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Ernesto Ladrón de Guevara
Sábado, 18 de Noviembre de 2023 Tiempo de lectura:

No debemos olvidar a Agustín Ibarrola

[Img #25118]

 

Agustín se ha ido. Qué pena y qué disgusto.

 

Sin poderle dar un abrazo. Sin poderle ofrecer una despedida, un homenaje. ¿Por qué la gente se nos va y no nos da tiempo a reseñar su magna obra; y nos acordamos con dolor cuando su alma se va?

           

Pero Agustín nos deja su obra y su recuerdo de hombre de bien. Otros dejan sus libros, su pensamiento, su generosidad en acciones magnánimas.  Agustín nos deja su sensibilidad, su arte y también su compromiso, su lealtad con las causas nobles, su relación siempre con la aspiración incompleta a la libertad. Perteneció a esa generación de izquierdas que tenía claro que buscar una utopía no está reñido con el ansia de libertad, de democracia y de pluralismo ideológico. Esa generación a la que perteneció también su amigo Vidal de Nicolás, ambos figuras señeras del movimiento cívico contra l,a banda terrorista ETA, tras una biografía complicada que les llevó a compartir cárcel en épocas donde el Partido Comunista estaba perseguido y el Partido Socialista de vacaciones.

 

Los hombres buenos y nobles se caracterizan por no tener doblez y detestar la insidia y la mentira. Así era Agustín Ibarrola. No tenía doble cara, desdoblamiento de personalidad, reflejo en el cristal de la soberbia y el ensimismamiento.

 

Desprendía, cada vez que masticaba con lentitud sus palabras, una filosofía de vida volcada al enaltecimiento de los valores de las personas como hechas en sí mismas con moldes de dignidad, de la misma manera que volcaba el hierro fundido sobre matrices para formar figuras escultóricas. Todo era coherencia en él:  pensamiento y arte de compromiso social, con la mirada siempre puesta en el mundo fabril, en los obreros como elemento de trabajo no siempre bien respetado.  Arte convertido en lucha. ¡Y estos que hoy se llaman de izquierdas qué demonios sabrán de todo esto!, burgueses mal criados en tópicos y frases manidas repetidas sin más fondo que la tonadilla repetida mil veces convertida en tótems y lugares demasiado pisados por la ignorancia.

 

Eso sí que era verdadera izquierda y arte convertido en lenguaje expresivo, con la bandera de la libertad siempre inhiesta.

 

Tuve el honor de encontrarme con él en el Foro Ermua, y él en el conjunto del movimiento cívico sin rastro de sectarismo.  Conservo el diseño que generosamente me regaló para la portada de mi primer libro, cuando le comenté que se trataba de un tema sobre la educación en el País Vasco. Y me vino, sin preguntar, con ese boceto que me pareció un regalo espectacular que se plasmó en tal libro dando a su contenido una significación importante, porque reflejaba la evolución del ser humano a lo largo del tiempo y el proceso de maduración y perfeccionamiento. Porque él estaba más que preocupado, ocupado, en el sentido de la existencia humana.

 

Compartí, también, con él y otros compañeros del Foro Ermua una visita al Parlamento Europeo y otras instituciones comunitarias en Estrasburgo, para denunciar los acuerdos de los nacionalistas con ETA en Estella. Al volver al domicilio de cada cual, por el camino, nos llamaron para transmitir a Agustín que las hordas proetarras habían apedreado su casa. Él era templado, sereno y calmado. No se sobresaltó en exceso, pero la procesión la llevaba por dentro y finalmente optó por buscar tierras más  tranquilizadoras, y se marchó a Ávila. Pero antes dejó un reguero de obras donde la naturaleza se enriquecía con los trazos de sus pinturas. Queda en diferentes elementos del espacio su elaboración sensible de la interpretación de la estética.

 

¡Qué grande Agustín Ibarrola y qué mal le ha tratado el paisanaje de su tierra natal!

 

Honor y gloria para él.

 

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