El desmantelamiento de España
Estamos viviendo unos momentos verdaderamente críticos en la historia reciente de España y probablemente de toda su historia contemporánea, en los que un petulante, ignorante, zafio, engreído, indocumentado y desaprensivo llamado Pedro Sánchez está dispuesto a desmantelar la España que hemos conocido y que amamos, por el único motivo de mantenerse en el poder, rodeado de una cuadrilla de aduladores, igualmente ignorantes e indocumentados, como él, encabezados por el inefable, ínclito, zafio y zarrapastroso Patxi López.
Y justamente este es el momento de reafirmarse también en los principios que informaron desde su origen la elaboración de esta serie llamada El balle del ziruelo. Porque estoy profundamente convencido de que los males que nos aquejan como Estado, de que el principal mal que nos aqueja, en realidad, es lo que ocurre en sus dos regiones históricamente diferenciadas con la mayor industrialización y con el mayor poder económico y efervescencia social de la época contemporánea que son el País Vasco y Cataluña.
Porque en esas dos regiones se produjo un fenómeno singular, desconocido en las demás, a raíz de su industrialización súbita y sobre todo de la llegada masiva de inmigrantes de otras regiones españolas a finales del siglo XIX. El nacionalismo que surgió en ambas regiones se debió única y exclusivamente a ese proceso singular, por el cual unas minorías autóctonas decidieron elaborar un mensaje exclusivista para diferenciarse del resto de españoles y que luego, dicho mensaje, fue asumido por los españoles que llegaron allí y que lo convirtieron en ariete de supervivencia identitaria, frente a los de dentro que les discriminaban y de rebote frente al resto de españoles que se quedaron en sus lugares de origen y ante los que había que diferenciarse para seguir siendo alguien. Esta es una historia de supervivencia y de conversión identitarias. Los nacionalismos en España tienen un enorme poder disgregador porque están protagonizados, desde el anonimato, desde el silencio, por las masas de inmigrantes procedentes de otras partes de España que no quisieron verse convertidas en parias y así hoy son conversos intolerantes y defensores a ultranza de unos rasgos identitarios que en origen no les corresponden. Este diagnóstico es de libro en el País Vasco. No lo he estudiado a fondo en Cataluña, pero deduzco, por los datos que tengo, que es el mismo que funciona allí. No hay más que ver el odio a España que destila un personajillo insignificante como Pere Aragonès i Garcia, que se cambia la tilde de sentido en el Aragonés y se la quita en el Garcia y se pone la i en medio, todo para parecer catalán, cuando no lo es en origen y además es hijo de un alcalde franquista.
Quiero decirles una vez más que todo esto es una farsa completa. Por esta serie de El balle del ziruelo ya saben lo que pienso del nacionalismo, de la completa falacia en la que consiste, de la baja, pobre, mediocre calidad humana e intelectual de quienes lo crearon, lo siguieron y hoy lo protagonizan. Ahora se suma a ello el carácter de un individuo, Pedro Sánchez, que no tiene ni idea de lo que significa el nacionalismo en España y que piensa que porque existe una cosa llamada así y que ya lleva más de un siglo dando la matraca, ya por eso tiene razón de ser y existir y se le debe dar lo que pida para tener la fiesta en paz.
Pero esta vez la cosa ha ido demasiado lejos. Y él no tiene toda la culpa tampoco además, porque eso es lo que se ha hecho en España desde el inicio de la Transición por parte de los principales dos partidos a derecha e izquierda: darles a los nacionalistas poco a poco todo lo que han ido pidiendo, sin reparar en que esos movimientos, por su propia naturaleza, nunca van a darse por satisfechos hasta que troceen el Estado. Es lo único que les mueve, es su razón de ser: la destrucción del Estado. Porque los nacionalistas tienen por costumbre diferenciar y poner en pie de igualdad sus regiones respectivas, País Vasco y Cataluña, como si fueran ajenas y contrarias a España. Pero hasta tal punto forman parte de España, que no existe un nombre para definir el trozo de país que quedaría si ambas fueran independientes y ajenas a la nación a la que pertenecen desde la época de los visigodos.
