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Pedro Chacón
Sábado, 15 de Julio de 2023 Tiempo de lectura:

Bienvenido Verdugo

Dedicado a Federico Verástegui

 

Las dos primeras acepciones del término verdugo, de las trece que tiene en el Diccionario de la Real Academia Española, se refieren a personas que causan daño, que incluye la muerte en determinados casos. Eso fue lo que tuvimos en el País Vasco y en España en general durante cincuenta años personificado en el terrorismo de ETA: un verdugo sobre las vidas de todos nosotros, un verdugo colectivo, conformado por matarifes que se tomaban la justicia por su mano y por una buena parte de la población que les jaleaba, protegía, justificaba o comprendía. Y hay que seguir recordándolo a cada paso en la medida que condicionó terriblemente nuestras vidas, para muchos de nosotros la parte fundamental de nuestras vidas.

 

Hannah Arendt, filósofa judía testigo del holocausto nazi, habló de la banalidad del mal para referirse a quienes hacen daño sin darse cuenta de ello, porque forman parte de un engranaje del que ellos no son conscientes o no quieren serlo o prefieren pensar que lo que hacen no tiene nada que ver con lo que hacen otros. Pero lo cierto es que durante los cincuenta años de terrorismo era muy fácil pasar a engrosar el número de quienes hacían daño, tan solo por no denunciar, tan solo por mirar a otro lado, tan solo por disculpar las atrocidades que otros hacían. La banalidad del mal de quienes sabían quiénes eran los que mataban pero no decían nada. La banalidad del mal por integrar partidos cuyos militantes encontraban en ellos refugio para mantenerse a salvo de las agresiones que otros sí padecían.

 

El título de este artículo, con resonancias del “Bienvenido Mister Marshall” de Berlanga, solo que en un sentido totalmente contrario, y hasta opuesto y enfrentado, bien podría ser la expresión que identificara de manera cabal lo que ha ocurrido en el País Vasco en estos últimos 50 años, tras la muerte de Francisco Franco y la apertura imparable, desde un régimen dictatorial, de una sociedad española impulsada por el desarrollismo de los sesenta, la elevación del nivel de vida y de educación de amplias capas de la sociedad -en particular de las clases medias de los núcleos urbanos- y de la consiguiente demanda de participación en la vida pública. Solo que lo que en el resto de España se vivió como el inicio de una nueva etapa democrática y económica, avalada por una equiparación social y cultural con el resto de Europa, en el País Vasco fue el comienzo de una pesadilla muy difícil de explicar en sus orígenes, razones y objetivos y de la que todavía muchos nos sentimos convalecientes, a pesar de que oficialmente terminara con el desistimiento de la banda terrorista que fue el foco y motivo único de “todas las violencias” que ocurrieron a su alrededor. La prueba está en que desde que desapareció la banda no ha habido más “violencia de Estado”, en forma de torturas o persecuciones contra el pueblo vasco, que era el argumento que no se cansaban de repetir los sostenedores del terrorismo para justificar sus ejecuciones sumarias, chantajes, amedrentamientos y secuestros.

 

Lo único que ha quedado meridianamente claro, después de estos 50 años de terrorismo y de imposición nacionalista sobre la sociedad vasca, contra los designios del propio nacionalismo vasco dominante, tanto en las instituciones como en la calle, es que la sociedad vasca no es una nación y que no tienen ninguna razón quienes no se cansan de repetir eso, que son y han sido unos cuantos indocumentados en historia como los Otegi o los Ortuzar de turno que han tenido, eso sí, la capacidad para arrastrar a una gran mayoría social y de condicionar la política de toda España con ello. Y no estamos ante una nación porque para serlo necesitaría que hubiera un poso de población real, identificable como vasca que la conformara. Y sabemos que más de la mitad de la población vasca no tiene apellidos eusquéricos, que sería en el fondo (y ahí están los apellidos de sus protagonistas principales para demostrarlo) la única característica real que les queda para sostener semejante afirmación. la marca por excelencia de la vasquidad. Tienen convencida a la gente, tanto de aquí como del resto de España, de que en el País Vasco los que tienen apellidos eusquéricos son más que los que no los tienen. Y, además, por si fuera poco, les basta con que la gente “quiera” ser vasca, en un alarde de frivolidad y de demagogia que no casa en absoluto con las consecuencias de toda índole que tendría un Estado conformado con tan irreales y caprichosas bases.

