” (Pelayo imbécil) o “Reconquista invento fascista”. A lo que se ve, las ideas y modos del Podemos asturiano van a florecer bajo la sharia, y desearían la vuelta de un califato hasta las orillas mismas del mar cantábrico. La izquierda asturiana, soberanista o no, hace el imbécil–un día sí y otro también- rechazando el “covadonguismo”.
Este libro de Besga, como todos los suyos, es esencial. Las aguas bajan muy turbias. Personas de índole sabia y seria como Armando son imprescindibles para iniciar una depuración.
Una reseña del segundo tomo de La Reconquista: La Restauración de España de Armando Besga Marroquín publicado por la editorial Letras Inquietas
Sabido es que dentro del proceso revisionista de la historia de Europa en general, y de España en particular, hay una estrategia poderosa encaminada a negar las raíces, el pasado y la razón de ser de nuestro pueblo.
El segundo tomo de la obra de Armando Besga Marroquín, La Reconquista: La Restauración de España ofrece armas defensivas y pruebas contundentes con las que confrontar semejante fraude. “El papel lo aguanta todo”, he aquí una de las frases favoritas del profesor de Deusto, especialista en Historia Altomedieval. Lo cierto es que la gran ofensiva revisionista no cuenta con el sustento de la “comunidad científica”, esto es, con la historiografía académica especializada, tanto española como extranjera. Los revisionistas, obsesionados con negar la realidad de la Reconquista no han producido una sola monografía de valor científico que haya resistido argumentaciones racionales. Lo único que encontramos es una infinidad de libros y artículos de divulgación, alguno de los cuales, incluso los escritos por profesores universitarios, caen en errores de bulto que ni siquiera a un estudiante de bachillerato le tendrían que ser tolerados. La “divulgación” de la Historia, aunque es necesaria y arroja algunos productos de calidad, permite que aficionados a la Historia sin suficiente formación científica, así como profesores de secundaria y universidad que obtuvieron sus plazas en la tómbola, se atrevan a negar evidencias, inventarse otras y retorcer los argumentos y rechazar la realidad.
Alejandro García Sanjuán, José Luis Corral, Emilio González Ferrín… son muchos los profesores, “con mando en plaza” (plaza universitaria) que ofrecen una imagen idílica del islam en España, que reivindican la herencia árabe y musulmana de nuestro país, que abominan de la Reconquista o al menos la reducen al mínimo, discutiendo tanto el término como el concepto y su realidad. Frente a éstos y otros, el profesor Besga es taxativo: “Si la historiografía no hubiera creado hace más de mil años la idea de “Reconquista”, habría que inventarla para comprender la historia de la Península Ibérica (y de sus islas) entre los siglos VIII y XV, pues sin este concepto se hace ininteligible” (p. 61).
Debe notarse que una argumentación habitual entre los revisionistas de la historia de España es de tipo nominalista: al no existir la palabra “reconquista” , tampoco existía su realidad histórica. La palabra, de origen al parecer francés, de rebote, en su forma castellana sin traducir, se ha incorporado al vocabulario de muchas lenguas extranjeras, como aconteció con otras como por ejemplo “guerrilla”. Pero la obra de Armando Besga demuestra que el concepto –si no el vocablo- sí existía plenamente casi desde el momento de la invasión misma. Otros términos, como “restauración”, presentes en los documentos de la época, expresan con perfección la idea de recuperar –y no conquistar depredadoramente- un territorio. Esa recuperación era legítima, pues por medio de la fuerza había sido “robada España” y por medio de la fuerza era legítimo tornarla a sus dueños. La Reconquista o restauración de España era, ni más ni menos que tornar a sus dueños el país que había sido hurtado, ocupado, esclavizado. Y más aún: en el proceso restaurativo, que como dice una crónica asturiana implicaba reponer “la iglesia y el ejército de los godos”, se debe hacer mucho más que ganar batallas. Se debe repoblar el país e incorporarlo nuevamente a la Cristiandad con todo lo que ello implicaba: movilizar a los repobladores norteños, ordenar el territorio, darle estructuras políticas, administrativas, económicas, etc.