Vean, si no, la diferencia entre, por un lado, País Vasco y Cataluña y, por otro, Galicia. Galicia tiene todos los elementos para ser una nación de tipo romántico, como las otras dos. Pero no es nación de tipo político, con autodeterminación y todo eso, porque en Galicia no hay inmigración de otras partes de España, al contrario, ella fue emisora de emigrantes, tanto hacia País Vasco como hacia Cataluña, y por eso en Galicia no ha habido inmigrantes discriminados por su origen, como en las otras dos, y que se hayan convertido en punta de lanza contra España. Es un fenómeno psicológico profundo que no ha sido nunca estudiado y considerado como se merece, pero que ahí está. Yo ya les he dado muchas veces los porcentajes de apellidos en País Vasco para que lo puedan comprobar. Y son porcentajes que hasta he dulcificado un poco para que no fueran tan evidentes. Siempre he dicho que, desde que el estadístico José Aranda Aznar lo estudió, allá por 1998, sabemos que solo un 20% de los vascos tienen los dos primeros apellidos eusquéricos, el 30% uno sí y otro no y el 50% ninguno. En cambio, todos los dirigentes políticos se eligen del primer grupo y en el caso de que no haya apellidos se ponen nombre eusquerizados, por ejemplo Patxi López. Todo para renunciar al componente castellano mayoritario de la población en una labor de ocultamiento de tipo totalitario, esquizofrénico, paranoico, completamente amoral e ilógico.
Estaría bien el cultivo de las diferencias y las singularidades si ello no supusiera dejar de creer en España como identidad común. Pero los nacionalistas odian todo lo español con una fruición y con un descaro que no es posible entender de modo racional. Y eso es porque en sus regiones respectivas existe un colectivo enorme, mayor incluso que el de los naturales de ambos territorios, que quiere ir contra España y renunciar a vivir dentro de ella como Estado. Los maquetos y los charnegos nacionalistas son incluso peores que el resto de los nacionalistas, los autóctonos. Primero porque son mayoría dentro de ese colectivo y además sin saberlo, porque si lo supieran a lo mejor se rebelarían contra sus opresores, pero se creen que son minoría y no lo hacen, por miedo. Y, sobre todo, porque son más contradictorios todavía que los autóctonos, ya que al menos los autóctonos pueden decir que viven en sus territorios desde muchas generaciones, pero es que estos recién llegados que son la mayoría del nacionalismo, la mayoría silenciosa, anónima, anonimizada, que se creen más vascos y catalanes que nadie, resulta que llegaron hace una generación, como mucho dos, y tienen todavía sus pueblos de procedencia con familia viva allí, con tíos y primos allí, y sin embargo dicen que no quieren saber nada de España.
Ellos son los que constituyen el gran problema, el foco disgregador de los nacionalismos en España, porque si se rebelaran contra las minorías que los tienen abducidos, se acabaría el problema. Estos maquetos y charnegos nacionalizados vascos y catalanes hacen y dicen unas cosas perfectamente incomprensibles, ilógicas, absurdas, para pretender mantener la coherencia dentro de la suplantación de personalidad en la que viven. Como hace poco hizo un individuo del que ya traté en esta serie, un tal Javier Vizcaíno, periodista paniaguado del PNV, como tantos otros maquetos que dirigen y han dirigido el periódico-guía de ese partido: véase también las cosas que dicen una tal Marta Martín, actual directora, el anterior, un tal Enrique Santarén, otro llamado Juan José Baños. Todos maquetos, increíbles, y dotados de un colmillo retorcido contra España que ya lo quisieran los dirigentes pata negra de su partido.
Resulta que salió una noticia en ABC diciendo que Aitor Esteban Bravo, ya saben, el portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados (que tiene el puesto que tiene, siendo maqueto, gracias a que su mujer es Itxaso Atutxa, la presidenta del Vizcay Vuru Vachar) va a visitar de vez en cuando el pueblo de su madre en Soria.
ABC titulaba así: “Cañamaque: el origen soriano del Rh negativo de Aitor Esteban”, y en la entradilla decía: “El portavoz del PNV en el Congreso presume de sentirse «vasco y sólo vasco», pero por sus venas corre sangre castellana. Cuando nadie le ve –y puede– Esteban se escapa a Cañamaque (Soria), el pueblo donde nació su madre y en el que el «jeltzale» vive las tradiciones como el que más”. Obviamente la noticia tiraba de retranca para poner de manifiesto la contradicción en la que vive este hombre, Aitor Esteban, partidario de independizarse de España y asiduo visitante del pueblo de su madre en Soria. Si no hay contradicción en ello, que venga Dios y lo vea. Pero mira por dónde, este Javier Vizcaíno salió a defender el pesebre que le da de comer y tituló una de sus columnas semanales en el periódico del PNV (el Deia) de este modo: “Vascos orgullosos de nuestro origen español”. ¿Entienden esto? Alguien que está orgulloso de su origen español, ¿está buscando siempre, como hacen todos los nacionalistas, la forma de ridiculizar a España, de hablar sistemáticamente mal de su historia, de su realidad como país, de sus costumbres, de su idiosincrasia?
