Sueño de una noche de verano electoral
Vamos a disfrutar el próximo domingo, 23 de julio en España, que es una democracia plena con unos mimbres políticos muy curiosos, de una nueva noche electoral, es decir, de una deliberada simulación dramatizada en casi todas las cadenas de televisión, del escrutinio de mesas de las Elecciones Generales, presentado como si el voto evolucionara a lo largo de la noche según se va conociendo. Y no como es en realidad, la simple constatación numérica de algo que ya existe y ha sido emitido por los electores horas antes: votos ya materializados en las urnas de las mesas que simplemente se van contando y sumando, con unos resultados totales que se conocerán en apenas tres horas. Siendo sus únicas variaciones posibles que pueden afectar al reparto de escaños en cada circunscripción (aparte de las recursos posteriores ante las Juntas Electorales) los pequeños errores de transcripción y el cómputo del voto desde el extranjero (mesa CERA), que se realizan en el escrutinio general tres días más tarde en las Juntas Electorales.
Pero esa noche electoral cada medio de comunicación, montará un auténtico teatrillo, más plural en unos y menos en otros, lleno de tertulianos, periodistas y politólogos, la mayoría “apadrinados” por los partidos.
Se tratará de una representación cuyo objetivo, buscado a través de las distintas intervenciones de los comentaristas, es manifiesto: para los “próximos” a los partidos a los cuales los resultados favorezcan, vender su éxito de la forma más apabullante posible, y para los “vinculados” a partidos para los que los resultados sean desfavorables, simular que no son tan malos y dar la impresión de que ha faltado poco para conseguir el éxito, la remontada, y que se trata de una “dulce derrota”, reversible en un próximo futuro, con el líder o lideresa actual si cuela, o con otro, si las cosas salen muy mal.
En otras palabras, pretenden “vendernos la moto” de su valoración de resultados, pues para los partidos políticos y sus voceros mediáticos la victoria o derrota son interpretables, e importa mucho la impresión que se venda de ellas a la audiencia en esa noche mágica del verano.
En la liturgia electoral que viviremos el 23 de mayo a partir de las ocho de la tarde, auténticos “Autos Sacramentales” laicos con los que cada cadena nos inundará de opiniones, monólogos, entrevistas, conexiones en directo y análisis expertos, que aunque intenten ser plurales serán siempre un poco orientados por el “pelaje” ideológico del medio.
Deben saber los lectores que los partidos generalmente prevén con bastante fiabilidad de antemano cuál va a ser el resultado de unas elecciones pues tienen encuestas fiables, que muchas veces no son las que difunden: si son malas para no desanimar a sus electores y militantes, y si son muy favorables para no generar excesiva confianza, pues desmoviliza. Cuando hablo de encuestas y sondeos naturalmente me refiero a los serios, no a los de Tezanos.
En caso de duda, por ser muy ajustados los resultados en una circunscripción, los partidos pueden afinar su conocimiento del resultado real con algo de antelación a los medios, mediante un curioso truco estadístico: saben que en cada una de ellas existen una serie de “mesas clave” cuyos resultados combinados “marcan” el resultado final, ya que sociológicamente son una muestra muy fiable del electorado y su evolución de voto. Son mesas que, por cierto, suelen repetirse en cada convocatoria. Por ello, basta que apenas contada la mesa (unos veinte o treinta minutos después del cierre de las urnas) el interventor o apoderado comunique al partido el resultado para permitir a la dirección de la campaña, al combinarlas todas, conocer cómo van las cosas y cuál va a ser la “cosecha” final de votos y escaños propios y ajenos. Saberlo con antelación es una gran ventaja mediática a la hora de preparar cómo presentar los resultados.
Así que a esas horas, aunque los portavoces y líderes de los partidos pongan cara de ignorar sus logros o fracasos, ya saben qué ha pasado, y todo el pescado está vendido.
Pero no es eso lo que vamos a ver en los medios de comunicación, en los que primero nos calentarán la cabeza con las llamadas “israelitas”, sondeos realizados “a pie de urna” a la salida de los colegios y que, por lógica, tendrían que tener resultados algo parecidos a las encuestas mediáticas publicadas con anterioridad. Sin embargo, su fiabilidad es menor a la de las encuestas, bien porque las muestras estadísticas son deficientes o bien porque mucha gente no dice realmente lo que ha votado.
