Mujeres desesperadas
La otra cara de la moneda. Un día cualquiera en una consulta cualquiera de un ginecólogo. Mujeres de 40 años, o casi, angustiadas porque no se quedan embarazadas. El tiempo se les ha echado encima. ¿Tendrán que recurrir a técnicas de fecundación asistidas como último recurso? Y aun así, ¿podrán quedarse ya embarazadas? España es el tercer país europeo en número de tratamientos, donde se utilizan dichas técnicas. Lo cierto es que uno de los factores del aumento de la infertilidad es el incremento de la edad en que los hombres y las mujeres deciden tener hijos. Y el problema es que las posibilidades de éxito de que la reproducción asistida salga adelante a estas edades son del 18,6% al 27,8% ‒frente a aquellas mujeres menores de 31 años que oscila entre un 63,3% y un 74,6%‒, con el consiguiente desgaste físico, psicológico y económico.
Ciertamente, como escribía Julián Marías en La mujer y su sombra, “La tentación de la mujer en nuestro tiempo (…) es disminuir o atenuar o regatear su función maternal, cambiarla por otras que le parecen más atractivas e importantes pero que acaso no lo son. Menos importantes, porque sus consecuencias no tienen un alcance comparable; menos atractivas porque suelen dejar a la mujer vacía sobre todo cuando sienten que por ellas han renunciado a algo mejor y, sobre todo, más propiamente suyo”.
El reloj biológico es cruel. La menopausia sigue llegando a, más o menos, la misma edad, aunque por llevar una mejor vida, tratamientos costosos, cremas y operaciones una mujer parezca más joven y se haga la ilusión de que es más joven que su madre o abuela a la misma edad. Han pasado tan rápido los años… Sobre todo, esa década de los treinta. Y de pronto, la mujer casi en la cuarentena se da cuenta de que su tiempo de tener hijos se acaba.
Tanto tiempo diciendo que no querían tener hijos…, pero conservando aún la posibilidad de tenerlos; y cuando toman conciencia de esta realidad, de que el tiempo se les echa encima y de que los hijos son más importantes para ellas de lo que pensaban, su angustia se dispara. Pero ¡había tanto que hacer! Acabar la carrera, asegurarse en el trabajo, ascender quizá, la hipoteca, viajar, hacer deportes, estabilizarse con una pareja que dudaba en el compromiso o, simplemente, darse cuenta de lo que significan los hijos. Quizá, darse cuenta del “vacío” de la vida cuando se te han aquietado las ganas de las idas y venidas juveniles, has llegado a los 40, ya no te resulta tan fácil quedar con otros para salir, y no tienes otro horizonte que las cansadas jornadas de trabajo las más de las veces repetitivo, esperar las vacaciones, preparar el consabido viaje; la “fiebre” de los viajes para llenar el vacío de la vida, y vuelta a empezar.
Antes, ese “darse cuenta” era sustituido por los consejos de las madres o las expectativas de la sociedad. Los consejos se han sustituido por la propaganda feminista. La sociedad anima a lo contrario más bien: no hay prisa, vive la vida, diviértete, viaja… “Nunca me planteé si quería tener hijos de muy joven o si prefería disfrutar…” “Fui madre cuando sentí el instinto”. Así se expresa una de las muchas mujeres de hoy día, que han decidido y han podido tener hijos a los 40 años. Pero el instinto del que habla está mujer puede estar enmascarado por las múltiples actividades que ocupan a las mujeres de nuestros días y las pocas advertencias que admiten de sus mayores. “Si volviera a nacer, a los 25 me pondría a tener hijos”, dice una matrona en una entrevista en el diario El País, después de dos embarazos naturales, tres inseminaciones y finalmente un fracaso en su intento de adoptar un niño. Seis años de intentos fallidos. “Necesitó ayuda psicológica para dejar atrás esa etapa de su vida”. Otro de los testimonios que aparecen en el artículo cuenta que, tras retrasar el momento de su maternidad a los 37 años y no quedarse embarazada, se sometió a varios tratamientos, para finalmente renunciar a los 42 años. “He entendido que hay cosas que tengo que asumir, ¿conformista? Tal vez ahora lo que más miedo me da es el futuro, cuando sea una abuelita sin energía. Me da miedo imaginarme sola el día de Navidad. Qué paranoica, ¿no?”. No, paranoica, no. Es lo que con mucha probabilidad le sucederá. Esta mujer se ha dado cuenta a los cuarenta años. Otras, a los sesenta ya lo están viviendo.