Para empezar a denostar la noticia de ABC empieza por decir que fue ese periódico el que financió el viaje de Franco en vísperas de la guerra civil. Ahí está el comodín de Franco una vez más, que creo que es la otra pata de la misma silla con la que mantienen en pie el chiringuito todos los nacionalistas en España, además de la izquierda cómplice, claro. El comodín de Franco. Estoy pensando en traer a esta serie cómo juega Franco un papel clave, fundamental en toda esta historia. Y la regla es que, para él, para este Javier Vizcaíno, “cualquier descendiente de la inmigración española puede sentirse vasco por los cuatro costados al mismo tiempo que honra con orgullo el origen de sus ancestros”.
Pero lo que no es capaz de aceptar o de interiorizar este Vizcaíno es que “ser vasco por los cuatro costados”, es decir, tener todos sus orígenes vascos, en el País Vasco solo se puede demostrar con los apellidos, y otra muy distinta es “sentirse vasco por los cuatro costados”, como se siente él y tantos otros como él (la mayoría, en realidad, del País Vasco actual). Al parecer, para Javier Vizcaíno, ambas cosas, ser y sentirse, son idénticas. Si son tan idénticas, ¿por qué, a parte del maqueto acomplejado de Patxi López, no hemos tenido todavía un lendacari vasco sin apellidos eusquéricos? Ni siquiera un presidente de la Diputación Foral de Vizcaya. Ni siquiera un alcalde de Bilbao. Con todos los que ha habido. Ninguno de esos cargos, todos del PNV, ha sido sin apellidos eusquéricos. Bueno miento, voy a decir la cifra exacta, porque sin excepciones, como se suele decir, no hay reglas. De los ocho alcaldes de Bilbao desde el inicio de la democracia, tomando sus dos primeros apellidos, que hacen 16, resulta que hay solo 3 apellidos no eusquéricos. Y en el caso de los diputados generales de Vizcaya, los cinco que han ocupado ese cargo, todos del PNV, tienen todos sus apellidos eusquéricos menos uno, Pradera, que era de segundo Jáuregui. Y en el caso de los diputados generales de Guipúzcoa, de los ocho que ha habido desde 1979, también solo un apellido no eusquérico de los dieciséis que hemos tenido en cuenta, el de Juan José González de Txabarri, que era Miranda de segundo. Es que no falla. Selección “natural” de apellidos. Ser vasco por los cuatro costados es eso, tener la condición para ser alcalde o diputado general o lehendakari vasco. ¿No aprecia Javier Vizcaíno la diferencia entre ser y sentirse? Lo de sentirse vasco por los cuatro costados es un mero cuento consolador que se marcan los maquetos como Javier Vizcaíno o como Javier Clemente, viviendo en el País Vasco, donde el único papel que le dejan tener los nacionalistas es el de cascarrabias antiespañol, infeliz paniaguado de los pata negra, ariete contra los demás españoles que no se han convertido a la fe, que se mantienen sin la humillación de convertirse en vascos, de “sentirse” vascos para tener un papel secundario en el juego de las discriminaciones en el que se basa el nacionalismo vasco, lo mismo que el catalán del mendrugo Torra, el cafre de Torra y de todos esos iguales que él, todos con su apellido de miseria, de supremacismo, de discriminación.
Cuándo se acabará esta mamarrachada, Dios mío. Y mientras tanto, Pedro Sánchez y Patxi López queriendo congraciarse con esta cuadrilla de impresentables y dándoles todo lo que piden para seguir manteniendo ese teatrillo de simulaciones, de antiespañolismo de plástico y de cartón. Para acabar desmantelando la España que siempre existió y siempre conocimos y quisimos. El momento es muy delicado, advierto. Estamos llegando al límite de lo soportable. Y estoy dando la auténtica clave para desmontar todo este tinglado perverso.
