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Domingo, 19 de Noviembre de 2023 Tiempo de lectura:
Autor de "Teoría de esclavos"

Winston Galt: “La democracia no es garantía de libertad”

[Img #25122]Winston Galt, seudónimo de un conocido novelista español, columnista habitual de La Tribuna del País Vasco y autor de culto por su espectacular distopía Frío monstruo, acaba de publicar su nueva obra de ficción: Teoría de esclavos. Si Galt, en Frío Monstruo, anticipaba el futuro de una Europa decadente y desmantelada hacia mediados del siglo XXI, en Teoría de esclavos (Libros del Alcaudón, 2023) nos sitúa cara a cara con nuestra más rotunda actualidad a través de tres relatos demoledores: El rumor, que cuenta el final de un tirano, no muy distinto a muchos de los que en estos momentos gobiernan en España y en algunos otros países de Occidente; La guerra del perro, que es una terrible y dolorosa fábula sobre la mísera situación actual de las democracias occidentales; y, finalmente, Un ángel con un Kalashnikov, que muestra cómo la política manipula permanentemente la violencia en su beneficio. Tres relatos impresionantes e imprescindibles para conocer el mundo que nos rodea, para entender mejor la España actual, y para comprender cómo una gigantesca y descontrolada industria política trata de convertir a los ciudadanos en auténticos esclavos.

 

¿Cuál fue su inspiración para crear los personajes centrales y los hilos argumentales principales de los tres relatos que conforman Teoría de esclavos?

 

En el caso del relato El rumor seguramente más que un personaje o acontecimiento lo que hizo brotar la idea fue el hartazgo de tanta tiranía.

 

Hace unas décadas parecía que el mundo se abría a mayores cotas de libertad: la liberación de la Europa del este tras la caída del Muro, los procesos democráticos en Hispanoamérica, y hacían albergar esperanzas de un mundo mejor. La globalización económica abría países hasta entonces encerrados en sí mismos y en la pobreza. Sin embargo, ese proceso se ha revertido. Si bien Europa del Este continúa su rumbo democrático de una forma mucho más sólida que la Europa occidental, en América del Sur ha ocurrido lo contrario, ahora es difícil encontrar un país que no esté dominado por el totalitarismo de izquierdas, aunque algunos guarden cierta fachada democrática.

 

Ver que el mundo retrocede nos hace preguntarnos qué se puede hacer para cambiar las tendencias. Si bien no podemos interferir en los procesos de esos países sí que parecía oportuno abrir la mente a otras formas de lucha contra la tiranía de las que nos olvidamos. Recientemente alguien publicaba un tuit diciendo algo así como que las leyes se hacen y deshacen y no son garantía de libertad, que la verdadera garantía para mantener al tirano a raya es la amenaza de la revolución. Yo precisaría que la amenaza del tiranicidio, cuya legitimación moral nació en España, en la Escuela de Salamanca. Ciertamente, el tiranicidio no es una forma democrática de acabar con el tirano, pero no podemos esperar que el tirano deje el poder voluntariamente.

 

Debemos reflexionar sobre todo lo que perdemos bajo la tiranía, esa pérdida de esperanza, vida y futuro que será irrecuperable. Son miles, millones de vidas perdidas. Y también debemos preguntarnos cómo llega la tiranía y qué debemos hacer para impedirlo. Y vemos que en el mundo contemporáneo no suele llegar por golpes violentos o revoluciones, como antiguamente, sino derivada de procesos democráticos en los cuales el tirano se presenta como una opción democrática que, en cuanto alcanza el poder, utiliza los mecanismos internos para socavar las instituciones y pudrirlas hasta que no quepa otra opción, como ha hecho Hugo Chávez en Venezuela o se está haciendo ahora mismo en España.

 

El proceso del relato La Guerra del Perro es diferente, obedece a la observación de nuestras opulentas sociedades occidentales que han renunciado a sus valores a cambio de un bienestar impostado, falso y pasajero y que nos está matando poco a poco. Creer merecerlo todo y no ganarse nada no sólo es un error sino que provoca un suicidio lento que hoy podemos observar en nuestras sociedades, en las que la angustia, la depresión, la inacción, el sinsentido, se apoderan de grandes capas de población a las que se anula el instinto de vida, que es lo más importante que podemos tener. Es una fábula, y como tal hay que interpretarla.