Tras entretenernos con las “israelitas”, cada medio procederá a pedir opinión para valorarlas a sus tertulianos y expertos, cuyas intervenciones estarán necesariamente basadas en los poco fiables resultados de esos sondeos. Luego pasarán a comparar sus resultados con las “israelitas” de otros medios, igualmente poco fiables, por lo que nos tendrán prácticamente una hora sin hablar de datos concretos sino de proyecciones de encuestas.
Los medios también realizarán en esa primera hora entrevistas a representantes de los partidos para valorar la jornada electoral, su tranquilidad, la participación y la opinión que tienen sobre las encuestas israelitas. Generalmente los representantes de los partidos se felicitarán de la tranquilidad de la jornada electoral, valorarán positivamente la participación si esta ha aumentado, y comentarán las israelitas en función de que le sean favorables o no: es decir, si les son favorables nos contarán que esperan que los datos de mesas las confirmen, y si son malas que esperan que los datos reales sean mejores. Que es como no decir nada.
Así que nos tendrán casi una hora mareando la perdiz, aunque a esas alturas las direcciones de los partidos ya conocen, como he dicho, el resultado con gran fiabilidad.
Pero amigo lector: en la noche electoral, no es tanto el resultado lo que interesa a medios de comunicación y partidos, sino como el mismo se “vende” al público, pues los seres humanos tendemos a valorar los hechos reales con impresiones a veces engañosas, así que podemos considerar como éxitos tanto las victorias “pírricas” como las “gloriosas” derrotas, y despreciar como malos resultados los que son auténticos éxitos, solo por falsas impresiones transmitidas por quién nos las relata.
A partir del momento (hacia las nueve de la noche, aproximadamente) en el que el Ministerio empiece a suministrar porcentajes de escrutinio real, es cuando comienza una doble simulación, tanto en la fuente de datos como en los medios que la interpretan.
Por la forma de relatar al público la llegada de datos, estos se presentan como si se estuviera produciendo una emisión del voto en ese momento, cuando lo que hay, por un lado, en realidad es un orden de cómputo de mesas en los ordenadores oficiales, orden que puede ser arbitrario, orientado para dar impresiones sobre los resultados finales, como bien sabían Rodolfo Martín Villa y Alfonso Guerra. La forma de ir facilitando los datos puede vestir una derrota en casi una remontada, sumando al final las mesas más favorables para acortar distancias, y convertir un éxito claro en una amarga victoria al ir haciendo más corta la ventaja durante el proceso de suma contabilizando al final las mesas menos favorables. En la presentación de datos electorales el orden de los sumandos no altera las sumas finales, pero si la impresión sobre las mismas.
Así que mientras las cadenas de televisión nos van contando cómo “evolucionan” los votos y escaños de cada partido, sin decirnos que los partidos conocen los resultados globales hace hora y media, nos tragamos las teorías e interpretaciones sui generis de los tertulianos, los expertos y los voceros de los partidos presentes en cada plató.
Y hay que esperar quizás hasta casi las once de la noche para que los líderes, si hay suerte, o sus portavoces delegados, si las cosas van muy mal, “asomen la patita” en su sede electoral respectiva y reconozcan entre militantes más o menos enfervorizados y que tienden a aplaudir cualquier cosa, los datos que conocen hace horas.
Todo esté paripé para intentar vestir la mona de seda, y no reconocer si las cosas salen rematadamente mal que se ha perdido, y que, posiblemente, el partido debe empezar a buscar otro líder o lideresa. Cómo sucederá, por cierto, en las ejecutivas de los partidos al día siguiente, porque la naturaleza política tiene horror al vacío de poder, y en España, nos regimos por el principio de “a rey muerto, rey puesto”, incluso los partidos republicanos.
Así que amigo lector, cuando el domingo a las ocho de la tarde se siente a ver en su televisión el programa especial de seguimiento de las Elecciones Generales que elija, recuerde que el objetivo del programa y sus tertulianos no es tanto informarle de los resultados sino “venderle” su interpretación, que puede ser tan ilusoria como dice Hipólita en el Sueño de una noche de verano de Shakespeare:
“Toda la historia de la noche relatada, y todos sus espíritus transfigurados juntos, dan fe de imágenes de fantasía."
Cuidado, por tanto, con que esa noche de verano, no le engañen con fantasías, y como dice Puck en el epílogo de la obra, “las sombras no sean más que un sueño”.