Estamos viviendo unos momentos verdaderamente críticos en la historia reciente de España y probablemente de toda su historia contemporánea, en los que un petulante, ignorante, zafio, engreído, indocumentado y desaprensivo llamado Pedro Sánchez está dispuesto a desmantelar la España que hemos conocido y que amamos, por el único motivo de mantenerse en el poder, rodeado de una cuadrilla de aduladores, igualmente ignorantes e indocumentados, como él, encabezados por el inefable, ínclito, zafio y zarrapastroso Patxi López.
Y justamente este es el momento de reafirmarse también en los principios que informaron desde su origen la elaboración de esta serie llamada El balle del ziruelo. Porque estoy profundamente convencido de que los males que nos aquejan como Estado, de que el principal mal que nos aqueja, en realidad, es lo que ocurre en sus dos regiones históricamente diferenciadas con la mayor industrialización y con el mayor poder económico y efervescencia social de la época contemporánea que son el País Vasco y Cataluña.
Porque en esas dos regiones se produjo un fenómeno singular, desconocido en las demás, a raíz de su industrialización súbita y sobre todo de la llegada masiva de inmigrantes de otras regiones españolas a finales del siglo XIX. El nacionalismo que surgió en ambas regiones se debió única y exclusivamente a ese proceso singular, por el cual unas minorías autóctonas decidieron elaborar un mensaje exclusivista para diferenciarse del resto de españoles y que luego, dicho mensaje, fue asumido por los españoles que llegaron allí y que lo convirtieron en ariete de supervivencia identitaria, frente a los de dentro que les discriminaban y de rebote frente al resto de españoles que se quedaron en sus lugares de origen y ante los que había que diferenciarse para seguir siendo alguien. Esta es una historia de supervivencia y de conversión identitarias. Los nacionalismos en España tienen un enorme poder disgregador porque están protagonizados, desde el anonimato, desde el silencio, por las masas de inmigrantes procedentes de otras partes de España que no quisieron verse convertidas en parias y así hoy son conversos intolerantes y defensores a ultranza de unos rasgos identitarios que en origen no les corresponden. Este diagnóstico es de libro en el País Vasco. No lo he estudiado a fondo en Cataluña, pero deduzco, por los datos que tengo, que es el mismo que funciona allí. No hay más que ver el odio a España que destila un personajillo insignificante como Pere Aragonès i Garcia, que se cambia la tilde de sentido en el Aragonés y se la quita en el Garcia y se pone la i en medio, todo para parecer catalán, cuando no lo es en origen y además es hijo de un alcalde franquista.
Quiero decirles una vez más que todo esto es una farsa completa. Por esta serie de El balle del ziruelo ya saben lo que pienso del nacionalismo, de la completa falacia en la que consiste, de la baja, pobre, mediocre calidad humana e intelectual de quienes lo crearon, lo siguieron y hoy lo protagonizan. Ahora se suma a ello el carácter de un individuo, Pedro Sánchez, que no tiene ni idea de lo que significa el nacionalismo en España y que piensa que porque existe una cosa llamada así y que ya lleva más de un siglo dando la matraca, ya por eso tiene razón de ser y existir y se le debe dar lo que pida para tener la fiesta en paz.
Pero esta vez la cosa ha ido demasiado lejos. Y él no tiene toda la culpa tampoco además, porque eso es lo que se ha hecho en España desde el inicio de la Transición por parte de los principales dos partidos a derecha e izquierda: darles a los nacionalistas poco a poco todo lo que han ido pidiendo, sin reparar en que esos movimientos, por su propia naturaleza, nunca van a darse por satisfechos hasta que troceen el Estado. Es lo único que les mueve, es su razón de ser: la destrucción del Estado. Porque los nacionalistas tienen por costumbre diferenciar y poner en pie de igualdad sus regiones respectivas, País Vasco y Cataluña, como si fueran ajenas y contrarias a España. Pero hasta tal punto forman parte de España, que no existe un nombre para definir el trozo de país que quedaría si ambas fueran independientes y ajenas a la nación a la que pertenecen desde la época de los visigodos.