 

Y en cuanto al último relato: Un ángel con un kalasnikov es el reflejo de cómo la política utiliza la violencia y a los violentos en su beneficio y un intento de desvelar que precisamente quienes acusan de violentos y de usar la violencia a otros falsamente son los que la utilizan de forma habitual como un instrumento más de su acción política.

 

Intento que mis libros tengan un peso literario que muchas veces sugiere e inspira más que un simple artículo y que pueda ofrecer múltiples significados. El lector decidirá sobre los logros de estos relatos.

 

Los relatos que conforman Teoría de esclavos están muy influenciados por la actual situación política, tanto en España como en el resto de los países occidentales, ¿cuánto de su propia visión del mundo se refleja en estas ideas?

 

Estamos viviendo un cambio de era que no sabemos dónde nos puede llevar. Lo que sí sabemos ahora y no sabíamos cuando cayó el Muro de Berlín y creíamos que el mundo sería libre y democrático para siempre, es que nos costará mucho, seguramente sangre y lágrimas, mantener lo que hemos conseguido o, mejor dicho, lo que queda de lo que conseguimos.

 

No podemos resignarnos a perder el mejor mundo que se ha creado por la humanidad. Y ahora vemos que hay que defenderlo cuando lo creíamos a salvo. La tiranía siempre acecha, como estamos viendo en este preciso momento: la imposición de las políticas de emergencia climática son una nueva forma de tiranía; la imposición de la Agenda 2030 es una forma de tiranía; el empobrecimiento deliberado de grandes masas de población es una forma de tiranía; el régimen que se está implantando en algunos países occidentales, como España, es una tiranía. El mundo adocenado de los estados de bienestar, al convertirnos en esclavos de los estados, es una tiranía, como lo es el uso que el progresismo hace de la violencia en todos los países occidentales, no sólo en España.

 

Cuando escribí Frío Monstruo muchos me decían que había exagerado sobre los peligros que la izquierda puede traer a Europa en colusión con el Islam político. Hoy, aquéllos que me decían que era una locura comprenden que no sólo es cierto y letal ese peligro, sino que es inminente, aún más cercano de lo que yo suponía.

Me gustaría que quien lea los relatos de Teoría de esclavos se sienta advertido de esos peligros terribles. Muchas veces es más efectiva una narración literaria que un artículo o un ensayo. Espero que mis relatos sirvan a alguien para comprender el mundo que sufrimos y los peligros a los que estamos abocados de forma inminente.

 

¿Qué desafíos especialmente complicados debió enfrentar para escribir estos relatos y sacar adelante su libro?

 

Cuando se quiere escribir para reflejar unas ideas es difícil encontrar una forma literaria que les dé cobijo sin que se convierta en un relato de tesis. Sin embargo, creo que he encontrado la voz adecuada para contar cada una de las historias y he intentado dotar a los personajes de vida y conflictos que les otorguen una identidad propia. Estas historias reflejan personajes muy distintos a mí y sus discursos no son en muchos casos precisamente coincidentes con mis ideas, pero creo que son especialmente adecuados para mostrar unas formas de ver las cosas y de sentirlas y penetrarlas que los conviertan en referencias emocionales e intelectuales para los lectores.

 

Espero que los lectores de estos relatos puedan encontrar visiones distintas, inéditas en muchos casos, para muchas de las cosas que piensan del mundo que los rodea, y entiendo que a eso hay que aspirar, a sugerir pensamientos, emociones y respuestas nuevas a los lectores adocenados con la habitual literatura actual, de la cual lo mejor que se puede decir, en general, es que nadie la leerá dentro de veinte años.

 

¿Qué espera que el lector se lleve después de leer sus relatos? ¿Qué mensajes y reflexiones quiere transmitir? ¿Qué quiere decir este título tan extraño?