La Reconquista española fue una verdadera epopeya. No hay otras comparables. El cine yanqui magnificó y tergiversó la expansión norteamericana hacia el Oeste, que implicó el robo de tierras hispanas, mexicanas e indias. Mucho más cerca, conceptualmente, los rusos tuvieron su epopeya de Siberia, que no sin dolor hubo de ser poblada y civilizada por los europeos (como muestra bellísimamente Julio Verne en su novela Miguel Strogoff). Pero los españoles, con unas crónicas lacónicas, sin aspavientos propagandísticos, devolvieron a la Cristiandad lo que era suyo: esa Hispania que cayó con Rodrigo en 711 y que, al menos en parte de su territorio, vivió bajo influjo afromusulmán durante ocho siglos.
Comparto con Armando Besga la admiración hacia la obra y la figura de Claudio Sánchez Albornoz. Fue este sabio quien sentó las bases científicas para el estudio de la Reconquista, y la deslindó conceptualmente con respecto a otras empresas históricas (por ejemplo, las Cruzadas). Fue él quien de verdad la situó en el centro del alma de España, pues la Reconquista explica al mismo tiempo nuestra pertenencia (en el sentido civilizacional, ya no confesional) a la Cristiandad, vale decir, pertenencia a Europa, pero también explica nuestra singularidad. La historia y la personalidad hispanas quedaron abrupta y traumáticamente afectadas por la invasión de 711, una invasión no de vecinos, culturalmente homologables (francos, bizantinos…) sino invasiones de gentes que representaban una radical alteridad (bereberes, sirios, árabes). Por eso creo que España nace en Covadonga y no con Recaredo o con algún otro rey godo: les faltaba todavía la singularidad reconquistadora.
Sin embargo, también comparto con el profesor de Deusto ciertas reservas hacia algunos excesos de don Claudio: una especie de “esencialismo” de lo español, que le lleva a reconocer idiosincrasia hispana en los andalusíes, cuando en realidad éstos la fueron perdiendo en un proceso de islamización y aculturación. Los andalusíes, hijos de conversos al islam, ya ni eran hispanos ni se sentían tales. La idea de lo hispano languideció hasta morir con los mozárabes, y rebrotó en los norteños.
Como soy asturiano, y llegué a los textos de Armando hace muchos años, deseoso de comprender las raíces de mi tierra, no puedo dejar de mencionar en esta mi reseña lo que está pasando en mi querido Principado. Es trágico.
En la Asturias de mi alma, le han dado el “Premio Princesa de Asturias” a una indocumentada como Karen Armstrong. Esta inglesa se dedica a ensalzar y blanquear la historia de los mahometanos, y es en Oviedo, cuna de la Reconquista, donde la agasajan y le dan premios. De otra parte, la izquierda local, infectada de muchos virus nocivos, incluido el “soberanismo”, no sólo odia España, sino que odia a Pelayo, odia Covadonga y odia la idea misma de la Reconquista. Siempre, siempre, recordaré la nefasta letra de un rockero, hoy en día alabado como líder podemista del asturianismo, que gritaba (no voy a decir “cantaba”) aquello de “Pelayu mazcayu” (Pelayo imbécil) o “Reconquista invento fascista”. A lo que se ve, las ideas y modos del Podemos asturiano van a florecer bajo la sharia, y desearían la vuelta de un califato hasta las orillas mismas del mar cantábrico. La izquierda asturiana, soberanista o no, hace el imbécil–un día sí y otro también- rechazando el “covadonguismo”.
Este libro de Besga, como todos los suyos, es esencial. Las aguas bajan muy turbias. Personas de índole sabia y seria como Armando son imprescindibles para iniciar una depuración.