Vean, si no, la diferencia entre, por un lado, País Vasco y Cataluña y, por otro, Galicia. Galicia tiene todos los elementos para ser una nación de tipo romántico, como las otras dos. Pero no es nación de tipo político, con autodeterminación y todo eso, porque en Galicia no hay inmigración de otras partes de España, al contrario, ella fue emisora de emigrantes, tanto hacia País Vasco como hacia Cataluña, y por eso en Galicia no ha habido inmigrantes discriminados por su origen, como en las otras dos, y que se hayan convertido en punta de lanza contra España. Es un fenómeno psicológico profundo que no ha sido nunca estudiado y considerado como se merece, pero que ahí está. Yo ya les he dado muchas veces los porcentajes de apellidos en País Vasco para que lo puedan comprobar. Y son porcentajes que hasta he dulcificado un poco para que no fueran tan evidentes. Siempre he dicho que, desde que el estadístico José Aranda Aznar lo estudió, allá por 1998, sabemos que solo un 20% de los vascos tienen los dos primeros apellidos eusquéricos, el 30% uno sí y otro no y el 50% ninguno. En cambio, todos los dirigentes políticos se eligen del primer grupo y en el caso de que no haya apellidos se ponen nombre eusquerizados, por ejemplo Patxi López. Todo para renunciar al componente castellano mayoritario de la población en una labor de ocultamiento de tipo totalitario, esquizofrénico, paranoico, completamente amoral e ilógico.
Estaría bien el cultivo de las diferencias y las singularidades si ello no supusiera dejar de creer en España como identidad común. Pero los nacionalistas odian todo lo español con una fruición y con un descaro que no es posible entender de modo racional. Y eso es porque en sus regiones respectivas existe un colectivo enorme, mayor incluso que el de los naturales de ambos territorios, que quiere ir contra España y renunciar a vivir dentro de ella como Estado. Los maquetos y los charnegos nacionalistas son incluso peores que el resto de los nacionalistas, los autóctonos. Primero porque son mayoría dentro de ese colectivo y además sin saberlo, porque si lo supieran a lo mejor se rebelarían contra sus opresores, pero se creen que son minoría y no lo hacen, por miedo. Y, sobre todo, porque son más contradictorios todavía que los autóctonos, ya que al menos los autóctonos pueden decir que viven en sus territorios desde muchas generaciones, pero es que estos recién llegados que son la mayoría del nacionalismo, la mayoría silenciosa, anónima, anonimizada, que se creen más vascos y catalanes que nadie, resulta que llegaron hace una generación, como mucho dos, y tienen todavía sus pueblos de procedencia con familia viva allí, con tíos y primos allí, y sin embargo dicen que no quieren saber nada de España.
Ellos son los que constituyen el gran problema, el foco disgregador de los nacionalismos en España, porque si se rebelaran contra las minorías que los tienen abducidos, se acabaría el problema. Estos maquetos y charnegos nacionalizados vascos y catalanes hacen y dicen unas cosas perfectamente incomprensibles, ilógicas, absurdas, para pretender mantener la coherencia dentro de la suplantación de personalidad en la que viven. Como hace poco hizo un individuo del que ya traté en esta serie, un tal Javier Vizcaíno, periodista paniaguado del PNV, como tantos otros maquetos que dirigen y han dirigido el periódico-guía de ese partido: véase también las cosas que dicen una tal Marta Martín, actual directora, el anterior, un tal Enrique Santarén, otro llamado Juan José Baños. Todos maquetos, increíbles, y dotados de un colmillo retorcido contra España que ya lo quisieran los dirigentes pata negra de su partido.
Resulta que salió una noticia en ABC diciendo que Aitor Esteban Bravo, ya saben, el portavoz del PNV en el Congreso de los Diputados (que tiene el puesto que tiene, siendo maqueto, gracias a que su mujer es Itxaso Atutxa, la presidenta del Vizcay Vuru Vachar) va a visitar de vez en cuando el pueblo de su madre en Soria.
ABC titulaba así: “Cañamaque: el origen soriano del Rh negativo de Aitor Esteban”, y en la entradilla decía: “El portavoz del PNV en el Congreso presume de sentirse «vasco y sólo vasco», pero por sus venas corre sangre castellana. Cuando nadie le ve –y puede– Esteban se escapa a Cañamaque (Soria), el pueblo donde nació su madre y en el que el «jeltzale» vive las tradiciones como el que más”. Obviamente la noticia tiraba de retranca para poner de manifiesto la contradicción en la que vive este hombre, Aitor Esteban, partidario de independizarse de España y asiduo visitante del pueblo de su madre en Soria. Si no hay contradicción en ello, que venga Dios y lo vea. Pero mira por dónde, este Javier Vizcaíno salió a defender el pesebre que le da de comer y tituló una de sus columnas semanales en el periódico del PNV (el Deia) de este modo: “Vascos orgullosos de nuestro origen español”. ¿Entienden esto? Alguien que está orgulloso de su origen español, ¿está buscando siempre, como hacen todos los nacionalistas, la forma de ridiculizar a España, de hablar sistemáticamente mal de su historia, de su realidad como país, de sus costumbres, de su idiosincrasia?
