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Ernesto Ladrón de Guevara
Sábado, 11 de Octubre de 2014 Tiempo de lectura:

Ébola y fariseísmo social

No me gusta esta sociedad, hipócrita, hedonista, insolidaria, egocéntrica. La del “¿con IVA o sin IVA?”

 

Indudablemente toda generalización es injusta, pero el promedio no supera un básico test de de elementales principios morales.

 

Se produce alarma social por el caso de intoxicación del ébola. Pero, señores y señoras, el ébola existía desde hace un tiempo, y se está llevando por delante a unos cuantos miles de ciudadanos del mundo de raza morena, allá por latitudes subsaharianas…  No había alarma entonces, cuando se producían esas muertes, cuando en las calles de lugares recónditos, alejados de esta sociedad de baja estofa moral, yacen cuerpos rodeados de vómitos sanguinolentos, inermes, sin que nadie levante un dedo por ellos. Claro que se va a extender el ébola. Lo tenemos bien merecido por no atajar el problema desde su raíz, allí donde está la infección principal, en su foco de contaminación, donde están los parias de la tierra. Allí están unos héroes. Los misioneros que sin pedir nada para ellos se ponen en riesgo, por humanidad cristiana, o simplemente por compasión y caridad. Ellos son la élite de la humanidad, nuestros guías espirituales.

 

Tengo ganas de vomitar, y no por contagio precisamente, sino por hastío y repugnancia a la hipocresía y vaciedad envolventes. Las repuestas éticas que saltan a los medios de comunicación no resisten la prueba del algodón de una mínima calidad humana. Oigo que no se tenía que haber traído al fallecido misionero contagiado porque había que haberle atendido en el punto de contagio. ¿Pero qué falta de sensibilidad es esa? Es que una persona que va a atender a seres humanos a miles de kilómetros renunciando al lujo y estipendio de una sociedad debilitada en la superficialidad no merece ese trato deferente de traerle a su patria para que muera o sobreviva debidamente atendida…. Esa sociedad curtida en el fraude fiscal y en la economía sumergida que luego se escandaliza por una clase política corrupta. ¡Y cómo no nos vamos a escandalizar…!

 

No me gusta la decadencia moral y de principios cívicos que me rodea. No me gusta que una gente se mese los cabellos por el sacrificio de un perro presuntamente contaminado por el ébola mientras da la espalda a la realidad  dramática del África subsahariana, porque aquellos seres humanos que mueren a chorros están lejos, los vemos lejos, pero están a las puertas nuestras, tras las vallas de Melilla.

 

Estamos inmersos en la estupidez, pues el ébola no se va a contener por atajar con protocolos sanitarios a posibles contaminados, sino que está ahí, a la espera de que lleguen gentes en busca de la supervivencia, hermanos nuestros que están bajo mínimos existenciales. A esos, ni agua…

 

Pero algunos ya hemos experimentado esa baja calidad ética. Cuando asesinaban a sangre fría en las calles y plazas españolas a ciudadanos que pasaban por ahí o porque pertenecían a la estirpe española, cuando los etarras acosaban, extorsionaban, perseguían a los que no pensaban en clave nacionalista, cuando algunos, por sentimientos de solidaridad, por compasión, nos movilizábamos contra la barbarie terrorista y la de sus secuaces, de guante negro o de guante blanco, siempre había “algunos” que desde su comodidad, con cara de póquer, decían aquello… ¡Oye. A mí no me compliques la vida, no me metas en lo tuyo, déjame en paz, no te arrimes a mí… no sea que…!

 

De aquellos palos estas astillas.

 

www.educacionynacionalismo.com

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