 

No, no hay una nación vasca, porque además de que en el propio País Vasco, e incluso si tomamos en cuenta a Navarra, no existe un sustrato poblacional que responda a las características que los nacionalistas creen que configuran su nación, luego además resulta que esas características (los apellidos) están más presentes en el resto de España que en las provincias vascas y Navarra, como no nos cansamos de repetir y de demostrar en esta serie de El balle del ziruelo. Ello es así por efecto de una intensa convivencia histórica en el seno de España y porque fueron las élites vascas y navarras las que participaron muy principalmente y aún conformaron durante toda la historia ese núcleo director del Estado español del que ahora unos cuantos aventados quieren separar a esta parte de nuestro territorio.

 

Y no, no hay una nación vasca porque en lo que ellos llaman Iparralde, o sea el País Vasco francés, nadie se dio nunca por aludido durante estos últimos 50 años, de terrorismo y de dominio absoluto del nacionalismo en el País Vasco, de que formaban una misma nación junto con la parte del sur, con la española. Ni siquiera porque en dicho territorio, así como en una parte del País Vasco español y Navarra se hable eusquera en sus diferentes dialectos y nunca con una norma común hasta 1968. A veces se olvida la trascendencia fundamental del hecho de que hasta 1968 no haya habido una norma común para hablar la lengua, lo cual quiere decir, sencillamente, que nunca hubo una unidad política en toda la historia que tuviera necesidad de una lengua común para entenderse. Basta viajar por los territorios del País Vasco francés y comprobar cómo ellos entienden lo vasco, que es exactamente como se entendía lo vasco en España antes de que aquí aparecieran esos iluminados desaprensivos que decidieron que ser vasco no era lo mismo que ser español, como había sido siempre. En el País Vasco francés ser vasco es perfectamente compatible con ser francés y, si no lo es, peor para lo vasco.

 

Lo que tuvimos aquí durante 50 años fue un delirio terrorista, extorsionador y asesino dirigido por personas completamente desequilibradas, ignorantes de la historia y de la propia realidad social y demográfica del país que decían defender, inconscientes del daño profundo que estaban ocasionando, analfabetas integrales de lo que significa la convivencia, supremacistas respecto de lo que ellos consideraban que era España, e infatuadas de un sentido de lo vasco que nunca significó ni hizo nada en la historia que no fuera bajo la bandera de España. Esta calamidad que nos sobrevino fue tan inesperada y tan sorprendente, que mucha gente aquí se quedó atrapada por la fascinación de lo incomprensible que acabó convirtiéndose, con el paso de los años y de los asesinatos, en una suerte de costumbre fatal, imposible de descifrar ni mucho menos de evitar. Un espejismo, un enorme espejismo es lo que nos quedó aquí, un engaño de sociedad, una patraña, una nación de juguete, un país de mentira, que es lo que tenemos hoy.

 

En este contexto, la expresión “Bienvenido Verdugo” podría ser perfectamente representativa de una especie de síndrome de Estocolmo colectivo que se apoderó de las almas y de las conciencias de muchas personas, de una mayoría social, por el efecto continuado y doble de un nacionalismo terrorista en las calles y un nacionalismo oficial en las instituciones públicas y que no las dejó respirar ni mucho menos saber lo que les estaba ocurriendo. Lo único cierto es que bajo ese síndrome, una mayoría social con sus raíces familiares en Castilla y León, Galicia, Asturias, Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha, Cantabria o La Rioja, sobrevenida aquí especialmente durante la época de la industrialización iniciada a finales del siglo XIX, pero siempre presente de un modo u otro por la propia españolidad de estas tierras, sigue votando hoy a los partidos nacionalistas vascos e ignorando sus orígenes repartidos por las cuatro esquinas de España.