Para empezar a denostar la noticia de ABC empieza por decir que fue ese periódico el que financió el viaje de Franco en vísperas de la guerra civil. Ahí está el comodín de Franco una vez más, que creo que es la otra pata de la misma silla con la que mantienen en pie el chiringuito todos los nacionalistas en España, además de la izquierda cómplice, claro. El comodín de Franco. Estoy pensando en traer a esta serie cómo juega Franco un papel clave, fundamental en toda esta historia. Y la regla es que, para él, para este Javier Vizcaíno, “cualquier descendiente de la inmigración española puede sentirse vasco por los cuatro costados al mismo tiempo que honra con orgullo el origen de sus ancestros”.
Pero lo que no es capaz de aceptar o de interiorizar este Vizcaíno es que “ser vasco por los cuatro costados”, es decir, tener todos sus orígenes vascos, en el País Vasco solo se puede demostrar con los apellidos, y otra muy distinta es “sentirse vasco por los cuatro costados”, como se siente él y tantos otros como él (la mayoría, en realidad, del País Vasco actual). Al parecer, para Javier Vizcaíno, ambas cosas, ser y sentirse, son idénticas. Si son tan idénticas, ¿por qué, a parte del maqueto acomplejado de Patxi López, no hemos tenido todavía un lendacari vasco sin apellidos eusquéricos? Ni siquiera un presidente de la Diputación Foral de Vizcaya. Ni siquiera un alcalde de Bilbao. Con todos los que ha habido. Ninguno de esos cargos, todos del PNV, ha sido sin apellidos eusquéricos. Bueno miento, voy a decir la cifra exacta, porque sin excepciones, como se suele decir, no hay reglas. De los ocho alcaldes de Bilbao desde el inicio de la democracia, tomando sus dos primeros apellidos, que hacen 16, resulta que hay solo 3 apellidos no eusquéricos. Y en el caso de los diputados generales de Vizcaya, los cinco que han ocupado ese cargo, todos del PNV, tienen todos sus apellidos eusquéricos menos uno, Pradera, que era de segundo Jáuregui. Y en el caso de los diputados generales de Guipúzcoa, de los ocho que ha habido desde 1979, también solo un apellido no eusquérico de los dieciséis que hemos tenido en cuenta, el de Juan José González de Txabarri, que era Miranda de segundo. Es que no falla. Selección “natural” de apellidos. Ser vasco por los cuatro costados es eso, tener la condición para ser alcalde o diputado general o lehendakari vasco. ¿No aprecia Javier Vizcaíno la diferencia entre ser y sentirse? Lo de sentirse vasco por los cuatro costados es un mero cuento consolador que se marcan los maquetos como Javier Vizcaíno o como Javier Clemente, viviendo en el País Vasco, donde el único papel que le dejan tener los nacionalistas es el de cascarrabias antiespañol, infeliz paniaguado de los pata negra, ariete contra los demás españoles que no se han convertido a la fe, que se mantienen sin la humillación de convertirse en vascos, de “sentirse” vascos para tener un papel secundario en el juego de las discriminaciones en el que se basa el nacionalismo vasco, lo mismo que el catalán del mendrugo Torra, el cafre de Torra y de todos esos iguales que él, todos con su apellido de miseria, de supremacismo, de discriminación.
Cuándo se acabará esta mamarrachada, Dios mío. Y mientras tanto, Pedro Sánchez y Patxi López queriendo congraciarse con esta cuadrilla de impresentables y dándoles todo lo que piden para seguir manteniendo ese teatrillo de simulaciones, de antiespañolismo de plástico y de cartón. Para acabar desmantelando la España que siempre existió y siempre conocimos y quisimos. El momento es muy delicado, advierto. Estamos llegando al límite de lo soportable. Y estoy dando la auténtica clave para desmontar todo este tinglado perverso.












