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Pablo Mosquera
Domingo, 02 de Julio de 2023 Tiempo de lectura:

Recordar para votar

No sé cuánto dura la memoria de las gentes corrientes. La mía se estimula con la lectura. Unas veces trasladándome a tiempos pasados. Otras admirando o maldiciendo a ese a aquel personaje que tanto influyó en la historia de mi país. Pero, sobre todo, cuando repaso albúmenes de fotos y descubro lo que fuimos y quienes nos acompañaban por el camino de la vida. Por cierto, prefiero el papel de esa prensa o de esas cartas amarillentas, pues me acercan a la verdad de lo que pasó.

 

Un pueblo que olvida su pasado corre el riesgo de repetirlo. Una sociedad que desconoce cuáles son los cimientos sobre los que se construyó el presente es mucho más alienable que quien indaga , aprende y escucha voces o pasajes escritos en los momentos en los que desde los sentimientos se tomaron decisiones que se extendieron como manchas de aceite en el agua de la conducta humana.

 

Siempre recurro, como buen gallego, a los inmortales versos de la denominada poesía social. Atraviesan mi piel y me impregnan el alma. Unas veces me devuelven la esperanza, otras me sumergen en el pesimismo de eso tan manido: "el hombre es el animal que siempre tropieza en las mismas piedras".

 

Aun recuerdo en mi adolescencia compostelana, en aquellas hermosas y costumbristas ferias de Santa Susana, entre carballos y un templo románico, cómo los trileros, cada jueves, hacían su agosto con la velocidad de sus manos y la complicidad de un "inocente transeúnte" para engañar al paisano que vestido con viejo traje oscuro acudía a la Ciudad Santa de Occidente para comprar o vender un animal de granja.

 

Ahora, los trileros son entrevistados en programas televisivos de máxima atención. Y algo inconmensurable. Nunca han mentido. Simplemente, han cambiado de opinión. Por necesidad que hizo virtud. Para nuestra bien democrático. ¡Manda carallo en La Habana!

 

Tal escena no sé si de sainete o tragicomedia al más puro estilo rococó se ha convertido en la fórmula año 2023 para convencer al paisanaje sobre la papeleta con lista cerrada que debe depositar en la urna el caluroso 23-J. Son nuevas maneras de habilitar y recordar el espíritu y las formas de la picaresca Cervantina. Creer que el pasado ha sido bueno o malo. Creer que los próximos cuatro años servirán para mantener las conquistas sociales o laminar los despropósitos de la casta política.

 

Antes se decía que el papel lo aguantaba todo. Ahora descubro que la palabra de un mandarín bien parecido funciona como aquellos aprendices de prestidigitadores que iban de feria en feria haciendo su agosto.

 

Vuelvo a la duda. ¿Cuánto dura la memoria de los acontecimientos impulsados por esos mandarines?. Hubo un tiempo en que hubo un halo de honrada sinceridad. ¡Me equivoqué!. Ahora ni soñar con tales palabras. Nadie se equivoca. O mejor. Se equivoca el ciudadano que vota lo que no debe. Y las campañas electorales se fundamentan en tres objetivos. Mostrar las maldades de la otra parte en el contencioso. Señalar que somos los paisanos quienes nos hemos equivocado al interpretar los movimientos y dicterios de la curia. Gestionar a estilo siglo XXI el miedo. Miedo a perder. Miedo a la llegada de los recortes. Miedo a imposiciones anti sistema que harán difícil la convivencia e incrementará la pobreza social.

 

¿Con quién suscribirán pactos para dotarnos con nuevas normas?. Al más puro estilo eclesiástico y desde los modernos púlpitos nos están advirtiendo sobre los caminos que conducen al cielo o al infierno.

 

¡Qué falta de respeto y que falta de imaginación!. No son capaces de pronunciar discursos que emocionen. Recuerdo perfectamente aquel trabajo de Don Manuel Azaña en el que distinguía emoción de ilusión. El trilero juega con los ilusos. El poeta mueve las conciencias del patriota.

 

A los más exigentes, tal estado de patricios endomingados, nos lleva al exilio. Una vez más. No hay mayor malestar que el producido por la cultura. Ese conocimiento que nos hace libre pensadores y ser críticos unas veces indignados y otras descorazonados. Lo que está por venir, como tantas y tantas cuestiones, podemos encontrarlas en las páginas de la historia, lo que permite saber cómo termina la novela.

 

Además, cuando una nación está tan sumamente endeudada, ya no es dueña de su destino. Dependemos de los prestamistas que sin pandemia volverán a dictar normas de comportamiento a los hacedores presupuestarios. Amén de seguir los viejos métodos. Divide y vencerás. Una sociedad inculta y entretenida con discusiones sobre palabras o conceptos, no tiene tiempo para ocuparse del humanismo.      

 

El terrible endeudamiento de 2,5 billones de euros y los intereses que producen nos llevan al peligroso escenario de los recortes. Si es así, propongo que se comience con el gasto improductivo. Lo mismo que se anuncia un Gobierno con menos ministerios y por tanto menos cargos, es momento de emprender una reforma para el tamaño de la administración pública, desde fusiones de ayuntamientos, supresión de esas clientelares Diputaciones Provinciales, entes y organismos plagados de paniaguados que conforman las legiones de agentes electorales hasta esa duplicidad de gestiones que deberían recordar aquella "ventanilla única" de Don Manuel Fraga basada en el eficiente principio de la subsidiaridad.

 

En el terreno de lo socio cultural que alguien con autoridad científica ponga freno a esos continuos debates sobre feminismo-machismo que desvertebran la convivencia en nuestra sociedad y han creado en los últimos años semilla de odio.

 

Seamos austeros, responsables con los recursos públicos, respetuosos para la convivencia, educados por la enseñanza y el acceso a la cultura -frenar y luchar contra la subcultura- garantizar tiempos sostenibles para la justicia y la sanidad.     

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