Es interesante la observación que hace I. Bruna, de la Sociedad Española de Fertilidad, en la línea de lo que decíamos: que el reloj biológico no perdona. Las mujeres piensan ‒y también su entorno las lleva a creerlo, “si ahora se envejece más tarde, tiempo tendrás…” ‒que “si su aspecto físico es bueno, también lo será su fertilidad y creen que lo lograrán, al igual que las famosas que tienen hijos, pero no explican que son fruto de la ovodonación”, al menos en un tercio; lamenta, además, que en sus chequeos ordinarios rara vez se les informe a las mujeres de la disminución de su reserva ovárica. No, claro, eso no es políticamente correcto, ¡animar a las mujeres a tener hijos! Cuando lo prudente sería tener a la vista estas consideraciones y evitar así las frustraciones que se producen después. Dejando de lado las ideologías ‒impulsoras de su mujer nueva o su mujer vacía‒ quizás la mujer de nuestros días estaría dispuesta a escuchar a los profesionales.
Varios expertos de la Sociedad Española de Fertilidad redactaron un documento para que los ginecólogos “ayuden a las mujeres, a unas edades más tempranas, a abrir los ojos a la realidad”. Otros ginecólogos, como el vicepresidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, sin embargo, creen que el asunto es mucho más delicado. “Les puede hacer sentir mal” o, lo que no dice, pero probablemente piensa ¿y si nos ponen el sambenito de machistas? Y ¿desde cuándo informar, hacer pensar, ha sido “delicado”?
España, aunque el riesgo de complicaciones a estas edades sea notablemente mayor, está a la cabeza de Europa en embarazadas mayores de 40 años según datos de Eurostat (2022). La siguen Irlanda e Italia. El 61,6 % de recién nacidos tenían progenitores con edades comprendidas entre los 30 y 39 años, frente al 47 % de la CE. Ciertamente todo un éxito de las consignas de las mejoradoras-de-la-humanidad.
Los hombres, en general, tienen menos prisa aún por tener hijos. El afán de los hombres se traducía en tener un heredero para su apellido o para ayudar en el campo, seguir los negocios, etc.; ahora todo esto, ya no tiene importancia. Así pues, en nuestros días, es la mujer, sobre todo, quien decide acerca de tener hijos o no. Tener hijos a estas edades tardías, por otra parte, no es lo óptimo y en muchos casos será problemático. Serán hijos que a los 20 o 25 años tendrán que contar con padres mayores. Por otra parte, si la mujer consigue tener uno pasados los cuarenta el segundo se presenta más difícil. Con mucha probabilidad será hijo único. El 30% de los niños de las próximas generaciones no tendrá hermanos. No tendrá con quién jugar, con quién compartir penas y alegrías, con quién aprender a ser generosos, de quién recibir ayuda ante las situaciones difíciles que la vida presenta.
Parece que una de las causas, aunque no todas, es el triunfo de las consignas antinatalistas de la ideología feminista. Consignas que tienen éxito porque animan a la comodidad, al hedonismo; de eso se valen. Son tendencias que tenemos todos. Pero contra este hedonismo han luchado los seres humanos toda la vida cuando, a través de las costumbres y de la educación, se imponía el esfuerzo para conseguir algo importante o necesario para el futuro. Los padres y la sociedad tenían claro a dónde podían llevar la pereza y la dejación. Precisamente por eso se empeñaban en hacérselo ver a las nuevas generaciones.
Además, están las dificultades para encontrar una pareja que asuma el compromiso. El compromiso no está de moda. El compromiso quita libertad. Libertad promovida igualmente por la ideología “progresista” hacia-no-se-sabe-dónde. Libertad tomada con entusiasmo sobre todo por el hombre. Ya el hecho de no casarse ni civilmente, ni por la Iglesia, es un síntoma de que, a la hora de empezar una convivencia, se piensa más en que no haya vínculos legales que hagan difícil la posible separación, que en la perdurabilidad de la relación y en tener hijos; y así va pasando el tiempo.
