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La Tribuna del País Vasco
Jueves, 31 de Agosto de 2023 Tiempo de lectura:

Adiós a Lagun; adiós a un bastión de la libertad y a una forma de ver el mundo

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La historia de nuestra sociedad está marcada por lugares y momentos en los que la resistencia al totalitarismo y la esperanza frente al terror se han manifestado de maneras inesperadas. Entre esos pilares de valentía y persistencia, la librería Lagun de San Sebastián ha brillado con luz propia, convirtiéndose en un indiscutible símbolo de lucha por la libertad de expresión durante décadas.

 

Según ha ido pasando el tiempo, según han ido pasando los años, Lagun se ha enfrentado a la censura, a las amenazas y a numerosos ataques terroristas (sobre todo de los cachorros de ETA en los años noventa, pero también de los Guerrilleros de Cristo Rey, en la década de los setenta) con una determinación inquebrantable. Fue en la Plaza de la Constitución de San Sebastián, donde un día sí y otro también, sus instalaciones fueron atacadas por los secuaces de la banda terrorista ETA, donde cada libro vendido, cada charla organizada, cada conversación mantenida era un acto de resistencia. A pesar de las innumerables intimidaciones recibidas, y ante el silencio cómplice de las instituciones nacionalistas gobernantes, Lagun nunca cerró sus puertas. Al contrario, las mantuvo siempre abiertas como un desafío a la intolerancia, como un faro de conocimiento y como un refugio para aquellos que buscaban resistir al totalitarismo nacionalsocialista, comprender el mundo y ser comprendidos. Y se mantuvo firme incluso cuando un terrorista de ETA casi acabó con la vida de José Ramón Recalde, fundador de la librería junto a su mujer María Teresa Castell.

 

En los tiempos convulsos que corren para el mundo del libro, la decisión de Lagun de cerrar sus puertas definitivamente no es un acto de rendición, sino un triste recordatorio más de la importancia que tiene valorar y proteger los espacios que promueven la libre expresión. Y es que esta despedida no solo es un adiós a un establecimiento físico, sino que, sobre todo, es un hasta luego al espíritu que lo habitó, al alma de todos aquellos que, frente a todo tipo de adversidades, lo sostuvieron con fe y determinación.

 

A lo largo de los años, Lagun ha sido algo más que un rincón repleto de estantes abarrotados de libros. Ha sido un escenario de encuentros, de descubrimientos literarios, de debates apasionados y, sobre todo, de un aprendizaje colectivo que va más allá de las palabras impresas. Ha sido un testimonio vivo de que, incluso en las circunstancias más adversas, el poder de las ideas, de la libertad y de la creación y la voluntad de las personas pueden trascender las barreras impuestas por aquellos muchos que buscan acallar las voces disidentes.

 

Cada libro que encontró un nuevo hogar, cada persona que se inspiró dentro de sus paredes, cada momento de solidaridad y resistencia, queda como testimonio de lo que Lagun representó. Aunque sus puertas se cierren hoy, el legado de la librería vive en cada uno de nosotros. Y será un recordatorio permanente de la importancia de luchar por lo que creemos, de no dejarnos silenciar y de mantener viva la llama del conocimiento y de la libertad de expresión.

 

A todos los que han formado parte de esta maravillosa y ejemplar travesía cultural, a sus propietarios, a sus empleados, a los colaboradores, escritores y lectores, gracias. Gracias por hacer de Lagun, durante tanto tiempo, un espacio de esperanza, de libertad y de resistencia. Su espíritu seguirá vivo en cada página que leamos, en cada idea que compartamos y en cada lucha que enfrentemos por la libertad de expresión.

 

Que este adiós no sea un punto final, sino una coma en la larga historia de la resistencia y la libertad. Porque, como bien sabemos, las ideas nunca pueden ser encerradas por mucho tiempo, y la verdad siempre encontrará su camino hacia la luz.

 

El cierre de Lagun también marca el fin de una particular forma de contemplar el mundo. Las librerías, más que simples establecimientos comerciales, han sido siempre ventanales hacia universos desconocidos, espacios casi mágicos donde la curiosidad se alimenta y la imaginación es libre de volar. En sus pasillos y entre sus estanterías, generaciones enteras han descubierto perspectivas, voces y culturas que han moldeado su entendimiento del mundo y han dado forma a su identidad. Hoy, al apagar las luces de esta librería, se oscurece una ventana que nos mostraba una panorámica única de la humanidad y su vasto mosaico de pensamientos.

 

El adiós de Lagun también representa el fin de unos valores que, en un mundo cada vez más digitalizado, vacuo y efímero, parecen perder fuerza. En la era de la inmediatez y el consumo rápido y bobalicón, una librería como Lagun nos recordaba la importancia de la reflexión, de tomarnos un tiempo para sumergirnos en historias y conocimientos que demandan más que un rápido vistazo. Lagun nos enseñó desde muy jóvenes a valorar la profundidad del pensamiento crítico, el placer de las conversaciones cara a cara y la riqueza de compartir ideas en un espacio tangiblemente real. Era el hogar y refugio de valores que, aunque hoy parezcan en retroceso, son esenciales para una sociedad saludable y enriquecedora.

 

Sí, este adiós simboliza el fin de una era en la que las librerías, como centros de resistencia, aprendizaje y encuentro, desafiaban el paso acelerado del tiempo. A pesar de que el mundo exterior cambiaba y evolucionaba, al cruzar el umbral de Lagun se tenía la sensación de entrar en un espacio atemporal, donde lo que realmente importaba eran las ideas y las historias que nos conectan como seres humanos. Ahora, el silencio que dejará su ausencia nos recuerda lo efímero de estas instituciones y nos invita a reflexionar sobre cómo valoramos y protegemos nuestros tesoros culturales en un mundo que cambia constantemente. Y no siempre a mejor.

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