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Winston Galt
Jueves, 06 de Julio de 2023 Tiempo de lectura:

'Hugo Sánchez'

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He leído con atención algunos de los extractos que Emmanuel Rincón ha ido publicando de su último libro La reinvención ideológica de América Latina en los cuales desgrana la forma de actuación de Hugo Chávez y de sus antecesores hasta llevar a su país al socialismo, esto es, a la ruina, la miseria y la opresión.

 

Provoca terror leer los textos y comprobar el paralelismo que hay con la actuación de los dos últimos presidentes socialistas en España. Unas políticas comunes. Con la salvedad de que España está en Europa y, por ello, nuestra (pseudo)democracia está más consolidada y que Zapatero y Sánchez no pueden controlar totalmente el dinero, lo que nos salva de las devaluaciones propias (otra cosa son las devaluaciones de facto del euro gracias a las políticas de emisión pasiva del BCE), hay una concordancia casi perfecta entre las políticas instauradas en Venezuela y las que ambos presidentes han intentado implantar en España. Lógicamente, también aquí había previamente más separación de poderes y controles estatales (hoy inexistentes), lo que ha llevado a que el proceso sea algo más lento de lo que lo fue en Venezuela.

 

Un proceso que, sin embargo, nos tememos que no podrá ser frenado de no perder las próximas elecciones generales de julio el PSOE. Cuatro años más de una presidencia como la de Sánchez supondrá, sin duda alguna, la imposibilidad del retorno a algo parecido a lo que fue la democracia española hace veinte años y que socavaron primero Zapatero y luego Sánchez con el paréntesis pasivo e inútil del incapaz Rajoy.

 

También tendremos que preguntarnos si la próxima legislatura, aunque gane la supuesta derecha, podrá suponer un cambio lo suficientemente sustancial e importante como para evitar la deriva a la que nos han abocado los gobiernos socialistas o, por el contrario, sólo supondrá un retraso hasta que vuelva el PSOE al poder.

 

No podemos confiar en que una buena gestión del PP sea suficiente para evitar un nuevo éxito del PSOE y de sus socios basura en el futuro inmediato. Si echamos la vista atrás, en los últimos veinte años, los cambios de ciclo a favor del PSOE siempre han venido provocados por cuestiones ajenas a la propia dinámica electoral, como un atentado masivo y una moción de censura en alianza con lo peor del poder judicial y con los partidos enemigos del país y del sistema político democrático. En ambos casos, han sido formas siniestras de llegar al poder. Nadie nos garantiza que no haya una tercera forma siniestra de cambiar un ciclo político en cuatro u ocho años, a pesar de que pueda haber algunos éxitos de gestión por parte del PP.

 

Por tanto, son muchas las cosas que habrá que cambiar, y muchas las leyes que habrá que promulgar y blindar para que una eventual nueva victoria del PSOE no pueda suponer continuar el proceso de destrucción legal y social del país camino de una nueva Venezuela en España.

 

Si alguien duda de esa deriva, que lea el libro de Rincón, pero desde aquí le adelantamos algunos paralelismos.

 

Chávez tenía perdidas las elecciones de 2004. Según Rincón: "su popularidad había bajado considerablemente desde la toma de decisiones autoritarias, expropiaciones, y el paro petrolero organizado un par de años atrás..." (¿A que parece que está hablando de España?). Sánchez también ha tomado decisiones autoritarias: desde la congelación obligatoria de rentas de alquiler, por ejemplo, a los indultos a los golpistas catalanes o la entrega del Sahara a Marruecos. Ha expropiado a los españoles a través de los impuestos hasta límites confiscatorios. Y recuerden los paros de los transportistas, las protestas de los agricultores y ganaderos, de los cazadores, etc, por lo que el marco tiene similitudes. Sostiene Rincón que Chávez buscó consejo en un acrisolado demócrata, Fidel Castro, quien le aconsejó seguir una "receta mágica": misiones sociales. Y elaborar una campaña de propaganda en torno a ellas, cubrir así las necesidades de seis millones de personas, que era el grueso electoral necesario para ganar las elecciones, lo que consiguió acumulando empleados públicos y beneficiarios de subsidios, lo cual aseguraría la reelección, como así fue.

 

¿Qué está haciendo Sánchez? Lo mismo. Ha creado más de trescientos mil empleos públicos, lo que ha servido para agigantar aún más una administración colosal, insostenible e ineficaz y ha incrementado también las pensiones para intentar compensar la inflación a millones de pensionistas (una falsa compensación que es irreal). Espera que los primeros teman perder su trabajo si cambia el gobierno y que los segundos se muestren agradecidos de haber subido sus pensiones contra cualquier criterio razonable. Parece que ni por ésas las cuentas le dan ganador, pero la receta para mantenerse en el poder a costa de los españoles es la misma que la utilizada entonces en Venezuela. Lo hemos denunciado en anteriores ocasiones, no hay peor corrupción que utilizar ingentes cantidades de dinero público para comprar votos.