Así se expresaba un chico de 30 años: “empiezas a salir con una chica y ¡qué prisa tienen todas!, ¡qué pesadas! ¡enseguida te empiezan a hablar de compromiso!”. Claro, la mujer busca el compromiso porque tiene en perspectiva los hijos, él lo ve como algo lejano que no corre prisa, “¿no estamos bien así?” −al fin y al cabo, él tiene sexo y una fertilidad más larga, puede tener hijos a los 50, 55, 60 o incluso más−. No, la mujer sabe que tiene menos tiempo, sobre todo cuando se está en la treintena. Hay mujeres que de los 30 a los 40 han estado entretenidas con una relación que no acababa de cuajar, y cuando han exigido formalizarla de alguna manera porque querían tener hijos ya, la relación se ha roto; el tiempo para conocer a otro hombre con posibilidades de estabilidad para tener hijos se ha acabado.
Y ya hay mujeres en España, en su ansia de maternidad, que empiezan a seguir los pasos de las de Suecia; cuando llegan a los 40 años y no ven la probabilidad de encontrar una pareja para tener hijos recurren a…una jeringuilla con semen o a una inseminación en un centro de fecundación in vitro. Su hijo lo será de un padre desconocido, estará condenado a no tener padre, a no saber quién es su padre biológico. ¿Hasta ese punto puede llegar el deseo de la mujer por ser madre y, digámoslo, su egoísmo? ¿hasta el punto de condenar a su hijo a no tener padre? Eso en principio, porque ¿sabe una mujer lo que es criar y educar sola, sin padre, a un hijo, sobre todo si es varón?
Una muestra de que la mujer española tiene insatisfecho su deseo de maternidad es que, en 2013, España era el segundo país del mundo donde más se adoptaba en términos absolutos, solo por detrás de Estados Unidos. En 2013, y teniendo en cuenta la población de cada país (en términos relativos), España se situaba en el tercer puesto, superada solo por Italia y Suecia. Si bien, en los últimos años, se ha producido un gran descenso en las adopciones internacionales debido a las trabas burocráticas. También está el hecho de que no hay niños españoles para adoptar porque todos los no queridos por sus padres biológicos son abortados.
En resumen, encontramos toda una serie de causas, que contribuyen a la baja tasa de natalidad y a la frustración de muchas mujeres en España y en el resto de los países europeos. En primer lugar, estaría la inestabilidad de las parejas y la falta de compromiso por parte del hombre, la mujer se siente insegura; en segundo lugar, la depreciación social de la maternidad considerada como algo que impide el disfrute, e impone sacrificios, dejando de lado la compensación superior de creatividad y amor que conlleva; en tercer lugar, la creencia ampliamente difundida de que hay tiempo…; en cuarto lugar, las dificultades de la vida actual si no trabajan ambos, hablamos de clase media-baja en esta situación, y finalmente, está la cuestión de la conciliación familiar, los horarios a veces imposibles.
En España el índice de fecundidad está en 1,19 (2022), mientras que en otros países con más ayudas y ningún problema de paro, aunque las tasas sean más altas tampoco mucho más; por ejemplo, Noruega 1,7, Finlandia 1,5, Holanda 1,6, Suiza 1,54. Y cabe pensar que, sin la emigración musulmana, el índice sería bastante más bajo. Esto nos lleva a que no son propiamente las dificultades económicas, ni los horarios de trabajo lo que lleva a las mujeres a tener menos hijos, sino las otras causas citadas.
En cualquier caso, en la vida, muchas veces es necesario decidir cuando no se pueden tener dos cosas a la vez. A veces hay que renunciar parcialmente a algo o posponerlo. El tiempo es el que es y no se puede estirar. Los hombres también tienen que elegir, por supuesto. Pero sus preferencias difieren de las de las mujeres y en el caso de los hijos, en la sociedad actual, su interés por tenerlos -aunque haya de todo - es bastante menor. Lo dramático, en este caso, es que hoy día sólo se enseña a mirar a lo inmediato sin pensar en el futuro. La ilusión es pensar que lo podemos tener todo, cuando nuestro tiempo es lineal. No podemos tener varios presentes, solo uno. Hay renuncias que, con el tiempo, se traducen en satisfacción y en plenitud. Son las limitaciones de la vida humana. Por eso, elegir bien es libertad. Las malas elecciones serán los lamentos en el futuro.
