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Arturo Aldecoa Ruiz
Jueves, 25 de Mayo de 2023 Tiempo de lectura:

Vencedores y vencidos en un “juego de suma cero”

En breves horas asistiremos a la noche electoral de las elecciones municipales, forales y autonómicas 2023, una noche mágica en la que, como en las noches de Reyes, todos nos sonreirán asegurando en sus declaraciones haber ganado y estar contentos con el “premio” recibido de los electores.

 

Porque, al igual que los niños intuyen de forma natural que mostrar disgusto  ante los demás por los regalos recibidos es una muestra de debilidad y genera rechifla, los políticos saben que admitir la derrota electoral  en una sociedad mediática, puede ser peor que la derrota misma. Y a veces les obligaría a presentar su dimisión, palabra que casi nunca están dispuestos a emplear, salvo que les obliguen sus compañeros. Por ello prefieren negar la mayor y ganar tiempo.

 

Esa noche los delegados oficiosos de los partidos seguirán el escrutinio en directo desde los platós de los medios de comunicación, armados de consignas y estadísticas trucadas, y disfrazados de tertulianos independientes (cuya alma sectaria asomará en sus comentarios sobre los resultados de las demás candidaturas y nunca sobre la propia). Y los portavoces de las fuerzas políticas harán lo mismo en conexiones en directo desde sus sedes electorales, rodados de fieles militantes dispuestos a aplaudir y vitorear el vuelo de una mosca.

 

Nuestros augures mediáticos nocturnos del oráculo electoral nos cantarán al cierre de las urnas lo satisfechos que están con la “tranquilidad” de la jornada (mantra inicial habitual muy útil para no decir nada). Y ya con el escrutinio muy avanzado terminarán sus jaculatorias para esa noche mágica, asegurando su contento con el resultado obtenido, sea cual sea este.

 

No importará que sea catastrófico, como ya se intuía quizás en las encuestas, pues siempre habrá a mano un dossier preparado para decir que lo negro es blanco, utilizando números sacados de contexto, porcentajes tomados por los pelos o estadísticas mentirosas, que demostrarán que perder el poder, bajar en votos y escaños, e incluso desplomarse a mínimos históricos, es una “base sólida de recuperación para las próximas convocatorias” y “una buena oportunidad para comenzar a crecer significativamente”.

 

Todo con la esperanza de que el público se vaya a dormir con la idea de que el desastre no ha sido tal o las cosas no han ido tan mal. En otras palabras: ganar tiempo para articular desde el día siguiente una interpretación diferente a la realidad.

 

Y nos lo contarán sin torcer el gesto pues saben que entre la ciudadanía oyente de semejantes desatinos hay siempre personas capaces de creer lo que sea. Lo que no deja de ser una consecuencia estadística del reparto de inteligencia entre la población según la campana de Gauss que estudiábamos en el bachillerato, como bien saben todos los demagogos populistas: si repites con convicción mil veces una mentira, la mitad de la gente acaba creyéndola.

 

¿Cómo descubrir la verdad la propia noche electoral? Las matemáticas, al contrario que los políticos, no mienten. Conviene repasar un poco las leyes del “juego electoral”. Quizás el lector no haya oído hablar de John von Neumann, una de las inteligencias más brillantes del siglo XX. Una de las creaciones de Von Neumann fue la teoría de juegos, que estudia las mejores estrategias para tomar decisiones. Es, en realidad, una teoría sobre el comportamiento humano.

 

Newmann señala que existen desde siempre “juegos de suma cero”, en los que unos ganan y otros pierden. Por ejemplo, el tenis, o el póker, o las elecciones políticas. A lo largo de la historia, los juegos de suma cero han sido frecuentes. Casi siempre en las actividades humanas hay ganadores y perdedores.

 

Por mucho que los portavoces de los partidos se empeñen en ocultarlo, y los tertulianos con carnet en desdibujarlo, la noche electoral en cada una de las circunscripciones es un juego de suma cero. Hay vencedores y vencidos. Gente que gana poder y gente que lo pierde.

 

Porque la naturaleza real del juego político no es la de una caseta de Feria en la que al final todo número solo por participar tiene premio. Incluso aunque así fuera hay diferencias: no es lo mismo lograr la alcaldía de la capital, o ser elegido Presidente de tu Comunidad Autónoma, que ganar una concejalía de muñeca Pepona, por mucho que se pueda vender como una victoria. Pues incluso en la famosa ”Tómbola Antojitos” unos premios son más premios que otros. Y en política si las cosas van mal puede que a veces solo obtengas “cero patatero”, es decir, nada.

 

Es obvio qué no todos pueden ganar en una noche electoral. Hay quienes se llevarán de la urna esa noche el “gato de Schröedinger” al agua y quienes solo lograrán el frasquito con veneno…. Aunque también estos últimos nos dirán que están encantados con su premio, pues raro sería que algún líder o lideresa reconozca la noche del 28 de mayo su fracaso, beba el amargo cianuro de los resultados reales y dimita.

 

Otra cosa será que a la mañana siguiente sus compañeros de la dirección de su partido, tan corresponsables casi siempre del fracaso como él o como ella, se disfracen de leñadores en busca de un árbol caído en la noche mediática para hacerlo trizas cargándole las culpas. Porque en política nada une más a los dirigentes de cualquier partido que encontrar un chivo expiatorio tras una mala noche electoral.

 

Así que el lunes 29, como dijo Breno, “Vae victis”. ¡Ay de los vencidos!

 

Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019

 

 

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