 

Cómo va a prosperar una nación inédita en la historia y desconocida para nadie en el mundo, empezando por la propia España, sobre semejantes fundamentos de inhumanidad y de alienación, sobre la negación de la libertad de las personas, sobre la atroz represión de su verdadera identidad, de su pasado, de su origen, de su innegable e irrefutable vinculación con el resto de España.

 

Bienvenido Verdugo podría ser, por tanto, la expresión que ilustra mejor que muchas lo que nos ha ocurrido aquí durante tantos años.

 

Pero resulta que la casualidad ha querido que esa expresión sea también el nombre de una persona de carne y hueso, que existió realmente, Bienvenido Verdugo Pérez, que vivió en Llodio y también en Oquendo (salió elegido concejal en ambas poblaciones de la provincia de Álava), donde falleció con 68 años, en 2012. Sabemos de él por la esquela que le puso su partido, EH Bildu, en nombre del Ayuntamiento que gobernaban desde las elecciones de 2011.

 

[Img #24537]

 

Aún así, si lo traemos aquí no es por esa mera coincidencia. No tendríamos ningún derecho a utilizar su nombre para esa identificación. Pero resulta que lo poco que sabemos de Bienvenido Verdugo como persona pública nos sirve de manera sobrada para situarlo como un representante arquetípico de la política vasca en su ámbito rural y que podríamos denominar la Euskadi profunda, donde se ha producido, durante estos últimos cincuenta años de violencia terrorista e imposición nacionalista, un maridaje muy estrecho y completamente antinatural entre la izquierda, en principio no nacionalista, y el nacionalismo vasco, que ha llevado a dichas dos corrientes a comulgar con los objetivos del nacionalismo y en buena medida a comprender, disculpar o justificar las acciones del terrorismo –cuando no a apoyarlo–, y sobre todo a hacerlo desde una posición segura y sin riesgo de recibir sus coletazos mortíferos (la banalidad del mal de Hannah Arendt, de la que hablábamos al principio). Dos corrientes contrapuestas, tanto en su origen como en sus postulados ideológicos, pero que aquí, en el País Vasco (y en Cataluña) han hecho causa común contra España, contra su unidad y contra sus principios culturales e identitarios fundacionales, desde los tiempos aciagos de la Segunda República española hasta hoy.

 

Para seguir la pista de nuestro personaje, debemos tener en cuenta que se produce un baile constante en la escritura de su apellido. Está, por ejemplo, cuando lo escribía Berdugo, con “b”, que es como aparece en casi todas las fuentes consultadas. Mientras que luego, en su esquela mortuoria, el apellido aparece con “v”, que es como entendemos que debe venir en su carnet de identidad. Suponemos que ese cambio en la letra inicial de su apellido lo haría para, en un entorno de presión con el eusquera y de estigmatización de lo español, hacer que su apellido pasara más desapercibido. En cualquier caso, del mismo modo que hay gente en España que se apellida Verdugo, con “v”, también la hay apellidada Berdugo con “b”. Así se explica que Berdugo, con el mismo significado que Verdugo, aparece con “b” por primera vez en la edición del diccionario de la RAE de 1726. Verdugo, no obstante, con “v”, aparecía ya así consignado en el diccionario de Nebrija de 1495, que es el más temprano que recoge la RAE. Es por esa razón de mayor antigüedad de la grafía Verdugo que hay muchas más personas apellidadas así que Berdugo. Concretamente hay 6.035 personas apellidadas Verdugo de primero por 6.477 de segundo, en casi todas las provincias españolas, donde más en Sevilla. Y en cuanto a los Berdugo, hay 737 apellidadas así de primero por 667 de segundo, presentes en menos provincias españolas que Verdugo, pero de nuevo donde más en Sevilla.