La otra cara de la moneda. Un día cualquiera en una consulta cualquiera de un ginecólogo. Mujeres de 40 años, o casi, angustiadas porque no se quedan embarazadas. El tiempo se les ha echado encima. ¿Tendrán que recurrir a técnicas de fecundación asistidas como último recurso? Y aun así, ¿podrán quedarse ya embarazadas? España es el tercer país europeo en número de tratamientos, donde se utilizan dichas técnicas. Lo cierto es que uno de los factores del aumento de la infertilidad es el incremento de la edad en que los hombres y las mujeres deciden tener hijos. Y el problema es que las posibilidades de éxito de que la reproducción asistida salga adelante a estas edades son del 18,6% al 27,8% ‒frente a aquellas mujeres menores de 31 años que oscila entre un 63,3% y un 74,6%‒, con el consiguiente desgaste físico, psicológico y económico.
Ciertamente, como escribía Julián Marías en La mujer y su sombra, “La tentación de la mujer en nuestro tiempo (…) es disminuir o atenuar o regatear su función maternal, cambiarla por otras que le parecen más atractivas e importantes pero que acaso no lo son. Menos importantes, porque sus consecuencias no tienen un alcance comparable; menos atractivas porque suelen dejar a la mujer vacía sobre todo cuando sienten que por ellas han renunciado a algo mejor y, sobre todo, más propiamente suyo”.
El reloj biológico es cruel. La menopausia sigue llegando a, más o menos, la misma edad, aunque por llevar una mejor vida, tratamientos costosos, cremas y operaciones una mujer parezca más joven y se haga la ilusión de que es más joven que su madre o abuela a la misma edad. Han pasado tan rápido los años… Sobre todo, esa década de los treinta. Y de pronto, la mujer casi en la cuarentena se da cuenta de que su tiempo de tener hijos se acaba.
Tanto tiempo diciendo que no querían tener hijos…, pero conservando aún la posibilidad de tenerlos; y cuando toman conciencia de esta realidad, de que el tiempo se les echa encima y de que los hijos son más importantes para ellas de lo que pensaban, su angustia se dispara. Pero ¡había tanto que hacer! Acabar la carrera, asegurarse en el trabajo, ascender quizá, la hipoteca, viajar, hacer deportes, estabilizarse con una pareja que dudaba en el compromiso o, simplemente, darse cuenta de lo que significan los hijos. Quizá, darse cuenta del “vacío” de la vida cuando se te han aquietado las ganas de las idas y venidas juveniles, has llegado a los 40, ya no te resulta tan fácil quedar con otros para salir, y no tienes otro horizonte que las cansadas jornadas de trabajo las más de las veces repetitivo, esperar las vacaciones, preparar el consabido viaje; la “fiebre” de los viajes para llenar el vacío de la vida, y vuelta a empezar.
Antes, ese “darse cuenta” era sustituido por los consejos de las madres o las expectativas de la sociedad. Los consejos se han sustituido por la propaganda feminista. La sociedad anima a lo contrario más bien: no hay prisa, vive la vida, diviértete, viaja… “Nunca me planteé si quería tener hijos de muy joven o si prefería disfrutar…” “Fui madre cuando sentí el instinto”. Así se expresa una de las muchas mujeres de hoy día, que han decidido y han podido tener hijos a los 40 años. Pero el instinto del que habla está mujer puede estar enmascarado por las múltiples actividades que ocupan a las mujeres de nuestros días y las pocas advertencias que admiten de sus mayores. “Si volviera a nacer, a los 25 me pondría a tener hijos”, dice una matrona en una entrevista en el diario El País, después de dos embarazos naturales, tres inseminaciones y finalmente un fracaso en su intento de adoptar un niño. Seis años de intentos fallidos. “Necesitó ayuda psicológica para dejar atrás esa etapa de su vida”. Otro de los testimonios que aparecen en el artículo cuenta que, tras retrasar el momento de su maternidad a los 37 años y no quedarse embarazada, se sometió a varios tratamientos, para finalmente renunciar a los 42 años. “He entendido que hay cosas que tengo que asumir, ¿conformista? Tal vez ahora lo que más miedo me da es el futuro, cuando sea una abuelita sin energía. Me da miedo imaginarme sola el día de Navidad. Qué paranoica, ¿no?”. No, paranoica, no. Es lo que con mucha probabilidad le sucederá. Esta mujer se ha dado cuenta a los cuarenta años. Otras, a los sesenta ya lo están viviendo.