 

Quiero transmitir una visión diferente de las cosas, de la sociedad que nos rodea y, sobre todo, de nosotros mismos y de nuestra posición en el mundo. Los tres relatos que componen el libro alertan sobre algún tipo de esclavitud que padecemos, la esclavitud no sólo frente a un tirano sino frente a lo que predica, cuyos discursos son tan parecidos a los que oímos a diario que constituyen una afrenta casi obscena; la esclavitud que padecemos ante el Estado que nos confina bajo un aparente bienestar que, en realidad, no es sino una cárcel cómoda en la que se nos permite jugar como a un hámster; y la esclavitud que supone sufrir una violencia manipulada y organizada que comprime nuestros horizontes y cuyo origen se nos oculta para confundirnos.

 

Creo que muchas personas no son conscientes de esa esclavitud, muy al contrario, celebran su situación engañados por la propaganda de unos regímenes que si tuvieron mucho de democracias hace un tiempo hoy devienen en democracias sucias que están preparando, como otras veces en la historia, el advenimiento de la tragedia. Teoría de esclavos es un título adecuado para mostrar diversas formas de esclavitud que muchas veces no somos siquiera conscientes de sufrir y muestra el poder político como el verdadero y más peligroso crimen organizado.

 

En sus relatos aparece como una constante la desconfianza en la política y su convencimiento de que la democracia puede ser fácilmente manipulable. ¿Este pensamiento es un reflejo de situaciones políticas actuales o es una reflexión atemporal?

 

Creo que nadie en su sano juicio puede hoy confiar en la política. Siempre he sido un defensor acérrimo de las democracias occidentales y considero que en América del Norte y Europa hemos construido la mejor civilización que el hombre ha conseguido crear, siendo un legado impagable y que debemos luchar por preservar.

 

Pero ese legado tiene la semilla de la destrucción en su interior. Si vemos lo que está ocurriendo en muchos países son precisamente los engrosamientos y exageraciones del llamado Estado de bienestar lo que está creando el caldo de cultivo para las futuras tiranías. No se puede comprender Hugo Chávez en Venezuela, o el peronismo en Argentina, o la deriva autócrata de “Hugo Sánchez” en España sin percatarse de que su origen fueron las políticas progresistas de bienestar previas que resultaron fallidas, pero que creímos imprescindibles y que ellos prometieron llevar al paroxismo. Eso fue lo que les dio los votos para alcanzar el poder y pudrir las instituciones para afianzarse en él de un modo autocrático.

 

Ése fue también el camino que llevó a Hitler al poder, muy parecido a los anteriores. Es sabida la anécdota de Bismarck cuando le dijeron que crear esa incipiente seguridad social supondría la dependencia perpetua de todo el pueblo alemán al Estado y dijo que ésa era precisamente su intención. Crear esa dependencia estatal es lo que ha podrido la incipiente libertad que hemos disfrutado hasta ahora en Occidente.

 

Por eso hoy sabemos que la democracia no es garantía de libertad, que las mayorías puede oprimir a las minorías y que las mayorías no sólo pueden equivocarse, sino que también pueden ser tiránicas y que no cabe otra opción de búsqueda de la libertad y la prosperidad que limitar los Estados y crear un ámbito de libertad individual inatacable. Esto es, un país puede no ser democrático, pero si se respeta sin límite alguno la libertad individual en todos sus aspectos no importará que no haya democracia porque la consecuencia será que todo el mundo será libre: entonces será verdaderamente democrático. Pero hay una palabra que lo pudre todo cuando se habla de libertad individual: “social”. Cuando se le pone un adjetivo a la libertad individual ésta deja de existir, pues el concepto de social limitará ese ámbito de libertad individual y el contenido de lo "social" lo determinará el político de turno.

 

Hemos de entender esto y luchar contra el Frío Monstruo del Estado si queremos conservar la libertad.  No es casualidad que el político y el burócrata siempre sufran la misma tendencia al abuso de poder.

 

¿Cree que el convulso, contradictorio y en ocasiones aterrador siglo XXI es un tiempo especialmente apropiado para hacer literatura?