 

A Bienvenido Berdugo, con “b”, entendemos, por tanto, que le interesó ponerse el apellido con “b” a efectos políticos, para evitar de algún modo la connotación negativa que pudiera tener la combinación de su apellido originario junto con el nombre de pila que le antecede. Y así lo encontramos por primera vez formando parte del comité de empresa de Vidrierías de Llodio, S.A. en 1980, representando, junto con otros cinco compañeros, a la central comunista Comisiones Obreras, compartiendo comité con representantes de ELA-STV, UGT e independientes.

 

En 1983 se presentó a las segundas elecciones municipales de la democracia en el ayuntamiento de Llodio, en la candidatura denominada Ekintza, encabezada por el bersolari Karla Santiesteban Olabarria (se trata de un varón, a pesar del nombre Karla, que es Carlos en eusquera, pero al estilo sabiniano, donde Karla es Carlos y Karle es Carlota), que no consiguió representación municipal.

 

Ekintza fue una de las candidaturas que resultaron de la disgregación de Gure Aukera, la candidatura unitaria de izquierdas que ganó las primeras elecciones municipales de la democracia en 1979, encabezada por quien fue entonces primer alcalde de Llodio, Pablo Gorostiaga. En 1983 fue el PNV el que se llevó la alcaldía en la persona de Juanjo Ibarretxe, futuro lendacari vasco. En 1987, Pablo Gorostiaga volvería a ser alcalde de Llodio, esta vez representando a Herri Batasuna. Pablo Gorostiaga con el tiempo acabaría siendo encausado por un proceso contra la izquierda aberzale por su connivencia con la organización terrorista ETA y estuvo ocho años en la cárcel, durante los cuales falleció su esposa sin que hubiera podido visitarla, hecho que sus partidarios resaltaron en su día como prueba evidente de la ignominia del Estado español.

 

En este fragmento del periódico El Correo publicado el 17 de abril de 1983, se explica cómo surgió Ekintza de cara a aquellas elecciones municipales celebradas el 8 de mayo de 1983. Obsérvese que el redactor cree que Karla Santiesteban era una mujer.

 

El titular reza así: “Ekintza culpa a HB de haber minado la opción Gure Aukera en Llodio”. Y la noticia se desarrolla de este modo: “La candidatura municipal «Ekintza». respaldada por el Movimiento Comunista de Euskadi y la Liga Comunista Revolucionaria, se presentó en Llodio con un duro ataque a Herri Batasuna. El número uno de la lista, Karla Santiesteban, acusó a la coalición abertzale de haber minado Gure Aukera. alternativa en el poder durante los cuatro últimos años, y de no respetar los acuerdos alcanzados. Tanto Karla Santiesteban como Bienvenido Berdugo o Begoña Ramírez, que le acompañaron en la presentación, calificaron de error el que un pueblo como Llodio tuviera que elegir entre un total de siete opciones. Tanto EMK como LKI manifestaron en reiteradas ocasiones su deseo de mantener la coalición Gure Aukera, que en los comicios de 1979 aglutinó a estas formaciones junto a HB y EE. Una plataforma que ahora se ha visto disgregada en tres candidaturas diferentes. Karla Santiesteban a la hora de plantear el programa de «Ekintza», analizó detalladamente la actividad municipal de la legislatura a punto de cerrar. Para la número uno, concejal en la actualidad del Ayuntamiento de Llodio, «se ha quitado protagonismo al pueblo, no se han fomentado las asambleas de barrio, y no se ha llevado una correcta tarea educativa». «El consenso mantenido en la Corporación, diría, a pesar de tener su parte positiva, ha servido también para ocultar los problemas de fondo y se ha evitado hacer una real oposición. En casos concretos, añadió, nos hemos quedado solos como en el tema de la escuela pública», mencionando la experiencia particular del Colegio de la Milagrosa y la Escuela Municipal de Formación Profesional. El programa de Ekintza contiene un total apoyo a la coordinadora AEK en su planteamiento de promoción y recuperación del euskera, y recoge las reivindicaciones de la mujer. Para la campaña cuenta con un presupuesto de 200.000 pesetas. y realizará cuatro charlas en los barrios de Latiorro, Ugarte, Areta y en el centro de Llodio, en cuya Herriko Plaza, celebrará el día 29 su gran fiesta electoral.”

