Cultura de defensa
El pasado 4 de octubre, Pedro Sánchez la cagó. El líder socialista dijo lo que pensaba sin pensar lo que decía. El silencio es el abono de la sabiduría y por la boca muere el pez. En una entrevista publicada por “El Mundo” se le preguntaba: “¿Qué Ministerio sobra y qué presupuesto falta?”. La respuesta no pudo ser más demagoga y populista: “Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género... Y sobra el Ministerio de Defensa”. El periodista se frotó las manos y pensó: “Ya tengo titular”.
Lo que ocurrió después es la triste crónica diaria de nuestro país. Fuentes del PSOE saliendo prestas a arreglar el desaguisado: “No está en el ánimo de Pedro Sánchez eliminar el Ministerio de Defensa”. Ha sido todo un malentendido, oigan. El pobre bienintencionado “hacía referencia a la necesidad de incrementar el gasto social y reducir el gasto militar, tal y como se desprende del contexto de la pregunta”. ¡Malpensados! “Ni Sánchez ni el PSOE han planteado nunca la suspensión de ese Ministerio”. En fin, si fuera un chiste de Gila tendría gracia, pero siendo el pan nuestro de cada día en política nacional, es para deprimirse.
El secretario de la Asociación de Militares Españoles (AME), José María Pairet manifestaba poco después que a Pedro Sánchez “le falta cultura de Defensa”. “Este señor se nota que no tiene ninguna cultura de Defensa, ninguna conciencia de Defensa y que, por supuesto, no ha hecho el servicio militar y no se ha enterado de nada. Un particular puede decir eso, un secretario general de un partido no. Le falta estudiar un poco más el tema, hablar menos y pensar más”. También destacó que los españoles valoran el papel del Ejército en misiones internacionales y por su labor en la ayuda a la cooperación y desarrollo de terceros países. En su opinión, es necesario hacer más pedagogía sobre el trabajo que realizan los militares españoles para evitar declaraciones de este tipo. Que un militar tenga que enmendar la plana al que puede ser elegido presidente del gobierno dentro de nada, tiene tela.
No obstante el problema no son los políticos que tenemos, el problema es que los político son el reflejo de una sociedad. Tenemos los políticos que nos merecemos.
Los españoles no sabemos ni por dónde nos da el aire.
Las Fuerzas Armadas son la institución mejor valorada, por encima de la monarquía o los medios de comunicación. Pero, sin embargo, sólo un 16% de españoles estaría dispuesto a participar en la defensa del país. El sondeo del CIS de septiembre de 2013 publicado con un año de retraso revela un déficit enorme de identidad nacional que se acentúa en Cataluña y País Vasco, pero que afecta a todo el país. Sólo aprueban en patriotismo Ceuta y Melilla, cosa que no es de extrañar, ya que son los territorios que más visualizan la amenaza que se cierne sobre todos nosotros; amenaza que, sin embargo, el resto parecemos ignorar. Pero la cosa es tan preocupante que un 47 % de los entrevistados sólo se sacrificaría por su propia familia, ni siquiera defendería su ciudad o su comunidad autónoma.
Como a alguien se le ocurra atacarnos tenemos un problema gordo. ¿Acudirán a defendernos los ingleses, los franceses o los americanos? ¿Nos pasamos la vida criticando al Imperio y luego esperamos que nos defienda de las invasiones bárbaras?
Este país necesita reflexionar sobre su historia, sobre su identidad y sobre su futuro, porque no parece darse cuenta de dónde está situado geoestratégicamente.
La prueba de esto ha sido el bombazo que ha supuesto para los medios de comunicación mundiales el primer caso de contagio de ébola en Europa. No pueden entender cómo España, que dice tener una sanidad modélica, haya sido la puerta de entrada de la pandemia en Occidente. Muy apropiado para nuestra economía, totalmente dependiente del turismo. Como no se ataje esto de inmediato no sólo tendremos un desastre médico en ciernes sino una hecatombe económica de proporciones inimaginables.
España está en coma. No se si nos hemos dado cuenta, pero llevamos así bastante tiempo. Los militares están consternados por todo lo que sucede a su alrededor. Afortunadamente para todos, ya no son aquella soldadesca acuartelada esperando cualquier excusa para hacerse con las riendas del país. Son profesionales con una formación y un espíritu de servicio encomiables, y saben estar en su puesto. Pero la poca predisposición de los españoles a defender su país y la dilución de la identidad española en paralelo al auge del secesionismo, preocupa y mucho en nuestras fuerzas armadas. Pese a la consideración de que gozan no sólo por los servicios que prestan en el exterior sino también en las emergencias internas (Unidad Militar de Emergencias, Guarda Costas...) una gran parte de los españoles piensa que hay que disminuir su presupuesto y sus efectivos, que ya se encuentran entre los más bajos de Europa. El gasto militar de la vecina Argelia supera desde hace dos años al de España.
Según estudios realizados por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), los ciudadanos españoles no perciben riesgos ni amenazas importantes para España. Las carencias en la cultura de seguridad y defensa siguen siendo importantes en todos los estamentos de la sociedad española según este instituto.
Esta deriva suicida de los españoles sólo puede ser corregida por un esfuerzo educativo y transformativo -no dialéctico o reactivo- que enmiende un siglo de errónea educación en valores identitarios y en cultura de defensa. Una transformación que necesariamente empieza por encarcelar al político o funcionario que presente el menor indicio de corrupción o incompetencia.
De lo contrario, sólo podremos esperar que sea un enemigo externo el que consiga contrarrestar las tremendas fuerzas que se han desencadenado para destruir 500 años de historia común.
En cualquier caso, el precio que tendremos que pagar será muy alto.