 

A muchos puede llamarle la atención que llamemos corrupto al gobierno de Hugo Sánchez por repartir subsidios, ayudas y prestaciones a cualquier colectivo susceptible de convertirse en votante el PSOE, pero no olvidemos que también desde otro punto de vista más usual puede ser calificado de corrupto (como lo fueron todos los gobiernos de Chávez), pues además de los consabidos escándalos de socialistas (sospechas sobre los beneficios obtenidos por familiares de varios miembros del gobierno, incluido el presidente, el escándalo de la ex directora de la Guardia Civil, el del "tito Berni", etc) podemos recordar que durante la pandemia se perdieron cientos de millones en compras fantasma de material a través de empresas afines o que recientemente la Unión Europea indaga sobre el gobierno de Sánchez, preocupada porque, entre otras cosas, el informe de Transparency International sitúa a España al mismo nivel de corrupción que Cabo Verde, las Granadinas o Bostwana.  A esto hemos llegado y porque solo es pública la punta del Iceberg. Sabemos que tal informe se queda corto porque en España los escándalos de corrupción no se investigan debidamente si son del partido de Hugo Sánchez. De hecho, acabamos de comprobar atónitos como un tribunal indulta de facto al ex presidente de su partido concediéndole la gracia de no entrar en prisión durante cinco años por una enfermedad supuestamente incurable que sufren otras muchas personas tanto en prisión como fuera de ella.

 

No es más que un signo más de la influencia del poder político sanchista en el poder judicial. Si otro miembro del partido socialista (ahora escandalizado de las actuaciones de Sánchez, lo que denota la deriva totalitaria de este partido) ya anunció la muerte de Montesquieu, ésta se ha materializado desde Zapatero de una forma implacable: aprobación por el TC de la ley de violencia de género, claramente inconstitucional, lo que fue otro ladrillo en el muro del panteón de la división de poderes; en esa línea, el gobierno de Hugo Sánchez no ha hecho más que avanzar en progresión geométrica para conseguir el todo por el todo: desde el anuncio de un proceso constituyente, que se le escapó a un ministro de justicia que ahora es miembro del TC al nombramiento de una fiscal General del Estado totalmente supeditada al poder político, las sentencias tímidas de condena a los golpistas y su posterior indulto, o las leyes limitantes del Consejo General del Poder Judicial, han sido hitos que dicho poder como tal no ha podido resistir, por más que algunas veces veamos con ingenua esperanza que alguno de sus miembros, individualmente considerado, no se somete al régimen totalitario.

 

Se dice, con razón, que el poder judicial era la última instancia a someter porque el resto ya lo está, de un modo u otro. Todas las instituciones del Estado han sido ocupadas por el poder socialista. Desde el Tribunal de Cuentas a Correos, desde la Guardia Civil y la Policía al Consejo de Estado; desde Indra a Aena, desde la SEPI a la CNMV, desde Red Eléctrica a la Agencia EFE, desde el CIS al SEPE y su obscena manipulación y ocultación de datos del paro real. En definitiva, cualquier institución del Estado al alcance de sus sucias manos.

 

Esta invasión de instituciones crea lo que Rincón llama una élite corporativista alrededor del Estado, fuera de la cual se hace muy difícil emprender grandes negocios en libertad y dentro de la cual el "facilismo" se convierte en la única forma de enriquecimiento. Si esto es una patología propia de la socialdemocracia porque el empeño en la planificación no puede tener otro efecto, en manos de totalitarios se convierte en una forma de vida que amputa la sociedad fuera del círculo de poder.

 

Todo ello se hace con un solo objetivo: la acumulación de poder sin precedentes que puede ahogar la sociedad hasta tal punto que dicho poder solo permita, de un modo u otro, la regeneración de sí mismo, sin posibilidad de alternativa. Que conseguirlo sea más difícil en España que en Venezuela no significa que no se intente.

 

El grueso de leyes que ha habido en esta legislatura avalan tal conclusión. Los indultos a los golpistas, las leyes de memoria democrática pactadas con Bildu, la derogación del delito de sedición o la famosa ley del sí es sí tienen el poder corrosivo de intentar disolver la sociedad y trocearla en partes de modo que sólo pueda reconstruirse una mayoría en torno al líder que es capaz de aúnar tales trozos del nunca mejor denominado Frankenstein, de modo que se asegure su continuidad sin posibilidad de alternativa.