Del que algunos habrán de despertar.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019
Vamos a disfrutar el próximo domingo, 23 de julio en España, que es una democracia plena con unos mimbres políticos muy curiosos, de una nueva noche electoral, es decir, de una deliberada simulación dramatizada en casi todas las cadenas de televisión, del escrutinio de mesas de las Elecciones Generales, presentado como si el voto evolucionara a lo largo de la noche según se va conociendo. Y no como es en realidad, la simple constatación numérica de algo que ya existe y ha sido emitido por los electores horas antes: votos ya materializados en las urnas de las mesas que simplemente se van contando y sumando, con unos resultados totales que se conocerán en apenas tres horas. Siendo sus únicas variaciones posibles que pueden afectar al reparto de escaños en cada circunscripción (aparte de las recursos posteriores ante las Juntas Electorales) los pequeños errores de transcripción y el cómputo del voto desde el extranjero (mesa CERA), que se realizan en el escrutinio general tres días más tarde en las Juntas Electorales.
Pero esa noche electoral cada medio de comunicación, montará un auténtico teatrillo, más plural en unos y menos en otros, lleno de tertulianos, periodistas y politólogos, la mayoría “apadrinados” por los partidos.
Se tratará de una representación cuyo objetivo, buscado a través de las distintas intervenciones de los comentaristas, es manifiesto: para los “próximos” a los partidos a los cuales los resultados favorezcan, vender su éxito de la forma más apabullante posible, y para los “vinculados” a partidos para los que los resultados sean desfavorables, simular que no son tan malos y dar la impresión de que ha faltado poco para conseguir el éxito, la remontada, y que se trata de una “dulce derrota”, reversible en un próximo futuro, con el líder o lideresa actual si cuela, o con otro, si las cosas salen muy mal.
En otras palabras, pretenden “vendernos la moto” de su valoración de resultados, pues para los partidos políticos y sus voceros mediáticos la victoria o derrota son interpretables, e importa mucho la impresión que se venda de ellas a la audiencia en esa noche mágica del verano.
En la liturgia electoral que viviremos el 23 de mayo a partir de las ocho de la tarde, auténticos “Autos Sacramentales” laicos con los que cada cadena nos inundará de opiniones, monólogos, entrevistas, conexiones en directo y análisis expertos, que aunque intenten ser plurales serán siempre un poco orientados por el “pelaje” ideológico del medio.
Deben saber los lectores que los partidos generalmente prevén con bastante fiabilidad de antemano cuál va a ser el resultado de unas elecciones pues tienen encuestas fiables, que muchas veces no son las que difunden: si son malas para no desanimar a sus electores y militantes, y si son muy favorables para no generar excesiva confianza, pues desmoviliza. Cuando hablo de encuestas y sondeos naturalmente me refiero a los serios, no a los de Tezanos.
En caso de duda, por ser muy ajustados los resultados en una circunscripción, los partidos pueden afinar su conocimiento del resultado real con algo de antelación a los medios, mediante un curioso truco estadístico: saben que en cada una de ellas existen una serie de “mesas clave” cuyos resultados combinados “marcan” el resultado final, ya que sociológicamente son una muestra muy fiable del electorado y su evolución de voto. Son mesas que, por cierto, suelen repetirse en cada convocatoria. Por ello, basta que apenas contada la mesa (unos veinte o treinta minutos después del cierre de las urnas) el interventor o apoderado comunique al partido el resultado para permitir a la dirección de la campaña, al combinarlas todas, conocer cómo van las cosas y cuál va a ser la “cosecha” final de votos y escaños propios y ajenos. Saberlo con antelación es una gran ventaja mediática a la hora de preparar cómo presentar los resultados.
Así que a esas horas, aunque los portavoces y líderes de los partidos pongan cara de ignorar sus logros o fracasos, ya saben qué ha pasado, y todo el pescado está vendido.
Pero no es eso lo que vamos a ver en los medios de comunicación, en los que primero nos calentarán la cabeza con las llamadas “israelitas”, sondeos realizados “a pie de urna” a la salida de los colegios y que, por lógica, tendrían que tener resultados algo parecidos a las encuestas mediáticas publicadas con anterioridad. Sin embargo, su fiabilidad es menor a la de las encuestas, bien porque las muestras estadísticas son deficientes o bien porque mucha gente no dice realmente lo que ha votado.
