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Pablo Mosquera
Domingo, 30 de Abril de 2023 Tiempo de lectura:

Listas y listeros

Se consumó la tragedia. Ya están entregadas en sede electoral las listas cerradas de la partitocracia. La lucha ha sido enconada. Hay quien se ha resistido hasta el último momento. Sus méritos subjetivos eran superiores a esos paniaguados que han ocupado puestos de salida. Han estado más rápidos, atentos y solícitos. Ahora toca desear que el partido se estrelle y así poder señalar. ¡Ya lo decía yo que con esos no se iba a ninguna parte!

 

Estamos en campaña. Llevamos así desde que comenzó el año. Y lo que nos queda. Ahora, con la discusión sobre la Ley de Vivienda, los sanchistas quieren tapar los agujeros que dejaron con la ley del sólo sí es sí. Pero no lo tienen fácil. Y como alguno de los escapados de las mazmorras por obra y gracia de la ministra Montero haga una fechoría, arderán no sólo los montes secos por la sequía, también las sedes y los parlamentos.

 

En cada elección hay un partido que se pone de moda. Ahora es Sumar. La sonrisa achinada de mi paisana Yolanda. La vicepresidenta ha roto con la casa madre. Hasta el guardián del feminismo la tiene apuntada en la lista negra. ¿Cómo ha osado sublevarse contra la nomenclatura?, ¿Cómo pudo un tipo pluscuamperfecto como él, equivocarse en la designación? Primero la nominó con su dedo papal y ahora le pedían primarias...

 

La política es traicionera. La memoria histórica -no confundir con la democrática- apenas dura quince días. La regata para llegar a las listas permite codazos, zancadillas, dosieres, infundios. Es la parte más sucia del momento electoral. Luego a sonreír ante el ciudadano por las calles y mercados. ¡Veamos quién da más! Y es que prometer con dinero ajeno, no cuesta nada. Salvo algún que otro ciudadano erudito que se siente insultado en su inteligencia.      

 

Una vez logrado estar en el papel que aguardan las urnas, quedan dos sainetes. Pedir el voto o acompañar al "líder" que lo pida con sonrisa que muchas veces es casi una mueca. Sin más. Para aguardar a la noche de autos, esa en la que se produce el recuentos de las papeletas y hay dos incógnitas. Quien se hará con el poder institucional. Si la votación ha permitido convertir al aspirante en nuevo o viejo miembro de las corporaciones. Si es así, nada que temer. A vivir cuatro años formando parte de esas mesnadas que pasean palmito en las fiestas patronales que están a punto de comenzar. Este año con un calor sofocante que les hará sufrir si deben ponerse traje de gala para la Misa Mayor.

 

Listas de ediles, asesores, parlamentarios, directores, cargos de confianza, muchos pailanes endomingados. Muchos/as elevados a la máxima incompetencia, durante cuatro largos años. Y es que el papel lo resiste todo sin preguntar por los méritos objetivos de quien ha logrado iniciarse en la "profesión" menos necesaria para nuestro mundo. Dónde la relación coste-eficacia no resiste el más bondadoso de los análisis.

 

¡Qué no se me olvide! A partir de tal victoria personal, suelen olvidarse del pueblo y son parte de esa caterva creciente a los que no se les encomienda nada útil, salvo lealtad inquebrantable a los listeros.   

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