Otegui y Rubiales
¿Y qué tienen en común?. ¡Depende! Pero se han convertido en protagonistas para el final de las vacaciones norteñas. Otegui está convencido que será el próximo Lendakari. Rubiales siguiendo la senda sanchista, resistirá. Ambos son unos macarras. Ambos son queriendo o sin querer instrumentos sociopolíticos en una coyuntura donde han desaparecido muchos de aquellos valores que mi generación aprendió desde la vieja y querida escuela.
Otegui ha ido evolucionando. Pasó por la cárcel en la que estuvo más seguro que en libertad. Tuvo miedo objetivo a un ajuste de cuentas con los más duros de ETA. Al estilo Yoyes, no le perdonaban haber cambiado armas por argumentos. Es un auténtico resistente. Fue dejando por el camino a otros nombres propios y habituales en las páginas negras de los sucesos. Aquellos iluminados que justificaban el terrorismo y el horror socializado para imponer su doctrina mitológica al servicio de unos presuntos Derechos Históricos a la autodeterminación del “pueblo vasco”. Por cierto. Sigo sin saber que era aquel ente soberano llamado “pueblo vasco”.
Rubiales también ha ido evolucionando. Del uniforme sudado y manchado con barro, propio de un defensa central mediocre en la técnica y duro en las formas, ha llegado a vestir trajes de Ermenegildo Zegna y asistir a cócteles con la intelectualidad que cantaba el chotis "Madrid". Pero no pudo desprenderse de sus ademanes macarras y sus gestos groseros como los que ofrecía a los árbitros cuando le pitaban una falta en el campo de futbol. Es de esos líderes que en los vestuarios amenazaba con represiones a los jugadores más timoratos. Con el Rubi sólo cabía usar los tacos de las botas para enseñar al contrario quien mandaba en el área.
Otegui se postula para ser el próximo Lendakari. Ante la galería será paladín de los derechos sociales y esgrimirá como antecedente la conducta del grupo Bildu en el Congreso de los Diputados apoyando la política de "avance social" de la que pregona y presume el sanchismo, frente a la presunta reaccionaria conducta de las derechas que volverán, según nos advierten desde el nuevo Frente Popular, a cercenar libertades y recortar prestaciones o salarios y pensiones. Pero sin olvidar la lucha por el nuevo modelo territorial del Estado y la situación definitiva del colectivo de presos etarras.
Rubiales nunca fue líder que simpatizara. Más bien al contrario. Chulesco y temido. A sus "súbditos" pagaba con generosidad. A sus contrariados los fue eliminando hasta conseguir una Asamblea Federativa de anuencia con su gestión y formas un tanto primarias. Llegó a creerse el amo e implantar el culto a su personalidad. Sólo admitía adhesiones inquebrantables. Cerraba bocas proporcionando pingües beneficios que repartía con solvencia y generosidad infinitas.
Como dijo Don Antonio Machado, son dos frutos de la cepa hispana. Uno del sur. Otro del norte. Y con un elemento común. Su desprecio por la ética y la estética. Dos aventureros que lo dejaron todo perdido de podredumbre. Aprovechando estar en el momento oportuno en el lugar preciso para mandar. Ambos son infinitamente ambiciosos y con ausente sentido del decoro moral.
Se corresponden con la cara opuesta al intelectual. Han aprendido las mismas artes que aquellos personajes de las novelas cervantinas de los pícaros. Saben lo que quieren y para tal no hay obstáculo que sea imposible de saltarse. Tienes ademanes propios del narcisismo. Están dispuestos a enfrentar cualquier situación desfavorable y en su delirio patológico creen ha llegado el momento de ser los máximos dirigentes en su espacio. Y es que se sienten casi profetas de su tiempo, con clarividente sentido de la oportunidad.
Esta vez la torpeza de Rubiales le ha convertido en instrumento político para resucitar a Podemos. Señalan la conducta del expresidente como delito. Las "ilustradas" Belarra y Montero han juzgado al macarra como delincuente sexual. Algo que no puede ni debe confundirse con su habitual conducta amoral, que va desde escándalos económicos hasta dictadura en el cargo federativo, pero en el delito más allá del desprestigiado y dependiente ministerio fiscal que ha jugado baza a favor del Gobierno, hay un gran trecho y muchas posibilidades de ridículo internacional.
Otegui, Lendakari. Imposible si no logra pactar con alguna fuerza política instalada en Euskadi. Sólo se me ocurre una con suficiencia en escaños. Me refiero al PSE. Y si fuera así estaríamos ante una devolución del apoyo que necesita el sanchismo para volver a gobernar España -con perdón-. Esta es la baza que debe jugar el PP vasco para poner sobre alerta al electorado españolista del País Vasco.
Visto el avance de Bildu al PNV sólo le quedan dos caminos. Ser como UPN en Navarra, abandonando el independentismo a cambio de ser un partido de la derecha vasca con todos los privilegios de la foralidad o disputarle a Bildu el derecho de autodeterminación inmediato con esa exigencia de legislatura constituyente que modificaría el actual texto de 1978. Pero todo ello con un horizonte realista siglo XXI. Hoy, todas las Comunidades que conforman el Estado de las Autonomías tienen sentido como pueblo con derechos y por tanto no permiten más asimetrías en el Estado Español.
Ambos personajes escriben su propia ambición, pero están condenados a perder, ya que aun cuando vivimos el tiempo de los aventureros mediocres, hay cierto control fáctico para mantener un rumbo compatible con la economía, y ahí, ambos se han convertido en un peligro para los ingentes caudales que se manejan en el futbol y en el País Vasco.