Es interesante la observación que hace I. Bruna, de la Sociedad Española de Fertilidad, en la línea de lo que decíamos: que el reloj biológico no perdona. Las mujeres piensan ‒y también su entorno las lleva a creerlo, “si ahora se envejece más tarde, tiempo tendrás…” ‒que “si su aspecto físico es bueno, también lo será su fertilidad y creen que lo lograrán, al igual que las famosas que tienen hijos, pero no explican que son fruto de la ovodonación”, al menos en un tercio; lamenta, además, que en sus chequeos ordinarios rara vez se les informe a las mujeres de la disminución de su reserva ovárica. No, claro, eso no es políticamente correcto, ¡animar a las mujeres a tener hijos! Cuando lo prudente sería tener a la vista estas consideraciones y evitar así las frustraciones que se producen después. Dejando de lado las ideologías ‒impulsoras de su mujer nueva o su mujer vacía‒ quizás la mujer de nuestros días estaría dispuesta a escuchar a los profesionales.
Varios expertos de la Sociedad Española de Fertilidad redactaron un documento para que los ginecólogos “ayuden a las mujeres, a unas edades más tempranas, a abrir los ojos a la realidad”. Otros ginecólogos, como el vicepresidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia, sin embargo, creen que el asunto es mucho más delicado. “Les puede hacer sentir mal” o, lo que no dice, pero probablemente piensa ¿y si nos ponen el sambenito de machistas? Y ¿desde cuándo informar, hacer pensar, ha sido “delicado”?
España, aunque el riesgo de complicaciones a estas edades sea notablemente mayor, está a la cabeza de Europa en embarazadas mayores de 40 años según datos de Eurostat (2022). La siguen Irlanda e Italia. El 61,6 % de recién nacidos tenían progenitores con edades comprendidas entre los 30 y 39 años, frente al 47 % de la CE. Ciertamente todo un éxito de las consignas de las mejoradoras-de-la-humanidad.
Los hombres, en general, tienen menos prisa aún por tener hijos. El afán de los hombres se traducía en tener un heredero para su apellido o para ayudar en el campo, seguir los negocios, etc.; ahora todo esto, ya no tiene importancia. Así pues, en nuestros días, es la mujer, sobre todo, quien decide acerca de tener hijos o no. Tener hijos a estas edades tardías, por otra parte, no es lo óptimo y en muchos casos será problemático. Serán hijos que a los 20 o 25 años tendrán que contar con padres mayores. Por otra parte, si la mujer consigue tener uno pasados los cuarenta el segundo se presenta más difícil. Con mucha probabilidad será hijo único. El 30% de los niños de las próximas generaciones no tendrá hermanos. No tendrá con quién jugar, con quién compartir penas y alegrías, con quién aprender a ser generosos, de quién recibir ayuda ante las situaciones difíciles que la vida presenta.
Parece que una de las causas, aunque no todas, es el triunfo de las consignas antinatalistas de la ideología feminista. Consignas que tienen éxito porque animan a la comodidad, al hedonismo; de eso se valen. Son tendencias que tenemos todos. Pero contra este hedonismo han luchado los seres humanos toda la vida cuando, a través de las costumbres y de la educación, se imponía el esfuerzo para conseguir algo importante o necesario para el futuro. Los padres y la sociedad tenían claro a dónde podían llevar la pereza y la dejación. Precisamente por eso se empeñaban en hacérselo ver a las nuevas generaciones.
Además, están las dificultades para encontrar una pareja que asuma el compromiso. El compromiso no está de moda. El compromiso quita libertad. Libertad promovida igualmente por la ideología “progresista” hacia-no-se-sabe-dónde. Libertad tomada con entusiasmo sobre todo por el hombre. Ya el hecho de no casarse ni civilmente, ni por la Iglesia, es un síntoma de que, a la hora de empezar una convivencia, se piensa más en que no haya vínculos legales que hagan difícil la posible separación, que en la perdurabilidad de la relación y en tener hijos; y así va pasando el tiempo.