Tras entretenernos con las “israelitas”, cada medio procederá a pedir opinión para valorarlas a sus tertulianos y expertos, cuyas intervenciones estarán necesariamente basadas en los poco fiables resultados de esos sondeos. Luego pasarán a comparar sus resultados con las “israelitas” de otros medios, igualmente poco fiables, por lo que nos tendrán prácticamente una hora sin hablar de datos concretos sino de proyecciones de encuestas.
Los medios también realizarán en esa primera hora entrevistas a representantes de los partidos para valorar la jornada electoral, su tranquilidad, la participación y la opinión que tienen sobre las encuestas israelitas. Generalmente los representantes de los partidos se felicitarán de la tranquilidad de la jornada electoral, valorarán positivamente la participación si esta ha aumentado, y comentarán las israelitas en función de que le sean favorables o no: es decir, si les son favorables nos contarán que esperan que los datos de mesas las confirmen, y si son malas que esperan que los datos reales sean mejores. Que es como no decir nada.
Así que nos tendrán casi una hora mareando la perdiz, aunque a esas alturas las direcciones de los partidos ya conocen, como he dicho, el resultado con gran fiabilidad.
Pero amigo lector: en la noche electoral, no es tanto el resultado lo que interesa a medios de comunicación y partidos, sino como el mismo se “vende” al público, pues los seres humanos tendemos a valorar los hechos reales con impresiones a veces engañosas, así que podemos considerar como éxitos tanto las victorias “pírricas” como las “gloriosas” derrotas, y despreciar como malos resultados los que son auténticos éxitos, solo por falsas impresiones transmitidas por quién nos las relata.
A partir del momento (hacia las nueve de la noche, aproximadamente) en el que el Ministerio empiece a suministrar porcentajes de escrutinio real, es cuando comienza una doble simulación, tanto en la fuente de datos como en los medios que la interpretan.
Por la forma de relatar al público la llegada de datos, estos se presentan como si se estuviera produciendo una emisión del voto en ese momento, cuando lo que hay, por un lado, en realidad es un orden de cómputo de mesas en los ordenadores oficiales, orden que puede ser arbitrario, orientado para dar impresiones sobre los resultados finales, como bien sabían Rodolfo Martín Villa y Alfonso Guerra. La forma de ir facilitando los datos puede vestir una derrota en casi una remontada, sumando al final las mesas más favorables para acortar distancias, y convertir un éxito claro en una amarga victoria al ir haciendo más corta la ventaja durante el proceso de suma contabilizando al final las mesas menos favorables. En la presentación de datos electorales el orden de los sumandos no altera las sumas finales, pero si la impresión sobre las mismas.
Así que mientras las cadenas de televisión nos van contando cómo “evolucionan” los votos y escaños de cada partido, sin decirnos que los partidos conocen los resultados globales hace hora y media, nos tragamos las teorías e interpretaciones sui generis de los tertulianos, los expertos y los voceros de los partidos presentes en cada plató.
Y hay que esperar quizás hasta casi las once de la noche para que los líderes, si hay suerte, o sus portavoces delegados, si las cosas van muy mal, “asomen la patita” en su sede electoral respectiva y reconozcan entre militantes más o menos enfervorizados y que tienden a aplaudir cualquier cosa, los datos que conocen hace horas.
Todo esté paripé para intentar vestir la mona de seda, y no reconocer si las cosas salen rematadamente mal que se ha perdido, y que, posiblemente, el partido debe empezar a buscar otro líder o lideresa. Cómo sucederá, por cierto, en las ejecutivas de los partidos al día siguiente, porque la naturaleza política tiene horror al vacío de poder, y en España, nos regimos por el principio de “a rey muerto, rey puesto”, incluso los partidos republicanos.
Así que amigo lector, cuando el domingo a las ocho de la tarde se siente a ver en su televisión el programa especial de seguimiento de las Elecciones Generales que elija, recuerde que el objetivo del programa y sus tertulianos no es tanto informarle de los resultados sino “venderle” su interpretación, que puede ser tan ilusoria como dice Hipólita en el Sueño de una noche de verano de Shakespeare:
“Toda la historia de la noche relatada, y todos sus espíritus transfigurados juntos, dan fe de imágenes de fantasía."
Cuidado, por tanto, con que esa noche de verano, no le engañen con fantasías, y como dice Puck en el epílogo de la obra, “las sombras no sean más que un sueño”.
Del que algunos habrán de despertar.
(*) Arturo Aldecoa Ruiz. Apoderado de las Juntas Generales de Bizkaia 1999 - 2019