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Lunes, 09 de Octubre de 2023 Tiempo de lectura:

“Cinema Péplum”: revisando un cine de entretenimiento, didáctico e identitario, para el amnésico público europeo de nuestro tiempo

José Antonio Bielsa Arbiol presenta su nuevo libro de temática cinematográfica: Cinema Péplum (1958-1965): El octenio dorado del cine colosal europeo, publicado por Ultima Libris. El analista cinematográfico y escritor Fernando Alonso Barahona firma el prólogo.

 

 

[Img #24910]El cine, instrumento de poesía a la par que dispositivo reflexivo y de entretenimiento, ha suministrado en el último largo siglo un sinfín de grandes instantes a las últimas generaciones, del arco que va del Viaje a la Luna de Méliès, a las postrimeras experiencias “zombi” de George A. Romero. La desigual cosecha ha sido no obstante muy amplia, con más de 300.000 películas cinematográficas de medio y largo metraje producidas y realizadas a lo largo y ancho del mundo, desde Alaska hasta la Micronesia...

 

Muy otra, empero, ha resultado la valoración crítica de las producciones fílmicas: frente al llamado cine “de autor”, embalsamado en las hornacinas culturales del “Canon”, con exponentes tales como Federico Fellini, Luis Buñuel, Robert Bresson, Ingmar Bergman, Alain Resnais, Yasujiro Ozu, Kenji Mizoguchi, Andrei Tarkovski, Manoel de Oliveira o Luchino Visconti, por ejemplo, el cine “de artesano”, de la serie B a la Z, ha tenido cultivadores tan autorizados y dispares como Mario Bava, Roger Corman, John Gilling, Edgar Ulmer, Pedro Lazaga, Sergio Martino, Michael Anderson, Robert Fuest, Jesús Pascual o Irving Rapper, por mencionar algunos nombres. Desde Persona hasta El azar se divierte, pasando por El día de los trífidos, el progresivamente copioso corpus cinematográfico mundial se ha ido estratificando, a la manera de registros geológicos, en diferentes capas, unas más visibles y reconocibles, otras más recónditas y devaluadas. En este escenario, las producciones de serie y comerciales, han sido las grandes perdedoras ante el “Tribunal de la Historia”, que no es otro que el de la crítica, ora engolada, ora festivalera, pero no siempre ecuánime y a menudo muy tendenciosa en sus dictámenes.     

 

Con Cinema Péplum (1958-1965): El octenio dorado del cine colosal europeo proseguimos en nuestro empeño por estudiar los subgéneros cinematográficos europeos del pasado siglo, tras hacer lo propio el año pasado con un libro que tuvo buena acogida [Cinema Giallo (1962-1987): 25 años en el ojo del laberinto, el cual recibió una calificación de 4 estrellas sobre 5 en la revista Fotogramas, nº 2150, diciembre 2022].

 

¿Qué motivaciones últimas subyacen al abrigo de este propósito? Al menos tres, a saber:

 

  1. revisar ese “cine popular”, hoy virtualmente desaparecido del mapa, en el que todo un imaginario colectivo fraguó algunas de sus más íntimas aspiraciones estéticas, morales e incluso políticas;

 

  1. re-significar para la posteridad “los restos del naufragio”, así de unas filmografías inexorablemente sepultadas por las convenciones industriales y los rasgos de “no-estilo” dominantes, más allá de la lectura bizarra y decadente que del “cine de explotación” efectúan los más encallecidos incondicionales del vídeo-club y los fanzines; y

 

  1. animar al hipotético espectador de hoy a reconocer este tipo de películas como “lo propio del público popular europeo”, hoy más falto que nunca de referentes culturales e identitarios sólidos, es decir acordes a una cosmovisión genuina progresivamente periclitada.

 

Motivaciones, no por limitadas, menos ambiciosas a su axial modo.

 

El Péplum, más conocido por nuestros padres y abuelos como el “cine de romanos” (sic), es precisamente uno de los subgéneros más entrañables y accesibles de cuantos la fiebre europea por la serie B desató e instituyó, y que, desde mediados de los años 1950, irrumpió para regocijo y satisfacción del público en las carteleras dobles de los cines de barrio. Y no tan de barrio.

 

A juicio del analista Fernando Alonso Barahona, prologuista del libro, “la definición clásica alude a ese género cinematográfico que aglutina las películas de aventuras ambientadas en la Antigüedad. El término lo utilizó, por primera vez, el crítico francés Jacques Siclier en un artículo llamado ‘L' âge du péplum’ (Cahiers du Cinéma, 1962)”.

 

Efectivamente, la Antigüedad era un buen reclamo publicitario, y su dimensión estética, entre sugestiva y fabuladora, permitía llevar a cabo este tipo de exploraciones audiovisuales. La curiosidad por el pasado antiguo pervive, todavía hoy, entre los lectores de “novela histórica”, y también lo hace incluso entre los aficionados a los cómics y tebeos con reclamo “histórico”. Incluso una porción no desdeñable de videojuegos ambientan sus rocambolescas tramas en pasados “históricos” imprecisos. Obsérvese que entrecomillamos el término “histórico” para enfatizar la necesidad, cuando no carencia, de Historia entre nuestros coetáneos, los hombres posmodernos de hoy, absolutamente sumidos en las coordenadas lesivas de una era anti-tradicional y a-histórica, flagrantemente condicionada por la inmanencia del credo mundialista, que es por sobre todo apátrida, disolvente y de un materialismo grosero.

 

Cinema Péplum (1958-1965): El octenio dorado del cine colosal europeo es una obra cinéfila antes que historiográfica: su meta última no es otra que la de procurar contagiar el entusiasmo, cuando no la necesidad del mismo, en estos tiempos de apagada decrepitud.

 

Estas películas son un magnifico testimonio de lealtad a un público autóctono, a unas maneras de vivir el hecho fílmico, respetando la legalidad de los códigos genéricos al tiempo que la inteligencia del espectador, y ofreciendo un formidable catálogo de personajes y situaciones que no deberían caer en el olvido…

 

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