Así se expresaba un chico de 30 años: “empiezas a salir con una chica y ¡qué prisa tienen todas!, ¡qué pesadas! ¡enseguida te empiezan a hablar de compromiso!”. Claro, la mujer busca el compromiso porque tiene en perspectiva los hijos, él lo ve como algo lejano que no corre prisa, “¿no estamos bien así?” −al fin y al cabo, él tiene sexo y una fertilidad más larga, puede tener hijos a los 50, 55, 60 o incluso más−. No, la mujer sabe que tiene menos tiempo, sobre todo cuando se está en la treintena. Hay mujeres que de los 30 a los 40 han estado entretenidas con una relación que no acababa de cuajar, y cuando han exigido formalizarla de alguna manera porque querían tener hijos ya, la relación se ha roto; el tiempo para conocer a otro hombre con posibilidades de estabilidad para tener hijos se ha acabado.
Y ya hay mujeres en España, en su ansia de maternidad, que empiezan a seguir los pasos de las de Suecia; cuando llegan a los 40 años y no ven la probabilidad de encontrar una pareja para tener hijos recurren a…una jeringuilla con semen o a una inseminación en un centro de fecundación in vitro. Su hijo lo será de un padre desconocido, estará condenado a no tener padre, a no saber quién es su padre biológico. ¿Hasta ese punto puede llegar el deseo de la mujer por ser madre y, digámoslo, su egoísmo? ¿hasta el punto de condenar a su hijo a no tener padre? Eso en principio, porque ¿sabe una mujer lo que es criar y educar sola, sin padre, a un hijo, sobre todo si es varón?
Una muestra de que la mujer española tiene insatisfecho su deseo de maternidad es que, en 2013, España era el segundo país del mundo donde más se adoptaba en términos absolutos, solo por detrás de Estados Unidos. En 2013, y teniendo en cuenta la población de cada país (en términos relativos), España se situaba en el tercer puesto, superada solo por Italia y Suecia. Si bien, en los últimos años, se ha producido un gran descenso en las adopciones internacionales debido a las trabas burocráticas. También está el hecho de que no hay niños españoles para adoptar porque todos los no queridos por sus padres biológicos son abortados.
En resumen, encontramos toda una serie de causas, que contribuyen a la baja tasa de natalidad y a la frustración de muchas mujeres en España y en el resto de los países europeos. En primer lugar, estaría la inestabilidad de las parejas y la falta de compromiso por parte del hombre, la mujer se siente insegura; en segundo lugar, la depreciación social de la maternidad considerada como algo que impide el disfrute, e impone sacrificios, dejando de lado la compensación superior de creatividad y amor que conlleva; en tercer lugar, la creencia ampliamente difundida de que hay tiempo…; en cuarto lugar, las dificultades de la vida actual si no trabajan ambos, hablamos de clase media-baja en esta situación, y finalmente, está la cuestión de la conciliación familiar, los horarios a veces imposibles.
En España el índice de fecundidad está en 1,19 (2022), mientras que en otros países con más ayudas y ningún problema de paro, aunque las tasas sean más altas tampoco mucho más; por ejemplo, Noruega 1,7, Finlandia 1,5, Holanda 1,6, Suiza 1,54. Y cabe pensar que, sin la emigración musulmana, el índice sería bastante más bajo. Esto nos lleva a que no son propiamente las dificultades económicas, ni los horarios de trabajo lo que lleva a las mujeres a tener menos hijos, sino las otras causas citadas.
En cualquier caso, en la vida, muchas veces es necesario decidir cuando no se pueden tener dos cosas a la vez. A veces hay que renunciar parcialmente a algo o posponerlo. El tiempo es el que es y no se puede estirar. Los hombres también tienen que elegir, por supuesto. Pero sus preferencias difieren de las de las mujeres y en el caso de los hijos, en la sociedad actual, su interés por tenerlos -aunque haya de todo - es bastante menor. Lo dramático, en este caso, es que hoy día sólo se enseña a mirar a lo inmediato sin pensar en el futuro. La ilusión es pensar que lo podemos tener todo, cuando nuestro tiempo es lineal. No podemos tener varios presentes, solo uno. Hay renuncias que, con el tiempo, se traducen en satisfacción y en plenitud. Son las limitaciones de la vida humana. Por eso, elegir bien es libertad. Las malas elecciones serán los lamentos en el futuro.