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La Tribuna del País Vasco
Martes, 17 de Septiembre de 2024 Tiempo de lectura:

El tirano Pedro Sánchez dispuesto a eliminar el derecho básico de los ciudadanos a la libertad de expresión

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En el corazón de las democracias liberales, donde la libre expresión debería ser un derecho inalienable, una extensa sombra se cierne sobre nosotros. El telón de fondo de la censura y el miedo se vuelve cada vez más opresivo, amenazando los cimientos mismos de nuestras sociedades. El profundo deterioro de la libertad de expresión provocado por la izquierda política es un síntoma preocupante de este siglo XXI, y urge ya alzar y unir nuestras voces en un fuerte llamamiento a la acción.

 

Una encuesta reciente ha revelado que un alarmante número de ciudadanos occidentales siente que su derecho a la libertad de expresión está siendo erosionado. Ya sea por temor a represalias, intimidación o por el etiquetado injusto como "políticamente incorrecto", cada vez más personas se abstienen de expresar sus opiniones libremente. Esto socava la esencia misma de la democracia, donde el intercambio abierto de ideas debería ser una piedra angular de la misma.

 

La libertad de expresión no es un privilegio otorgado por las autoridades, sino un derecho inherente a toda persona. Es el fundamento de una sociedad plural y democrática, donde las ideas pueden ser debatidas y cuestionadas. Sin ella, nos arriesgamos a ceder a la represión, a caer en la opresión y a hundirnos en la conformidad intelectual, donde la diversidad de pensamiento es aplastada y la creatividad y la innovación se ven limitadas.

 

La censura impulsada por personajes infames como Pedro Sánchez se ha infiltrado en los rincones más inesperados de nuestras vidas. Los campus universitarios, una vez bastiones del libre pensamiento y del debate intelectual, ahora se han convertido en terrenos de represión en manos de las policías progresistas donde ciertas ideas son expulsadas en nombre de lo que ya se conoce como "seguridad emocional". Los espacios digitales, que en teoría deberían amplificar nuestras voces, se han convertido en campos de batalla donde los algoritmos y las políticas corporativas censoras de los grandes conglomerados multinacionales dictan qué se puede decir y qué se debe silenciar.

 

Tal y como demuestra un día sí y otro también un tirano sinvergüenza como el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la intolerancia progresista hacia las opiniones disidentes se ha infiltrado en el tejido de nuestras sociedades. Los ataques y la intimidación desde las instituciones presuntamente democráticas hacia aquellos que osan expresar puntos de vista contrarios a la corriente dominante son cada vez más comunes. El silenciamiento y el ostracismo social se han convertido en armas poderosas utilizadas para acalllar a aquellos que desafían el pensamiento único progresista. Este clima de temor, jaleado por los voceros siempre bien alimentados de la izquierda política y cultural española, está sofocando la diversidad de opiniones y socavando la base misma de la democracia.

 

Ya sea por temor a represalias, por intimidación o por el etiquetado injusto como "políticamente incorrecto", cada vez más personas se abstienen de expresar sus opiniones libremente. Esto socava la esencia misma de la democracia, donde el intercambio abierto de ideas debería ser una piedra angular de la misma

 

La libertad de expresión es un pilar fundamental de las democracias liberales. Es a través del diálogo abierto y del debate vigoroso como se fomenta el avance de los seres humanos y la comprensión mutua. Sin embargo, cada vez más, en lugares como la España bajo el terror de Sánchez,  en lugar de alumbrar espacios saludables de libertad, nos encontramos presenciando una creciente polarización y una división cada vez mayor. Al restringir la libertad de expresión, cerramos la puerta al entendimiento y a la posibilidad de cambios positivos.

 

Es hora de que los Gobiernos occidentales tomen una posición firme en defensa de la libertad de expresión. Los gobiernos deben garantizar entornos sociopolíticos seguros donde las voces de todos los ciudadanos puedan ser escuchadas sin temor a represalias. Las instituciones educativas deben fomentar la diversidad de pensamiento y promover el libre intercambio de ideas. Las empresas de tecnología, tan comprometidas con todo tipo de tonterías progresistas, deben comprometerse a salvaguardar y ampliar los espacios de libertad, no a limitarlos.

 

Además, es fundamental que, todos y cada uno de nosotros, como individuos reconozcamos nuestra responsabilidad en la defensa de la libertad de expresión. Debemos resistir la autocensura y tener el coraje de expresar nuestras opiniones, incluso cuando éstas sean impopulares o desafiantes. Debemos estar dispuestos a escuchar y considerar perspectivas diferentes a las nuestras, fomentando así un verdadero diálogo y entendimiento entre los ciudadanos.

 

La libertad de expresión no es un privilegio otorgado por las autoridades, sino un derecho inherente a toda persona. Es el fundamento de una sociedad plural y democrática, donde las ideas pueden ser debatidas y cuestionadas. Sin ella, nos arriesgamos a ceder a la represión, a caer en la opresión y a hundirnos en la conformidad intelectual, donde la diversidad de pensamiento es aplastada y la creatividad y la innovación se ven limitadas.

 

Es hora de levantar la voz contra el profundo deterioro de la libertad de expresión que está teniendo lugar en las democracias liberales como consecuencia de las políticas totalitarias socialistas. Debemos exigir a nuestros líderes políticos que protejan y promuevan este derecho fundamental. Y debemos presionar a las instituciones políticas, culturales y educativas, y a las empresas de tecnología, para que sean guardianes de la libre expresión y no cómplices activos de la más descarada y humillante censura.

 

La historia nos ha enseñado que la supresión de la libertad de expresión conduce hacia sociedades estancadas y aterrorizadas y a un profundo estancamiento intelectual. La libertad de expresión, como la libertad de emprender o de comerciar, es el alma de una democracia liberal. Es la fuerza impulsora que se halla detrás del progreso,  de la innovación y del entendimiento mutuo. No podemos permitir que se erosione bajo el peso de la censura y el miedo insuflados por gobernantes fascistas y totalitarios como Pedro Sánchez. Es hora de alzar con fuerza nuestras voces, de defender nuestros derechos y de preservar la libertad de expresión como un derecho inalienable en nuestras sociedades. El momento de actuar es ahora, antes de que el silencio impuesto se vuelva ensordecedor.

 

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