 

Tal acumulación de poder ha de servirse además de otra deriva claramente intencionada: el deliberado intento de empobrecer a la población. La pandemia sólo ayudó al proceso y abrió los ojos de los que veían que podían conseguir en breve lo que al principio sólo era un proyecto a más largo plazo. No han faltado en esta legislatura los ataques a los productores: agricultores, ganaderos, pescadores... a través de las subidas de impuestos y a través de la criminalización y condena de sus actividades y productos. Aprendido también del proceso venezolano, el gobierno de 'Hugo Sánchez' sabe que cuanta más gente dependiente haya de sus subsidios mejor son sus expectativas electorales porque, además, nadie jamás ganará a la izquierda en prometer regalos (como los 20.000 euros prometidos por Sumar sólo por cumplir los 18 años, un disparate atractivo para mucha gente inconsciente del coste de tal medida). Se promete lo que haya que prometer porque cuando no se cumple siempre se puede culpar a otro.

 

Y para culpar a otro y acallar las críticas siempre están los millones de dinero público que sean necesarios pues basta una llamadita para limar las asperezas antes de las elecciones en los medios más importantes del país, aunque sean, teóricamente, de "derechas". La indignidad de los dueños y directores de tales medios no tiene límites al aceptar tales sobornos, pues no son otra cosa. Algún día habría que pasarles la factura.

 

Menciona Rincón el engranaje de la dictadura chavista con el narcotráfico. No se puede decir lo mismo de un modo tan evidente en el caso del PSOE, pero los vínculos de éste con los jerifaltes de la narcodictadura venezolana invitan a la sospecha, como no puede ser de otra manera cuando vemos las relaciones de Zapatero y alguno de sus ex ministros con tales sospechosos de narcotráfico para la DEA americana, o cuando recordamos episodios como los de las maletas de Delcy Rodríguez en Barajas, o cuando vemos cómo el PSOE en Europa trata con guante de seda a Venezuela e incluso pide levantar el veto para invitar a Maduro y blanquearlo ante los ojos de todos. Por si fuera poco, las relaciones internacionales turbias de 'Hugo Sánchez' con Marruecos traspasan la invitación a la sospecha para convertirse en convicciones que aún están faltas de prueba pero que las apariencias se empeñan tozudamente en confirmar.

 

Al cuadro contribuye un endeudamiento inconcebible precisamente por parte del presidente que más dinero ha recibido gratuitamente desde el exterior con la excusa de la pandemia. El endeudamiento forma parte de la estrategia por dos motivos: porque condena al conflicto social al gobierno siguiente, caso de que éste cambie, y porque empobrece a la sociedad a futuro, como es intención de todos los gobiernos que siguen la Agenda 2030 y más en uno que aspira a implantar, de facto, un régimen totalitario en España.

 

Que 'Hugo Sánchez', si vuelve a gobernar, llevará todo lo dicho más arriba al extremo, no cabe ninguna duda. Quien piense que esto es un Estado de Derecho que le pondrá límites no es más que ingenuo. El TC está en su bolsillo y ratificará lo que haya que ratificar, como los referéndumes de autodeterminación en el País Vasco y Cataluña. Como decía recientemente  Cayetana Álvarez de Toledo, es falso que Sánchez haga esto porque no tiene más remedio. Lo hace porque es su "hoja de ruta" desde Zapatero: trocear el país con la izquierda radical y los independentistas de modo que, aprovechando el vetusto, injusto y rapaz régimen electoral, no dejar cabida a la alternativa.

 

Sostenido por esa ideología de secta y por sus medios, todos en definitiva en sus manos, lo que va siendo un globo sonda, por absurdo e imaginario que nos parezca, acabará por hacerse realidad. España habrá cambiado radicalmente en un proceso que está a más de la mitad de camino. Un proceso dirigido y ordenado por quienes concibieron un cambio radical en el rumbo del país hace veinte años.

 

Y como siempre, cualquier problema, cualquier defecto que se observe en el proceso, será culpa de la derecha o del capitalismo. Esa derecha que, salvo Vox, no es tal, pues el PP es ideológicamente socialdemócrata (con la salvedad, tal vez, de Isabel Ayuso), y ese capitalismo que jamás se ha ensayado verdaderamente en España porque la economía siempre ha estado sometida al control político.

 

Se dice habitualmente que Churchill fue un gran hombre de Estado, o que lo fue De Gaulle. Seguramente fueron grandes hombres para terribles momentos, hombres de ésos de los que Europa no ha tenido noticias en décadas. Pero realmente hay que reconocer que nadie como 'Hugo Sánchez' es un verdadero hombre de Estado.  Ese hombre de Estado que representa todo lo pernicioso del mismo Estado. Esa forma mafiosa de gobernar que convierte el Estado y sus burócratas en depredadores de la sociedad, como demuestra que ha gastado ingentes cantidades de dinero empobreciéndonos para décadas y no ha solucionado un solo problema.

 

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