¿Y qué tienen en común?. ¡Depende! Pero se han convertido en protagonistas para el final de las vacaciones norteñas. Otegui está convencido que será el próximo Lendakari. Rubiales siguiendo la senda sanchista, resistirá. Ambos son unos macarras. Ambos son queriendo o sin querer instrumentos sociopolíticos en una coyuntura donde han desaparecido muchos de aquellos valores que mi generación aprendió desde la vieja y querida escuela.
Otegui ha ido evolucionando. Pasó por la cárcel en la que estuvo más seguro que en libertad. Tuvo miedo objetivo a un ajuste de cuentas con los más duros de ETA. Al estilo Yoyes, no le perdonaban haber cambiado armas por argumentos. Es un auténtico resistente. Fue dejando por el camino a otros nombres propios y habituales en las páginas negras de los sucesos. Aquellos iluminados que justificaban el terrorismo y el horror socializado para imponer su doctrina mitológica al servicio de unos presuntos Derechos Históricos a la autodeterminación del “pueblo vasco”. Por cierto. Sigo sin saber que era aquel ente soberano llamado “pueblo vasco”.
Rubiales también ha ido evolucionando. Del uniforme sudado y manchado con barro, propio de un defensa central mediocre en la técnica y duro en las formas, ha llegado a vestir trajes de Ermenegildo Zegna y asistir a cócteles con la intelectualidad que cantaba el chotis "Madrid". Pero no pudo desprenderse de sus ademanes macarras y sus gestos groseros como los que ofrecía a los árbitros cuando le pitaban una falta en el campo de futbol. Es de esos líderes que en los vestuarios amenazaba con represiones a los jugadores más timoratos. Con el Rubi sólo cabía usar los tacos de las botas para enseñar al contrario quien mandaba en el área.
Otegui se postula para ser el próximo Lendakari. Ante la galería será paladín de los derechos sociales y esgrimirá como antecedente la conducta del grupo Bildu en el Congreso de los Diputados apoyando la política de "avance social" de la que pregona y presume el sanchismo, frente a la presunta reaccionaria conducta de las derechas que volverán, según nos advierten desde el nuevo Frente Popular, a cercenar libertades y recortar prestaciones o salarios y pensiones. Pero sin olvidar la lucha por el nuevo modelo territorial del Estado y la situación definitiva del colectivo de presos etarras.
Rubiales nunca fue líder que simpatizara. Más bien al contrario. Chulesco y temido. A sus "súbditos" pagaba con generosidad. A sus contrariados los fue eliminando hasta conseguir una Asamblea Federativa de anuencia con su gestión y formas un tanto primarias. Llegó a creerse el amo e implantar el culto a su personalidad. Sólo admitía adhesiones inquebrantables. Cerraba bocas proporcionando pingües beneficios que repartía con solvencia y generosidad infinitas.
Como dijo Don Antonio Machado, son dos frutos de la cepa hispana. Uno del sur. Otro del norte. Y con un elemento común. Su desprecio por la ética y la estética. Dos aventureros que lo dejaron todo perdido de podredumbre. Aprovechando estar en el momento oportuno en el lugar preciso para mandar. Ambos son infinitamente ambiciosos y con ausente sentido del decoro moral.
Se corresponden con la cara opuesta al intelectual. Han aprendido las mismas artes que aquellos personajes de las novelas cervantinas de los pícaros. Saben lo que quieren y para tal no hay obstáculo que sea imposible de saltarse. Tienes ademanes propios del narcisismo. Están dispuestos a enfrentar cualquier situación desfavorable y en su delirio patológico creen ha llegado el momento de ser los máximos dirigentes en su espacio. Y es que se sienten casi profetas de su tiempo, con clarividente sentido de la oportunidad.
Esta vez la torpeza de Rubiales le ha convertido en instrumento político para resucitar a Podemos. Señalan la conducta del expresidente como delito. Las "ilustradas" Belarra y Montero han juzgado al macarra como delincuente sexual. Algo que no puede ni debe confundirse con su habitual conducta amoral, que va desde escándalos económicos hasta dictadura en el cargo federativo, pero en el delito más allá del desprestigiado y dependiente ministerio fiscal que ha jugado baza a favor del Gobierno, hay un gran trecho y muchas posibilidades de ridículo internacional.
Otegui, Lendakari. Imposible si no logra pactar con alguna fuerza política instalada en Euskadi. Sólo se me ocurre una con suficiencia en escaños. Me refiero al PSE. Y si fuera así estaríamos ante una devolución del apoyo que necesita el sanchismo para volver a gobernar España -con perdón-. Esta es la baza que debe jugar el PP vasco para poner sobre alerta al electorado españolista del País Vasco.
Visto el avance de Bildu al PNV sólo le quedan dos caminos. Ser como UPN en Navarra, abandonando el independentismo a cambio de ser un partido de la derecha vasca con todos los privilegios de la foralidad o disputarle a Bildu el derecho de autodeterminación inmediato con esa exigencia de legislatura constituyente que modificaría el actual texto de 1978. Pero todo ello con un horizonte realista siglo XXI. Hoy, todas las Comunidades que conforman el Estado de las Autonomías tienen sentido como pueblo con derechos y por tanto no permiten más asimetrías en el Estado Español.
Ambos personajes escriben su propia ambición, pero están condenados a perder, ya que aun cuando vivimos el tiempo de los aventureros mediocres, hay cierto control fáctico para mantener un rumbo compatible con la economía, y ahí, ambos se han convertido en un peligro para los ingentes caudales que se manejan en el futbol y en el País Vasco.