 

Los momentos de grandes cambios y grandes transformaciones siempre han sido fructíferos para la creación literaria. Seguramente tras nuestro Siglo de Oro el mejor momento literario de la historia ha sido la literatura centroeuropea de entreguerras. Un mundo que se acababa y otro que empezaba, con grandes traumas, grandes transformaciones, terribles acontecimientos. Actualmente vivimos una situación similar. Al igual que a principios del siglo XX, hay un mundo que apenas tiene voluntad de sobrevivir gracias al adocenamiento de bienestar y sus ideologías perniciosas: buenismo, multiculturalismo, ecología, maltusianismo..., y unos mundos agresivos que quieren engullirlo: el Islam político y el imperialismo chino.

 

Mucha gente no se percata de que los peligros que afrontamos son incluso peores que los que significaron el nazismo y el comunismo. Espero que no sea demasiado tarde para que Occidente despierte y eso es lo que procuro en mis libros, alertar de estos peligros, como hice en Frío Monstruo y como pretendo ahora con Teoría de Esclavos.

 

¿Volverá en algún momento al género de la ciencia-ficción distópica que con tanto acierto cultivó en su novela Frío Monstruo?

 

Sin duda. Cuanto más tiempo pasa desde que la escribí más convencido estoy de que aún quedan cosas por contar. Seguramente sí narré entonces lo más importante: que el peligro viene de dentro, que la invasión silenciosa musulmana no es sólo un plan concebido y ejecutado desde remotos desiertos sino que está auspiciada desde el interior de nuestros países por unas élites que quieren destruir nuestra cultura de tradición judeocristiana y subvertir nuestros valores y encontraron en la implantación de grandes masas de población ajenas contrarias a nuestra cultura, en el sometimiento al Estado y en el empobrecimiento progresivo de las poblaciones europeas el medio más eficaz. Realmente, uno puede preguntarse en qué momento pensaban que sería suficiente, pero hoy está claro que esas poblaciones musulmanas son demasiado agresivas en cuanto alcanzan cierta cota de número y poder y que no se las podrá controlar y serán fieles a su tradición y cultura; no hay más que ver a las segundas y terceras generaciones de musulmanes nacidos en Europa que, a pesar de asistir a nuestras escuelas, son impermeables a nuestra cultura y acaban odiándola. No creo que el futuro de Europa pase por mantener los Estados actuales; algunos están perdidos, seguramente de forma inevitable, como Suecia, Bélgica y Holanda. En otros, como Francia, cada vez se habla más de una guerra civil, pues ya para muchos es inevitable ver lo evidente. Habrá que narrar esto y contarlo, incluso antes de que suceda.

 

¿Cómo presentaría su nueva obra, Teoría de esclavos, a un lector que no conoce nada de su obra periodística ni de sus anteriores trabajos literarios?

 

Creo que le diría que, independientemente de lo que opine tras leer estos relatos, podrá estar seguro de que hacerlo será una experiencia nueva porque no sé de nada que se esté publicando hoy que sea parecido. Todo lo que se cuenta en el libro y cómo se narra puede calificarse como políticamente incorrecto, incluso escandaloso y subversivo.

 

Ciertamente que se ha perdido el gusto por la lectura (en especial por la literatura comprometida) en nuestras sociedades debido a dos razones principalmente: en primer lugar, que la literatura comprometida a la que estamos acostumbrados es de izquierdas y defiende esos totalitarismos, con lo cual no escribe sobre los abusos de la izquierda (siempre me llama la atención que la izquierda apele a 1984 como distopía de una dictadura de derechas cuando la novela de Orwell no es una distopía sino una radiografía muy precisa del régimen soviético) y,  por tanto, hoy los escritores de izquierdas no escriben contra sus dioses. En segundo lugar, porque la gente lee poco, pero, en contra de lo que mucha gente piensa no se debe a la influencia de Internet, sino a la deficiente educación que la izquierda ha depauperado en las últimas décadas.

 

No obstante, creo que siempre hay un grupo de gente que gusta de la literatura y para esas personas, que luego podrán opinar lo que estimen oportuno tanto sobre la calidad literaria como sobre lo que se denuncia, creo que Teoría de esclavos le ofrecerá una forma diferente de leer en un ambiente cultural hoy dominado por formas light, edulcoradas y manifiestamente vulgares de la literatura con que las grandes editoriales inundan el mercado.

 

Espero y deseo que Teoría de esclavos les ofrezca una perspectiva nueva a la que no están, seguramente, acostumbrados.

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