El pasado 4 de octubre, Pedro Sánchez la cagó. El líder socialista dijo lo que pensaba sin pensar lo que decía. El silencio es el abono de la sabiduría y por la boca muere el pez. En una entrevista publicada por “El Mundo” se le preguntaba: “¿Qué Ministerio sobra y qué presupuesto falta?”. La respuesta no pudo ser más demagoga y populista: “Falta más presupuesto contra la pobreza, la violencia de género... Y sobra el Ministerio de Defensa”. El periodista se frotó las manos y pensó: “Ya tengo titular”.
Lo que ocurrió después es la triste crónica diaria de nuestro país. Fuentes del PSOE saliendo prestas a arreglar el desaguisado: “No está en el ánimo de Pedro Sánchez eliminar el Ministerio de Defensa”. Ha sido todo un malentendido, oigan. El pobre bienintencionado “hacía referencia a la necesidad de incrementar el gasto social y reducir el gasto militar, tal y como se desprende del contexto de la pregunta”. ¡Malpensados! “Ni Sánchez ni el PSOE han planteado nunca la suspensión de ese Ministerio”. En fin, si fuera un chiste de Gila tendría gracia, pero siendo el pan nuestro de cada día en política nacional, es para deprimirse.
El secretario de la Asociación de Militares Españoles (AME), José María Pairet manifestaba poco después que a Pedro Sánchez “le falta cultura de Defensa”. “Este señor se nota que no tiene ninguna cultura de Defensa, ninguna conciencia de Defensa y que, por supuesto, no ha hecho el servicio militar y no se ha enterado de nada. Un particular puede decir eso, un secretario general de un partido no. Le falta estudiar un poco más el tema, hablar menos y pensar más”. También destacó que los españoles valoran el papel del Ejército en misiones internacionales y por su labor en la ayuda a la cooperación y desarrollo de terceros países. En su opinión, es necesario hacer más pedagogía sobre el trabajo que realizan los militares españoles para evitar declaraciones de este tipo. Que un militar tenga que enmendar la plana al que puede ser elegido presidente del gobierno dentro de nada, tiene tela.
No obstante el problema no son los políticos que tenemos, el problema es que los político son el reflejo de una sociedad. Tenemos los políticos que nos merecemos.
Los españoles no sabemos ni por dónde nos da el aire.
Las Fuerzas Armadas son la institución mejor valorada, por encima de la monarquía o los medios de comunicación. Pero, sin embargo, sólo un 16% de españoles estaría dispuesto a participar en la defensa del país. El sondeo del CIS de septiembre de 2013 publicado con un año de retraso revela un déficit enorme de identidad nacional que se acentúa en Cataluña y País Vasco, pero que afecta a todo el país. Sólo aprueban en patriotismo Ceuta y Melilla, cosa que no es de extrañar, ya que son los territorios que más visualizan la amenaza que se cierne sobre todos nosotros; amenaza que, sin embargo, el resto parecemos ignorar. Pero la cosa es tan preocupante que un 47 % de los entrevistados sólo se sacrificaría por su propia familia, ni siquiera defendería su ciudad o su comunidad autónoma.
Como a alguien se le ocurra atacarnos tenemos un problema gordo. ¿Acudirán a defendernos los ingleses, los franceses o los americanos? ¿Nos pasamos la vida criticando al Imperio y luego esperamos que nos defienda de las invasiones bárbaras?
Este país necesita reflexionar sobre su historia, sobre su identidad y sobre su futuro, porque no parece darse cuenta de dónde está situado geoestratégicamente.
La prueba de esto ha sido el bombazo que ha supuesto para los medios de comunicación mundiales el primer caso de contagio de ébola en Europa. No pueden entender cómo España, que dice tener una sanidad modélica, haya sido la puerta de entrada de la pandemia en Occidente. Muy apropiado para nuestra economía, totalmente dependiente del turismo. Como no se ataje esto de inmediato no sólo tendremos un desastre médico en ciernes sino una hecatombe económica de proporciones inimaginables.
España está en coma. No se si nos hemos dado cuenta, pero llevamos así bastante tiempo. Los militares están consternados por todo lo que sucede a su alrededor. Afortunadamente para todos, ya no son aquella soldadesca acuartelada esperando cualquier excusa para hacerse con las riendas del país. Son profesionales con una formación y un espíritu de servicio encomiables, y saben estar en su puesto. Pero la poca predisposición de los españoles a defender su país y la dilución de la identidad española en paralelo al auge del secesionismo, preocupa y mucho en nuestras fuerzas armadas. Pese a la consideración de que gozan no sólo por los servicios que prestan en el exterior sino también en las emergencias internas (Unidad Militar de Emergencias, Guarda Costas...) una gran parte de los españoles piensa que hay que disminuir su presupuesto y sus efectivos, que ya se encuentran entre los más bajos de Europa. El gasto militar de la vecina Argelia supera desde hace dos años al de España.
Según estudios realizados por el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), los ciudadanos españoles no perciben riesgos ni amenazas importantes para España. Las carencias en la cultura de seguridad y defensa siguen siendo importantes en todos los estamentos de la sociedad española según este instituto.
Esta deriva suicida de los españoles sólo puede ser corregida por un esfuerzo educativo y transformativo -no dialéctico o reactivo- que enmiende un siglo de errónea educación en valores identitarios y en cultura de defensa. Una transformación que necesariamente empieza por encarcelar al político o funcionario que presente el menor indicio de corrupción o incompetencia.
De lo contrario, sólo podremos esperar que sea un enemigo externo el que consiga contrarrestar las tremendas fuerzas que se han desencadenado para destruir 500 años de historia común.
En cualquier caso, el precio que tendremos que pagar será muy alto.