 

Después ya no volvemos a encontrar ningún otro testimonio de la trayectoria política de nuestro personaje hasta las elecciones municipales de 2007, para las que Bienvenido Verdugo (entonces escrito con “v”) integró la candidatura de Eusko Alkartasuna al municipio también alavés de Okondo, situado a nueve kilómetros de Llodio. Iba en el número 5 de la lista, justo el número de concejales que consiguió el partido del exlendacari Garaikoetxea, que fue el que ganó aquellas elecciones, por delante del PNV (4 concejales). Por lo que entonces salió elegido concejal y no solo eso, sino que sabemos que llegó a ser teniente de alcalde de la localidad. De hecho, hay una noticia de 2009 en la que así nos lo describen, con motivo de unos extraños sucesos ocurridos en la localidad y en los que eran atacados los representantes de EA o sus parientes próximos. Ejemplo de ello fue la colocación de una bomba en el bar de las piscinas municipales regentado por una hija de Bienvenido Verdugo. Al final la Ertzaintza detuvo a dos personas causantes de diversos sabotajes y cuyo móvil eran las rencillas familiares y políticas, desde que el PNV fue desbancado del gobierno municipal por una extraña coalición integrada por EA, Herri Batasuna y el PP, que consiguió descabalgar al entonces alcalde del PNV, Angel Alcalde, y colocar en su lugar a su hermano Andrés, de EA. Recordemos que EA surge como partido político por la desafección de una parte del PNV, liderada por Carlos Garaikoetxea en 1986.

 

En las siguientes elecciones municipales, las de 2011, Bienvenido Berdugo, en esta ocasión con “b”, sale de nuevo elegido concejal en Okondo por la lista vencedora, que no era otra que EH Bildu, coalición que se presentaba por primera vez integrada por partidos nacionalistas como EA y de izquierdas como Alternatiba (desgajada de Izquierda Unida), pero en la que el partido aglutinante y principal era el recién legalizado Sortu, heredero de Herri Batasuna, lo cual supuso una convulsión en aquellas elecciones a su favor, tras años de ilegalización por su connivencia con la banda terrorista ETA.

 

Okondo es la denominación actual de Oquendo, municipio alavés de poco más de mil habitantes, sito en el valle de Ayala y de donde era originario el famoso marino Antonio de Oquendo y Zandategui (1577-1640), al servicio de la monarquía española y que cuenta con estatua en San Sebastián. Con el cambio de denominación, el marino Oquendo se quedó, pues, sin su referencia toponímica.

 

La última actividad política conocida de Bienvenido Verdugo (que fallecería un par de meses después de suscribirla) fue con motivo de las elecciones autonómicas para el Parlamento Vasco de 21 de octubre de 2012. Bienvenido Verdugo, ahora con “v”, iba de número 12 por la candidatura “Ongi Etorri”, impulsada por SOS Racismo, que solo consiguió 101 votos, y cuyo objetivo, según su página web de Vizcaya, consiste en “sensibilizar a la población de Bizkaia sobre el drama de las personas refugiadas, creando poco a poco una sociedad más solidaria, capaz de sentir los grandes problemas de nuestro tiempo histórico, y dispuesta a implicarse en distintos compromisos personales y colectivos.”

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